jueves, 10 de julio de 2014

WALDO

Como cada quincena, llegue al mercado de pulgas, siempre me ha gustado visitarlo pues, a veces, encuentras cosas que ni te imaginas y a precios muy accesibles. Entre y me detenía en donde habia algo que llamara mi atención; en uno de los pasillos, llamo mi atencion la algarabía que en uno de los puestos habia, así que, por curiosidad me acerque y si, se trataba de la venta de unos cachorros de raza cocker, las personas se abalanzaban, sobre los graciosos perritos. Lo que me hizo estar unos segundos mas en ese lugar, fue un cachorro que era la novedad; se trataba de uno de color blanco con manchas de color café, parecía una vaquita lechera, pues así era su barriga, la cual seguramente estaba  llena de parásitos y sus caderas tal cual una vaca lechera recien parida. Así de flaco, estaba el pobre animalito. Pero bueno, un perro no era precisamente lo que andaba buscando; así que, me perdí en los otros corredores sin rumbo ni destino, simplemente abriendo la boca y cada que habia algo que llamara mi atención me detenía y si realmente me gustaba o le veía algún beneficio cercano, pues me daba a la tarea de regatear, hasta obtener un precio de acuerdo a mi presupuesto.
Ya llevaba quiza, un par de horas matando el tiempo, cuando me tope nuevamente con el corredor que hacia ese tiempo, estaba como manifestación de maestros, pidiendo un merecido aumento. La curiosidad pudo mas conmigo, que me dirigí nuevamente para ver como le habia ido al marchante con la venta de tan graciosas mascotas. Efectivamente, el marchante estaba ya elevando anclas y en su haber únicamente la vaquita, el resto seguramente los había vendido a todos.
-¿Queres un buen perro?, te lo dejo barato por ser el último. Me dijo el marchante, cargando al pobre animalito, quien temblaba, no de miedo sino de frío; y es que, precisamente era temporada de fin de año y por acá en esa época, el cielo esta completamente despejado, con un brillante y quemador sol, pero en tus huesos se siente el tradicional, contrastante  y exquisito frío, que te anuncia las fiestas de fin de año.
Simplemente le sonreía al marchante, quien al darse cuenta de que no me interesaba lo coloco una vez mas dentro de una caja de cartón. 
-¡Si!, escuche lo que decía, mientras lo colocaba ahí adentro.
-¡Perro baboso!, ¡tenes mala suerte! ¡pues no logro venderte!. Esas palabras llamaron mi atención y entonces le pregunte.
-Es un bonito animal. ¿Porqué razón no lo compran?. El marchante sin darme la cara, pues seguía atareado empacando sus cosas, me dijo.
-No se, tal vez ¿porque no pude cortarle la cola?. _La verdad, tiene mala estrella. 
-Todos le hacen la bulla, pero nadie lo compra. Me sentí un poco mal por la desafortunada suerte del pobre animalito y le comente.
-¡Qué pena! se ve bonito, ¡pero hasta en los animales hay quienes traen mala suerte!. El vendedor solo subió sus hombros sin inmutarse a mi comentario, quien si reacciono a mis palabras fue el cachorro, quien en ese momento que escucho mi vos y comentario, extrajo su cabecita de su enroscado cuerpo y me clavo su mirada; con esos ojos tristes y húmedos (típico, de esta raza) y entonces, nuestras miradas se cruzaron. Ambos, nos quedamos viendo fijamente el uno al otro, sin parpadear y en silencio total (pónganle musica romántica a este momento) luego de varios segundos; éste metió su cara nuevamente entre su huesudo cuerpo y yo, me conmoví tanto que lo tome entre mis manos y lo levante de entre su caja de cartón, lo coloque frente a mi, nuestros ojos nuevamente se encontraron y su colo se movió tímidamente, por su hocico desfilaban algunos inquilinos de mi pequeño amigo. 
-Y, ¿cuánto esta pidiendo por él? Le pregunte al marchante, quien al escucharme se volteo de inmediato para echarme toda la casaca respectiva y al fin, tal vez deshacerse del cocker de color blanco y café.
-¡Que bárbaro! ¡Con razón no lo vende!... No es culpa del pobre perrito, sino de lo que esta pidiendo por él.
-Es que, mire su color, no va encontrar a uno como éste... _¡Creo que es un Coquer spañich!. Me dijo, el marchante con el inglés que pudo.
-Te ofrezco ésto... pues no salí a comprar perro, ademas tengo que desparasitárlo y desempulgar.
-Mas bien, gastar en veterinario.... _No gracias. 
-No se en que estaba pensando, pero mejor no... tenga.
Se lo devolví y me retire del lugar. No habia caminando mas de cinco metros, cuando escuche al marchante corriendo tras mio con caja en mano.
-¡Esta bien llevátelo!. Al darme vuelta; ahí estaban nuevamente los ojitos del Gato con Botas, era imposible no comprarlo y cerramos el trato.
Ya en mi carro, con la caja en el asiento del copiloto, él seguía enrollado por el frío y yo me repetía 
-Seguramente estoy loco por haberte comprado, amigo.
-¿Amigo?... _Debo ponerte un nombre y éste, fue el primero que se me cruzo por mi mente: 
-Te llamaré Waldo.... ¡Hola Waldo!. Arranque y me regrese a mi casa, pues vaya si hacia frío.
Ya en mi casa, lo saque de su caja y lo coloque en el patio; allí lo deje y yo me retire a mi sofá a esperar a que llegara mi esposa, pensando. 
-Haber como nos va con ella, amigo. Él, sentado en el umbral de la puerta, muy tímido solo movía su colita (ahora me alegro que no se la hayan cortado). En un descuido, se dejo llevar por su instinto y pego la carrera hasta mis pies, sentado frente a mi, Waldo movía su cola, como diciendo: 
-¡Al fin, alguien me adopto! ¡Gracias! Yo, con tono fuerte, le regaño, diciéndole.
- Y, a usted ¿quién le dio permiso de entrar? ¡Ah! Y, salio corriendo a sentarse nuevamente al umbral de la puerta, lugar en donde se encontraba su caja de cartón. 
Luego, mas tarde, llego mi esposa y antes de enseñarle la sorpresa, quien se encontraba en ese momento enrollado adentro de su caja. Le conté toda ésta historia y ella con mucha ternura me dijo:  
-¿Y, dónde se encuentra Waldo?. Lo saco de su caja y me dijo llevémoslo con el veterinario. Así lo hicimos y éste nos receto las medicinas que el cachorro necesitaba, al mismo tiempo nos felicitaba pues según él, era un excelente ejemplar y que por el precio que me lo habían vendido, casi que me lo habían regalado. Luego agrego lo siguiente:
-Cuando Waldo tenga edad quiero que me lo de para ponerlo a  jugar. Y ése Dr. hizo su agosto con los cachorros de Waldo, pues se vendían como pan caliente y es que todos sus cachorros nacían de color blanco con la manchas de color café.

Ésta es la historia de Waldo. Mi mejor amigo. Nos tenemos un amor incomparable. Es por esa razón, que él me representa como foto de perfil en todo. Y, en éste blog, no sería la excepción....

Les presento a Waldo. Y su historia... Una historia con mucho amor.


  



















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