jueves, 5 de junio de 2014

AÑO NUEVO (ENERO 1)

Con mucha nostalgia recuerdo hoy la historia que a continuación les contaré. 
Era una aventura anual con mis amigos de infancia que se volvió toda una tradición que duró hasta que crecimos.

Ya habia transcurrido una semana luego de haber recibido con mucha ilusión nuestros regalos, _traídos por Santa Claus_; éstos variaban según el estatus de nuestra familia, empero, todos estábamos felices con nuestros obsequios, llevabamos 8 días jugando con esas maravillas plásticas o de metal barato, con el que se hacian aquellos hermosos juguetes, los cuales eran pocos y los atesorabas por todo un año, pues vaya si eran duraderos. Al llegar el 31 de diciembre, nuestra motivación no era recibir nuevamente mas regalos, ¡no! Era saber que nos podríamos desvelar, quemar cohetes y fumar clandestinamente un cigarrillo con el pretexto de que lo usaríamos para prender la mecha de nuestros juegos pirotécnicos y era obvio que para mantener al cigarrillo encendido habia que estarlo fumando _jejejeje_ Con esa violación a las leyes paternas, eramos unos rebeldes. 
Como a eso de las 2 de la madrugada, el sueño hacia mella en la mayoría de nosotros, que nos retirábamos a dormir, con nuestros pulmones llenos de humo de tabaco y de pólvora, otros con un dedo quemado por el estallido de un cohete, pero con la moral en lo mas alto.
Por la mañana, estrenando año nuevo, como a eso del medio día, nos reuníamos para recordar nuestras hazañas de la noche anterior y para ver como habia amanecido el herido en combate. 
Ya preparados, con veladoras y fósforos, acordábamos salir a nuestra peregrinación anual, rumbo a una iglesia que se encontraba al otro lado de un barranco profundo, llena de espesa maleza, a la cual la partía en dos un caudaloso río de aguas negras, justo en el fondo del barranco. Nuestra meta era, aventurarnos en aquel inhóspito barranco por los caminos mas escabrosos, luego de bajarlo y subirlo para llegar a esa iglesia que estaba justo en una lomita, en un pequeño poblado que colindaba con nuestra querida colonia  _solo nos separaba el inhóspito barranco_.
Con nuestro equipo especial: gorras, palos, una bolsa con velas para el altar de la iglesia, zapatos de terracería y una navaja oxidada de uno de nosotros; nos hacíamos a nuestra peligrosa travesía anual.

EL DESCENSO: En fila de indios, íbamos uno detrás del otro, por lo general adelante iba el mayor de nosotros y mas fuerte, dependiendo de estos parámetros era la ubicación en la fila. Se trataba de un caminito, el cual se cerraba con la vegetación y algunas varas como de bambú, el caminito era de tierra y con piedras sueltas que nos hacian caer uno encima del otro, cada cierta distancia, agarrándonos de lo que podíamos, a veces el de adelante debía de tener la fuerza necesaria para detener al que por alguna razón rodaba para abajo. Allí, uno sobre otro y luego de regresar a la cordura, nos poníamos de píe, para continuar nuestro descenso, a veces escuchábamos el sonido particular de algún reptil, que se habría paso paralelamente a nosotros, quiza en busca de alguna de las ratas que veíamos en el camino o simplemente poniéndose a salvo del relajo que llevabamos cuando descendíamos. Al fin, luego de varios minutos de vicisitudes llegábamos a una especie de planicie, a unos pocos metros del caudaloso rió de aguas negras. Éste, se dejaba escuchar, llevando con él: basura, agua de color negro y mucha espuma jabonosa; entre su fuerte corriente se veían ser arrastrados: animales muertos, llantas, ropa, ramas y bambús  por la corriente. Era momento de sentarnos y analizar el terreno para el acenso, mientras hacíamos el plan, sacábamos nuestras refacciones y nos acomodábamos a comer y beber jugos y gaseosas, nos sentíamos orgullosos al ver el lugar de donde habíamos descendido y nos asustaba el sonido causado por el río del cual se sentía un olor fétido, pero lo peor era ver que al otro lado del río no habia una pequeña playita como en este lado, casi que a las faldas empinadas del otro lado del barranco, colindaban directamente con dicho río.
Luego de algunos minutos de descanso y planificación, nuestro lider, por tener un año o meses mas que el resto y por ser el mas alto y fuerte, tomaba la decisión y daba las indicaciones de como atravesar el río y empezar a escalar el otro lado del barranco, para poder llegar a nuestra iglesia. Si veías para arriba, solo se veía una verde vegetación y en lo alto unas nubes, pues solo se divisaba el cielo y debíamos de darnos prisa sino queríamos que nos entrara el frió y la oscuridad de la tarde en medio del barranco.

