lunes, 28 de julio de 2014

ABRAZO MORTAL 3

El  pescador regresaba a su casa, viajaba en su vieja canoa echa del tronco de un árbol del cual cedieron sus raíces, eran como las cuatro de la tarde y la pesca había sido buena; en medio del caudaloso río justo a la entrada de una ramificación del mismo, en donde el río se volvía un rio claro y pacifico el cual lo usaban muchas parejas para dar una vuelta con sus enamoradas, esa parte del rio era muy romántica, estaba justo en medio de un enorme y frondoso bosque, justo el hábitat de muchas especies silvestres los cuales hacían del lugar, un marco perfecto para parejas enamoradas, apasionadas y cachondas. El pescador estaba con la vista perdida en el horizonte, a veces que se alejaba un poco de la sombra de la vegetación y el sol le segaba, veía hacia el agua la cual por lo caudaloso no podías ver hacia el fondo, pero él conocía el lugar y sabia los peligros que habían bajo esas aguas. Seguía con su rítmico remar, cuando a unos pocos metros divisó a una de las lanchas usadas por las parejas del riachuelo y se preguntó.
-¡Qué diantres hace esa lancha por este lado del río?... _¡Esas, son usadas en el riachuelo por los jóvenes visitantes! Al acercarse a ella no se veía que viniera tripulada por nadie; el pescador se dirigió a ella pues la corriente la estaba haciendo zozobrar. Al alcanzarla, con la destreza que le caracterizaba la halo a su lado, con una especie de ancla y se sombro al ver que al centro de la lancha estaba en posición fetal, una chica, como de unos diecisiete años, temblando de terror.
-¿Señorita está usted bien?... ¡No se preocupe yo la pondré a salvo! Le gritaba el asustado pero experimentado pescador, cuando pudo atar bien  la lancha a su artesana canoa,  se traslado a la lancha para auxiliara la patoja. Cuando éste la tomo por el brazo, ella gritaba histérica, que fue necesario darle un golpe para hacerla entrar en razón.
-¡Cálmese señorita, yo solo quiero ayudarla! Ella, estaba semidesnuda y  mojada. El señor la cubrió con una manta que llevaba en su canoa y la abrazo para que se calmara; ella tenía la mirada en otro lado y en sus pupilas dilatadas se podía observar; toda su trágica experiencia.
        -¡Oye Carlos, que haces no debemos de entrar ahí!
-No te preocupes, todo está bien, ya viste que en el riachuelo hay muchas parejas y ¡ahí no podremos hacer nada!
-Pero... 
-Nada, confía en mí. Ella confió en el calenturiento de su novio, quien lo único que le interesaba, era pasar un rato cachondo con su joven novia. Cuando salieron del riachuelo y se metieron en el caudaloso río, él se aseguro de no alejarse mucho de la orilla y mucho menos adentrarse en ese peligroso río; él pretendía agarrarse a algo, amarrar la lancha y luego de ello hacerle el amor a su novia.
Las aves, que descansaban de su vuelo sobre las copas de los arboles, tenían una mejor panorámica que ellos, pero eso les tenia sin cuidado, para lo que se habían aventurado a entrar en ese peligroso lugar, no era precisamente para tener una buena vista, por el contrario, era para alejarse de la vista de los demás.
Las aves volaron hacia otros árboles más alejados, cuando sus ojos vieron lo que ellos no podían ver por lo oscuro de las aguas cercanas a ellos y porque los ojos de Carlos ya estaban puestos en los senos al aire de su novia, quien solo veía al cielo y sentía como Carlos metía en su boca a sus pezones. Las aves volaron asustadas al ver bajo la lancha a dos enormes serpientes que precisamente hacían lo mismo que los jóvenes a bajo de su lancha. Después de unos cuantos minutos, los gemidos y movimientos de la lancha hicieron que una de las dos serpientes se pusiera nerviosa y se alejara del lugar, lo que a la otra (seguramente el macho) le molesto mucho y se concentro en quien acababa de terminar con su romántica danza; al percatarse que los movimientos y gemidos venían de la lancha, ésta se abalanzo sobre ella, propinándole un tremendo golpe, lo que también saco de concentración a la chica, no así al caliente de Carlos.
