jueves, 2 de octubre de 2014

Juegos de la Mente

_¿Ahora que hago? me repetía muy aburrido en mi recamara, escuchando: You are my lady de Freddie Jackson. La letra era invitadora para estar amando a alguien en ese instante; sin embargo, yo ahí sobre mi cama sin hacer, mi cuarto echo un relajo, aburrido. Uno de esos días de los que nadie se a salvado nunca. 
Por fin me levante, medio me arregle y salí de mi casa. Me dije. 
_Y, ¿ahora qué? Sin mas pensar me dirigí sin rumbo alguno, mientras avanzaba por mis calles de toda la vida, mis ojos veían a personas que no recuerdo nunca haber visto antes. 
_Seguro eran vecinos nuevos, las calles han cambiado, ahora hay casa en donde antes no las había y... 
_¡Esperen, acá había un parque! Eso me puso en alerta y seguí caminando. 
_Y, es que a veces caminamos sin ver, metidos en los problemas diarios (el pan nuestro de cada día). Cruce en una calle muy transitada por mi, hace unos 20 años atrás, ahí iba atento observando lo que ahora era esa calle, antes tan usada por mi, hace tiempo. 
Viendo hacia arriba, a los lados y para el suelo; una sensación extraña sentí, cuando alguien paso a la par mía, yo le pedí disculpas por estar interrumpiendo el paso. Como si fuera un japonés: observando y tomando fotografías a todo, solo que en mi caso, eran fotografías mentales. 
Adelante de mi, un joven, muy bien parecido, muy seguro de si, con una hermosa y frondosa cabellera a la cual ni el viento era capaz de moverla, se le veía feliz.
_¡Un momento! _¡Conozco a ese chico! _¡Claro como no lo iba a conocer! _Si ese chico no era otro sino.... ¡Yo! _¡Veinte años atrás! _¡Jajaja! _¡Vaya, mi mente jugaba conmigo! 
Con mucha prudencia y cuidado lo seguí, quería saber a donde me dirigía ese día en el tiempo y tal cual el mejor de los detectives lo seguí, sin que él (o sea yo del pasado) se percatará que lo seguían, mientras él avanzaba, todo en su entorno iba cambiando, todo se volvía como era antes.
Por fin llegue a donde me dirigía en ese entonces, yo, del presente me quede a la distancia escondido atrás de un árbol, que hoy ya no está. Claramente me vi; ví cuando la chica, una muy hermosa por cierto de quien ya no me recordaba salio a su encuentro y ambos se fundieron en un enamorado y apasionado beso. Yo pensé: 
_¡Que bueno que era!
Me senté en ese lugar, atrás del árbol y me dije.
_Que sigan disfrutando, iré a otro lugar, antes de que la magia desaparezca.
_¿Pero a dónde? _¡Ah ya sé! 
Salí de esa calle y cuando lo hice todo volvió a ser como era hoy día, me dirigí a un lugar que antes fue muy importante para mi, cuando por fin llegue, un niño me paso empujando, yo no me enoje por el contrario sonreí y es que no podía molestarme con ese gracioso pequeñín de 8 años, mientras él corría todo iba cambiando, se transformaba, por fin me asome y ahí estaba: Nuestro campo, lugar en donde convergíamos niños de diferentes lugares del barrio y ahí erguido al centro del parque, nuestro: Resbaladero, nuestra fortaleza, nuestro castillo imaginario. 
_Creo que una lágrima rodó por mi mejía. Pero esperen recuerdo a este juego, todos estaban encaramados sobre el fortísimo resbaladero y hasta arriba en la bola que adornaba a dicho juego, ahí me encontraba yo, mientras que uno de mis amigos molestaba a aquel rabioso perro: el Kayser (ver: http://wwwnewhera.blogspot.com/2013/12/el-kayser-demonio-o-perro.html). Sentí la emoción que sentía en ese instante cuando el perro se abalanzaba sobre la humanidad de mi arrojado amiguito y éste subía como volando, hasta llegar a donde me encontraba y el perro brincaba con su hocico abierto, deseando encontrarse con alguna de las piernas de nosotros para triturarla. 
Yo que me encontraba detrás de aquella pared, sentí como por mi cuerpo de adulto, corría la adrenalina y luego una risa nerviosa, volví a ver hacia el resbaladero y ahí estábamos todos, como si se tratara de la escena de la película: Pájaros; el thriller de Alfred Hitchcock. Me ví y reí. Luego pensé. 
_¡Qué hermoso niño fuí! _Algo miedoso, pues nunca me anime para ser carnada. _¡Pero, si que fue hermoso!
