lunes, 29 de diciembre de 2014

Y, ¿Cómo es él? (las canciones de mi vida)


- Mirándote a los ojos, juraría... qué tienes algo nuevo que contarme.

- Ideas tuyas, ¡nada!... solo ideas tuyas. Le respondió la mujer, tratando de esconder su rostro con su cabello y cerrando sus ojos.

- Empieza ya mujer, ¡no tengas miedo!... ¡Quizá para mañana sea tarde!...

Ella, seguía sumida en lo que hacía, sintiéndose descubierta, pero aún así, no aceptaba nada de lo que José Luis le decía...

- ¡Quizá para mañana sea tarde!.... Le insistió José Luis a su mujer, quien no le daba la cara y seguía con lo suyo, sin emitir sonido alguno.

-  Y, ¿Cómo es él?  Preguntó José Luis, con la voz casi quebrándosele. Cuando ella escuchó esa pregunta tan directa, sintió que el mundo se le vino encima y se sentó, pues las piernas no la pudieron sostener más. Luego de pasar un trago amargo y con un nudo en la garganta, ella le dijo.

- ¿Qué bobadas son esas?... ¿No sabes lo que dices?.. ¡Tu pregunta me ofende!, ¡por favor!
Pero José Luis no se detuvo y siguió, aunque se sentía mal haciendo éstas preguntas, siguió, quizá convencido de que ya todo estaría perdido para él.

- ¿En qué lugar se enamoró de tí? Ésta pregunta descontroló a la mujer. Quien pensó, _Ya no tiene sentido seguir mintiendo; quizá lo mejor es enfrentar la situación. Aún sentada en la orilla de la cama, se recogió el pelo, se volteó y dirigió su mirada, con esos ojos de un verde profundo y le vió directamente a los ojos de José Luis.

- Está bien, José Luis, no tiene sentido seguir con ésto. _¿Recuerdas la otra vez que quedamos de vernos en el café del centro y tú no llegaste?, ese día era nuestro aniversario y me dejaste plantada ¿quién sabe por qué motivo? Esa tarde, me sentí morir y no pude evitar que las lagrimas rodaran por mis mejillas; de la mesa de al lado, alguien me ofreció un pañuelo para que secara mis lagrimas. Ella hizo una pausa y extrajo de su bolso un pañuelo blanco, muy fino, con las iniciales  J I. Y siguió con su relato.
Luego de recibirlo, él, caballerosamente me hizo compañía. Así lo conocí, y fué en nuestro café, en el mismo lugar en donde dos años antes tú me conociste, en el mismo lugar lugar, en donde poco tiempo después me pediste que me casara contigo, ¿lo recuerdas? 
Hizo una pausa, el cuarto quedó en silencio, ella agregó. _Que ironías de la vida, ¿no te parece?, conocerlo en el mismo lugar en donde pasamos cosas importantes de nuestra vida y que por alguna razón, tú, echaste a perder. 
Luego de un incomodo silencio, José Luis dijo.

- ¿De dónde es?

- ¿A caso tiene eso importancia? Dijo ella, ya con el llanto encima. Pero, está bien, es de: Barcelona. _Andaba por acá por asuntos de negocios.

- ¿A qué dedica el tiempo libre? 
Dijo José Luis, con un tono sarcástico, como queriendo darle vuelta a lo evidente de la platica. Y agregó...
- ¡Pregúntale!: ¿Por qué a robado un trozo de mi vida?... ¡es un ladrón... que me ha robado todo!

- ¿Un ladrón? dices, ¿uno que te ha robado algo?, qué cinismo, un ladrón es aquel que roba algo que te pertenece, pero da la casualidad que yo hace tiempo que deje de ser tuya, ¿o se te olvida qué ya no me tocas, ya no me besas, ya no me traes flores, ya no me dices palabras bonitas? Él, no te robado ningún trozo, pues yo no soy un objeto, ¡soy tu compañera, tu complemento, tu amiga, tu amante tú esposa!... O, al menos eso fuí un día para ti... _Pero ahora se te ha olvidado y me has desatendido. 
- Antes, habría creído que era tu todo... ahora lo dudo mucho. Ella estaba decidida a decirle todo lo que llevaba guardando en su corazón por mucho tiempo, que no pudo callarlo y se lo dijo directamente a sus ojos. Ella se desahogó, pues ahora las fuerzas le habían regresado y siguió acomodando sus cosas; luego, se dirigió hasta el espejo y se arregló un poco. José Luis, quien aún no sabía que estaba pasando con su amada y sumisa esposa, no le quedó otra mas que decirle.

- ¡Arréglate mujer, que se te hace tarde!... Y, llévate el paraguas por si llueve. La voz de José Luis, estaba totalmente quebrada y su corazón en su pecho latía fuerte, pues su presentimiento se estaba haciendo realidad, la mujer sumisa que tanto lo amó; estaba decidida a abandonarlo. 
Ella seguía frente al espejo, arreglándose, poniéndose bonita, más de lo que ella era, algo que José Luis había olvidado o había dejado de ver en ella. Mientras se arreglaba le respondió.