-¡Espera!... Carlos no sentiste, ese golpe.
-De que hablas, seguramente fui yo, ¡concéntrate!  Le dijo, el ahora molesto de Carlos a su novia, quien se colocaba  bajo una tensión nerviosa.
-¡Vámonos! ¡Por favor! Le pidió ella, cosa a la que Carlos se negó. Entonces recibieron otro golpe, esta vez Carlos sintió el sacudón.
-¡Qué putas fue eso! Dijo un asustado Carlos, Rebe pudo observar el susto que se llevo con solo verlo a su entre pierna. Carlos, quiso alejarse de allí, colocándose de pie, para destrabar a la lancha. En ese momento las aves sacudieron las copas de los árboles y al cielo opacaron con sus alocados aleteos, unos pequeños monos cafés,  brincaron hacia otros árboles, para ponerse a salvo. La enojada y enorme serpiente vio el reflejo de Carlos, quien ahora estaba de pie sobre la lancha que se balanceaba por los golpes y la corriente del rio, abalanzándose hacia donde éste se encontraba, saliendo de las aguas del rio como si se tratara de un torpedo lanzado por un submarino y el animal fue tan certero, que al salir del agua abrazo con sus musculoso cuerpo a un débil muchacho de veinte años, quien no supo que le paso, luego de enrollarse en el cuerpo de Carlos y de agitar aun mas a la lancha, se introdujo al rio con todo y Carlos. Esto, frente a los aterrorizados ojos de Rebe, quien se coloco en posición fetal al centro de la lancha. Carlos, emergió del rio con todos los huesos quebrados, aun enrollado por la serpiente, para luego sumergirse lentamente en las sucias aguas, que aun no regresaban a sus movimientos naturales. Los ojos de Carlos, parecían de un enfermo tiroideo, pues los tenia abultados, saltones y sin vida, su garganta era otro síntoma de esta enfermedad, pues la tenía arrugada y abultada, debido a la constricción que su cuerpo había recibido.
       El pescador se alejo de golpe de la joven, por lo que de sus ojos había percibido y dejando la lancha, luego de pasar a la pobre de Rebe, quien estaba semidesnuda y completamente ida. El pescador apresuro sus brazos, para remar lo más rápido posible, pues bien sabía que estaba sobre un polvorín y que ellos podrían ser las siguientes victimas. Rebe, ahora sentada, no reaccionaba, mientras que el pescador agitaba lo más posible su remo, para llegar a la entrada del riachuelo, la cual era su única esperanza de vida. Pero, Rebe al fin pudo reaccionar y alcanzo a gritar.
-¡Cuidado señooorrr! Pero fue muy tarde, pues una serpiente lo acababa de atrapar, engullendo su brazo completo entre sus fauces y llevándoselo con él, al fondo del río. Rebe gritaba histérica, mientras las aves le acompañaban despavoridas una vez más con sus cacaraqueos,  mientras volaban debido al susto por lo que eran testigos y del grito de Rebe. La canoa quedo a la deriva y la corriente se la llevaba con rumbo igual al de la corriente, mientras que el agua se agitaba aun mas,  mientras el pescador luchaba contra el animal, que muy pronto lo enrollaría para terminar de abrazarlo. Con un abrazo mortal.
Cuando las aguas volvían a su estado natural y el sol se ocultaba entre las copas de los arboles. A un par de kilómetros, aun se lograba visualizar a Rebe, sentada sobre la canoa artesanal del pescador, completamente paralizada con rumbo al océano. Nunca se supo si Rebe fue rescatada por alguien en su infernal viaje o más adelante fue víctima de los lagartos (caimanes), quienes también compartían el mismo hábitat de ese rio, en medio de la selva amazónica.


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