miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Maldición de los Mariguanos de la zona 1: Año Nuevo


Como a eso de las dos de la madrugada, salió de la casa de su prometida con rumbo a la suya, el frío lo abrazaba y su cuerpo empezaba a tiritar, arregló su gabardina, una muy larga que le llegaba hasta las botas, subió la solapa de la misma para cubrirse el cuello, pues por ahí se le colaba el aire, el cual le helaba toda la espalda, las calles se veían solitarias, solamente la bruma le acompañaba; una neblina que rodeaba a las luces del alumbrado eléctrico, pero ésta tambien estaba alrededor de él, pues no podía ver mas allá de un par de metros a la redonda. El frío le seguía afectando, extrajo de su bolsa de la camisa con mucho cuidado para que el frío no se le colara en las partes que había logrado calentar y sacó una cajetilla de cigarrillos, colocó uno en sus labios y abrió la cajilla de cerillos, solo uno le acompañaba, lo tomó y se dirigió a un lugar en dónde el aire no le hiciera de las suyas, cuando pensó que era el momento indicado para encender el fósforo, lo hizo, pero, éste sucumbió por el clima tan helado y la brisa tan fría. Se quedó con el cigarrillo en los labios, de donde salía humo, pero no era por el cigarro sino el que sale de tu cuerpo cuando el clima esta llegando a los cero grados. Quedó parado un rato ahí decepcionado y con ganas de fumar; algo le llamó la atención, era una tertulia entre dos jóvenes que se encontraban en medio de la esquina, en donde se encontraba un parque y la siguiente cuadra, solo se escuchaba, pues no se veía nada, desdió seguir avanzando y con forme lo hacia el olor de la mota le invadía las narices que le goteaban moco del frío. Cuando estuvo a la par de los adolescentes, quienes se estrenaban como moteros, quisieron disimular sus pitos escondiéndolos, él se acercó a ellos explicándole que se calmaran pues él no era policía, simplemente deseaba fuego para encender su cigarrillo.
- Dale bato acércate. Cuando estuvo a la par de los patojos, éstos le preguntaron si en lugar del cigarrillo no le aceptaba un pito de mota.
- Mira, tenemos suficiente para los tres. Le dijo el otro muchacho al joven; Los patojos estarían entre los 13 y 15 años, era su primer amanecer de un año nuevo, fumando, como lo han hecho todas las generaciones, pero en este caso los patojos fumaban marihuana.
- No gracias chavitos, solo quiero encender mi cigarrillo. Y así lo hizo, esta vez con mucho éxito. Luego de darles las gracias, éste les sugirió.
- Chavitos, no le entren a esa mierda, pues están jóvenes y luego ya no van a poder dejarlo. Ésto puede hasta matarlos. Los chavitos se rieron como hombres que se creían.
- Bueno, ya prendiste tu cigarro ahora andáte, pues para sermones mis tatas. Dijo el más vivido de los dos. Y así lo hizo, se alejó con su cigarrillo en la boca y la hedentina de la marihuana en su gabardina, camino por unos minutos, sin saber que había a su alrededor, pues, no se veía absolutamente nada, pero él viajaba tranquilo porque conocía bien el lugar, pues vivía ahí desde chico y podría viajar por las calles de la zona 1 hasta con los ojos vendados.
Mientras él viajaba por calles y avenidas, solo se veía brillar el rojo de su cigarrillo nada mas cada vez que le daba un jalón, ésto lo llevaba bastante caliente, mejor que hacía varios minutos.
- ¡Auxilio! ¡auxilio! se topo con él una persona ensangrentada con la ropa desgarrada quien siguió corriendo, no se detuvo, de inmediato se perdió entre la neblina 
- Ese chavo era muy parecido a uno de los que fumaban mota. Pensó 
- Pero que le pudo haber pasado. _Seguramente les cayó la policía y les dió una buena penquiada para que aprendieran a no seguir fumando esa mierda. _Lo malo es que me dejaron apestoso. _¡Espero no toparme con esos pendejos, pues a mi si me joden! Seguía avanzando y escuchó un sonido espeluznante.
- ¡Nooooo! ¡Dios miooooo! Y se escuchó como cuando aplastas una cucaracha bien galana. El tenebroso sonido venía de enfrente, a unos pocos metros de donde se encontraba él.
Siguió su camino muy cauteloso y escuchó otro sonido muy particular y extraño, era uno como si un depredador estuviera arrancándole la piel a su presa. El sintió que se engarrotó y quedó clavado sobre el pavimento de la calle, aparte del terror que el sintió en ese instante, el inclemente frío que había en la madrugada del nuevo año. 
De pronto invadió el lugar un silencio que lo aterró aun más, seguía parado sin poder ver nada a más de dos metros a la redonda. 
De la neblina que le quedaba en frente, se hizo hacia él una sombra enorme que poco a poco se acercaba hacía él, de entre la cortina de humo, iba apareciendo una sombra oscura, que poco a poco se iba haciendo negra y como telón que se abre en escenario de teatro, fue apareciendo el llamado maldito de los mariguanos,ese personaje que odia a muerte el olor de la hierba y que acaba con el que fume esa droga. De entre la niebla, se hizo presente completamente frente al joven, frente a él estaba esa cosa que no se aun describir, con unas garras enormes, llenas de sangre y por la cual se veían especie de insectos que se alimentan de restos de piel y carne humana, de sangre humana y de otras especies animales que ignoro, pues no se cual es la dieta de éste ente, el cual me pregunto si será terrestre o un ser extraterrestre. 
Ahí se encontraban ambos, bestia y hombre petrificado frente a frente, este movía a sus alas con mucho nerviosismo y de sus orificios nasales exhalaba el humo, mas bien la neblina, sus ojos se ajustaban como catalejos tratando de enfocar a la posible victima que se encontraba inmóvil frente a él y que hace un par de minutos se le cayó de la boca el cigarrillo que le calentaba los pulmones. Se inclinó hacia el joven, éste sintió una hediondez que se acrecentaría conforme éste se acercaba muy cautelosamente frente a él; lo hacía de una manera muy sigilosa con el cuidado de no ser sorprendido por su pseudo enemigo petrificado, sus alas seguían moviéndose como alertas, para alzar el vuelo en el momento que le fuera necesario, sus ojos de color amarillo huevo, se ajustaban cada que se acercaba para mantener enfocada a su victima. Por fin, sin dejar de verlo comenzó, desde los pies hasta que se poso frente a su cara olfateándole, pues sentía un lejano olor a la hierba, se detuvo por un tiempo más prolongado frente a la cara del muchacho, quien sentía que se le detenía el corazón, ya no sentía nada en su cuerpo, ni frió ni calor. Resopló frente a su cara, en ella le cayó el vaho de la niebla, junto a ella algo liquido, posiblemente mucosa o saliva o algún liquido condensado en sus pulmones; de su hocico, especie de pico dentado cayó hasta el suelo, justo a la par de sus botas una especie de baba, algo pegajoso y consistente, luego de olerlo por unos pocos minutos y de comprobar que éste no era un mariguano más, muy lentamente se retiró de él, se quedó por otro minuto parado frente a él, viéndole directamente a los ojos, resoplando y moviendo muy nerviosamente sus alas, en ese instante el monstruo le lanzó un gruñido- graznido, que lo ensordeció, éste de inmediato respondió, asistiendo con una mueca sin sonido, pues no podía emitir sonido alguno; como diciendo: _Prometo no contar nada, éste encuentro será nuestro secreto, muchas gracias por dejarme con vida. Mientras se realizaba el pacto, el monstruo desapareció entre la neblina por completo y luego de ello, se escuchó el aleteo de las alas, cuando éste se hizo al cielo provocándole una ráfaga de aire al joven, que casi lo congeló y mientras subía, su gabardina recibió unas gotas de sangre del cuerpo ya sin vida que lo llevaba entre sus garras.
El joven no pudo más y cayó de bruces sobre el pavimento, ahí se quedó tal vez una media hora, tratando de asimilar lo que había vivido y pensando que a nadie le contaría lo sucedido, pues nadie le creería y pensarían que estaba loco o drogado. Tendría que vivir con esa pesadilla que le tocó vivir un, uno de enero de 2015. En la madrugada. 
Despues de un tiempo prudencial se puso de pie y se introdujo en la neblina, mientras caminó notó que estaba caminando sobre un charco de sangre y de pedazos de tela y carne humana, manjar de perros callejeros y de otras alimañas que seguramente habían salido del parque en donde habían estado fumando los adolescentes a un par de cuadras de ahí.
- Por lo menos se salvó el otro chavo. Pensó el joven dirigiéndose ahora con prisa hacia su casa, pero mientras lo hacia escuchó de nuevo el mismo sonido que antes escuchó, cuando el monstruo de la zona uno, alzo el vuelo, el aleteo, ese sonido que le escalofriaba todo su ser, seña de que estaba merodeando aun por ahí, justo arriba de él.
- ¡Dios mio regreso por mi! Pensó el joven. Efectivamente, estaba una vez más frente a él, pero no había regresado por él; pero si quería que lo observara, pues cuando se paro frente a él, éste se agacho hasta sus garras y de ellas desgarro un trozo de carne del pecho de su victima; cuando éste gritó, provocando un sonido que pudo causarle un infarto al escuchar el dolor que la victima sintió cuando le fue arrancado de su pecho una porción de carne al joven, vió como el chico se estremecía entre las garras que se le hundían en la piel de su  victima, al ver la cara del joven pudo darse cuenta de que se trataba del otro drogo; con el que se había topado hace un rato mientras escapaba horrorizado. 
Luego de percatarse de que el joven había visto con sus propios ojos que no se le habia escapado nadie, que nadie había quedado con vida, se dió impulso y voló con rumbo a la luna. 
Al hacer el movimiento para tomar impulso y volar, se escuchó el mismo sonido de la cucaracha aplastada, cuando le había quebrado los huesos al chavito que le faltaba muriendo seguramente en es instante. 
El joven comprendió el mensaje y corrió, pues por un instante entró en pánico pensando que de pronto el monstruo se arrepentiría y volvería por él.
A pesar de que su casa estaba a pocas cuadras, él sintió ese tramo como de kilómetros, mientras corría, sus oídos iban pendientes del sonido del aleteo y su vista clavada en el cielo.
Como pudo y sin saber como, quitó llave y entró en su casa, corrió a su cuarto, se abalanzó contra la ventana que dada a la calle y la cerró; de inmediato apago la luz y se lanzó sobre su cama, metiéndose entre sus sabanas y no dejó de orar, hasta que amaneció. Y, por la ventana, entró la luz del sol, del primer día del año 2015. 