- No te preocupes si llueve o no, cuando uno ama le da lo mismo mojarse ¿o no?, lo importante es estar con la persona que tú quieres. Ya para ella nada tenía importancia y eso le daba valor, ella siguió con ésto.
- Ya olvidaste, cómo disfrutábamos besarnos bajo la lluvia, el paraguas siempre se quedaba en el coche y nosotros corríamos, nos abrazábamos, nos besábamos bajo la lluvia... ¡éramos felices!, pues estábamos enamorados, tú, en ese tiempo sí me amabas, pero eso se terminó hace mucho ¿verdad?
José Luis no supo que decirle, pues ella en el fondo tenía razón, entonces él le agregó.  

- Él, ¡te estará esperando para amarte!... Y, yo ¡estaré celoso de perderte!... Ella se detuvo y lo vió con odio y pena a la vez a través del espejo, pero él bajo la cabeza, para evitar el contacto visual con ella.

- Tú ya no puedes sentir celos, pues hace mucho que dejaste de amarme y para sentir celos es necesario sentir amor, pero creo que tú nunca fuiste capaz de amar a nadie. Mucho menos a mí. Él, sabe que yo estoy contigo aún. _Así que me ha dicho, que tendrá paciencia y me esperará el tiempo que sea necesario para estar conmigo, él si me ama, no hay discusión al respecto. _¡Mejor déjame en paz!
Pero José Luis no estaba dispuesto a dejarla ir, sin antes hacerse escuchar; por lo que le agregó lo siguiente.

- ¡Y abrígate!... ¡Te sienta bien ese vestido gris!... Quiso con éste cumplido, disipar un poco su dolor, al darse cuenta de que estaba perdiendo a la única mujer que lo había amado sin reservas, con sus errores y aciertos, con sus manías; ella lo había aceptado como él era, pero estaba consiente de que él le habia fallado, no una vez, sino muchas y que lo que ahora pasaba se lo tenía muy merecido y que ella tenía derecho a se feliz.
Ella, se volteó y abrió el abrigo, y le dijo.

- ¿No lo recuerdas? Le mostró el vestido gris. Tu me lo obsequiaste para nuestro segundo aniversario, bueno dos días después, pues el mero día lo olvidaste y hasta que yo te lo recordé con mi obsequió; tú llegaste, dos días más tarde con él. Ella le sonrió de una manera amenazante. Él sintió mucha vergüenza y mejor siguió con sus preguntas.

- ¡Sonríete!.... ¡qué no sospeche que has llorado! Ella quitó de sus labios la sonrisa, se volteó de nuevo al espejo y le dijo.

- ¡Así está mejor! Se dijo sonriéndole al espejo... y agregó 
- No te preocupes, pues él ya está acostumbrado a mis lagrimas, pues llorando por tí me conoció y más adelante, que me siguió tratando cuando solo eramos amigos, me consoló cada vez que me vió llorando por tus devaneos y engaños, así que él, no sospechará si lloré o no, él me conoce tan bien, que sabrá que lloré y mucho, pero tambien sabrá, que éstas serán mis últimas lagrimas. Terminó de pintar sus labios de carmín, reviso sus pestañas, se pellizco las mejía para que tomaran color, arregló su vestido gris, tomó su bolso, se acercó a José Luis, besó su mejía y se marchó... José Luis la quiso detener, tomándola del brazo, diciéndole...

- ¡Déjame, que vaya preparando mi equipaje!... ¡¡Perdóname!!... Ella ya no se detuvo, sí le dijo, no prepares nada, quédate, yo volveré por el resto de mis cosas cuando tu no estés... Perdónate tú, ¿haber si puedes? 
- ¡Ah! se me olvidaba responder a otra pregunta... ¿A que dedica el tiempo libre?
- El tiempo libre lo dedica a... ¡Hacerme feliz!.. ¡A amarme!....
Ella se fué, mientras ella caminaba con rumbo a su encuentro con la felicidad. José Luis se quedó parado en la puerta, viendo como se iba su vida con ella.
Simplemente se quedó musitando...

- Perdóname, si te hago otra pregunta... Y ¿cómo es él?... ¿En que lugar se enamoro de ti?... ¿De dónde es?... ¿A qué dedica el tiempo libre?... Pregúntale ¿por qué ha robado un trozo de mi vida?... Y, por último, desde el fondo de su corazón salió un grito de dolor... 
- ¡¡¡Es un ladrón, que me ha robado todo!!!....
Con el llanto en sus labios y lagrimas en sus ojos, José Luis, cerró la puerta. Y con ella, cerró a la mejor historia de amor que él tuvo y que nunca volverá a tener...


Historia de: J. L. Perales y S. Raga


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