jueves, 18 de diciembre de 2014

Honoris Causa


En el Hospital General, las emergencias eran cosa de cada minuto, en dicho nosocomio, el recurso humano era algo invaluable; la ciudad era muy grande y el Hospital General se estaba haciendo pequeño, para tanta necesidad en clínicas de enfermedad común, especialidades, y en la sala de urgencias. 
Por aquella época, el Dr. Marroquín, junto a los Drs. Orantes, Diaz, Méndez Y Gantenbein quienes, eran a penas unos jóvenes estudiantes de medicina que habían llegado a dicho centro hospitalario a realizar su practica. A ese Hospital, llegaban solo estudiantes abanderados y para el que ahí hacía sus practicas; era causa de un gran orgullo.
- Bienvenido Dr. Le expresó la enfermera Emilia Martínez al joven Marroquín, quien la ignoró, debido a la vanidad que muchos llevan en sus venas cuando son jóvenes, creyendo que el mundo esta a sus pies y que ellos, todo lo saben. 
La enfermera auxiliar, Emilia Martínez, era una mujer muy querida en dicho hospital, ella, era una viuda con un pequeño de cinco años a quien le permitían llevarlo al trabajo, por lo mismo, que ella era muy querida por todos; desde el director hasta el más humilde de los conserjes. El niño, Emilio Martínez, era un niño muy inteligente y no causaba ningún tipo de dificultad en el hospital. Éste, jugaba con las cajitas de los medicamentos, como si fueran carritos, tambien jugaba con las mascarillas de los médicos y con las paletas baja lenguas, era muy observador y en la mayoría de sus juegos, él era un médico, un para médico, conductor de ambulancias, etc. todo relacionado con el hospital.
- ¡Enfermera! La llama el Dr. Marroquín, acompañado de sus colegas estudiantes 
- ¿Si Dr.? Le contestó una sonriente enfermera. El Dr. Marroquín, con carpeta en mano, veía muy atentamente el expediente del paciente y la enfermedad que padecía, era una de sus visitas y él se encargaba mientras llegaba el Dr. Efrén, maestro de los jóvenes.
- A éste paciente inyectele I. V. la sustancia que le estoy anotando ahora. 
- ¿No deberíamos de esperar al maestro? Le indicaron sus compañeros. Pero la soberbia del joven Marroquín era mayor a todo, incluso a poner en peligro la salud de cualquier paciente. 
Emilia, al ver lo que el estudiante le había ordenado, lo llamó para cuestionarle la orden. A lo que él le respondió.
- ¡Usted es una simple enfermera y debe acatar mis ordenes! Le gritó un muy molesto cuasi doctor.
- ¡Cómo usted ordene Dr.! Le respondió la enfermera. Fue en eso que llegó el Dr. y maestro de los jóvenes estudiantes, a la visita. 
- ¡Buenas jóvenes! _A ver ¿qué tenemos aquí? Leyó con detenimiento el expediente en el que el Dr. Marroquín había recien anotado la orden; a la enfermera auxiliar Emilia.
- ¿Quién ordenó éste medicamento para este paciente Emilia?
- ¡El Dr. Marroquín Dr.! El Dr. Efrén, se volteó hacia donde se encontraban sus pupilos y entre ellos uno, especialmente orgulloso, leyó en sus gafetes e identificó a dicho médico.
- ¡Lo felicito Dr. Marroquín! Le expresó el Dr. Efrén. Él salió al frente, con la altanería que lo identificaba.
- ¡Gracias maestro! Dijo un orgulloso y petulante estudiante de medicina. El Dr. Efrén dijo entonces.
- Dos cosas que admiro de alguien, lo tiene usted Dr. _Y, oigan el resto de estudiantes. 
- Una, es tener iniciativa y tomar decisiones y la segunda, reconocer cuando se comenten errores y a la vez; solucionarlo.
- Se preguntarán ¿de qué hablo? Y efectivamente, el más asombrado era el joven Marroquín. El maestro continúo con su cátedra.
