lunes, 23 de marzo de 2015

Los vendedores de libros


- ¿Hijo? Susurró mi madre en la puerta de mi cuarto, yo que me encontraba aun adormitado, pues, era un domingo por la mañana, a eso; como a las diez y media de la mañana.
- ¿Qué pasó madre? ¿Ya viste la hora? Dije algo molesto pues, mi semana había sido un poco pesada en la universidad, semana de exámenes semestrales.
- ¡Disculpe el señor pero lo buscan! me dijo con sarcasmo 
- ¡En tal caso, sácale la madre a quien te envió el mandadito! Sonrió mi madre con esa picaría que la caracterizaba, pensé _¡Debe ser algo especial pues, de no ser así los hubiera mandado mucho a la madre! Escuché cuando mamá dijo. _ ¡Pasen adelante, ya viene el haragán, siéntense! ¿Quieren tomar algo?
- ¡Un vaso con agua gracias!
- ¿Qué diantres pasará en la sala? Me apuré a vestirme y me arregle mi cabellera que aún tenía para lucir, me lave la cara y me embadurné desodorante y casi acabo con mi mejor colonia. Cuando salí de mi cuarto, me tope con el super tranquilo de mi padre.
- ¡Oye viejo! ¿quién está en la sala con mi madre? Mi padre ni se detuvo pues, llevaba prisa con rumbo hacia la cocina, pero escuche su vos tan suave, que dijo. _¡Son unos vendedores de libros!
- ¡¿Quéee?!
- ¡Lo que oíste! 
- ¡A la Vieja! ¡Vendedores de libros! ¿Pero quien fué el hijueputa, qué me envió a unos vendedores de libros y en domingo? 
- ¡Fué Jacobo! Dijo mi padre quien regresaba ya tranquilo de la cocina con su tasa de café en mano y se alejó al patio con una enorme sonrisa en sus labios. _ ¡Ve que hijo de cien mil prostitutas! ¡pero me va oír a hora mismo! Cogí la extensión del teléfono que había en mi cuarto y lo llamé.
- ¡Aló! Dijo Jacobo al otro lado de la línea
- ¡Vos cerote! le dije, en tono molesto.
-¡Ya llegaron! Dijo con emoción y agregó _ ¿Qué te parecen? _ ¿Qué me parecen? ¡Tú madre cabrón! Y le tiré el teléfono. 
- ¡Ésto no tiene sentido! ¡El cabrón, está emocionado, mi madre condescendiente y mi padre sonriente! ¡mejor salgo! 
Y así lo hice, salí a la sala y a la primera que ví fué a mi madre, quien al verme se puso de pié diciendo.
- ¡Bueno, por fin, acá se los dejo! Se levantó y se retiró a sus quehaceres; yo salí y al estar frente a los vendedores de libros, quede estupefacto; sin palabras, mi pensamiento repitió. _ ¡Bendito seas Jacobito, amigo mio, mi hermano!
Al estar parado frente a los vendedores de libros, se pusieron de pie y me extendieron sus manos para presentarse. Yo, que aun no me la creía, robóticamente extendí mi mano, con el cuerpo sin alma pues, mi alma andaba en otro lado en ese instante.
- ¡Hola Sergio, Me llamo Bety! Dijo la rubia, como de un metro setenta y cinco de estatura y medidas 90-60-90 cualquiera hubiera dicho: ¡¡Miss Venezuela!!
- ¡Hola Sergio, yo soy Verónica! Dijo la trigueña, un poco más alta que Bety y muy exuberante, al menos eso veía mi alma, quien les estaba dando vueltas al rededor de sus cuerpos, como escaneándolas. 
Eran perfectas. Verónica sería: ¡¡Miss Brasil!! No se, como pude, pero les dije 
- ¡Siéntense por favor!
- ¿Les ofrezco algo? _ ¡No gracias ya tu mami nos dió agua gracias! 
Me senté y ellas a lo suyo, empezaron su charla, yo las dejé que sacaran su arsenal y las veía sin escuchar nada, absolutamente nada de lo que se habían aprendido en su entrenamiento, yo seguía agradeciendo a Jacobito, a mi madre por no mandarlas a la chingada.
Al final, me dije: _ ¡Ya mucha charla, ahora les toca oírme a mí!
