martes, 6 de enero de 2015

La maldición de los mariguanos de la zona 1: La madriguera


El lugar se ennegreció y solo se escuchó un aleteó fuerte y con cada aleteo en asenso le provocaba un dolor inmenso al mariguano acechado desde hace una hora, hasta que por fin, fué capturado y con ello le fueron clavadas las garras en los hombros del desdichado, éste se queja del dolor, pero nadie escuchara sus lamentos, sus brazos inmóviles e inservibles a consecuencia de la penetración de las afiladas garras en sus hombros, que con cada aleteo para ascender hacia la luna o al menos eso pareciera, éste mariguano siente un jalón que le produce un desgarre en sus músculos de la clavícula y los de su pecho, una angustiosa experiencia que hasta hace un rato se percató que era la realidad y no una falsa realidad provocada por la droga. El humo que llena sus pulmones. Lo único que hizo al principio fue patalear pero al darse cuenta que sus intentos por librarse de su cazador eran infructuosos y lo único que con ello conseguía era provocarse más dolor en sus hombros, los cuales ahora a dejado de sentir pues se ha desmayado por el mismo dolor.
Cuando volvió en sí, aun estaba en los cielos, levantó su cara para ver quien lo llevaba y lo único que logró ver fue algo muy negro y un par de alas desplegadas pues ahora se encontraba planeando por los oscuros cielos de la zona uno. 
Luego de pasearse por unos minutos sobre la ciudad, específicamente los cielos de la zona uno, se dirigió hacia el lugar en donde terminara con su presa.
El muchacho, después de haber escapado de una patrulla de policías con la droga en su poder, para esconderse en un lugar especial para éstos inconvenientes, dejó parte del botín escondido en ese lugar y salió de ahí solo, con lo que se consumiría por aquello de ser nuevamente perseguido por la autoridad y que ahora, con la mala suerte fuera atrapado por ellos, luego de caminar por las calles y avenidas de la zona uno, llegó a uno de los tantos parques de dicha zona; uno que se encuentra para llegar a la zona dos y dejar la zona uno, ese fue el que eligió y colocándose debajo de unos arboles que obstruían el paso de los rayos de luz de la luna, encendió su purito y le dió un jalón interminable, pues deseaba volar lo más pronto posible, se quedó con el humo lo más que pudo, para que con ello, la droga le hiciera efecto rápido; cuando exhaló el humo que sus pulmones no pudieron absorber para llevarlo al torrente sanguíneo, se elevó por las hojas de los enormes arboles del parque y para la mala suerte del mariguano, esa noche se encontraba su maldición descansando sobre los arboles, durmiendo plácidamente hasta que, a sus fosas nasales le llegó el escandaloso olor junto con él el humo de la mariguana, eso despertó su ira y empezó la cacería, mientras el drogo se escabullía entre calles, avenidas y callejones de la zona uno, de regreso por su mercadería, pensando que había burlado a la autoridad; sin saber que eso habría sido mejor para él esa noche. Fue ahí, cuando iba a entrar a su escondite, cuando fue atrapado y jalado hacia el espacio; en ese momento él pensó que lo había capturado la policía, pero cuando vió a sus piernas abanicarse en el aire y sentir el dolor en sus hombros, por un instante pensó que era el viaje deseado el que había dado inicio, pero no, ahora él era presa de su depredador, por lo mismo que la policía lo estaba buscando en los alrededores; la marihuana. Así fué como lo atrapó el peor enemigo de los mariguanos de la zona uno.
Éste fue cazado en la madrugada, así que luego de sobre volar por la zona capitalina y vislumbrar que muy lejos en el horizonte se empezaban a ver los primeros rayos solares no perceptibles para los parroquianos del lugar, pues ésto lo vió la pesadilla de los mariguanos en lo alto, muy alto. A una altura en donde no se podría ver por ojo humano, pues su color tan negro lo camuflaba perfectamente.
