martes, 30 de diciembre de 2014

Yo y el Espejo


Era de mañana, me dirigí hacía el baño, pero al ir rumbo al baño pase frente al viejo espejo de luna, siempre lo había tenido tapado para protegerlo, pero hoy por algún motivo, se encontraba desnudo frente a mi; en él me reflejaba yo y el espejo, me invitaba con destellos de luz a que le hiciera frente, acepté la invitación y de pronto me encontré parado frente a él, completamente desnudo. Me ví detenidamente, de frente, de lado y por atrás; luego, sacudí mi cabellera con mi mano pero ya no estaba, se me había olvidado que hace tiempo estoy escaso de cabellera, hace tiempo que empece a quedar calvo. El movimiento involuntario me hizo reflexionar al respecto. Me dije _¿y si no hubiera espejos? ¡Creo que sería algo magnifico! pues de no ser asi, no sabríamos como somos, no tendríamos prejuicios de que si estoy gordo, o si estoy flaco, si soy feo o guapo, si envejecí o no, si soy calvo o no. Eso evitaría que el más cruel de los críticos nos hiciera sentir mal con nosotros mismos, me refiero a nosotros mismos, ése es el peor de los críticos, pues somos nosotros quienes acabamos con nosotros mismos.
Bueno, luego de esa reflexión seguí observándome en el espejo, ya había recordado que carecía de mi antigua melena. Me acerque más al espejo y vi mi rostro detalladamente, puede observar en él, que mi piel ya no era tersa -como culito de bebe- ahora parecía de cartón y sobre esa piel dañada, unos surcos, con mis manos estiré mi rostro llevándome el pellejo hacía atrás, ahí estaba yo, todo un jovenzuelo, pero al soltar el pellejo éste regresaba a mi realidad y de pronto me caían de nuevo como veinte años encima. Vi el resto de mi cuerpo y noté tambien que, mis músculos, los cuales no eran de fisicultorista, estaban como guangos y otras cosas que antes fueron firmes, ahora estaban flácidas y caídas, me volteé y vi a mis nalgas, esas que alguna vez fueron muy firmes y levantadas, ahora parecía trasero de vaca lechera, huesudo. 
- ¡Va! le dije al que estaba en el espejo y me fuí para el baño, pero algo me hizo regresar y volví, me paré frente al espejo amarillento y burlesco. Entendí que tambien el espejo había envejecido _¿cómo es posible? me dije _¡tambien tu ya no eres el mismo! ¡Mírate! tienes unas manchas en la luna reflectora y en algunas orillas, una zona ennegrecida. _¡Vaya, tu estas viejo tambien! ¡Jajaja! ¿ahora quién ríe a costillas de quién? Le grite al espejo, éste obviamente no dijo nada, pero creo que si le afectó. _Y, yo pensando que tú eras el culpable de mi desgracia, pero no. Le dije a mi espejo. Mi mente, el cuarto y el espejo, quedó en silencio por un rato, tratando todos de asimilar lo que ahí sucedía, después de ello, me volteé y vi a toda mi recamara ¡vaya sorpresa! todo en aquel cuarto había envejecido junto a mi y mi espejo. 
- ¡Ja! Vi a mi espejo y sentí como si él me hablara y yo concordé con él y con su observación.
- ¿Qué nos has hecho, Tiempo? ¿Por qué tanta crueldad? ¿Qué pasa contigo? ¿Qué te hemos hecho, para esta crueldad contra nosotros? 
En ese instante recordé, cuando éste espejo llegó a mi cuarto, frente a él, un joven con mucha juventud, con gallardía, orgullo, demasiado diría yo, un joven que tenía todo a mis pies. 
Recuerdo, cuando mi padre me aconsejaba y yo le respondía con tanta insolencia.
- ¡Cálmate viejo! ahora son otros tiempos, tú no estas en la onda, ya estas ruco.... 
- Sal de mi cuarto por favor y no me molestes más. Una lagrima se corrió por mi acartonada piel, pero ésta no siguió el camino recto que antes seguía hasta las comisuras de mi boca, hasta llegar a mi barbilla y por ella caer al abismo, ahora la lágrima jamás llegó a su recorrido final, pues quedó atrapada en un surco de mi piel y ahí se evaporó.
- ¡Sí! fuiste tú, Tiempo, quien ha acabado con todos y ahora quieres acabar conmigo y mi espejo. No cabe duda que mi arrogancia seguía viviendo conmigo, que no, había aprendido lo que mi padre siempre me quiso enseñar y seguro -creo, pues nunca lo escuché- era la sabiduría para aceptar esta etapa en la vida de cualquier hombre. Que la juventud es un tesoro, que se gasta como toda fortuna y que la extrañas cuando ya no tienes nada de ella. Mi tesoro se había agotado hacía mucho y ahora era un hombre pobre, en cuanto a juventud y que el Señor Tiempo no daba crédito ni prestamos, sería inútil pedir un poco de tiempo para atrasar su caminar implacable, que él era el único que si sabía utilizar la balanza de lo justo, con toda honradez y que no importa quien fueras, pasarías por todas las etapas de la vida, y que ésto aplicaba tambien a los animales, a las plantas, en fin, al planeta entero, ni éste se salvaba. 
