jueves, 23 de octubre de 2014

Psicosis en el autobus

     
     Crónica del diario vivir de una sociedad en decadencia

Como todos los días, madrugue, pensando que ya no es lo mismo en este lugar. _Recuerdo, cuando salía para mi trabajo, con unos cuarenta y cinco minutos de antelación, ahora debo de salir con una hora y media, para llegar al mismo lugar de trabajo, que vaina, como a cambiado todo, será porque ahora somos mucho mas de los que eramos cuando empece a trabajar. 
_¡Los ricos siguen siendo los mismos, pero los pobres nos hemos multiplicado! 

Aun estaba  oscuro, me coloque un suéter y una franela en mi cuello, pues, hacia frío; camine con una zozobra por las mismas cinco cuadras, aquellas que eran cortas y ahora son tan largas. Ese cambio en la distancia me lo producía el miedo a ser asaltada, asesinada o ultrajada; ya no soy la jovencita de antes, pero éstos desgraciados no le atinan. Al igual que yo, caminaban muchas otras personas más, pero con la respectiva distancia y con la vista clavada en el suelo para no ofender a nadie con una mirada, sin dejar de ver a nuestros costados y de controlar al que caminaba atrás de nosotros, pues no queríamos llevarnos una desagradable sorpresa. 
Por fin, llegamos a la ansiada parada del autobús. Cada quien, se paro en lugares estratégicos, siempre con la misma psicosis, esta vez colectiva. Yo echaba de menos aquellos tiempos en los que todos estábamos muy cerca el uno del otro y platicando amenamente y; que, detrás de un bus, inmediatamente venía el próximo. Que lujo era ver al chófer bien bañado y bien vestido y saludándote con tanta amabilidad; luego, los caballeros de cualquier edad, cediendo el lugar para ti, una se sentía como una reina y luego le tomabas sus loncheras o bolsones escolares, para ayudarles en agradecimiento por cederte el asiento. _¡Que tiempos aquellos! Justo se me escapaba un sus piro, cuando la vos de alguien me trajo de nuevo a la realidad.
_¡Se va ir vieja! ¡apúrese que no estamos esperando a ninguna pendeja. Le grito el brocha.
Naco, abusivo, respete! _Le dije, como la gran chingada, al culicagado del ayudante del chófer otro vulgarote de la misma edad. _Y, es que ahora son jovencitos los que manejan estas carcachas.
Cuando entre al autobús, vi con desconsuelo como todos los huevones estaban sentados y las mujeres con alguna carga entre sus brazos y las embarazadas de pie. Un suspiro de nuevo se escapo de mi pecho. _¡Que diferencia en aquellos tiempos! todas íbamos cómodamente sentadas y la mayoría de los parados, eran varones y cuando estábamos una cantidad preestablecida el señor chófer se enfilaba a nuestro destino; a veces, como era tan temprano hasta nos dormíamos, sin pena ni gloria y nuestras bolsas intactas. De nuevo la vos me trajo a esta horrible realidad.
_¡A la puta! ¡córranse! ¡son peor que burros que no hacen caso! A lo que respondió uno de los caballeros, cómodamente sentados.
_¡Tu madre, cerote! ¡apúrate que ya es tarde! De inmediato, el ayudante le informo a su chófer.
_¡Ni mierda mano! ¡todavía caben un chingo! Aunque aquello ya parecía una lata de sardinas y ni se diga de los que estaban colgando de las puertas. 
Cuando la camioneta ya no podía dar más, el chófer se enfilo a nuestro destino, uno no muy grato, la camioneta daba tumbos como si estuviera atacado por el mal de sambito, cuando hacia los cambios, aquello chirriaba horrible y adentro se sentía una mezcla de olores que invitaban a la nausea. Mientras esa chatarra avanzaba a vuelta de rueda, el méndigo del brocha (ayudante) gritaba en cada parada de bus. 
_¡Periférico! ¡centro!
