domingo, 12 de abril de 2015

Ansiedad (De la serie: Como me lo contaron te lo cuento)


El periodista arreglaba todo previo a la entrevista, revisaba su agenda, le hacía pruebas de audio a su grabadora, acomodaba los almohadones de los muebles para que nada le incomodara a la persona a quien esa tarde él entrevistaría. 
A la hora puntual sonó el timbre de la puerta, al abrirla frente a él, la persona a quien esperaba para entrevistarlo.
- ¡Hola! ¡Muy puntual! se dieron la mano y la sacudieron, el apretón de quien llegaba hacía evidenciar una gran seguridad en él.
- ¡Por favor! ¡pase, pase! Él joven entró en casa de quien tenia anisas de escuchar la historia completa de lo poco que había escuchado y por lo que se había interesado tanto en entrevistarlo.
- ¿Desea tomar algo... un café, una cola, un trago?.... ¿algo? el joven sonrió y entonces le solicitó a su anfitrión.
- ¡Un vaso con agua está bien! El periodista salió casi corriendo y regresó con una jarra llena de agua fría y un par de vasos.
- ¡Bien! ¿cómo te sientes? Dijo Pedro, el periodista a Juan el entrevistado.
- ¡Excelente! ¡Gracias!
- ¡Ni un poco ansioso!
- ¡No!
- ¡¡Jajajajaja! Rieron los dos, luego de un breve silencio, Pedro dijo.
- ¿Entonces empezamos? Juan se acomodó y en ese momento no pudo disimular que su rostro palideció un poco, pero tomó un suspiro profundo de aire y pensó: _ ¡Ánimo, es por mis hermanos en la ansiedad! Tomó un trago de agua y esperó para iniciar su relato, mientras que, Pedro seguía atareado con lo suyo; luego tomó la grabadora y la acercó a él, y dijo.
- ¡Octubre 21 de 1985! Entrevista a Juan, paciente con ansiedad, quien vivió penosos momentos a su corta edad, algo que le dió fuerzas y valor para ahora conocer muy bien esa tan menospreciada enfermedad, una a la cual ahora comparamos como sinónimo de cáncer en el alma o en la psiquis de cualquier persona, una enfermedad de la cual pocos han salido victoriosos y  han logrado vencerla, es decir, les llegó, la vivieron, la sufrieron y como llegó se marchó, claro, con la ayuda de especialistas y otros con una tremenda fuerza de voluntad. No así, otros que salen y entran se van y regresan a lo largo de un calvario por el resto de su existencia. Y, los menos afortunados, los mal llamados débiles que decidieron terminar con su propia vida a consecuencia de éste horrible padecimiento; _ ¡El cual trataremos de entender hoy con la ayuda de Dios y de nuestro invitado, Juan!
- ¡Bueno Juan, es tu turno, cuenta tu historia! Juan sonrió tímidamente, bebió agua y de nuevo lleno sus pulmones de aire.
- ...Todo empezó una mañana, cuando estuve a punto de fallecer por consecuencia de un shock anafiláctico, luego de una inyección de penicilina, para ser más exacto, la última del tratamiento... Así empezó Juan su novela y, prosiguió; _ .... Luego de idas y regresos de las emergencias a hospitales públicos y privados, por fin, un médico al que le agradezco mucho; llamó a mi madre, mi acompañante en éste nefasto camino y le sugirió.
- Señora cada que estoy en turno en la emergencia llega usted con su hijo y según me cuentan el resto del personal vienen a diario, sepa que su hijo clínicamente esta sano, el problema de él esta en su mente, yo, le sugiero que lo lleve con un psiquiatra o un psicólogo pues, nosotros no podemos hacer nada por él. No piense mal; si nos necesita venga sin pena que nosotros atenderemos la emergencia de su hijo. 
Mi madre entendió y ya conmigo estabilizado, regresamos a casa, aunque mi mente me repetía que mañana estaría nuevamente aquí.
En el camino a nuestra casa mi madre no dijo una palabra y yo respeté su silencio, cuando estuvimos en casa, salieron como todos los días, mi padre y mi hermana, para recibirme y se alegraban de verme tan normal luego de una pesadilla que les había hecho vivir horas antes. 
Mi madre entró, se sentó y descansó. Luego, hablaron con mi padre respecto a la platica con el medico de la emergencia del hospital, mi padre se rasco la cabeza con mucha preocupación y luego dijo.
- ¡Si esa es la solución, lo haremos! ¡Sé que es caro pero ya encontraremos la manera de ver como nos la arreglamos pero, no podemos seguir así! Dijo mi padre, algo que me preocupó pues, éramos pobres y esas consultas psiquiátricas eran muy caras.
