jueves, 17 de abril de 2014

Nuestro primer televisor... reunión familiar

 Un niño sentado frente a la televisión, veía sus programas infantiles, en el horario infantil, el infante disfrutaba de aquella programación, especialmente dirigidas a ellos. Pero, en esa época la programación de la televisión local, empezaba como a eso de las seis de la tarde y dejaba de transmitir a las diez de la noche. Eran esos tiempos en que la televisión empezaba a funcionar en el país. Y, sentarse frente a la televisión, era una novedad familiar; que hasta los pocos patrocinadores que pasaban unas dos veces durante la programación, daba gusto verlos. Dicen, que cuando estas entretenido el tiempo vuela y efectivamente el horario infantil había finalizado. Sin proporcionarle una información al televidente, de golpe empezaba el siguiente programa; el cual era exclusivo par personas adultas, pero la novedad de ese mágico aparato, te hacia inmóvil por la curiosidad del siguiente programa, pues al apagar el aparato receptor habría que esperar 24 horas para volver a encenderlo y quedarte de nuevo, hipnotizado frente a él. Entonces nada ni nadie te movería de enfrente a él. Por el contrario, todos corrían al baño, a prepararse un sándwich, a relajar las piernas justo antes de que empezara el siguiente programa.
-¡Apúrense, ya empezó! gritaba mamá y la estampida de mi padre cuatro hermanos y tres primos se dejaba escuchar. En la corrediza, para encontrar los mejores lugares, no importa que estos fueran hasta en el suelo.
Por fin empezaba el programa, este era: Teatro de Terror; obvio, que tipo de película estabas a punto de ver; mi hermana mayor, se encamino hacia el interruptor y apago las luces, mis primas simplemente empezaban a pasar los créditos y ya estaban hasta comiéndose las uñas; mi padre, estaba bien acomodado en el trono principal; mis hermanos varones, empezaban a hacer sus típicas bromas, y las niñas de la casa pegaban tremendo brinco acompañado de un escalofriante grito, mi primo se carcajeaba, pero su rostro denotaba un dejo de miedo; mi madre, ponía orden con las siguientes palabras.
-Bueno, se comportan o apago esa porquería, tanta babosada, si lo que vamos a ver es una cochinada.
-Ahí todo es mentira. De inmediato todo volvía a la normalidad y la película daba inicio. Los parlantes del aparato se estremecían, dejando escuchar en modo monoaural. Nada de sonido envolvente y dolby surround, mucho menos en tercera dimensión y de HD ni hablar. Rechinantes melodías, de donde sobresalían los violines y de vez en cuando un trompetazo o un bombo emitía lo suyo.
Yo, que en ese entonces tendría al rededor de cinco años, mi infantil mente no se explicaba el porque de todo a aquel alboroto; al ver hacia mi alrededor, dando un paneo visual a la enorme sala, que eran características de esas épocas, la enorme sala que solo la alumbraba los centellos lumínicos que eran producidos por la pantalla de tubo de rayos catódicos. A a veces la sala se encendía completamente y de pronto bajaba a una tenebrosa penumbra dependiendo de la ubicación del control de brillo y de contraste en el aparato receptor. Viendo alrededor, mis infantiles ojos miraban unas imágenes mas tenebrosas que las que estaban pasando en la pantalla y si a esto le sumamos las elevadas de los tonos de la banda sonora; tremendo brinco que yo daba, mi corazoncito se aceleraba tanto, que lo escuchaba en mis oídos y también sentía las palpitaciones, mis pupilas estaban completamente dilatadas y no era por la oscuridad que me envolvía, era de puro miedo. Con mucho cuidado me puse de pie y un trompetazo en la película acompañado del grito de la bella protagonista, quien en ese instante estaba siendo correteada por horrible monstruo al que se le veía muy bien, que lo que traía puesto era una mascara pues, no había mucho presupuesto, para una buena producción, pero eso no importaba, los gritos no se hacían esperar en la sala, para luego todos burlarse unos a otros. Mi padre, en su trono simplemente esbozaba una sonrisa, pero sus ojos estaban pegados a la pantalla, seria lo sensual de la actriz Raquel Welch o la actuación tan natural, no se, y no me importaba. Pues, todos estos eventos hicieron que mi caminar sigiloso se convirtiera en una competencia de los 100 metros y con todo y salto largo y sin garrocha; pues desde como una distancia prudente me había lanzado a los brazos de mi madre, ella sentándome en sus piernas, sin dejar de ver la película, después de escuchar los gritos de la concurrencia y de ella tomar parte de ellos, decía.
