viernes, 19 de diciembre de 2014

Honoris Causa. Capitulo 2

Con Emilio en la orfandad, en el Hospital General se convencieron de que los únicos que podrían ayudar a Emilio, eran ellos, los empleados de aquel nosocomio, a ésto estuvo de acuerdo el Director del hospital, pues, él nunca podría negarse, si él, era uno de los muchos que tenía una deuda moral con aquella bendita mujer: Emilia Martínez. 
Fue entonces, que Emilio estudió y se graduó de enfermero titulado, con la ilusión de algún día llegar a ser todo un gran médico, tal cual, a quien él admiraba tanto: el Dr. Marroquín; a sabiendas de que, él había sido el único en desacuerdo de que el muchacho siguiera viviendo en ese lugar y tambien de ayudarlo a superarse. Aún así, Emilio logró superar una meta y los ahora médicos y ex compañeros del Dr. Marroquín se sentían complacidos y con el descargo de haberle devuelto algo de lo mucho que Emilia habia hecho por ellos cuando fueron estudiantes.
El joven enfermero, había heredado  de su madre, el carisma y además su inteligencia, la cual era insuperable, algo que de alguna manera tambien venían en los gens de su progenitora y que ahora le servían, pues al igual que su madre, él ahora ayudaba a los nuevos practicantes. 
La herencia que su madre le había dejado a Emilio, aparte de lo que salta a la vista, era un libro de medicina: "El Guardián de la Salud" así era el titulo del libro y, era como la décima vez que lo leía y no le aburría, de él aprendía mucho la profesión de medicina. Otra herencia de su madre, era la pasión a su trabajo y el querer siempre ayudar a su prójimo, ésto desinteresadamente. Por otro lado, la medicina lo apasionaba tanto que siempre estaba atento a lo que los médicos prescribían. Él con agenda en mano siempre tomando notas.
- Emilio, ¿creo que usted será mi instrumentista esta noche en cirugía? Preguntaba el Dr. Marroquín a quien no le agradaba mucho. Sin embargo, a Emilio lo llenaba de mucha alegría pues admiraba tanto al Dr. Marroquín.
- ¡Así es Dr. y es un placer para mi compartir el quirófano con usted! Le sonrió Emilio mientras le contestaba.
Mientras extirpaban un apéndice; la bandeja con los instrumentos se agitó y causó que éstos se movieran un poco, el Dr. Marroquín lo vió de reojo con cara de desaprobación. Emilio, simplemente ordenó de nuevo los instrumentos; a los diez minutos, otro movimiento, esta vez el Dr. perdió el equilibrio, pero Emilio estuvo atento y lo sostuvo. 
- ¡Gracias enfermero! _Ha estado temblando mucho últimamente, ¿verdad?
- Efectivamente Dr. pero recuerde que estamos en una zona propensa a los temblores, yo ya me acostumbré.
- Bueno, por lo menos no está nervioso; cosa que pensé hace un instante cuando se le alborotó algo la bandeja de instrumentos. 
- Seguramente fué otro temblor, ¿verdad?
- ¡Así fue Dr.!
La operación finalizó y como siempre fué todo un éxito más para el Dr. Marroquín. Quien últimamente estaba un poco inquieto, debido al pronto nacimiento de su primogénito.
- Hola, ¿cómo te va? Lo saludaba Gantenbeín en la cafetería a Marroquín.
- ¡Excelente como siempre! Le responde, con su ya acostumbrada arrogancia.
- Me refiero a tu muy próximo estreno como padre. Le corrigió la pregunta el Dr. Gantenbeín
- ¡Ah, eso! tambien, todo marcha de maravillas.
- ¿Nerviosos amigo?, eso es natural en cualquier primerizo ¿no?
- Para nada amigo y si me disculpas terminó mi turno. 
- ¡Hasta mañana! Se retiró para su casa, Marroquín.
Mientras ésta platica se llevaba a cabo, el Dr. Orantes estaba con el joven Emilio en cirugía.
Se trataba de una hernia duodenal. Cuando la cirugía concluyó exitosamente, el Dr. Orantes le ofrece a Emilio.
- Emilio me harías el favor de cerrar al paciente. El ofrecimiento llevaba una sonrisa amable, el Dr. Orantes, sabía de las habilidades del joven enfermero.
- ¿En serio Dr.? 
- ¡Claro! Y, no te preocupes que estaré aquí al lado tuyo, para supervisarte.
- ¡Gracias Dr.!  Emilio tomó la aguja e hilo y procedió a cerrar el abdomen del paciente; lo hacía con tal habilidad, como si se tratara de un gran médico y cirujano.
En una ronda de médicos y estudiantes, el ahora maestro, el Dr. Diaz, acompañado del Dr. Marroquín y de Emilio, les hizo una pregunta a sus jóvenes estudiantes. La respuesta nunca llegó de los futuros médicos. Marroquín se sonrió de una manera burlesca, moviendo su cabeza en desaprobación, cosa que incomodo a los aprendices de médicos. El Dr. Díaz observó que a Emilio se le salían los ojos y sus labios temblaban de ansiedad.
- Y, tú Emilio ¿qué harías en éste caso? Le pregunto el Dr. Díaz, sabedor de que de Emilio llegaría la respuesta correcta, ésto molestó a Marroquín. Emilio respondió perfectamente y se extendió tanto, hasta que el Dr. Marroquín lo interrumpió.
- Ya esta bien, deje un poco de modestia para los practicantes. Y, se retiró del lugar, muy molesto, quiza, porque el enfermero le recordaba cuando él era estudiante y sus respuestas tambien eran interrumpidas por su maestro, el Dr. Efrén.
El tiempo transcurrió de la misma manera en el Hospital General; entre emergencias, clínicas y cirugías. Los médicos, compañeros de Marroquín, seguían dejando que Emilio cociera a los pacientes en las operaciones; le permitían expresar sus opiniones médicas en las visitas a pacientes con los estudiantes de medicina. Alguna vez, sucedió que más de un estudiante le pidió a Emilio que le ayudara con alguna tarea, cosa que para Emilio era algo fascinante y lo hacía con muy buena voluntad, no solo por que lo mismo había hecho en su momento su madre, sino porque le gustaba y sabía -yo diría que demasiado para ser un simple enfermero-.
- Los he reunido para comunicarles de mi retiro. Les informó el Director del hospital.
- Me toca jubilarme y darle paso a otro médico, uno más joven, con nuevas expectativas e ideas innovadoras, modernas, para el hospital y nuestra universidad.
- La junta directiva me ha pedido que les informe y que además se preparen para las evaluaciones para encontrar a quien tomará mi puesto, para el que me suceda como director de éste prestigioso hospital.
Todos vieron como a Marroquín le brillaron los ojos, sus amigos no presentarían examen de oposición, para no entrar en conflicto con el ambicioso de Marroquín.
- Lo que le quiero pedir como un favor especial a mi persona -dijo el actual director- al que me suceda; es que quien quede en mi actual puesto, me prometa que no molestará a nuestro querido Emilio, a quien yo quiero como a uno de mis hijos. Marroquín frunció el seño, pero aceptó, junto al resto de aspirantes.
Como era de esperarse el Dr. Marroquín era ahora el nuevo Director del Hospital General y ademas el orgulloso padre de un hermoso niño, quien era sus ojos y por quien daría la vida sin pensarlo...

Continuará.....




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