martes, 2 de septiembre de 2014

¡¡CALOR!!

El invierno habia terminado y el verano estaba ya sobre el ambiente, ese invierno habia sido muy seco, con días muy calurosos y pocas lluvias, las siembras en los campos se habían perdido, los ríos habían perdido su volumen de agua, y los habitantes se sentían agobiados por tanto calor y ahora que el verano habia llegado, los calores eran sofocantes.

En el cielo no se veía una sola nube, y el clásico color azul de un cielo de verano se veía como cuando a una pieza de vestir le cae cloro y ésta se decolora, el firmamento se veía como con un azul descolorido en su lugar, una luz que le molestaba a la vista. En el centro y arriba, una bola enorme de fuego la cual la sentías como cuando entras en un cuarto pequeño y en él están planchando. Como si te acercaras a una estufa con todas las hornillas encendidas y sobre ellas muchas ollas echando vapor. Como si estuvieras en un baño sauna. Como si te encontraras en la playa y sobre ti una docena de soles al medio día. 
Aun estando bajo la sombra el calor era insoportable, sentías siempre al sol casi en tu espalda, la ropa se te pegaba al cuerpo, debido al sudor deshidratante de él.

Me encontraba sobre una hamaca en el patio de mi casa, la hamaca pendía de dos arboles con sus copas muy nutridas y aun asi la luz solar me lastimaba los ojos; quería, deseaba, un vaso con algún liquido y varios hielos en él, pero la pesadez de mi cuerpo húmedo no me permitía levantarme de mi hamaca y por ratos me entraba una ola de un sueño provocado por el mismo calor, pero cuando me quedaba dormido las gotas de sudor que por mi cuerpo brillante y sudoroso corrían me despertaban. Intente llamar a mi esposa para que ella me llevara hasta mi hamaca un vaso con cola, con mucho hielo y que el vaso sudara con el frió de los hielos, pero el solo echo de mover mi lengua ya era un gran problema, pues mi, mi garganta no podía emitir sonido alguno por la resequedad que en ella habitaba, mis labios estaban como si fuera una lija y con un color blanquecino, mi lengua no era capaz de saborear un poco de saliva, pues el agua que debía haber en mi boca se estaba fugando por mis poros, por lo tanto abrir mi boca para pedir un poco de agua era una misión casi imposible. 
Por fin, como mucha fuerza de voluntad me logre poner de pie y un vahído me dió, cuando por fin mi vista se aclaro, de mi frente corrían cuales serpientes moviendo su cascabel, dos gotas enormes de sudor las cuales buscaban mis ojos pero los surcos de mi frente arrugada los desviaban por mis mejías, pasando por mi cuello, para luego llegar a mi pecho y por último desembocar en mi enorme barriga. De mis sobacos sentía como éstos goteaban, como si fueran grifos con empaques grietados, éstas gotas tambien aterrizaban en mi enorme abdomen. Por fin avance hacia la casa, pero conforme caminaba, sentía como si del suelo salían unas raíces de calor, que se apoderaban de mis pies obstruyéndome avanzar. Caminar, era como si cada paso que daba uno de mis pies quedaba pegado, derritiéndose en el piso y me costaba mucho arrancarlo de él y al hacerlo sentía a algo pegajoso quedarse sobre él, como cuando te paras sobre un pegajoso chicle. Luego de varios minutos de agotadora caminata, entre en mi casa, el hacerlo fue como sentir entrar en un enorme horno; aunque mi paso se habia aligerado mi brazo frotaba por mi frente para el sudor limpiar, al fondo mi esposa depositada boca abajo sobre una colcha tirada en el suelo, con una imagen para adultos, pues casi estaba desnuda, pero no provoco nada en mi al ver como su piel brillaba debido al sudor y su frondosa cabellera daba la impresión de que recien salia del baño, pero la realidad era que su cabeza le sudaba por el tremendo pelaje. Ella ni se percato de que yo