Mi padre había descubierto ésto, que yo ahora lo descubría con mi amigo el espejo. Pensé, _¿qué habría pasado si yo hubiera escuchado a mi padre, ese viejo sabio cuando quiso hablarme? no sé, siquiera si éste sería el tema ese día, pues nunca más volvió y si éste no era el tema de ese día, con seguridad lo habría sido otro día. 
Pero yo estaba ocupado, despilfarrando a manos llenas mi parte del tesoro de la juventud. Lo que me consolaba, era que seguramente nadie había escuchado a su padre en su momento, pues todos seguíamos envejeciendo.
- Tiempo, ¿qué debo de hacer para detenerte, aunque sea por un segundo en el tiempo de mi vida? El tiempo me vió con ojos de extrañeza, como diciendo ¿quién te crees qué eres, para tener esa dicha?
- Es cierto ¿quién soy? para tanta dicha, ¡robarle un segundo al Señor Tiempo!
Vi a mi reflejo en el espejo, éste me consoló por un momento, por un segundo, haciéndome ver como el joven que un día fuí, pero en un parpadeo volví a ser lo que ahora era, un hombre viejo. 
- ¿Qué extraño? Pues en ese momento, en ese parpadeo me sentí muy bien, me sentí como el joven que deseaba volver a ser. _¿Qué era eso que sentía? ¿Será ésto lo que mi sabio padre me quiso compartir? _Pues realmente me siento bien... el espejo brilló de nuevo, justo como al principio, y pensé _¿Quién quitó la sabana con la que cubría a mi viejo espejo? ¿Eres tú padre? _Pero que tonterías digo, ¿me estaré volviendo loco? ¿Será ésta, esa locura senil? Agite mi cara por los costados, como reseteando mi cerebro y volví a sentirme bien. Me acerqué más a mi espejo, tanto que tope a mi nariz llena de grasa y pecas y no digamos de pelos, que habían llegado un día y se habían quedado ahí para el resto de mis días. 
- ¡¡Wao!! ¡¡Espejo, tú lo sabías!! ¿acaso tú escuchaste a mi padre? ¡Ahí está! Efectivamente ahí se encontraba el joven que un día fuí, no había cambiado, mucho menos había muerto ¡¡No!! seguía vivo y esperando por mí, para disfrutar nuevamente de la vida.
- ¡Hola! me dije y comprendí que Yo y el Espejo, no habíamos cambiado, siempre estuvimos ahí, lo que había cambiado el Señor Tiempo -quien ahora sonreía con mucha satisfacción- pues, no me había dado un solo segundo, me estaba dando toda una vida, hasta que yo lo quisiera. Entendí que éste era el divino tesoro, uno tan rico, que no alcanza una vida para gastarlo. De lo que estoy hablando es... 
Que el Señor Tiempo, acaba con todo lo terrestre, pues el tiempo le pertenece a lo terrestre y por ello tiene poder sobre él, pero Yo, no pertenezco a lo terrestre, Yo soy un ser invaluable y no pertenezco a éste mundo, soy de uno superior y tengo la dicha de nunca envejecer. Lo sé, pues tengo ganas de todo lo que un niño, un joven, un adulto, desean, el problema es que el cuerpo se ha dañado tanto, al grado de no responder a mis órdenes, pero Yo, sigo siendo el mismo, nunca cambié y eso lo sabía mi padre y tambien mi fiel amigo El Espejo, compinche del Señor Tiempo. Pensé.
- Al diablo con este traje terrestre, lo exprimiré al máximo, hasta que no de para más y cuando ya no me sirva para nada me largaré y encontraré uno nuevo. 
Pero al decir ésto, entristecí por un momento, al darme cuenta de que éste era un circulo vicioso, uno, mordiéndose la cola. Me dije: _Que triste, pues para cuando me venga a dar cuenta de ello ya estaré otra vez viejo. _Que pena no entenderlo de joven pues, de ser así, cuidaría a mi cuerpo para que éste me durará más de cien años.
- Es eso ¿verdad Señor Tiempo? El Tiempo asintió y mi espejo brilló. 
- Esa es la clave de la eterna juventud, estoy exagerando, no eterna, pero si longeva.
Ahí estábamos otra vez: el Tiempo, Yo y mi Espejo. _Vaya paradoja ¿no? 
Deje a mi espejo y me dirigí al baño; ése día, me dí un delicioso baño, lo disfruté como nunca, y es que ese era mi nuevo lema: disfrutar al máximo todo y cuidar mi cuerpo al máximo, como ahora estaba, pues todavía me servía para mucho. 
Cuando salí del baño, me pare nuevamente frente al espejo; el Señor Tiempo ya no estaba.
Me paré frente a mi espejo y lo que en él ví -no lo que reflejaba en realidad- fué a un muchacho veinteañero, me vestí y me arreglé como nunca y, volvimos a ser los de siempre: Yo y el Espejo. 
Suspiré como nunca y él brilló como siempre.... 


















No hay comentarios.:

Publicar un comentario