Estuve observándome por largo rato, pues era de los mejores recuerdos.
_¿En que momento crecí?
Cuando me quise levantar, me dí cuenta que era de noche y por esa calle iba un grupo de pre-adolescentes culicagados, creyéndose los grandes hombres, algunos con el cigarrillo en la boca, entre ellos iba yo con mi inseparable amigo: _Un enorme barro con el cráter blanco, justo en el medio de mi nariz. 
Cada palabra que salía de nuestras bocas iban acompañadas del canto de un gallo. 
_¡Recuerdo ésto! Me dije. Me acomodé y espere. 
_¡Vaya que fue bueno... Ahuevante en el momento. _Pero ahora será bueno verlo de nuevo. Efectivamente, frente a mi uno de mis acompañantes nocturnos, toco el timbre de Don Ricardo; gritando: 
_¡Timbre! 
Todos se dieron a la fuga, como si fuera una estampida, me dije en ese momento. 
_¿Cómo podían correr a esa velocidad? 
_¡jajaja, la adrenalina por el miedo a ser descubiertos! 
Pero, Sergio: El joven educado, el correcto, el que pensó. 
_¡El que nada debe nada teme! 
Siguió caminando como si nada. Cuando Don Ricardo me dió alcance, del brazo me tomo con mucha firmeza y ésto me dijo.
_¡Sé que tu no fuiste Sergio, pero ya estoy cansado de esa chingadera. 
_¡Así que me vas a llevar a la casa de cada quien! 
_¡Pero... Don Ricardo... yo no puedo hacer eso, nadie me lo perdonará y perderé a mis amigos..! _¡No soy un soplón! Me indigne. Yo (el del presente reí, y me repetí justo un poco antes a que Don Ricardo me hablara, ésto dije: ¡Touché!) 
Entonces Don Ricardo me dió el tiro de gracia con ésto.
_¡Bueno entonces vamos a tu casa y a tus padres les diré que tu has estado molestándome tocando a mi timbre y que hoy te atrapé! 
Yo tragué saliva, de solo pensar lo que eso significaba, que inteligentemente accedí a traicionar a mis inquietos amigos. Quienes se escondían en la oscuridad de la noche, observándonos. 
Y, de casa en casa anduve con Don Ricardo, tomándome del brazo. 
_¡Ese Don Ricardo que buena se la echo! Pensé aún sentado en ese lugar detrás de la pared.
Me levante y de nuevo ya en mi realidad, tome camino de retorno para mi casa. 
Cuando cruce la calle, un carro por poco me atropella, era yo de nuevo, con el radio a todo volumen sobre mi Pick-up Pony blanco y su lona negra con el conejito blanco de la play boy. Sonreí al verme conducir mi hermoso carro, me dije. 
_¡Se para donde vas amigo! _¡Dale con ganas! _¡Pues hoy saldrás vencedor! 
Era mi primer cita sexual, en mi recien comprado vehículo, reí satisfecho, pues esa tarde noche fue inolvidable. 
Antes de esa cita. Recordé que mucho antes de comprar mi carro, un día me había encontrado en la calle una llave de un carro Toyota, y luego de recogerla, la agregue a mi llavero con el resto de llaves. Luego me compre un llavero, el cual lo colgaba en mi cincho para que las chicas vieran la llave y eso me hizo lograr realizar muchas conquistas; ellas, las muy lagartonas asumían que tenía carro y caían redonditas. Así fue por mucho tiempo. 
_¡Jajajaja, que tiempos aquellos!
Regresé a mi casa y en ella entré, todavía riéndome de mis aventuras pasadas, mi madre me vió y el seño frunció, pues hacia un par de horas que había salido a la calle con una cara de aburrimiento y ahora entraba con la felicidad desbordante en mi cara. Ella, siguió con sus cosas. 
Yo me dirigí a mi cuarto y coloque de nuevo la canción: You are my lady, me di una ducha, para mas tarde salir a encontrarme con mis amigos de infancia y juventud. 
Mientras bebíamos unas cervezas, los lleve por los mismos sitios; contándoles lo que mi mente me había hecho esa tarde. Todos reíamos y recordábamos; todos con la ansiedad de ser el que contara la siguiente historia, el siguiente recuerdo.
Esa noche fue maravillosa, pues escuche historias que había olvidado junto a mis amigos y ellos sintieron el mismo sentimiento y así entre cerveza y cerveza, entre carcajada y carcajada nos dió la madrugada. 
Ése día, fue maravilloso. Gracias benditos recuerdos, por hacerse presentes cuando menos nos imaginamos, y por estar ahí. Pues siempre estarán con nosotros, para siempre, hasta el día final.



















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