martes, 30 de diciembre de 2014

Fin de año de los compadres


- Compadre, ya se acaba el año.
- Si compadre, solo faltan unos pocos minutos.
- ¡Salud compadre!
- ¡Salud compadre! se tragaron el trago amargo, uno que ya no les lastimaba el gaznate, los compadres se abrazaban y se deseaban lo mejor, ese amor que te da el calor de los tragos en tu cuerpo.
- Compadre, yo lo quiero mucho, más que a mi vieja, ¡palabra de honor!
- ¡Yo si quiero más a su vieja compadre!
- ¿Qué? Dijo un compadre extrañado por la respuesta de su amado compadre.
- ¡Que tambien lo quiero compadre, mas que a mi vieja! _Deje terminar. Dijo el compadre, aunque a sus adentros tambien dijo.
- ¡Puta! casi la cago, ¿a qué horas se irá a emborrachar éste para ir darle su apapachón a su vieja? _Si que está buena la vieja de mi compadre. ¡Perdóneme compadre pero eso me dejó el año viejo!
- ¡Salud compadre! le interrumpió su pensamiento el compadre a su querido amigo.
- Compadre, ¿qué le dejó este año que ya se termina?
- Pues vea compadre, me dejó una deuda enorme, una vergueada que me puso mi vieja un día que llegue a verga. _Pero lo mejor, fue una vieja bien buena, compadre, esa lo compensa todo. Y, ¿a usted compadre que le dejó este año?
- ¿A mi compadre? me dejo una enfermedad venérea que me pegó la puta de mi mujer, la pinche vieja dice que me es fiel, pero creo que no compadre. Me dejó ¡su amistad mi hermano!, una vergueada en el metro, cuando me quisieron hueviar mi celular, ¡casi me mata el desgraciado ése!
- Espérese, compadre. _¡Dijo usted una enfermedad venérea que se la pegó su mujer?
- Si compadre, por ello ya no me acuesto con ella, ¡que siga pudriéndose el pendejo que la coge ahora!
- ¡Su madre compadre!
- ¿Quéee? Lo vió a la cara, con la misma extrañeza de hace un rato.
- Que a su madre ¿qué le dejó esté año compadre?.. _¡Cálmese, tómese otro trago! 
- ¡Salud!
- ¡Salud! compadre. _Pues a mi madrecita, qué le digo, tengo chingo de no verla.
- Y, la suya compadre. El Compadre sintió que lo estaba chingando su amigo.
- ¿Qué pasó compadrito? _Ya nos llevamos así, respete a mi viejita que ya se murió.
- ¡Perdón Compadre! _¡Salud!
- ¡Salud!
Siguieron emborrachándose los alegres compadres, Juancho Y Pancho. 
En la cantina en dónde estaban chupando, el cantinero gritó.
- ¡Ya falta un minuto mucha, para que se vaya a la mierda este pinche año!
- ¡Saluuuuud! Gritaron la retagila de bolos que se encontraban en la cantina. Unos llorando por una esquina, otros meando en los arbolitos de alrededor.
- Compadre ¡se acaba el pinche año!
- Y, ¡usted que no se duerme!
- ¿Quéee?
- Usted, que no se duerma, ¡que es un pinche huevudo y chispudo! _¡compadre, deje terminar la frase hombre! Entonces el cantinero empezó a contar.
- ¡¡10, 9, 8...!! Junto a él, todos al unisono, gritaban los números de la segundera del reloj, esperando que dieran las doce. 
- ¡¡5, 4, 3, 2, 1...!! Y un parroquiano sacó su pistola y empezó a disparar para el cielo, junto a los pepitazos, los cohetillos, todos se pusieron de pie y como pudieron se abrazaron. Un borracho, le dice a otro que iba muy seguro con los brazos abiertos a darle un cariñoso abrazo a su compadre, pero éste lo empujó por allá. Diciéndole.
- ¡Puta compadre! ¡guárdese esa su babosada! así no le doy su abrazo. El bolo regresaba de orinar y con la cohetiza y los plomazos, regreso de volada y por ello, se le olvidó guardar su hombría.
- ¡Feliz año compadrito! Le dijo Pancho a Juancho.
- ¡Feliz año nuevo mi compadrito! Le respondió Juancho a Pancho y se  fundieron en un abrazo muy querido, uno pensaba: _que buena onda mi compadre, ¡como lo quiero! y el otro pensaba: ¿a qué hora cae este pinche compadre? ya me anda por llegar con su mujer, ¡aunque este podrida! ¡después me pongo penicilina y ya!
- ¡Nos echamos otra compadre!
- ¡Echémosla compadre, comencemos el año nuevo bien a pija!
Ya en la madrugada del año nuevo, muchos bolos estaban parqueados sobre las mesas, otros tirados sobre sus meadas. Por fin el compadre se había fondeado.
- ¡Ya cayó el compadre! voy y vengo, seguro ni se da cuenta. 
Salió con rumbo a la casa de su compadre, a buscar a la mujer de su compadre. Cuando éste llegó a la covacha de su compadre, éste escuchó como la mujer de su compadre estaba gozando de un inicio de año nuevo.
- ¡Pinche vieja! ¿con quién estará? se preguntó el desilusionado del compadre. 
- Ni modo, éste pendejo debe de ser el que la tiene podrida, ¡chingue su madre! y se dirigió para su casa el compadre muy desilusionado. 
Cuando llegó a su covacha, metió la llave en la cerradura de la puerta de su casa, Pero tambien escuchó como los resortes de su cama chillaban al igual que su mujer.
- ¡Pinche vieja! ¿con quién estará poniéndome los cuernos? Pensó el indignado compadre y prendió la luz.
-¡¡Compadre!!! ¿Usted? gritó uno de los compadres, mientras que su compadre se agasajaba a su vieja.
- ¡¡Sorpresa compadre!! Dijo el Juancho en pelota, encaramado en la mujer de su compadre Pancho.
- ¿Cómo qué sorpresa?
- Pues si usted dijo, ya deje a pija al Juancho, ahora me voy a darle a su vieja, pero mientras le dan a mi vieja yo le doy a la suya compadre. _¡¡Sorpresa!! gritó de nuevo. Pancho salió del cuarto y de la covacha.
-¡Vaya! ya tengo algo para olvidar a fin de año. Se fue dando de tumbos por la calle de regresó a la cantina a seguir emborrachándose, cuando entró en la cantina vió a su compadre aún dormido sobre la mesa. 
- ¿Que putas? A un lado de su compadre estaba él, chorreando sangre por una bala perdida que le había caído en una pata; por lo cual quedó desmayado. 
Cuando volvió de su desmayo, se encontraba el cantinero junto a él, curándole la pata herida.
- ¡Apúrele cantinero, antes que se despierte mi compadre! _¡Que tengo algo importante que hacer!
Cuando terminó el cantinero de curarlo, se dirigió de nuevo a casa de Juancho chénqueando. 
Escuchó atentamente y nada, todo estaba en silencio.
- ¡Comadre! ¿está ahí? susurró el Pancho a la mujer de Juancho. Se escuchó cuando la vieja despertó.
- ¿Que haces aquí vos? le cuestionó la señora al Pancho, con el camison agujereado.
- Tranquila, que el Juancho esta bien a pija en la cantina. _¿Puedo entrar? Y así lo hizo. Cuando el Pancho entró, el Juancho gritó. 
- ¡¡Sorpresa!!
- ¿Qué putas? dijo el Juancho, cuando vió a su compadre en la casa.
- Aquí, esperándolo compadre para ver como se chinga a mi mujer. Le dijo el Juancho a Pancho, con pistola en mano.
- ¡Tranquilo compadre! ¡guarde esa babosada, que se le puede disparar, yo solo venía a avisarle a su mujer que usted estaba borracho en la cantina!
- ¡Déjese de babosadas!, pues el cantinero me contó lo que usted hablaba cuando estaba desmayado y luego lo confirmó cuando apresuró al cantinero a curarlo. 
El Pancho, salió huyendo de la casa de su amigo. El Pancho y se dirigió a su casa. Cuando éste llegó, escuchó el ruido de los resortes de su cama, chillando, casi reventándose. Encendió la luz y ahí estaba su mujer con el cantinero disfrutando del año nuevo.
- ¡¡Sorpresa!! gritó el cantinero..... ¿Qué no te quebró el Juancho?... 