- Usted -Se dirigió a Marroquín- anotó y ordenó que se le inyectara en la vena ésta sustancia y la enseño a los jóvenes estudiantes; para luego tacharla y cambiarla por ésta otra. 
- ¡Lo felicito! _Pues, si hubiera sido el turno de otra enfermera, ésta habría inyectado lo que usted prescribió y eso le habría causado la muerte al paciente. _Menos mal que estaba aquí mi experimentada Emilia, quien no habría hecho caso a su orden; pues, ella conoce muy bien el caso del Sr. Octavio. Él, señores, es alérgico a ese medicamento. _La nota esta aquí, justo realzada por nuestra enfermera estrella quien no deja pasar estos detalles; seguramente usted la vió y por eso tachó el medicamento y lo cambió por el idóneo. 
Marroquín, casi arrebató la tabla de las manos del Dr. Efrén, mientras que los compañeros de Marroquín dedujeron que Emilia, le acababa de salvar el pellejo a su compañero. Cosa que a Marroquín le molestó mucho. Ésto, de que la enfermera lo hubiera colocado en ridículo frente a todos. 
Así, continuó la relación entre Emilia y el Dr. Marroquín, por todo el tiempo que él estuvo ahí como practicante. Sus compañeros, quienes se llevaban de maravillas con Emilia, al igual que el resto de empleados del hospital; siempre le recordaban el incidente, cuando casi mata a su primer paciente y que Emilia, una enfermera auxiliar lo había salvado de perder quiza el derecho a ser médico.
En otra oportunidad, el Dr. Gantenbeín, estaba en sala de operaciones, junto a él, dos de sus compañeros y un medico y catedrático. A éste lo auxiliaba con la instrumentación Emilia, mientras Gantenbeín operaba repetía en vos alta que instrumento usaría para el debido procedimiento, pero Gantenbeín estaba demasiado nervioso, que su cabeza se le quedó en blanco. Emilia se dió cuenta y antes de que Gantenbeín dijera nada, ella le señalaba muy sutilmente el instrumento; él lo reconocía y lo pedía y ella se lo daba; así, con la ayuda de Emilia, Gantenbein, salió bien de aquel examen. 
Luego de la cirugía ya en el comedor, él les contaba a sus compañeros y amigos lo que le había sucedido en sala de operaciones y de como Emilia le había ayudado. Cuando Emilia pasó por ahí, junto a su Emilio, ella los saludó, siempre con una sonrisa en sus labios.
- ¡Buen provecho doctores! Ellos, le dieron las gracias y Gantenbeín la llamó a la mesa.
- Emilia, quiero agradecerle aquí frente a mis amigos, la invaluable ayuda que me dió en sala de operaciones. ¡Nunca lo olvidaré!
- ¡No te preocupes mi muchacho! no eres el primero, ni el último. _¡Fue un placer Doctor! Y, con la sonrisa en sus labios y Emilio en su mano se retiró.
Un día, a dos años de aquel incidente, llegó el Dr. Marroquín al Hospital General y al llegar a la sala en donde se encontraban los médicos de turno, los encontró muy tristes y a Gantenbein llorando. Mientras caminaba por los pasillos, hasta llegar a esa sala, solo vio caras tristes y lagrimas, hasta en algunos pacientes.
- ¿Que pasó? _¿Por qué llora el Gantenbeín? Preguntó el Dr. Marroquín, con la misma arrogancia de siempre.
- Lo que pasó Dr. Le respondió el Dr. Efrén, es que el Hospital General y la universidad, tu alma mater, estamos de luto por la muerte de la enfermera auxiliar Emilia Martínez.
- ¡Si vos!, la misma que nunca te simpatizó y que te salvó el pellejo muchas veces. 
La misma noble e increíble mujer, mi querida Emilia. Dijo el Dr. Diaz, con la vos quebrada. Luego de ello, el silencio invadió la sala de médicos y al resto del hospital.
Todos se preguntaban; ¿qué pasaría ahora con el adolescente de Emilio Martínez? quién quedaba en la orfandad y sin nadie por él en este mundo....

Continuará.....








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