-Cochinadas, lo que les da miedo. Todos disfrutaban de la película y realmente la disfrutaban pues, brincaban, gritaban, luego reían y durante los anuncios publicitarios se escuchaban los comentarios y las imitaciones provocando la misma cómica histeria entre las féminas de la familia, pero realmente el que estaba 100% asustado y de él nadie se percataban de la angustia en su cara, sus ojos que se le salían de sus órbitas, por las imágenes que veía reflejadas en las paredes, los sonidos espeluznantes, ese realmente asustado era yo. Y, parecía que estaba solo, pues a nadie le interesaba que mi cuerpecito sudaba, luego se enfriaba, que su corazón latía a cien, para luego casi detenerse, mis calzoncillos se habían humedecido y por mas que cerraba mis ojos, las imagines atravesaban mis parpados. Al fin, pasaron los 90 minutos y la luz se encendía. En el televisor se leía: The End... para luego colocarse en la pantalla la imagen de unas barras de diferentes tonalidades de grises, y de sonido un penetrante silbido. Todos se ponían de pie, cada quien haciendo bromas y dando sus comentarios, como unos profesionales críticos de televisión. Papá, se levantaba de su trono y se dirigía a su cama a encender su radio viejo,  para escuchar noticias y música; mi madre me abrazaba repitiendo.
-¡Cállence! pues el niño se durmió. Pero el niño no estaba dormido ...el niño, estaba casi desmayado y totalmente privado, así en brazos, era llevado a la cama de mis padres, tanto mi padre como mi madre hacían comentarios; mientras ella me desnudaba y me colocaba mi pijama, sin percatarse que su pequeño estaba casi en coma. Al paso de una media hora mas menos el cuarto lugar en donde dormíamos todos. Aquello parecía un hospital, pero era algo cálido e increíble, para mi estar todos ahí juntos. Luego una oscuridad y silencio sepulcral, pues mi padre ya había apagado su radio, me encontraba allí; si, justo en medio de mi madre y padre, tapado de pies a cabeza, sudando como si estuviera en baño sauna. En el cuarto se dejaban escuchar los sonidos nocturnos de un cuarto comunal, ronquidos, flatulencias, aquello era una sinfonía de sonidos desagradables. todos profundamente dormidos, pero yo había regresado de mi coma inducido y me encontraba completamente encendido o sea, despierto, por mas que quería cerrar mis ojitos, éstos no me obedecían y las imágenes que mi cerebro me envinaba, eran mas aterradoras que las que ellos, mi familia hacia unas horas, habían disfrutado frente a esa caja mágica de imágenes. Me imagino, que del miedo que ahora sentía,  era el doble que sentí cuando estábamos todos en la sala y por momentos creo que me desmayaba quedando por unos minutos dormido, pero mi cerebrito no me dejaba tranquilo, ni aun dormido pues, ahí me enviaba imágenes mucho mas crueles que las que me había imaginado, cuando en la sala me hacia el dormido. Luego, de no se cuanto tiempo, el cansancio hacia mella en mi y conciliaba el sueño. Pero, eso no me duro mucho, pues en esos minutos se dejo escuchar un estruendoso sonido proveniente de la calle. Y, todos nos despertamos, ya con las luces encendidas todos se preguntaban.
-¿Qué fue eso? Colocándose las batas y dejándome en la cama. allí, estaba el niño solo, en ese cuarto enorme para mi, esperando para saber que había ocasionado semejante ruido. Mas tarde se escucharon las sirenas y después de varios eternos minutos, escuche, siempre en medio de mis padres y tapado nuevamente o sea de regreso al sauna; me entere de que un adolescente y vecino que había sacado a escondidas el carro de sus padres y ya todo alcoholizado se había estrellado en el poste justo enfrente de mi casa, aquel carro quedo para chatarra y mi vecino quedo en cama unos meses todo fracturado pero con vida. Para, horas después, darme cuenta que a lo lejos, alguien me llamaba por mi nombre.
-¡Juanito!... ¡Juanito!... ¡despierta mi amor ya amaneció! Era mi madre, que con el amor que estos seres le tiene a sus hijos, me despertaba para que desayunara y luego pudiera jugar un rato, antes de irme para la escuela.
 Para luego, a las seis de la tarde, estar nuevamente frente a ese maravilloso invento llamado: TELEVISIÓN.







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