Yo y el Espejo


Era de mañana, me dirigí hacía el baño, pero al ir rumbo al baño pase frente al viejo espejo de luna, siempre lo había tenido tapado para protegerlo, pero hoy por algún motivo, se encontraba desnudo frente a mi; en él me reflejaba yo y el espejo, me invitaba con destellos de luz a que le hiciera frente, acepté la invitación y de pronto me encontré parado frente a él, completamente desnudo. Me ví detenidamente, de frente, de lado y por atrás; luego, sacudí mi cabellera con mi mano pero ya no estaba, se me había olvidado que hace tiempo estoy escaso de cabellera, hace tiempo que empece a quedar calvo. El movimiento involuntario me hizo reflexionar al respecto. Me dije _¿y si no hubiera espejos? ¡Creo que sería algo magnifico! pues de no ser asi, no sabríamos como somos, no tendríamos prejuicios de que si estoy gordo, o si estoy flaco, si soy feo o guapo, si envejecí o no, si soy calvo o no. Eso evitaría que el más cruel de los críticos nos hiciera sentir mal con nosotros mismos, me refiero a nosotros mismos, ése es el peor de los críticos, pues somos nosotros quienes acabamos con nosotros mismos.
Bueno, luego de esa reflexión seguí observándome en el espejo, ya había recordado que carecía de mi antigua melena. Me acerque más al espejo y vi mi rostro detalladamente, puede observar en él, que mi piel ya no era tersa -como culito de bebe- ahora parecía de cartón y sobre esa piel dañada, unos surcos, con mis manos estiré mi rostro llevándome el pellejo hacía atrás, ahí estaba yo, todo un jovenzuelo, pero al soltar el pellejo éste regresaba a mi realidad y de pronto me caían de nuevo como veinte años encima. Vi el resto de mi cuerpo y noté tambien que, mis músculos, los cuales no eran de fisicultorista, estaban como guangos y otras cosas que antes fueron firmes, ahora estaban flácidas y caídas, me volteé y vi a mis nalgas, esas que alguna vez fueron muy firmes y levantadas, ahora parecía trasero de vaca lechera, huesudo. 
- ¡Va! le dije al que estaba en el espejo y me fuí para el baño, pero algo me hizo regresar y volví, me paré frente al espejo amarillento y burlesco. Entendí que tambien el espejo había envejecido _¿cómo es posible? me dije _¡tambien tu ya no eres el mismo! ¡Mírate! tienes unas manchas en la luna reflectora y en algunas orillas, una zona ennegrecida. _¡Vaya, tu estas viejo tambien! ¡Jajaja! ¿ahora quién ríe a costillas de quién? Le grite al espejo, éste obviamente no dijo nada, pero creo que si le afectó. _Y, yo pensando que tú eras el culpable de mi desgracia, pero no. Le dije a mi espejo. Mi mente, el cuarto y el espejo, quedó en silencio por un rato, tratando todos de asimilar lo que ahí sucedía, después de ello, me volteé y vi a toda mi recamara ¡vaya sorpresa! todo en aquel cuarto había envejecido junto a mi y mi espejo. 
- ¡Ja! Vi a mi espejo y sentí como si él me hablara y yo concordé con él y con su observación.
- ¿Qué nos has hecho, Tiempo? ¿Por qué tanta crueldad? ¿Qué pasa contigo? ¿Qué te hemos hecho, para esta crueldad contra nosotros? 
En ese instante recordé, cuando éste espejo llegó a mi cuarto, frente a él, un joven con mucha juventud, con gallardía, orgullo, demasiado diría yo, un joven que tenía todo a mis pies. 
Recuerdo, cuando mi padre me aconsejaba y yo le respondía con tanta insolencia.
- ¡Cálmate viejo! ahora son otros tiempos, tú no estas en la onda, ya estas ruco.... 
- Sal de mi cuarto por favor y no me molestes más. Una lagrima se corrió por mi acartonada piel, pero ésta no siguió el camino recto que antes seguía hasta las comisuras de mi boca, hasta llegar a mi barbilla y por ella caer al abismo, ahora la lágrima jamás llegó a su recorrido final, pues quedó atrapada en un surco de mi piel y ahí se evaporó.
- ¡Sí! fuiste tú, Tiempo, quien ha acabado con todos y ahora quieres acabar conmigo y mi espejo. No cabe duda que mi arrogancia seguía viviendo conmigo, que no, había aprendido lo que mi padre siempre me quiso enseñar y seguro -creo, pues nunca lo escuché- era la sabiduría para aceptar esta etapa en la vida de cualquier hombre. Que la juventud es un tesoro, que se gasta como toda fortuna y que la extrañas cuando ya no tienes nada de ella. Mi tesoro se había agotado hacía mucho y ahora era un hombre pobre, en cuanto a juventud y que el Señor Tiempo no daba crédito ni prestamos, sería inútil pedir un poco de tiempo para atrasar su caminar implacable, que él era el único que si sabía utilizar la balanza de lo justo, con toda honradez y que no importa quien fueras, pasarías por todas las etapas de la vida, y que ésto aplicaba tambien a los animales, a las plantas, en fin, al planeta entero, ni éste se salvaba. 
Mi padre había descubierto ésto, que yo ahora lo descubría con mi amigo el espejo. Pensé, _¿qué habría pasado si yo hubiera escuchado a mi padre, ese viejo sabio cuando quiso hablarme? no sé, siquiera si éste sería el tema ese día, pues nunca más volvió y si éste no era el tema de ese día, con seguridad lo habría sido otro día. 
Pero yo estaba ocupado, despilfarrando a manos llenas mi parte del tesoro de la juventud. Lo que me consolaba, era que seguramente nadie había escuchado a su padre en su momento, pues todos seguíamos envejeciendo.
- Tiempo, ¿qué debo de hacer para detenerte, aunque sea por un segundo en el tiempo de mi vida? El tiempo me vió con ojos de extrañeza, como diciendo ¿quién te crees qué eres, para tener esa dicha?
- Es cierto ¿quién soy? para tanta dicha, ¡robarle un segundo al Señor Tiempo!
Vi a mi reflejo en el espejo, éste me consoló por un momento, por un segundo, haciéndome ver como el joven que un día fuí, pero en un parpadeo volví a ser lo que ahora era, un hombre viejo. 
- ¿Qué extraño? Pues en ese momento, en ese parpadeo me sentí muy bien, me sentí como el joven que deseaba volver a ser. _¿Qué era eso que sentía? ¿Será ésto lo que mi sabio padre me quiso compartir? _Pues realmente me siento bien... el espejo brilló de nuevo, justo como al principio, y pensé _¿Quién quitó la sabana con la que cubría a mi viejo espejo? ¿Eres tú padre? _Pero que tonterías digo, ¿me estaré volviendo loco? ¿Será ésta, esa locura senil? Agite mi cara por los costados, como reseteando mi cerebro y volví a sentirme bien. Me acerqué más a mi espejo, tanto que tope a mi nariz llena de grasa y pecas y no digamos de pelos, que habían llegado un día y se habían quedado ahí para el resto de mis días. 
- ¡¡Wao!! ¡¡Espejo, tú lo sabías!! ¿acaso tú escuchaste a mi padre? ¡Ahí está! Efectivamente ahí se encontraba el joven que un día fuí, no había cambiado, mucho menos había muerto ¡¡No!! seguía vivo y esperando por mí, para disfrutar nuevamente de la vida.
- ¡Hola! me dije y comprendí que Yo y el Espejo, no habíamos cambiado, siempre estuvimos ahí, lo que había cambiado el Señor Tiempo -quien ahora sonreía con mucha satisfacción- pues, no me había dado un solo segundo, me estaba dando toda una vida, hasta que yo lo quisiera. Entendí que éste era el divino tesoro, uno tan rico, que no alcanza una vida para gastarlo. De lo que estoy hablando es... 
Que el Señor Tiempo, acaba con todo lo terrestre, pues el tiempo le pertenece a lo terrestre y por ello tiene poder sobre él, pero Yo, no pertenezco a lo terrestre, Yo soy un ser invaluable y no pertenezco a éste mundo, soy de uno superior y tengo la dicha de nunca envejecer. Lo sé, pues tengo ganas de todo lo que un niño, un joven, un adulto, desean, el problema es que el cuerpo se ha dañado tanto, al grado de no responder a mis órdenes, pero Yo, sigo siendo el mismo, nunca cambié y eso lo sabía mi padre y tambien mi fiel amigo El Espejo, compinche del Señor Tiempo. Pensé.
- Al diablo con este traje terrestre, lo exprimiré al máximo, hasta que no de para más y cuando ya no me sirva para nada me largaré y encontraré uno nuevo. 
Pero al decir ésto, entristecí por un momento, al darme cuenta de que éste era un circulo vicioso, uno, mordiéndose la cola. Me dije: _Que triste, pues para cuando me venga a dar cuenta de ello ya estaré otra vez viejo. _Que pena no entenderlo de joven pues, de ser así, cuidaría a mi cuerpo para que éste me durará más de cien años.
- Es eso ¿verdad Señor Tiempo? El Tiempo asintió y mi espejo brilló. 
- Esa es la clave de la eterna juventud, estoy exagerando, no eterna, pero si longeva.
Ahí estábamos otra vez: el Tiempo, Yo y mi Espejo. _Vaya paradoja ¿no? 
Deje a mi espejo y me dirigí al baño; ése día, me dí un delicioso baño, lo disfruté como nunca, y es que ese era mi nuevo lema: disfrutar al máximo todo y cuidar mi cuerpo al máximo, como ahora estaba, pues todavía me servía para mucho. 
Cuando salí del baño, me pare nuevamente frente al espejo; el Señor Tiempo ya no estaba.
Me paré frente a mi espejo y lo que en él ví -no lo que reflejaba en realidad- fué a un muchacho veinteañero, me vestí y me arreglé como nunca y, volvimos a ser los de siempre: Yo y el Espejo. 
Suspiré como nunca y él brilló como siempre.... 


















lunes, 29 de diciembre de 2014

Y, ¿Cómo es él? (las canciones de mi vida)


- Mirándote a los ojos, juraría... qué tienes algo nuevo que contarme.