- ¡Vean Bety y Verónica! No estoy interesado en comprar absolutamente nada de lo que me ofrecen y no es que no me interesen, pues, son maravillas literarias, pero ahora simplemente soy un estudiante y mi presupuesto no da para meterme en una deuda. Y agregué.
- ¿Qué les parece, si guardamos los libros? hoy es domingo y el día está muy bello, ¿me aceptarían qué las invite a almorzar? ¡para conocernos mejor!
- ¡Bueno yo no puedo! Dijo Miss Brasil, pero Bety, ¿tú si puedes, no es así?
- ¡Bue...no! Dijo una sorprendida Bety por su hermosa amiga y yo al verla titubear aproveché.
- ¡Bueno no se hable más! ¡Hoy Bety y ¿Verónica, quedamos pendientes?
Así empezó mi hermosa amistad con Bety, la hermosa rubia vendedora de libros, la Miss Venezuela. 
Pasó un tiempo prudente y Bety pasó de ser una simple vendedora de libros, a ser la flamante novia de Sergio. La pasamos muy bien durante varios meses, yo ni me la creía y es que era una mujer bellísima, aún hoy me pregunto, _¿por qué Jacobo me las envió?, a lo mejor se sintió menos y pensó _¡Estas pulgas, jamas brincaran en mi petate! Y seguro dijo: _ ¡Sergio nunca piensa de esta manera, que le aprovechen!. 
Y, si que aproveché pues, si algo me caracterizó siempre, fué mi exceso de confianza y la casaca que no me falló nunca, con lo de los discos viejos de mis padres. Pero como toda buena aventura o historia tiene su fin, un día se terminó mi historia de amor con la vendedora de libros rubia. 
- ¿Y, Bety hijo? preguntó mi madre, le comenté que llevabamos varias semanas sin saber nada el uno del otro. _¡Qué lastima! muy bella la vendedora de libros ¿no? 
- ¡Si madre!, pero pronto vendrá la sustituta ya me conoces, que no puedo estar solo mucho tiempo.
- ¡Pero, como Bety no creo mijo! Yo suspiré y pensé _Pues, tiene razón mi madre; pero algo bueno aparecerá pronto.
Mientras, seguí con mis idas y venidas a la universidad, dedicado a mis estudios pero siempre recordando a mi hermosa Bety.
Recuerdo muy bien que un día salí algo tarde de la universidad, y no me sentía con ganas de regresar a casa, desdí tomar un bus con rumbo a la zona viva, lo abordé, pagué y me dirigí al lugar de costumbre hasta el asiento de atrás, siempre lo hacía pues, era un buen lugar para chequear a todos los que se subían al bus y si en una de esas se subía una hembra en todo el sentido de la palabra pues, me arreglaba mi melena, la cual extraño tanto, y como fiel pirata con sable entre los dientes, ¡al abordaje! sin aceptar nunca una respuesta negativa, siempre insistía hasta conseguir minimo, el número de teléfono del prospecto, para continuar con la faena en otra oportunidad si en ese instante se hacía algo dificil la chica. Pero nada de ello sucedió pues mientras iba hacía mi lugar preferido, como dije antes, sin percatarme de los pasajeros que ya iban en el bus agarrándome de los asientos para no hacer el ridículo así iba con mi mentón en lo alto muy erguido el señor, cuando alguien me tomó del brazo y escuché ésto.
- ¿Sergio eres tú? baje la vista para ver quien me tenía tomado del brazo y me hablaba con una melosa vos.
- ¿Me recuerdas, soy yo?
- Y, según recuerdo, ¿me debes una invitación a almorzar?
- ¿Cómo olvidarlo? ¡hoy es el día!, ¿no te importa si te invito a cenar y luego a bailar?
- Esa idea es inmejorable ¡acepto!
Era Mis Brasil, sí, la trigueña mas alta que Bety, con un cuerpazo exuberante, claro, era Verónica.
Y allí empezó una nueva historia de amor con la otra vendedora de libros, ¡Bendito Jacobito!
....Pero, ésta es otra historia....


Tomado del libro: Historias de un adolescente tímido, de Sergio Raga

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