EL ASCENSO: Dando tumbos y brincos de piedra en piedra, íbamos uno a la vez, si eras un chico pequeño, tal vez no alcanzarías a llegar a la siguiente piedra y eso seria un grave problema, pues si caías al rió, te llevarías contigo una pestilencia que ninguno de tus fieles amigos te querrían a su par _no se, cuantas veces me toco meter por lo menos un pie en ese río_ Carlos, era el primero en tomar algunas ramas y al ver que soportaban su peso se trepaba sobre el barranco, para entonces, encontrar el camino del ascenso, una vez Carlos lograba subir, solo era de que nos jalara para ayudarnos a uno por uno. Mientras Carlos, hacia maromas para subir desde el río a la falda del barranco; el resto lo veíamos desde alguna piedra en medio del río, dándole nuestro apoyo moral: _¡Apúrate vos cerote!_, ¡Pareces una marica... súbite rápido! Cosas motivantes como éstas; mientras que el podre de Carlos ni nos contestaba, pues si alguna de las ramas, varas o bejucos de los que se estaba agarrando se reventaba o cedía su raíz, éste caería de cuerpo entero dentro del río, pero Carlos si que era bueno, ya él arriba, subía al que le seguía y así sucesivamente. Subir esa ladera del barranco era algo cansadísimo, no solo por lo empinado, sino tambien por la vegetación que se atravesaba en tu camino y que eventualmente encontrábamos a algún aldeano con leña en la espalda o algún perro perdido corriendo como loco, entre otros animales silvestres que vaya, sino nos daban tremendo susto, ésto sin echar en cuenta los mosquitos, quienes se estaban dando un gran festín con nosotros, prendidos en nuestras piernas, brazos y nuca. Pero allí íbamos, con la vista siempre al frente, pues ver para atrás te podía causar un vahído, pues si que era empinada esa parte del barranco. Despues de casi media hora y gateando literalmente, colocaba Carlos su mano sobre la superficie, buscando algo en donde asirse y así conquistar la cima. Una vez conquistada, ayudar a sus amigos a terminar de escalar el barranco. Cuando esto pasaba, ya arriba, la iglesia estaba rodeada de un enorme patio con una deliciosa grama verde que te invitaba a tumbarte para descansar, pero antes de cualquier placer, debíamos de terminar nuestra misión. Lo que si hacíamos era volver la vista; parecía que nuestra colonia estaba a unos veinte pasos si la hubiéramos caminado en linea recta, se veía alcanzable con nuestras manos, pero si veías hacia abajo, solo se veía una oscuridad de tonalidades verdes.
_¡Vamos!_ nos decíamos y nos encaminábamos hacia el atrio de la iglesia, mientras caminábamos hacia el interior de la iglesia; íbamos sacando nuestras velas y veladoras y nuestras pequeñas mentes empezaban a elevar una oración; pidiendo por: nuestros padres y hermanos, por ganar el año escolar próximo a empezar, y pidiendo la gracia divina de poder llegar el año siguiente.
Al salir de la iglesia, corríamos a tumbarnos sobre esa deliciosa grama, sacábamos una pelota plástica y a echar una chamusquita, el tiempo volaba. De pronto Carlos, quien era el único poseedor de un reloj, nos decía. _¡Mucha, es hora de regresar!_  Y regresábamos, ya no con la misma alegría con la que habíamos llegado. Regresábamos cansados, golpeados, picados de insectos, apresurados antes de que la oscuridad llegara al río _Pues allí abajo, oscurecía antes, obviamente_
Ya en nuestra colonia, volteábamos, para ver a la iglesia desde nuestra amada colonia, seguramente mentalmente todos prometíamos regresar dentro de un año....Y así fue hasta que crecimos y nuestras necesidades se volvieron otras, ademas que mas de alguno ya no vivía en la colonia, y como eramos de diferentes edades, los que crecieron primero ya no quisieron regresar con los que aun eramos niños y nosotros, los que quedábamos, si no habia alguien fuerte que nos ayudara, no nos atrevimos a volver solos.

"A la memoria de mis amigos, donde quiera que estén: Carlos, Jaime, Julio, fredy, Mario, willy y sergio. Por siempre... La Amistad."  














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