- Ideas tuyas, ¡nada!... solo ideas tuyas. Le respondió la mujer, tratando de esconder su rostro con su cabello y cerrando sus ojos.

- Empieza ya mujer, ¡no tengas miedo!... ¡Quizá para mañana sea tarde!...

Ella, seguía sumida en lo que hacía, sintiéndose descubierta, pero aún así, no aceptaba nada de lo que José Luis le decía...

- ¡Quizá para mañana sea tarde!.... Le insistió José Luis a su mujer, quien no le daba la cara y seguía con lo suyo, sin emitir sonido alguno.

-  Y, ¿Cómo es él?  Preguntó José Luis, con la voz casi quebrándosele. Cuando ella escuchó esa pregunta tan directa, sintió que el mundo se le vino encima y se sentó, pues las piernas no la pudieron sostener más. Luego de pasar un trago amargo y con un nudo en la garganta, ella le dijo.

- ¿Qué bobadas son esas?... ¿No sabes lo que dices?.. ¡Tu pregunta me ofende!, ¡por favor!
Pero José Luis no se detuvo y siguió, aunque se sentía mal haciendo éstas preguntas, siguió, quizá convencido de que ya todo estaría perdido para él.

- ¿En qué lugar se enamoró de tí? Ésta pregunta descontroló a la mujer. Quien pensó, _Ya no tiene sentido seguir mintiendo; quizá lo mejor es enfrentar la situación. Aún sentada en la orilla de la cama, se recogió el pelo, se volteó y dirigió su mirada, con esos ojos de un verde profundo y le vió directamente a los ojos de José Luis.

- Está bien, José Luis, no tiene sentido seguir con ésto. _¿Recuerdas la otra vez que quedamos de vernos en el café del centro y tú no llegaste?, ese día era nuestro aniversario y me dejaste plantada ¿quién sabe por qué motivo? Esa tarde, me sentí morir y no pude evitar que las lagrimas rodaran por mis mejillas; de la mesa de al lado, alguien me ofreció un pañuelo para que secara mis lagrimas. Ella hizo una pausa y extrajo de su bolso un pañuelo blanco, muy fino, con las iniciales  J I. Y siguió con su relato.
Luego de recibirlo, él, caballerosamente me hizo compañía. Así lo conocí, y fué en nuestro café, en el mismo lugar en donde dos años antes tú me conociste, en el mismo lugar lugar, en donde poco tiempo después me pediste que me casara contigo, ¿lo recuerdas? 
Hizo una pausa, el cuarto quedó en silencio, ella agregó. _Que ironías de la vida, ¿no te parece?, conocerlo en el mismo lugar en donde pasamos cosas importantes de nuestra vida y que por alguna razón, tú, echaste a perder. 
Luego de un incomodo silencio, José Luis dijo.

- ¿De dónde es?

- ¿A caso tiene eso importancia? Dijo ella, ya con el llanto encima. Pero, está bien, es de: Barcelona. _Andaba por acá por asuntos de negocios.

- ¿A qué dedica el tiempo libre? 
Dijo José Luis, con un tono sarcástico, como queriendo darle vuelta a lo evidente de la platica. Y agregó...
- ¡Pregúntale!: ¿Por qué a robado un trozo de mi vida?... ¡es un ladrón... que me ha robado todo!

- ¿Un ladrón? dices, ¿uno que te ha robado algo?, qué cinismo, un ladrón es aquel que roba algo que te pertenece, pero da la casualidad que yo hace tiempo que deje de ser tuya, ¿o se te olvida qué ya no me tocas, ya no me besas, ya no me traes flores, ya no me dices palabras bonitas? Él, no te robado ningún trozo, pues yo no soy un objeto, ¡soy tu compañera, tu complemento, tu amiga, tu amante tú esposa!... O, al menos eso fuí un día para ti... _Pero ahora se te ha olvidado y me has desatendido. 
- Antes, habría creído que era tu todo... ahora lo dudo mucho. Ella estaba decidida a decirle todo lo que llevaba guardando en su corazón por mucho tiempo, que no pudo callarlo y se lo dijo directamente a sus ojos. Ella se desahogó, pues ahora las fuerzas le habían regresado y siguió acomodando sus cosas; luego, se dirigió hasta el espejo y se arregló un poco. José Luis, quien aún no sabía que estaba pasando con su amada y sumisa esposa, no le quedó otra mas que decirle.

- ¡Arréglate mujer, que se te hace tarde!... Y, llévate el paraguas por si llueve. La voz de José Luis, estaba totalmente quebrada y su corazón en su pecho latía fuerte, pues su presentimiento se estaba haciendo realidad, la mujer sumisa que tanto lo amó; estaba decidida a abandonarlo. 
Ella seguía frente al espejo, arreglándose, poniéndose bonita, más de lo que ella era, algo que José Luis había olvidado o había dejado de ver en ella. Mientras se arreglaba le respondió.

- No te preocupes si llueve o no, cuando uno ama le da lo mismo mojarse ¿o no?, lo importante es estar con la persona que tú quieres. Ya para ella nada tenía importancia y eso le daba valor, ella siguió con ésto.
- Ya olvidaste, cómo disfrutábamos besarnos bajo la lluvia, el paraguas siempre se quedaba en el coche y nosotros corríamos, nos abrazábamos, nos besábamos bajo la lluvia... ¡éramos felices!, pues estábamos enamorados, tú, en ese tiempo sí me amabas, pero eso se terminó hace mucho ¿verdad?
José Luis no supo que decirle, pues ella en el fondo tenía razón, entonces él le agregó.  

- Él, ¡te estará esperando para amarte!... Y, yo ¡estaré celoso de perderte!... Ella se detuvo y lo vió con odio y pena a la vez a través del espejo, pero él bajo la cabeza, para evitar el contacto visual con ella.

- Tú ya no puedes sentir celos, pues hace mucho que dejaste de amarme y para sentir celos es necesario sentir amor, pero creo que tú nunca fuiste capaz de amar a nadie. Mucho menos a mí. Él, sabe que yo estoy contigo aún. _Así que me ha dicho, que tendrá paciencia y me esperará el tiempo que sea necesario para estar conmigo, él si me ama, no hay discusión al respecto. _¡Mejor déjame en paz!
Pero José Luis no estaba dispuesto a dejarla ir, sin antes hacerse escuchar; por lo que le agregó lo siguiente.

- ¡Y abrígate!... ¡Te sienta bien ese vestido gris!... Quiso con éste cumplido, disipar un poco su dolor, al darse cuenta de que estaba perdiendo a la única mujer que lo había amado sin reservas, con sus errores y aciertos, con sus manías; ella lo había aceptado como él era, pero estaba consiente de que él le habia fallado, no una vez, sino muchas y que lo que ahora pasaba se lo tenía muy merecido y que ella tenía derecho a se feliz.
Ella, se volteó y abrió el abrigo, y le dijo.

- ¿No lo recuerdas? Le mostró el vestido gris. Tu me lo obsequiaste para nuestro segundo aniversario, bueno dos días después, pues el mero día lo olvidaste y hasta que yo te lo recordé con mi obsequió; tú llegaste, dos días más tarde con él. Ella le sonrió de una manera amenazante. Él sintió mucha vergüenza y mejor siguió con sus preguntas.

- ¡Sonríete!.... ¡qué no sospeche que has llorado! Ella quitó de sus labios la sonrisa, se volteó de nuevo al espejo y le dijo.

- ¡Así está mejor! Se dijo sonriéndole al espejo... y agregó 
- No te preocupes, pues él ya está acostumbrado a mis lagrimas, pues llorando por tí me conoció y más adelante, que me siguió tratando cuando solo eramos amigos, me consoló cada vez que me vió llorando por tus devaneos y engaños, así que él, no sospechará si lloré o no, él me conoce tan bien, que sabrá que lloré y mucho, pero tambien sabrá, que éstas serán mis últimas lagrimas. Terminó de pintar sus labios de carmín, reviso sus pestañas, se pellizco las mejía para que tomaran color, arregló su vestido gris, tomó su bolso, se acercó a José Luis, besó su mejía y se marchó... José Luis la quiso detener, tomándola del brazo, diciéndole...

- ¡Déjame, que vaya preparando mi equipaje!... ¡¡Perdóname!!... Ella ya no se detuvo, sí le dijo, no prepares nada, quédate, yo volveré por el resto de mis cosas cuando tu no estés... Perdónate tú, ¿haber si puedes? 
- ¡Ah! se me olvidaba responder a otra pregunta... ¿A que dedica el tiempo libre?
- El tiempo libre lo dedica a... ¡Hacerme feliz!.. ¡A amarme!....
Ella se fué, mientras ella caminaba con rumbo a su encuentro con la felicidad. José Luis se quedó parado en la puerta, viendo como se iba su vida con ella.
Simplemente se quedó musitando...