Mi madre se dió a la tarea de averiguar quien de nuestros vecinos conocía a algún especialista que nos pudiera recomendar y alguien nos recomendó con un pariente muy lejano. 
Ese mismo día mi madre hizo una cita con el psiquiatra.
Al día siguiente nos hicimos presentes con él yo, ya me sentía un poco inquieto, él me dió un calmante que jamas supe el nombre del medicamento y eso me ayudó por ese día en nuestra primera terapia, luego llegó otra y otra; hasta que un día, llegué con él a la hora en punto, él me recibió y entré en su consultorio, pero por algún motivo ese día yo llegué con un nivel de ansiedad algo elevado y él se percató de mi estado.
- ¿Vienes con ansiedad? Me dijo. Yo le dije que si, para ésto mi ansiedad se disparo y ya no pude controlarme; el médico me dijo.
- ¡Contrólate Juan! 
- ¡Eso trato Dr.! ¡Pero no puedo! El médico me vió y con mucha indiferencia me dijo.
- ¡Si no te controlas se terminará el tiempo de tu consulta y de todas formas la pagarás!
- ¡Le juro que deseo controlarlo pero no puedo, ésto es mas grande que yo Dr.! El médico no dijo nada, ni siquiera me vio y el silencio llegó; uno muy largo, yo le dije.
- ¿Dr. y si me da algo para ayudarme? El galeno no respondió, sencillamente se dirigió hasta donde se encontraba su saco, lo tomó  _por un momento pensé que en el traía la pastilla que me tranquilizaría en el saco_ pero no, del saco sacó una cajetilla de cigarros, sacó uno y lo encendió y regresó hasta su diván, se acostó en él y dejó salir una cantidad horrible de humo algo que incremento mi ansiedad, luego de verme de pié dando vueltas por toda la clínica, me dijo.
- ¡Contrólate Juan solo te quedan ya 20 minutos de terapia! Y, ¡recuerda que la tienes que pagar!
Ahora la ansiedad en mi cuerpo era insoportable y el humo me la estaba incrementando aún más, entonces pensé.
- ¿Qué sentido tiene seguir acá? ¡si de todas maneras éste desgraciado no hará nada por ayudarme y ese maldito humo, me esta ahogando! Decidí entonces, lo siguiente:
- ¡Gracias por su tiempo Dr.! ¡qué Dios le bendiga por su actitud! Saqué mi billetera, extraje el dinero que quien sabe como lo conseguían mis padres, lo puse sobre la mesa de centro y me retiré. 
El condenado galeno ni se inmutó, recuerdo que ni los ojos abrió, me ignoró por completo...

Juan hizo una pausa pues, su relato le había incomodado, se paró por un rato y dio varios pasos con sus ojos todos vidriosos, luego regresó y tomó más agua. Pedro quien tenía en pausa la grabadora le preguntó.
- ¿Estás bien Juan? ¿Deseas continuar o lo dejamos para mañana? Pedro, se veía muy preocupado por Juan, Pero Juan regresó a su lugar y después de unos minutos esperando que el nudo en su garganta pasará y le permitiera hablar, dijo.
- ¡Continuemos, estoy bien Pedro! Pedro insistió.
- ¿Estás seguro! Juan le respondió con un movimiento en su cabeza, Pedro le dió play a la grabadora y Juan siguió con su historia.

... Salí de la sala de consultas, mi madre me vió salir de ahí muy mal y se dirigió a encontrarme yo le dije _ ¡Madre sácame de aquí! _Si hijo vámonos! 
Mientras salíamos de la clínica, con la cara de asombro en la secretaría esta me gritó.
- ¿Le pongo cita para la próxima semana Juan? 
Los pacientes que esperaban sabían lo que yo estaba viviendo en ese momento, y se condolieron de mí y seguramente criticaron a la pendeja de la secretaria.
Ya en la calle, mi madre quería saber que había pasado, pero yo no podía emitir palabra, cuando pude le dije _¡Madre siento que moriré!... ¡Mamá me muero!
- ¡No hijo lindo! ¿Dios mio que hago? Yo que sentí que moría, quise salir corriendo pero mi madre me sujetó fuertemente contra su dorso. Sino lo hubiera hecho habría muerto, no por la crisis de ansiedad que sentía, sino atropellado.
