sábado, 16 de agosto de 2014

¡EL PONCHE Y MI ABUELITA!!

Para la feria del pueblo natal de mi madre, siempre, desde donde estuviéramos, en cualquier rincón del país, por el trabajo de mi padre, emigrábamos hasta ese pueblito ubicado en el oriente del país, nada ni nadie podía detenernos, a pesar de que el viaje era de casi todo un día. Cuando empezaba anochecer llegábamos y habíamos salido de madrugada. Bajábamos del autobús y directo a saludar a toda la familia, quienes nos esperaban desde el día anterior y después de los saludos y de una corta charla a la hora de la cena, todos salíamos de la casa hacia el parque a disfrutar de la feria. 
Mis hermanos, a buscar a sus amigos y primos, luego a cervecear, para mas tarde ir a la casa a arreglarse para el baile; hasta amanecer.
Mientras que mis primos y yo corríamos por el parque, directo a subirnos a los juegos mecánicos, luego a escoger bonitos juguetes para mas tarde hacer el respectivo berrinche para que nos lo compraran. En fin, a disfrutar por seis días de la feria. Pero, debido al viaje tan largo, ese día, luego era vencido por morfeo y a casa de mi abuelita regresaba para que ella me arropara y me acompañara en mi cuarto hasta que me quedara completamente dormido; cosa que era de minutos por el cansancio que mi cuerpo llevaba por el largo y tedioso viaje.
Al día siguiente, desde muy temprano se escuchaban por los altavoces al gritón de la lotería y allí íbamos, después del desayuno para la feria. La casa de mis abuelos, colindaba con dos calles: la principal y al otro lado con el parque, lugar en donde se acomodaba la feria y en ese espacio, que daba a la feria, mi abuela aprovechaba y colocaba algún negocio para esos días de feria. 
Esa noche, mis primos se me adelantaron debido a que con mis hermanos salimos a saludar a mis tíos, hermanos de mi madre a sus casas y a donde fuéremos, nos invitaban a más de algo; eso hizo que mis primos no me esperaran y que se perdieran en la feria. Cuando regrese a la casa de mi abuelita, le pregunte por ellos y ella me dijo.
_Hay hijo, hace ratos que se fueron, aburridos de esperarte.
_Pero, ve y búscalos. Me dijo mi abuelita. A lo que le dije. 
_Antes de ir a buscarlos, veré que me compro abuelita. 
_Esta bien hijo, solo tienes cuidado con tu dinero. Salí de la casa de mi abuelita y justo enfrente de ella, habia una venta de ponches y tostadas, yo que era niño siempre me mantenía con hambre, asi que le pedí a la marchanta que me diera un ponche y una tostada, asi lo hizo y me senté a disfrutar de esos platillos, únicos en fechas de feria, buscando con ansiedad a mis primos, pero no podía verlos entre ese mar de gentes que por los pasillos de la feria deambulaban.
Cuando termine mi tostada solo me quedaba mi ponche, el cual tuve que esperar a que se enfriara un poco, cuando éste ya era bebible, empece a darle por medio de una pajilla y decidí regresar a la casa de mi abuelita por si acaso regresaba alguno de mis primos. Cuando mi bella abuelita me vió jalandole por la pajilla al ponche, me llamo y me pregunto.
_¿Qué estas bebiendo hijo? Yo, con la pajilla en mi boca chupando al delicioso liquido del ponche, me tarde unos segundos en responder, pues ese ponche estaba delicioso.
_Es ponche abuelita. Al terminar de decirle esto a mi abuelita, seguí chupando a mi deliciosa bebida, la cual no quería que se me terminara. A mi abuelita, quien no podía ni salir de su negocio improvisado, se le hizo agua la boca y no le quedo de otra mas que pedirme un sorbo de mi ponche.
_¿Me regalas un poco de tu delicioso ponche? Me dijo. Y yo que era un niño muy obediente y al que le gustaba compartir, le di un chupón antes de convidarle a mi abuelita. Ella lo tomo y me pregunto con una sonrisa picara en sus labios.