- Perdóname, si te hago otra pregunta... Y ¿cómo es él?... ¿En que lugar se enamoro de ti?... ¿De dónde es?... ¿A qué dedica el tiempo libre?... Pregúntale ¿por qué ha robado un trozo de mi vida?... Y, por último, desde el fondo de su corazón salió un grito de dolor... 
- ¡¡¡Es un ladrón, que me ha robado todo!!!....
Con el llanto en sus labios y lagrimas en sus ojos, José Luis, cerró la puerta. Y con ella, cerró a la mejor historia de amor que él tuvo y que nunca volverá a tener...


Historia de: J. L. Perales y S. Raga


La luz en el tejado

Un amigo de infancia llegó a la casa del otro, hacía mucho que éstos no se veían. Hasta un día en que se encontraron por casualidad y uno de los amigos, el más pobre, invitó al otro, para que éste llegara a su casa cuando le fuera posible. 
Se dió la oportunidad y el amigo llegó a visitar a su querido amigo de infancia.
- ¡Hola Armando! ¡que bien que viniste! Lo recibió Juan, a su amigo.
- ¿Puedo pasar?
- ¡Pues claro! pasa, si te invité es para que conozcas a mi humilde casa.
- Ésta, es la misma casa de tus padres, la recuerdo perfectamente. Le dijo Armando a Juan.
- ¡Sí! recuerdas como nos divertimos aquí. Ambos quedaron por un breve momento recordando aquellos preciosos momentos de su niñez.
- ¡Pero siéntate! me disculparas, pero ahora estoy solo; mi esposa e hijo están donde mis suegros.
- No te apenes, mejor, así charlaremos a gusto.
La casa de Juan llevaba en pie casi 30 años y ella casi se caía ahora, pero para Juan era su palacio; herencia de sus padres. Juan, quien ahora era propietario de esa humilde casa, cosa que Armando no había podido lograr; Armando alquilaba su casa, sin embargo conducía un coche muy moderno, Juan por su lado usaba el servicio de buses colectivos. 
Los amigos se sentaron en la pequeña sala, con muebles de madera; al fondo una mesa tambien de madera, de palo blanco, para ser mas especifico, a un lado de la mesa, una estufa pequeña de dos hornillas a gas queroseno, ese que ahora solo lo encuentras en algunas ferreterías.  
Mientras los amigos charlaban y disfrutaban de una cerveza, casi al tiempo, pues Juan carecía de refrigeradora y las cervezas las tenía metidas en la pila, comenzó a llover, Esa tarde cayó un buen aguacero. Y del techo de Juan, empezó a entrarse el agua, ésta no era una simple gotera, era un agujero muy grande, Juan se había preparado con un balde grande y ahí recibía el aguacero.
Armando, veía como el chorro caía del techo al balde, casi a media sala, la cual no era muy grande, el sonido del agua en el balde era molesto. Era tan molesto que Armando le dijo a su amigo.
- Óyeme Juan, ¿porqué no has tapado ese agujero? y así te evitarías de esta molestia. Juan le sonrió, con su eterna, noble y sencilla mueca.
- Te entiendo Armando. Sería muy sencillo tapar ese agujero, pero no lo hago porque mañana seguramente me haría mucha falta.
- ¿Cómo así no te comprendo? Le cuestionó Armando.
- ¿Quién podría extrañar un agujero tan molesto por el cual se te cuela toda esa agua? y ése desagradable sonido. Le dijo armando con tono sarcástico
- Tienes toda la razón amigo, pero todo depende como lo veas. 
- Veras, tu lo ves como mi visita y seguramente en tu hogar no tienes éste inconveniente, Pero ese agujero para mi es muy importante.
- ¿Importante?
- ¡Sí!
- Explícate, que no te entiendo. Le dijo Armando, con toda la duda del mundo, ¿cómo era posible que esa incomodidad del gran a agujero por dónde se colaba el agua de la lluvia, era importante para su amigo? Juan con su característica sonrisa le explicó.
- ¡Mira Armando! en un día de verano, como ahora, a pesar de que ha llovido, por eso del problema climático. 
- Pero en un día soleado, por ahí entra una luz hermosa que ilumina a todo mi hogar, ademas de proporcionarme luz natural, me proporciona un calor muy especial y a ésto, agreguémosle que por ese hoyo en el tejado, se meten a mi humilde hogar miles de sonidos hermosos de los pájaros que en los arboles del alrededor descansan de sus largos viajes de migración. 
- Por ello, es que no sello ese agujero, claro esta, que en época de invierno le colocó un tapón y durante toda la temporada de invierno ese agujero estará cerrado, pero en verano, en primavera, ¡jamás, amigo! 
Armando sonrió un poco sonrojado y entendió a su pobre amigo, quien al parecer con pequeñas cosas, él era muy feliz, algo que no sucedía en su hogar de clase media. En ese hogar, el suyo, había muchos problemas con su esposa, quien le exigía cosas de gente rica. Y, sus hijos, quienes no salían de sus cuartos sumidos en la tecnología. En la casa de Juan, que carecían de esas cosas caras y modernas seguramente -pensó Armando- imaginando, como Juan se sentaba bajo ese rayo de sol veranero y al lado de él, su esposa y su  hijo único, escuchando a los pájaros y charlando, entre ellos.
- Sabes Juan, te envidio y si pudiera hacerle un agujero a la losa de mi casa, lo haría con mucho gusto; pero para empezar, no es fácil hacer un agujero en una terraza; segundo, la casa no es mía, yo alquilo; y tercero, mi mujer me echaría de la casa creyéndome un loco. Dijo Armando, viendo como la lluvia se había calmado y el lugar se iluminaba tal como Juan se lo había explicado y del agujero se escuchaban a las aves cantando, mientras regresaban con paja en sus picos para preparar sus nidos.
Por fin, llegó la hora de marcharse para Armando, quien mientras abrazaba a su amigo en el umbral de una puerta de madera, aprovecho para echarle un ultimo vistazo a ese agujero en su casa y ciertamente, el humilde hogar de Juan se veía tan iluminado y cálido, que Armando, lo envidió más.

- ¡¡¡Armando que diablos crees que haces!!! Le grito su mujer a Armando, quien estaba en el techo con piocha en mano, sobre la sala de la casa, dándole de golpes.
- ¡¡Ya verás mujer!!.. ¡ya verás! Le respondió un decidido de Armando. 






domingo, 28 de diciembre de 2014

Los Cohetes y la Navidad


No recuerdo bien hoy, si ésta historia fué antes o después de la visita de mi familia, aquella en donde mi madre nos enseñó nuestros regalos a cambio de un poco de paz. Lo que hoy recuerdo, es que, mis cuatro hermanos se fueron a pasar las vacaciones a la casona de mi abuelita y esas vacaciones se alargaron hasta el año siguiente, lo que significa, que esa navidad la pasamos solos los cuatro en mi casona, mi palacio, mi hogar de infancia, ¿quiénes éramos los cuatro? pues, mis padres, mi perro Pelusa, y yo, un niño de 6 u ocho años, no lo puedo recordar bien, pero por lo sucedido, creo que era un niño de 6.