 _Como si ahí cupiera una alma mas. 
Había avanzado como unos quince minutos, los cuales parecían una eternidad y todavía íbamos cerca de donde habíamos salido. 
Cuando, se subió otro mas al bus, era un muchacho como de unos diecisiete años, con una sudadera con gorro, pero aunque iba bien emponchado adentro de toda aquella ropa debido al frió; ahí adentro ya no se sentía, debido al hacinamiento, el cual,  no le permitía al bus avanzar, se le escuchaba como si se iba a fundir. 
El joven encapuchado, llego hasta donde me encontraba y a pesar de todo el atuendo se le observaban los tatuajes que traía alrededor de su rostro y otros mas pequeños en la frente y ojos, los cuales se veían rojos; no se, si de desvelo, de alcohol, o por la droga. Él me vió directamente a mis ojos, obligándome a voltear hacia la ventana mas cercana, pero mi cuerpo no pudo evitar que por él, recorriera un frío y una sensación horrible. 
_¡Apúrate hijueputa, que voy a llegar tarde al trabajo! Le grito otro cliente molesto.
_¿Porqué no te bajas y te montas en tu madre? ¡tal ves, esa puta llega antes cerote! Éstos, eran los elocuentes gritos de los pasajeros,  piloto y ayudante. 
Yo, con el terror en mis venas me refugie de nuevo en mis recuerdos de antaño. 
_Aquellos asientos suaves no como ahora las puras tablas, el viaje placentero: escuchando musica relajante y a veces un poco de pop, otras, un poco de disco, una que otra ranchera. _Pero a ahora, solo se escucha esa musica malcriada que habla de sexo. 
_¡Perreo! ¿creo que se llama? 
_A cochinada de porquería, escucharla es un martirio, no digamos ver a los jóvenes bailarla. 
_¡Restregándoles las patojas el trasero en su ¡peeeee! del muchacho! 
_¡Hijo de puta! ¡tu licencia la sacaste de los cereales! Le gritaba el chófer a alguien que se le habia atravesado; y, el otro educado, le respondía a grito pelado:
_¡Por eso les quiebran el culo, cerotes montoneros!
_En que sociedad vivimos ahora, Padre. Me dije. 
_¡Ya no hay respeto por nada! ¡mejor voy a rezar mi rosario, pues todavía falta mucho para llegar a mi trabajo! Pensé y empece.
_¡Dios te salve María......! Para cuando iba por medio Rosario ya algunas personas, dichosas, habían llegado a su destino; en eso, sonó la lamina del bus, con su puño, un señor, pues, estas cochinadas de buses ya ni timbres tienen. 
_¡Ya te pasaste de la parada, cabrón! Le grito el parroquiano al chófer, quien solo lo vio con una mirada horrible por el retrovisor. El que no se pudo quedar callado, fue el brocha.
:¡Camina viejo cabrón, te hace falta para que bajes esa panzota! ¡cerote! Y, para cerrar ésto con broche de oro; el chófer zampó el freno abruptamente; haciendo que algunos cayeran al suelo y otros nos diéramos un cocaso en el vidrio. 
Cuando el señor bajo, trastrabillando al suelo, solo le dio tiempo de hacerle una seña con su dedo medio y de inmediato se perdió entre una nube negra de diésel. 
Yo, seguí con mi Rosario, al paso de unos diez minutos más. Vi, como se dirigió hacia adelante el encapuchado de los ojos rojos, muy decidido, con paso firme y seguro; cuando iba a medio bus, escuche algo que me hizo reaccionar y fueron los gritos histéricos de las personas que iban mas adelante de mi. El tipo, el tatuado, se quito el gorro de la cabeza, dejando ver sus trofeos, pintados en la piel y de la bolsa de canguro de sus sudadera, extrajo una escuadra, la cual descargo en la espalda y cabeza del chófer. 
¡pen! ¡pen! ¡pen! ¡pen! ¡pen! 
Sonaron como una docena de veces, matando al chófer. Por no pagar el impuesto o la extorsión. 