Al ver a los rayos solares apareciendo en el horizonte lejano, no quiso tomar riesgos de que alguien lo vea, así que empezó su vuelo hacia su madriguera, lugar en donde pasaba durante el día, escondido, alimentándose; muchas veces, con carne de mareros drogadictos y de todo aquel que consuma esa droga que lo vuelve loco y asesino. Dejó de planear y se dirigió a su cueva y hogar, empezó a aletear de nuevo y el dolor volvió al cuerpo del mariguano, quien gritaba de dolor, pero el frío que había en las alturas y el producido por el aleteo, por momentos le dormían el cuerpo haciéndole descansar del resquebrajante dolor. 
El mariguano sintió un olor que ya antes había sentido, uno que le producía nauseas, era un olor muy peculiar, el de los basureros municipales, se trataba del relleno sanitario de la ciudad, en uno de los lugares en donde rara vez llegarían los pepenadores y recicladores, éste quedaba en una de las laderas del barranco empleado para ésto, un barranco como lugar recolector de basura, el cual lo iban llenando de basura, para un día dejar de ser barranco y convertirse en un barranco rellenado con basura, el cual sería utilizado para construir casas, para la gente muy pobre de esas enormes ciudades, ahí era el lugar donde se encontraba el hogar del monstruo, enemigo de la droga. 
Cuando éste por fin llegó y descendió, como si se tratara de avión llegando al aeropuerto, de la misma manera descendió, hasta que pareció como si se estrellara contra las paredes del mencionado barranco pero no, con la pericia de una águila, con esa vista envidiable, entró por el agujero. 
Quien recibió un golpe, fué el mariguano, pues el agujero era perfecto para él sin colgantes en sus garras, así que el muchacho sintió como tronaron sus huesos, causándole fracturas en sus extremidades las que quedaron con huesos expuestos en el fémur; de nuevo lanzó un desgarrador grito, el cual hizo que los zanates y otras aves de rapiña del lugar se espantaran y levantaran vuelo antes de lo acostumbrado.
Adentro de la cueva, el olor era peor que el de afuera, pues ahí se mezclaban los olores del basurero con los de los cadáveres de su interior. En un lugar del enorme agujero, hecho perfectamente por su residente, un lugar como si la naturaleza lo hubiera preparado como hogar del depredador, pero en un buen porcentaje había sido hecho con mucha paciencia por su residente, tal cual, cuando un pájaro hace su nido sobre los arboles. 
El mariguano fué dejado tirado en un lugar de la cueva, mientras su captor se introdujo más adentro, se acomodó y se durmió por un rato. El drogo, levantó su cabeza para por fin ver quien era su secuestrador, pero lo oscuro del lugar y lo negro del misterioso depredador solo le deja ver una mancha negra, muy negra. 
Dirigió su mirada hacia donde le fué posible para ver que había en esa cueva. Lo que ahí vió, lo dejó paralizado pues, en otro espacio del agujero habían muchos huesos y calaveras humanas apilados, mezcladas con otros de vacas, perros y otros animales más que no logró descifrar, pues en ese momento se desmayó, debido al esfuerzo y los crueles dolores en sus hombros desarticulados y el de sus piernas fracturadas, además la droga estaba dejando de hacer efecto.
- ¡¡Ayyyyyyy! fué el grito que de su ser salió, cuando volvió en sí; solo logró ver un par de ojos de color amarillo huevo, con centros rojos como el fuego y sintió, cómo una garra lo oprimía contra el suelo, mientras con su hocico de pico dentado, le quitaba los pedazos de piel con carne de su pecho. 
Su agonía, la cual había empezado hace unas horas, estaba por terminar, pues luego de varios apretones con esas garras contra el rustico suelo, las cuales se introducían en su blanda piel, mientras que con el extraño hocico lo destazaba. 
Esos fueron los que por fin le provocaron la muerte.  



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