Era diciembre 20, mi padre llegó de su trabajo, nos saludo muy amorosamente y se dirigió al dormitorio a cambiarse la ropa formal que vestía, pues, mi padre tenía un puesto en el gobierno, uno muy importante, se puso ropa sport y nos dijo a mi madre y a mi.
- ¡Vamos a los campos a comprar nuestro arbolito navideño! Yo, brinque de emoción, mi madre se dirigió al cuarto a traer un suéter para mi y otro para ella, pues mi madre era muy cuidadosa de mi salud y dado que era época de frío, había que abrigarse muy bien.
Ya en los campos, unos que las autoridades autorizaban para ventas navideñas. Mi padre, buscó uno grande; pero no crean que era un pinabete, o un pino, no, era un chiribisco pintado a mano con pintura de color plateado, para dar la impresión de que ese chiribisco estaba blanco a consecuencia de las duras nevadas. Se lo hecho al hombro y nos devolvimos a casa. Mientras mi padre cargaba el arbolito, mi madre me tomaba de la mano y en la otra, la bolsa con objetos navideños para adornar la casa y el chiribisco.
Mi padre, colocó el chiribisco en una cubeta a la que llenó con piedras y tierra, todas extraídas de mi lugar selvático, hogar de mis amigos, los saltamontes. 
Cuando el chiribisco se vió erguido, mi madre procedió a colocarle los artilugios decorativos de la época: pelo de ángel, focos de colores azul, blanco y rojo, (éstos no eran como los de hoy, esa maraña que cuesta un mundo desenmarañar; no, esos eran unos focos llamados chilitos, eran fáciles de detectar cuando uno se quemaba y eran grandes), yo ayudaba a decorar, colocando las bombitas (esferas navideñas) esas poseedoras del duende de Santa (¿recuerdan?) Por fin, el chiribisco plateado, era un hermoso símbolo navideño, lo único que faltaba era colocarle la estrellita en lo alto del chiribisco, que ahora era un arbolito navideño. Mi padre se encaramaba en un banco y haciendo malabares, mientras mi madre lo sostenía de la cintura y yo de sus piernas, él colocó la estrellita, esa que para mi estaba en el mismo firmamento; luego los tres esparcimos pino en el piso, pues era tiempo de fiesta y ese pino olía a fiestas. Además mi madre colocaba una cadena de manzanillas amarillas las cuales cuando se descuidaban yo me las comía. 
Cuatro días después, mi mamá me despertaba y yo me negaba a despertar, pero al escuchar ésto... ¡me levante como de rayo!
- ¡Hoy es navidad! Esas fueron las palabras mágicas de mi madre, para que me levantara.
Ese día, mi padre nos llevó a pasear y de paso, se compró comida y golosinas para esa noche tan especial, aprovechó y le compró a mi madre obsequios, lo mismo hizo para mis hermanos, un regalo para cada quien y el mio que ni cuenta me dí.
De regreso en la casa, ya cayendo la tarde y acercándose la oscura noche, mi madre me arregló una mesita y una pequeña silla de palo blanco frente al televisor, en la cual colocó mi cena yo la esperaba ya sentado sobre esa pequeña silla, mientras ella encendía el televisor. 
Recuerdo que la navidad ese día cayó en un día en el que coincidía con la transmisión de un programa de Disney. Apareció en la pantalla de 25 pulgadas, en blanco y negro, la pantalla dividida en cuatro, en el extremo superior izquierdo, el palacio de Disney y al centro Campanita, dándole vueltas a su varita y lo que ella apuntara, de eso dependería el tipo de programa para esa noche. Yo rogaba a Dios, que Campanita eligiera el palacio de Disney, pues de hacerlo, seguro vería caricaturas y nada mejor que caricaturas para un niño de seis años.
- ¡¡Siiiiiii!! Así es, ella señaló el palacio y en la pantalla aparecieron las ardillas, unas que vivían en el árbol que Donald el pato, y que había cortado para adornarlo para navidad. ¡Que buena historia se mandaron esa navidad los de Disney!
Mas tarde, ya entrada la noche, quiza como a las diez, no sé, con exactitud. Mi padre apareció con una bolsa en mano y me llamó, me llevó hasta el umbral de la puerta que daba al patio de enfrente, lugar de miles de aventuras con mis saltamontes. -A propósito, no se para dónde se fueron esa noche a cubrirse del ataque que estaban a punto de recibir- a la par nuestra, agitando su peluda cola, mi Pelusa, una perra de color blanco a la que mis hermanos la pintaban con añelina de colores, como: rojo, morado, verde, a veces multicolor como si fuera una hippie. 
- ¡Qué haces con el niño? Preguntó mi madre, preocupada, a mi padre.
- Le voy a enseñar a quemar cohetes, pues ya es todo un hombre y debe de aprender a quemarlos.
- ¡De ninguna manera! puso el grito en el cielo mi madre. Pero ambos, tanto mi padre como yo, nos opusimos a su absurda decisión. Luego de varios minutos y mi papá ya con algunos tragos entre pecho y espalda además, con la visita de los dueños de la casa, me quedé solo, quemando los cohetes, una bolsa entre mis piernas y na veladora en el piso, era sencillo, solo era de colocar la mecha en el fuego y al ver las chispas y escuchar el típico sonido de la pólvora quemándose, en ese momento se arrojaba lo mas lejos el cohete y ya, no tenía ciencia, pero si que era muy divertido, lo más gracioso de todo, era que Pelusa, cada que yo lanzaba un cohete al jardín, ella creía que eso era un palo y corría a traerlo de regreso; se introducía en la oscuridad de la vegetación de aquel enorme jardín, que por cierto, ella, la perra, desaparecía por completo pero al ella regresar a donde me encontraba yo, con lo que había lanzado en su hocico. Solo veía como éste se alumbraba y de su hocico salía la llama de la explosión del cohete, yo reía a mas no poder, ella regresaba y se sentaba a la par mía a esperar a que yo lanzara el siguiente, aquello se volvió viral y a Pelusa, seguro se le durmió el hocico, pues no reaccionaba a la explosión del cohete en su hocico. 
Ésto, era hilarante, que me olvide de las reglas del juego dictadas por mi padre.
- Si la mecha es muy corta, apartas el cohete, para que yo lo queme más tarde. Eso me indicó el viejo pero se me olvidó o mas bien, no me fije; lo que deseaba era mandar lo más rápido posible los cohetes al lugar del jardín para que mi perra los fuera a recoger. Entonces llegó el trágico momento. Tomé un cohete con la mecha corta, la coloque entre la llama de la veladora, ésta prendió rapidísimo, que en un cerrar y abrir de ojos solo escuche el estruendoso sonido a mi lado, la llama se extinguió, yo brinque por el sonido, mi mano se durmió por breves segundos, para luego pasar a darme un doloroso ardor, que sentía que mis dedos eran enormes y que se me caían de mi mano; en ese momento mi madre y vecinos, menos mi padre, pues sabía que le vendría una madreada, se quedó disfrutando de su trago con el vecino, sentados en la sala, mientras mi madre me embadurnaba la mano con una crema, mis dedos estaban negros por la pólvora y luego pasaron a ser de un color entre rojo y morado, aunque me esforcé por no llorar, no pude evitar lamentarme, pues el ardor es horrible; pensé: ¿Cómo hace Pelusa para soportar tanta explosion en su hocico? nunca lo supe.
Para consolarme, la vecina me dió su regalo por adelantado, supongo que casi eran las once de la noche, recibí mi obsequio navideño; el cual era un carro policíaco, de metal y de baterías, al encenderlo, éste corría por el piso de la sala y de él salía el sonido de una sirena de patrulla de policías, las luces en el techo del carrito brillaban, titilando en colores rojos y azules, los silvines alumbraban el piso cuando llegaban a un lugar oscuro y sus stop tambien funcionaban, ese regalo hizo que se me olvidara por un rato el dolor, para luego regresar cuando quería manipular mi regalo; entonces le pedí a mi madre que me llevara a la cama, pues me bajo un sueño tan delicioso. 
Ya en la cama, le dije a mi madre.
- Me prometes que si me duermo me despiertas a las doce. Y mi madre, al igual que cualquiera me dijo.
- Si mi amor, duérmete, que yo te despierto. Cuando me desperté ya era de día, el sol brillaba como nunca por mi ventana, eso no dejó de molestarme con mi madre, pero a la par mía estaba el carro de metal, la patrulla de policías, y otros regalos más, los cuales destape con la emoción que solo puede sentir un niño de seis años, en una navidad. 
Luego, desayuné a la carrera y salí a mi jardín, por suerte ahí estaban mis amigos los saltamontes, siendo olidos por la nariz húmeda y fría de mi Pelusa; ese día, jugué hasta que llegó la noche, con mis juguetes, regalos de navidad. 
Una navidad, como jamás volví a tener, claro, es que solo una vez se es niño, y solo una vez tienes seis años para disfrutarlos con tus padres la noche de... Noche buena.



SergioRaga 28-12-14



Navidad, demasiado tarde para decir adiós


Demasiado tarde para despedirte... ¡la navidad llegó! ¡ya está aquí!
¡quédate, ámame y si después te quieres marchar no te detendré!
Ella accedió y, esa aunque fué nuestra última navidad juntos, fué la mejor.
Como le dije: se quedó, me amó y al día siguiente se marchó.
No me importó, aunque si me dolió; pero que se le hace cuando alguien ya no te pertenece.
Yo que la amé, la dejé en libertad, para que así, ella encontrara ser tambien feliz;
eso es el verdadero amor y que mejor que ahora, ese fué nuestro obsequio navideño;
ella se quedó y me amó como nunca y, yo le dí lo que en ese momento ella deseaba, ¡su libertad!
Solo tú entiendes, que los sueños deben de perseguirse y de hacerse realidad;
no me dejó por otro, me dejo por seguir un sueño que aquí nunca podría alcanzar.
Quién sabe, quiza en otra navidad estemos juntos de nuevo.
Mujer, ¡te amo y te entiendo! pero recuerda que mi vida esta puesta en tus manos.
mi estrella, mi constelación, mi navidad, mi año nuevo, todo éso, eres tú para mi.
No me debes ninguna explicación, simplemente dame amor, sabes que yo te amo
ahora y por siempre. 
La próxima navidad te estaré esperando, por si quieres de nuevo quedarte, estar conmigo, amarme y luego si así lo deseas, te puedes ir. 
Importante es estar juntos en estas fechas tan especiales, tómate un tiempo y vuelve a mi, sé mi regalo anhelado. Prometo portarme bien todo un año, para que en diciembre próximo vuelvas a mi y empecemos de nuevo.
Navidad solo, nunca más, éstas, son fiestas para dar amor, para compartir, me tienes a mi y yo te tengo a ti.
Un año separados, para diciembre, estar juntos; ¡será precioso estar juntos!,será muy especial, estar de nuevo juntos, amándote... ¡amándonos!
Nunca lo olvides, diciembre y la navidad, son para compartir, para dar sin esperar recibir nada a cambio.
Que sea diciembre nuestro mes del año para empezar de nuevo; y, no olvides que si piensas irte, dejarme solo para navidad, eso, es demasiado tarde. Debiste haberte ido antes o tal vez después, pero ¡nunca para navidad! pues, ésa época es demasiado tarde para decir adiós.