_¿No pedirías que le echaran piquete verdad? Y se rió. Piquete, era un poco de alcohol en el ponche, 
_Yo, todo apenado le respondí.
_¡Cómo crees abuelita! _¡Claro que no! Y ella, seguía riéndose. 
Fue entonces que sucedió la catástrofe; todo lo vi en cámara lenta: La risa de mi abuelita y el rumbo que llevaba la pajilla (popote) de mi ponche. Debido a la risa de ella y la escasa luz del lugar, la pajilla se introdujo justo adentro de uno de los orificios nasales de mi abuelita. Si; esa pajilla entro en la nariz de ella, yo casi desfallezco. Luego y ahora con mas risas la introdujo dentro de su boca y le dio el chupón a mi néctar.
_¡Ah! _¡Esta rico hijo! _¡Muchas gracias! Y me lo devolvió, yo se lo recibi y mi vista se dirigió con asco, como si se tratara de un close up de una toma de película de ciencia ficción, un  acercamiento total, creo que logre ver adentro de mi pajilla a un moco verde. Resignado, decepcionado y seguramente en mi mente de niño, hasta alguna frese inapropiada se me escapo. Me dirigí al patio de la gran casa y con el dolor de mi corazón, tire a mi delicioso ponche. Yo veía como caía al suelo mi ponche, uniéndose al polvoriento suelo del patio y formando una masa de lodo; cuando termine de lanzar mi ponche al piso de tierra, me voltee para regresar a la feria a buscar a mis primos, mi rostro era el de una persona a la cual le acababan de dar la peor de las noticias; cuando me dirigí hacia la tienda improvisada de mi abuelita, levante la vista y justo en el umbral de la puerta se encontraba ella junto a su enorme bastón, la vida se me quiso escapar de mi cuerpo, al ver a mi abuelita azotando a su pie contra el piso. No pude decir nada, pues era evidente lo que habia sucedido y según yo, me esperaba una buena paliza; hacia el patíbulo me encamine, resignado a mi suerte, a ponerme en manos de mi verdugo. 
Al estar frente a ella levante la mirada, haciendo ojos de perro arrepentido luego de haberse comido el filete de su amo. Mi abuelita me vio y su expresión de enojo cambio por uno tan noble, que solo puede verse en la cara de un abuelo que te ama y sin mediar palabra, esto me dijo.
_¡Hijo! _¿Me aceptarías un ponche y una tostada? Yo, con toda la vergüenza y un nudo en mi garganta, le respondí.
_¡Gracias abuelita! Ella me abrazo y me llevo con ella hasta la venta de los manjares, no sin antes pedirle a los clientes que por favor se retiraran porque esa noche iba a cerrar temprano, porque esa noche, era para su nieto que habia llegado de lejos. 
Echo llave a las puertas y nos sentamos en la venta de ponches, luego pidió, con su vos de sargento.
_¡Vos marchanta! _Servíle un ponche a mi nieto con una tostada y para mi otro ponche pero con mucho piquete... _No vayas a ser miserable pues aquí te estoy viendo. 
_¡Ah! Y, que el ponche de mi nieto sea doble.
_¡Si doña bethia! _¡Con mucho gusto! Le respondió la señora a mi respetada abuelita. Justo cuando estábamos por empezar a beber nuestras deliciosas bebidas, ella me jalo contra su regazo y me abrazo, luego a mi frente beso. Y, esto me dijo.
_¡Perdóname por dañarte tu ponche hijito! Con mucha vergüenza le respondí.
_No te preocupes abuelita. Y agregue ésto: _¡Te quiero mucho abuelita! Con este romance abuela-nieto estábamos, cuando nos cayo encima la bandada de primos y demás nietos de mi abuelita, gritando a la marchanta. 
_¡Doña mancha a mi deme.........!!!
La marchanta, vio a mi abuelita y ella que se encontraba riéndose a todo pulmón, abrazándome fuertemente; le dijo a la marchanta, esta vez con vos de generala.
_¿Y, no sabe que son mis nietos pues?... _¡Deles lo que ellos quieran!.... 
Y, continuo riéndose sin dejar de abrazarme. Esa fue la mejor noche, de una de tantas noches, de feria.

A tu memoria viejita linda; en donde DIOS te tenga!!














 

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