entre en la casa, me dirigí directo al refrigerador, al abrir la puerta, cosa que a mis débiles brazos les costo un poco, de adentro del aparato solo salio una  tímida ola de frescura, tome un litro de agua gaseosa, la cual la sentí fría, eso alivio a mi mano por unos segundos luego me dirigí a la mesa y vertí sobre un enorme vaso el ansiado liquido, de inmediato lo bebí pero su frió lo habia perdido y se sentía como una bebida entibiada, entonces fui al refri de nuevo y extraje una bandeja con hielos y saque lo mas que pude y los metí en el vaso para enfriar a mi bebida, los hielos flotaron de inmediato pero ante mis ojos iban perdiendo su tamaño decidí tomarlo de inmediato y un oasis de frescura entro en mi cuerpo, sentí cuando pasó enfriando a mi esófago hasta llegar a mi estomago, luego paso a mi intestinos. Yo, sentí todo el recorrido debido a la temperatura fría que en mi cuerpo habia entrado, ésto me aliviaba de ese calor infernal, pero era necesario ingerir otro trago para combatir el fuego que mi cuerpo tenia. 
Me dirigí hacia la puerta de la calle, la abrí y vi a mi jardín, las rosas sufrían al igual que nosotros, pues sus pétalos se veían decaídos y sin el brillo que el roció de la mañana les proporciona para estar lozanas durante el día, vi para el suelo y la grama era de color amarillento, el resto era de color cafés pues por la sequía del invierno, ésta se estaba muriendo; el suelo estaba grietado como si se tratara de mi frente arrugada, vi al cielo y ahí estaba aun amenazante una enorme bola de colores anaranjados  y el pálido cielo, debido a la irradiación que el sol tenia en ese momento. 
Me aventure y camine hacia la puerta de la calle; un tropiezo hizo que mi refresco de cola cayera al suelo, cuando ésto paso de inmediato se evaporo, alcance a ver como el suelo arrugado se ennegreció un poco al contacto con el líquido, pero de inmediato éste desapareció, sentí como si el piso me pidiera a gritos: ¡Más, más!
Logre llegar a la calle pero ésta estaba totalmente vacía, al final de la calle se veía que el pavimento sufría los embates del calor, pues de sus entrañas dejaba escapar una sombra de calor que ascendía al cielo, como si fueran pequeñas llamas de fuego de una hornilla, se veía ese vapor transparente que la calle emanaba, los parabrisas de los autos reflejaban a los rayos solares sobre mis ojos como queriendo con ello alejar de su carrocería el inmenso calor, los neumáticos empezaban a perder la presión de aire, pues el aire encerrado en ellos se evaporaba tambien. 
Decidí entrar de nuevo a mi casa y asi lo hice, busque a mis ventiladores, uno lo utilizaba mi esposa, que seguía en la misma sexy posición, ahí estaba inerte tal cual una iguana de las zonas áridas de mi país. Ella, pudo ser violada y no se habría molestado en hacer nada para evitarlo, pues el movimiento le habría provocado emanar mas agua salada de todos sus poros.
Por fin, llegue al sillón frente a mi ventilador, tome otro sorbo de mi bebida pero ésta parecía mas una tasa de café que un refresco; me senté sobre la cuerina de mi sillón y casi quede pegado sobre él, me acomode sobre ése incomodo y pegajoso sillón, que a cada movimiento mio, producía un ruido horrible y le producía quemaduras a mi piel con solo el contacto con la cuerina. Me dije, el ventilador me aliviara de este sofocante calor, que parecía sobre pasaba los 40 grados centígrados, pero lo único que sentí de él fue una leve brisa, pues el aire era tan caliente con él o sin él, me deje desparramar sobre el incomodo mueble, de mi mano cayo al suelo mi vaso con ese brebaje caliente y antes de sufrir un desmayo, el mismo que sufría mi mujer. Me dije...
_¡Y éste, solo es el primer día del verano!!......











 

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