...Con especial dedicatoria para aquellas pareja que por cualquier motivo se ausentan una do otra, pero que para navidad siempre vuelven a casa, al amor, a la familia, a los hijos, a la madre, a los hermanos. Son fechas para compartir y entregar todo nuestro amor. Amor que nació en un humilde pesebre, y que sobre él una hermosa estrella se posa cada diciembre de cada año. Ése es el símbolo de que tienes que volver, tienes que regresar a casa para navidad. Y, no olvides  que si quieres volar lejos, hazlo, pero nunca para navidad, pues esa fecha será demasiado tarde y cruel para decir adiós.

...Felices fiestas te desea, tu amigo Sergio Raga.

sábado, 27 de diciembre de 2014

La Pasada Navidad



La pasada navidad 
la llevo aquí en mi corazón, 
por lo especial que ésta fué.
Junto a mis amigos 
y al más grande amor.
La recuerdo con un suspiro 
que nace en mi pecho
e invade a todo mi ser. 
Con nostalgia de lo que fué
Una navidad llena de amor 
y una persona muy especial.
Éste año... ¡La extraño! 
Y mi corazón revive 
con tanta nostalgia
 a la pasada navidad.
Con nostalgia y tristeza en mi corazón
 ¡Brindo! 
Alzo mi copa frente a una silla vacía.
Una que, en la pasada navidad 
estaba con esa persona tan especial.
La mesa colmada de velas rojas 
y cristalinas copas
 llenas con vino rojo.
En un extremo: yo, ¡solo!
en el otro, la silla vacía,
recordando a la pasada navidad.
Sentados frente al árbol 
entregándonos... 
Presentes, regalos hermosos y mucho amor.
En la pasada navidad
fuiste tú,
 mi mejor regalo
por ello hoy la recuerdo. 
Frente al árbol obsequiándote
 un presente con tu nombre,
un nombre que debería de olvidar
en esta navidad.
Y simplemente, sentarme a recordar
la pasada navidad.



SergioRaga 27.12.14



Viaje de navidad

Se llegó el día, me levanté y me dirigí directo al baño, mi entusiasmo era insuperable ese 24 de diciembre de cualquier año en la memoria del tiempo. Bajé al garaje y revisé los líquidos de mi Toyota, recuerdo de mi cuñado y de mi hermana a quien en unas horas volvería a ver. Todo verificado y en orden arranqué y me hice a la carretera, mi viaje era de al menos unas cuatro horas, las mismas que me servirían para remembrar a las navidades anteriores, las navidades de mi historia. Pero había una; una en especial y para ella se fué toda mi mente, ésta parecía adolescente buscando en su cajón el mejor vestido para colocárselo en una ocasión especial. Así se comportaba en ese momento mi cerebro con mi memoria, escudriñando para no perderme detalle alguno de aquella navidad en el siglo pasado. Mi viaje físico en mi Toyota empezó y en mis pensamientos los recuerdos de aquel diciembre, tambien empezaron a aflorar; como imágenes sobre la tela blanca de un cine viejo del centro de mi ciudad; en la sala me encontraba yo, sentado al centro de la sala, esperando que las luces se apagaran y que los créditos desfilaran por ella. Al fin apareció sobre la pantalla: un niño delgado, canche, con sus pantalones cortos, de unos 7 años de edad, esperando con ansiedad a que llegarán sus familiares. Se trataba de Sergio Raga, o al menos eso decían los créditos en la película.

....Ese diciembre, llegarían a pasar la navidad con nosotros, nuestros parientes del interior: mi abuelita, mis tíos, y con ellos, mis queridos primos, todos rondaban mi edad, eso era lo que me tenía entusiasmado, esa seria una muy feliz navidad, pues yo era el mas pequeño de mis hermanos, el quinto y con una considerable diferencia con mi hermana la que un día fué la más pequeña, pues mucho tiempo después, sin nadie imaginárselo y sin mis padres quererlo, un noviembre, llegué y de los corazones de todos me apoderé, pero para estas instancias no tenía un hermano con quien compartir mis aventuras, en el jardín, cazando saltamontes.
- ¡¡Llegaron, mami están aquí!! Corrí  por aquel largo cuarto, que era la sala de mi casa hasta la cocina, lugar en donde se mantiene mi madre, preparando lo que ese día comeríamos en el almuerzo. Se habían acuachado las mesas para que alcanzaran para nosotros siete y la familia que llegaría, de la vecindad se habían prestado sillas, la casa era una feria de pueblo.
- ¡Hola mi pequeño! Me dijo mi abuelita, abrazándome con todo su amor, tras ella, mis tíos y primos, con los que nos fundíamos en un cálido abrazo con forme entraban en la enorme casa, hogar de mi infancia.
Ya instalados, comimos y la tarde no nos alcanzó para divertirnos con mis primos; llegó la noche y la  enorme sala era insuficiente para sentarnos toda la familia a escuchar las anécdotas de mis tíos, historias que nos transportaban a lugares inexistentes para un niño de esa edad. Uno a uno iban cayendo dormidos todos y de la misma forma colocados en las camas; mi casa parecía hospital, luego de una catástrofe, había un hacinamiento en nuestro dormitorio.
Era un veinte de diciembre, cuando mi hermana mayor -la que me regaló el Toyota- salió con los adultos y se dirigieron al centro para hacer compras navideñas; ésto lo supe poco después de boca de mi madre, quien se había quedado en casa con todos los peques. Era tal la revolución que teníamos, que ella nos dijo que si nos tranquilizábamos nos contaría el porque de la salida de los adultos con mis hermanos al centro y luego de que la calma llegó, ella, mi madre, nos reveló un hermoso secreto.
- ¡Se fueron al centro de compras navideñas! Nos dijo una indiscreta señora, quien estaba cansada de la algarabía.
- ¡¡Yeaaaaaaaaaaa!! gritamos todos, nuestros rostros se iluminaron de solo escuchar esa maravillosa noticia.
- Lilly, les comprará un hermoso juguete a cada uno. Solo, si se portan bien. Dijo mi madre con la emoción en su voz.
- ¡¡Siiiiiiiiii!! Gritamos de nuevo. Yo sentí en mi estomago un animalero, mejor dicho una constelación de mariposas, no digo que no tuviera animales de los otros, pero esos estaban dormidos.
Así nos mantuvo quietos mi mamá esa tarde de un 20 de diciembre.
Luego de ese día, un 22 de diciembre mis hermanos se llevaron a todos al cine, a una función nocturna, quedándonos con mi madre y mi hermana, la que un día fué la menor antes de que  yo llegara a éste mundo. 
Esa noche, solo se comparaba con la segunda guerra mundial, el dormitorio era el campo de batalla; con la diferencia de que en él no había sangre ni balas, solo había relajo y muchas risas, algo que mi madre y mi hermana no podían controlar. 
Por fin a mi madre se le ocurrió ésto, para calmarnos.
- Si se calman y hacen silencio, les enseño sus regalos de navidad. Eso fué como escuchar de nuestro comandante ¡¡Alto el Fuego!! ¡¡La guerra terminó!! ¡¡Llegó la paz!! Y al unisono se escuchó.
- ¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiii!!! Mi madre dijo. 
- Bueno, colóquense boca a bajo y tápense los ojos, pues no quiero que vean donde están escondidos los regalos. Y todos obedecimos, como prisioneros caídos en combate. De pronto, escuchamos las palabras que ansiábamos escuchar.
- ¡¡Aquí están!! y apareció frente a mi madre, un baúl enorme y antiguo, al ver el enorme objeto frente a mi madre y hermana, todos quedamos inmóviles con nuestros ojos al estilo caricatura; cuando sale la hermosa señorita y el tipo se convierte en un coyote al que se le cae la quijada y se la agrandan los ojos. El silencio invadió al enorme cuarto que era nuestra recamara comunal.
- Antes de abrirlo, quiero que me prometan que nadie va a decir nada, que se los enseñé, pues si alguien me delata, nadie recibirá su regalo para navidad. 
Colocamos nuestra mano en el pecho y juramos silencio total. Luego de ello, mi madre abrió el enorme baúl y de él fue extrayendo uno a uno, juguete a juguete, tal como se nos fue entregado el día 24 a las doce de la media noche. Uno a uno, íbamos pasando al frente del arbolito, luego de escuchar nuestro nombre y prometo, que aunque cada uno conocía cual era su regalo, el asombró que la familia y en especial mi hermana Lilly, patrocinadora de los obsequios vió en nosotros, no fue actuado, era real, pues a partir de ese instante, eramos oficialmente los propietarios de un hermoso juguete. 
El mío, fué un hermoso piano, como de unos 30 cm de largo, de cola, de color blanco, al que se le levantaba la puerta de la cola -¡qué artesanos aquellos para hacer esas obras de arte en juguetes y lo mejor, que el piano sonaba como tal-
Ese 24, comimos el mejor y mas sabroso de los tamales que jamas he vuelto a probar en mi existencia; todos con nuestro juguete al lado, comiendo en silencio, apresurados para ir a jugar con nuestro regalo.

