jueves, 25 de diciembre de 2014

EL NIÑO Y LA ESFERA NAVIDEÑA (Un Cuento de navidad)



Con todo mi afecto para ustedes. Con éste cuento, quiero desearles "Una ¡¡Feliz Navidad!! qué el niño Jesús les bendiga" Y los invito a recordar su infancia al llegar la blanca navidad; solo así la disfrutaras. Ahora a ti te tocará contarle a tu hijo, sobrino, nieto, la historia de los duendes que viven adentro de las esferas, ésos que seguirán ahí, mientras un curioso infante les dé vida. 
Mis mejores deseos y muchas bendiciones..... su amigo,  Sergio Raga

....Al día siguiente, el pequeño, con la curiosidad que caracteriza a un niño de tan solo cinco años, en quizá lo que será su primer recuerdo de una navidad. 
Llegó hasta el lugar en donde sus padres habían colocado al enorme árbol para él y modesto para la pareja de esposos. Ellos, lo observaban desde el comedor, haciéndose conjeturas sobre cual sería la actitud del pequeño, ya parado frente a ese enorme árbol lleno de: luces, moñas, pelo de ángel y unas enormes esferas, de diversos colores, que colgaban de las ramas del árbol. El niño veía minuciosamente al espectacular ejemplar y símbolo navideño, lo veía de abajo a arriba, de lado a lado; sin atreverse a tocarlo, pues sus ojos muy bien abiertos con las pupilas dilatadas, por el asombro al ver un árbol en plena sala de su casa. Éste, quizá pensó en su inocencia.
- Lo sembrarían ayer, pues aquí estaba la señora con la luz en la cabeza. -refiriéndose a una lampara estatua-. Cuando salió de su asombro, sonrió con tal ilusión y dejó reposar sobre su pequeña mano, lo que tal vez le llamaba más la atención; una enorme bombita (esfera) navideña, lo hizo con mucho cuidado y le gustó lo que su tacto sintió; ésto le dió confianza y corrió por los lados de aquel enorme árbol para él y sobre sus manos tomó a otra, le atraían las de colores que reflejaban mejor la luz. La emoción lo embargaba y lo invitaba a travesear sin ser llamado al órden, aquello era algo inusual. 
Una de color dorado, muy grande y con un brillo muy especial, fué la que llamo más su atención, con mano firme la tomó y en ella vió que había algo o alguien. 
- ¿Quién será? se cuestionó y muy fijo la vió. De esa manera tan sutil y con tanta concentración, una con la que se pierde por completo la perspectiva de lo que alrededor hay, pues, tan así puede llegar a ser la concentración de un niño, al grado de llegar a quedarse con la boca abierta y a pocos milímetros de ella el mejor de los manjares sin hacerle el menor de los casos, pues sus ojos están en ese instante clavados en su caricatura preferida en la pantalla del televisor; así es su concentración.
Seguro de que adentro de esa esfera que ahora estaba entre sus pequeñas manos había algo o alguien, que sus pequeños y audaces ojos no podían definir, decidió acercarse a ella, pero conforme lo hacía, sobre ella aparecía un ser tan horrendo, que cuando casi topo su nariz con ella para tener una mejor perspectiva de lo que habitaba en ella, éste la soltó y gritó.
- ¡¡Mami!! Con el llanto a flor de piel, llamó a su mejor protectora en éste lugar, su hogar. 
La madre corrió a su lado y lo rescató del árbol, ella se imaginó que algún bicho le habia picado o simplemente asustado, pues el pequeño no era del todo valiente que se diga.
- ¿Que te ocurre mi amor? le tomó en sus brazos con mucho amor, mientras, su padre lo veía aun en el comedor con el seño fruncido, pensando que acontecía a instancias del árbol navideño. El niño con su corazón agitado, le explica a su amada protectora de aventuras.
- ¡¡Ahí adentro hay un monstruo!!
- ¿Un monstruo? 
- Mi pequeño, eso no es posible, pues de ser así yo lo habría descubierto y lo habría echado de aquí. Le consoló la ahora más tranquila madre, mientras el jefe de la casa, desasía sus arrugas de duda en la frente y esbozaba una sonrisa, mientras seguía alimentándose.
- ¡¡Si, mira!! insistió el pequeño a su madre, quien de inmediato se acercó con la duda de qué se habia reflejado en ella y había asustado a su hijo. Cuando la madre estuvo cerca ella se río al verse reflejada en la esfera.
- ¿Qué sucede? preguntó un atragantado padre.
- ¡Nada amor! ¡Jorgito descubrió a uno de los Duendes de Santa. Aquellos que todo lo observan para mantener informado a Santa.
- ¿Qué es un Duende de Santa? preguntó el niño, un poco más tranquilo.
Acércate y lo veras. Le dijo la madre al niño, mientras le apachaba el ojo a su esposo, para que éste le siguiera en la próxima historia, que estaba por contarle a Jorgito. 
El niño se acercó y sobre la esfera su rostro se reflejó una vez más y cada vez que más se acercaba a ella, su imagen más se deformaba, debido a lo esférica que éstas son, la nariz del niño se hacía mas prolongada, sus ojos mucho más grandes y abultados, los cabellos más grandes en fin; ahí estaba el niño reflejado, pero con los efectos lumínicos que se crean en una esfera reflectora de luz.
- ¡Es horrible madre! Le dijo el niño a su madre, no muy convencido.
- No es horrible Jorgito; así son ellos, pero son muy buenos y si los ves con los ojos del Niño Dios, no son feos; son especiales, ellos son tus amigos y siempre te protegerán. La madre monto tremenda historia, hasta que el niño quedó convencido de que no eran monstruos, sino duendes de Santa y con esa aclaratoria, estuvo muy entretenido viendo en todas las restantes esferas que habían en el árbol navideño.
- ¡Aquí hay otro y es rojo! Gritaba el niño, acercándose a una bombita de color rojo.
Jorgito creció y como siempre pasa, ahora no le interesa verse reflejado en ninguna esfera navideña y se enoja mucho cuando la madre cuenta ésta anécdota a sus visitas. 

La navidad es para los niños, es una época exclusiva de ellos y conforme crecen, se pierde éste espíritu navideño tan bello. Pues, ahora los jóvenes y adultos, usan estas fiestas como pretexto para: emborracharse, fumar lo que encuentren, algunos lo consideran una época precisa para perder la virginidad, etc.
Lo peor, si aquello no lo fuera; que si lo es, son aquellos que odian éstas fechas y caen depresión, éstos, como otras razones más, son consecuencia de que hemos crecido y olvidado en algún lugar de nuestro corazón y de nuestra mente al niño que aún está ahí y que se niega a aflorar, pues sabe que no será bien recibido por su ahora carcelero; el adulto. Pero, si todos le permitiéramos salir a ése niño y viéramos como Jorgito por las esferas a ese monstruo reflejado y nos riéramos de él, recordando nuestra inocencia; ésto haría que la navidad dejara de ser exclusiva de la inocencia de un niño y sería una blanca y hermosa navidad para toda la familia. 
Y, la disfrutaríamos como una vez en el tiempo todos lo hicimos: con amor, esperanza, deseos y lo más importante, con mucha ilusión.










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