Éste al morir en el instante, apretó con su pie al acelerador y cayo sobre el timón; luego, se escucho entre la gritería de los que aun íbamos adentro del bus, unos: 
¡click! ¡click! ¡click! 
El brocha, milagrosamente se había salvado, mientras, el bus aun en marcha, el asesino a sueldo, el sicario, se lanzo del bus y de inmediato se subió en una moto, que seguramente venía siguiendo al bus; perdiéndose entre las calles de la ciudad. Por otro lado, durante las detonaciones, muchos nos tiramos al suelo del bus, cayendo unos encima de otros y tambien, otros, en la desesperación por salvar su vida y que una bala perdida no les diera de carambola se arrojaban del bus en movimiento. 
Mientras yo iba cayendo al suelo del bus, para salvar mi vida, vi cuando un vehículo arrojo por los aires, atropellando a uno de los pasajeros que se lanzo del bus en movimiento; en pleno periférico. 
Por fin, se escucho un estruendoso sonido y luego de que voláramos por encima de los demás; hiriéndonos contra los hierros de los asientos del bus, cuando éste se detenía de golpe, chocando contra un poste del alumbrado eléctrico, luego de unos segundos, mientras todos regresábamos a nuestra horrible realidad, se empezaron a oír, los quejidos de los sobrevivientes a esa horrible experiencia, que se vive a diario en nuestro país. 
El  brocha, se levantaba del suelo, con la cabeza ensangrentada por el impacto que habia llevado contra el vidrio delantero de la camioneta y se lanzaba sobre el cuerpo inerte de su compadre y amigo de trabajo, el chófer. A lo lejos se escuchaban las sirenas de bomberos y de la policía. El diésel del autobús, corría por la cinta asfáltica, llegaron  los bomberos, como pudieron, debido a la hora y el transito; nos fueron sacando del bus. Hubo a quienes se los llevaron al hospital mas cercano. 
_Yo, gracias a Dios solo resulte con unos raspones y magullones y un poco de temblor en mi cuerpo por la crisis nerviosa. 
_Mientras colocaban la cinta amarilla a la espera del ministerio publico, vi mi reloj. Y me dije:
_¡Es tardísimo! ¡haya viene otro bus! 
_Lo pare, con el Dios Santo en mi cabeza y la psicosis en mi ser y me dirigí a mi trabajo, pues, si no llegaba a tiempo me descontarían el día y el séptimo y, ¡de pronto hasta me despedirían! 
_Yo me distraje un poco contándole a los que me escuchaban atentamente y otros indiferentes en el otro bus. _Pues, somos una sociedad indolente a estos hechos vividos a diario, que ya no nos asombra. _Solo a aquellos que lo hemos vivido en carne propia. 
_¡Nosotros si que vivimos una psicosis diaria! _Pero, que se le va a hacer, hay que trabajar, pues sino nos mata una bala, nos mata el hambre; la falta de recursos para lo mas elemental del diario vivir.
_Y, a ésto le llaman modernismo, un nuevo siglo _¡Ésto, es lo que vivimos a diario los paises tercermundistas! 
_¡Ah! Pero para la Unión Europea; ¡cuidado y se les viola los derechos humanos a éstos animales! ¡infelices! ¡deshumanizados! ¡asesinos! ¡sicarios! ¡que matan a otro ser humano; y, ¡bien gracias! 
_¡Dejando a familias enteras con el dolor y la falta de sustento diario, en el seño de esas familias! 
_Y, los gobiernos, ¡usted bien gracias, engordando a sus billeteras!

Ésta es la historia de una día común y corriente, en un país, cualquiera, de latinoamérica. ¡¡Un día, con nuestra compañera: "La Psicosis Colectiva"!! 
¡Adentro de un bus del servicio urbano!

Como reconocimiento: "A todo un pueblo, con gente huevuda, que a diario se dirigen a sus trabajos arriesgando su vida"
"Y, a los necesitados chóferes de autobuses urbanos; trabajo: ¡Sinónimo de Muerte!








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