Cuando regrese de mis recuerdos, todavía iba en mi Toyota amarillo, con rumbo a nuestro sitio de reunión familiar, con mis hermanos y sobrinos, luego de unos veinte minutos más y de limpiar mis lagrimas sobre mis mejías, llegué. En la calle estaban los autos de mis otros hermanos y me parqué, al bajarme de mi coche, vi para todos lados, aquella avenida que un día fue enorme para mi, lugar de inolvidables partidos de fútbol, ahora la veía reducida, mi enorme palacio de infancia, ahora era una pequeña covachita, Toque el timbre y de allí, salieron mis hermanos a recibirme de mi largo viaje, nos abrazamos y besamos con mucho amor. Esa noche era navidad, como la de la historia, solo que eta vez éramos hermanos y sobrinos, muchos años después, entre y ví con mucha nostalgia aquella enorme sala que ahora era una muy pequeña, corrí al lugar en donde siempre encontraba a mi madre, quien ya no nos acompañó y ví al fondo su pequeña y humilde estufa, no pude evitar que la emoción me invadiera y las lagrimas rodaron por mis mejías; el lugar era pequeño. Ahora, tambien creía verla cocinando sus manjares, mientras mis lagrimas me nublaban la visión. Revisé cuarto por cuarto y creí estar en otro lugar, era obvio, en aquella época era un infante y ahora era un adulto y mucho más alto. 
Por último, me dirigí al jardín, lugar de mil batallas y lugar de una inhóspita maleza selvática en donde, había cazado hermosos ejemplares y había peleado con enormes animales salvajes. Mis pequeños e inolvidables amigos, los saltamontes.
- ¡Vienes vamos a merendar y a recordar! Me dijo mi hermana, la que ahora era mi madre, mi hermana mayor, mi benefactora en tiempos difíciles, la que un día me obsequió un hermoso piano de cola, de color blanco, que me hizo soñar por mucho tiempo, la misma que hace poco me regalará un Toyota color amarillo, contra el deseo de todos los miembros de su propia familia. Ella, me esperaba en la puerta con los brazos extendidos y una enorme sonrisa de felicidad en sus labios, por tener reunidos a sus hermanos, en otra navidad, un 24 de diciembre del presente.
Esa noche fue una navidad para recordarla en el futuro, tal cual la que me acompañó durante todo mi viaje.
- ¡¡¡Feliz navidad hermanos!!! Dijo Lilly y frente a ella, el mismo baúl antiguo y enorme, ahora más viejo... Pero lleno de regalos.

"En honor a mi querida hermana, Lilly, quien se ha sacrificado toda su vida por nosotros; sus hermanos menores, a quienes nos ha sobrepuesto antes que a su propia familia. Para ser, lo que es para nosotros: nuestra segunda madre"






jueves, 25 de diciembre de 2014

EL NIÑO Y LA ESFERA NAVIDEÑA (Un Cuento de navidad)



Con todo mi afecto para ustedes. Con éste cuento, quiero desearles "Una ¡¡Feliz Navidad!! qué el niño Jesús les bendiga" Y los invito a recordar su infancia al llegar la blanca navidad; solo así la disfrutaras. Ahora a ti te tocará contarle a tu hijo, sobrino, nieto, la historia de los duendes que viven adentro de las esferas, ésos que seguirán ahí, mientras un curioso infante les dé vida. 
Mis mejores deseos y muchas bendiciones..... su amigo,  Sergio Raga

....Al día siguiente, el pequeño, con la curiosidad que caracteriza a un niño de tan solo cinco años, en quizá lo que será su primer recuerdo de una navidad. 
Llegó hasta el lugar en donde sus padres habían colocado al enorme árbol para él y modesto para la pareja de esposos. Ellos, lo observaban desde el comedor, haciéndose conjeturas sobre cual sería la actitud del pequeño, ya parado frente a ese enorme árbol lleno de: luces, moñas, pelo de ángel y unas enormes esferas, de diversos colores, que colgaban de las ramas del árbol. El niño veía minuciosamente al espectacular ejemplar y símbolo navideño, lo veía de abajo a arriba, de lado a lado; sin atreverse a tocarlo, pues sus ojos muy bien abiertos con las pupilas dilatadas, por el asombro al ver un árbol en plena sala de su casa. Éste, quizá pensó en su inocencia.
- Lo sembrarían ayer, pues aquí estaba la señora con la luz en la cabeza. -refiriéndose a una lampara estatua-. Cuando salió de su asombro, sonrió con tal ilusión y dejó reposar sobre su pequeña mano, lo que tal vez le llamaba más la atención; una enorme bombita (esfera) navideña, lo hizo con mucho cuidado y le gustó lo que su tacto sintió; ésto le dió confianza y corrió por los lados de aquel enorme árbol para él y sobre sus manos tomó a otra, le atraían las de colores que reflejaban mejor la luz. La emoción lo embargaba y lo invitaba a travesear sin ser llamado al órden, aquello era algo inusual. 
Una de color dorado, muy grande y con un brillo muy especial, fué la que llamo más su atención, con mano firme la tomó y en ella vió que había algo o alguien. 
- ¿Quién será? se cuestionó y muy fijo la vió. De esa manera tan sutil y con tanta concentración, una con la que se pierde por completo la perspectiva de lo que alrededor hay, pues, tan así puede llegar a ser la concentración de un niño, al grado de llegar a quedarse con la boca abierta y a pocos milímetros de ella el mejor de los manjares sin hacerle el menor de los casos, pues sus ojos están en ese instante clavados en su caricatura preferida en la pantalla del televisor; así es su concentración.
Seguro de que adentro de esa esfera que ahora estaba entre sus pequeñas manos había algo o alguien, que sus pequeños y audaces ojos no podían definir, decidió acercarse a ella, pero conforme lo hacía, sobre ella aparecía un ser tan horrendo, que cuando casi topo su nariz con ella para tener una mejor perspectiva de lo que habitaba en ella, éste la soltó y gritó.
- ¡¡Mami!! Con el llanto a flor de piel, llamó a su mejor protectora en éste lugar, su hogar. 
La madre corrió a su lado y lo rescató del árbol, ella se imaginó que algún bicho le habia picado o simplemente asustado, pues el pequeño no era del todo valiente que se diga.
- ¿Que te ocurre mi amor? le tomó en sus brazos con mucho amor, mientras, su padre lo veía aun en el comedor con el seño fruncido, pensando que acontecía a instancias del árbol navideño. El niño con su corazón agitado, le explica a su amada protectora de aventuras.
- ¡¡Ahí adentro hay un monstruo!!
- ¿Un monstruo? 
- Mi pequeño, eso no es posible, pues de ser así yo lo habría descubierto y lo habría echado de aquí. Le consoló la ahora más tranquila madre, mientras el jefe de la casa, desasía sus arrugas de duda en la frente y esbozaba una sonrisa, mientras seguía alimentándose.
- ¡¡Si, mira!! insistió el pequeño a su madre, quien de inmediato se acercó con la duda de qué se habia reflejado en ella y había asustado a su hijo. Cuando la madre estuvo cerca ella se río al verse reflejada en la esfera.
- ¿Qué sucede? preguntó un atragantado padre.
- ¡Nada amor! ¡Jorgito descubrió a uno de los Duendes de Santa. Aquellos que todo lo observan para mantener informado a Santa.
- ¿Qué es un Duende de Santa? preguntó el niño, un poco más tranquilo.
Acércate y lo veras. Le dijo la madre al niño, mientras le apachaba el ojo a su esposo, para que éste le siguiera en la próxima historia, que estaba por contarle a Jorgito. 
El niño se acercó y sobre la esfera su rostro se reflejó una vez más y cada vez que más se acercaba a ella, su imagen más se deformaba, debido a lo esférica que éstas son, la nariz del niño se hacía mas prolongada, sus ojos mucho más grandes y abultados, los cabellos más grandes en fin; ahí estaba el niño reflejado, pero con los efectos lumínicos que se crean en una esfera reflectora de luz.
- ¡Es horrible madre! Le dijo el niño a su madre, no muy convencido.
- No es horrible Jorgito; así son ellos, pero son muy buenos y si los ves con los ojos del Niño Dios, no son feos; son especiales, ellos son tus amigos y siempre te protegerán. La madre monto tremenda historia, hasta que el niño quedó convencido de que no eran monstruos, sino duendes de Santa y con esa aclaratoria, estuvo muy entretenido viendo en todas las restantes esferas que habían en el árbol navideño.
- ¡Aquí hay otro y es rojo! Gritaba el niño, acercándose a una bombita de color rojo.
Jorgito creció y como siempre pasa, ahora no le interesa verse reflejado en ninguna esfera navideña y se enoja mucho cuando la madre cuenta ésta anécdota a sus visitas. 

La navidad es para los niños, es una época exclusiva de ellos y conforme crecen, se pierde éste espíritu navideño tan bello. Pues, ahora los jóvenes y adultos, usan estas fiestas como pretexto para: emborracharse, fumar lo que encuentren, algunos lo consideran una época precisa para perder la virginidad, etc.
Lo peor, si aquello no lo fuera; que si lo es, son aquellos que odian éstas fechas y caen depresión, éstos, como otras razones más, son consecuencia de que hemos crecido y olvidado en algún lugar de nuestro corazón y de nuestra mente al niño que aún está ahí y que se niega a aflorar, pues sabe que no será bien recibido por su ahora carcelero; el adulto. Pero, si todos le permitiéramos salir a ése niño y viéramos como Jorgito por las esferas a ese monstruo reflejado y nos riéramos de él, recordando nuestra inocencia; ésto haría que la navidad dejara de ser exclusiva de la inocencia de un niño y sería una blanca y hermosa navidad para toda la familia. 
Y, la disfrutaríamos como una vez en el tiempo todos lo hicimos: con amor, esperanza, deseos y lo más importante, con mucha ilusión.