- ¡Mirá ahí hay una farmacia! ¡vamos, a comprarte algo que te ayude! mi madre casi que me arrastró hasta la pequeña farmacia, pues se encontraba en una pequeña y vieja casa, rodeada de los edificios. Yo no sé ni como llegué, pues la farmacia que estaba a paso de perico para mi estaba muy lejos, yo la veía muy lejos de mí y en mi pecho sentía un dolor que me anunciaba el fin de mi vida, mis músculos empezaban a traicionarme, pues empezaban a ponerse rígidos, cuando sentí; las campanillas que sonaron al abrir la puerta de la pequeña farmacia me hicieron tener un respiro una esperanza. Habíamos llegado, sentí como aquel perdido en el desierto que de pronto se encuentra con un oasis.
- ¡Adelan....! dijo el boticario, pero no termino la palabra pues, de inmediato supo lo que yo llevaba adentro de mí _¡Ataque de ansiedad, ahora traigo agua! dijo el señor y se entró en un apartado de la farmacia mientas yo caía al suelo con una desesperación horrible, mi madre desecha pero sin permitir que una sola lagrima saliera de ella, para darme y contagiarme su fuerza pero pienso que mi madre sufría al ver a su hijo arrastrándose en el suelo, pues, era lo que por un rato me daba un poco de alivio.
- ¡Aquí esta m´ijo levántate! Dijo el boticario. Mi madre me ayudó a ponerme de pié.
- ¡Ven hijito, tómate esa pastilla; te ayudará! cuando estuve de pie, los músculos de mis hombros y espalda alta no dejaban de moverse hacia arriba y abajo de manera involuntaria, el señor me dió una pastilla la cual introduje en mi boca, ésta entro cerca de la comisura de mi boca pues, la rigidez de mis brazos no me permitían coordinar bien mis movimientos, luego agarre el vaso con agua y con un temblor en mi mano como anciano con alzheimer provocaban que el agua cayera por doquier, tomé  como pude el agua, pero mi lengua ya no respondía a mi orden y el agua se caía al suelo por las comisuras de mi boca yo sentía que me ahogaba. El boticario le dijo a mi madre _ ¡que no tome el agua pues, podría ahogarse, podría irse el agua a sus pulmones!  _¡él ya no puede beber agua señora! ¡No en ese estado!
- ¡Por favor tráigalo para acá! Dijo el señor y se dirigió al apartado de hace un rato; abrió la puerta y nos invitó a entrar, la puerta quedaba como a tres metros de distancia, mi madre me tomó de nuevo y me ayudó a caminar hasta aquel cuarto. Pero mis piernas comenzaban a colapsar, mis músculos en mis piernas estaban rígidos, y mis pies comenzaban a torcerse y ellos se contraponían entre sí, en ese momento ya era un minusválido de teletón, mi madre me juntó contra ella y casi me alzó y caminó conmigo a cuestas, el señor al ver a mi madre luchar conmigo a cuestas, prácticamente; salió a nuestro encuentro y a mi madre ayudó a llevarme al pequeño cuarto. 
Allí había un sillón muy cómodo, seguramente donde él descansaba mientras llegaba la clientela me sentó y se retiró, mi madre usaba las enaguas de su vestido para darme aire pues, yo respiraba con mucha dificultad por más que jalaba aire a mis pulmones, éstos me pedían más y más, mis pies estaban encontrados frente a frente, mis pupilas completamente dilatadas, mi corazón se movía a una frecuencia que yo sentía que ya no podría más y lo hacía para llevar mucha sangre oxigenada a mi cerebro pues, ya empezaba a quererme desmayar, mis brazos no tenían concordancia; de mis manos caían gotas de sudor frío al suelo, mi boca era un desierto pues, mis glándulas no producían saliva, provocando en mi garganta una irritación que me hacía emitir un sonido que no era tos sino como expulsando un poco de aire o algo así, para que no se cerrara mi garganta.
El boticario regresó, y se paró a la par mía y de mi pobre madre, con las manos en alto le extraía el aire a una jeringa que contenía un liquido blancuzco. Y dijo.
- ¡Señora tengo que inyectar a su hijo pues, esta demasiado ansioso y puede pasar algo grave si no lo estabilizo!
- Por favor señor, Dios se lo pague! El boticario apretó una liga en mi antebrazo y me pidió que apretara mi puño pero eso era algo imposible, mi madre tomo mi mano y me ayudó a cerrarla. 
El señor dijo _¡No se preocupe señora, su hijo tiene unas venas galanas! El señor se acomodó y procedió a introducir la aguja, todos escucharon como sonó mi piel y también la vena, pues, la tensión nerviosa era tal, que mis poros estarían super cerrados. _¡Está muy tenso! recuerdo que dijo el señor de la farmacia. 
Cuando él empujó el embolo de la jeringa y el liquido salió por la aguja y éste, se mezcló con mis glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas y plasma de mi sangre, el corazón que seguía haciendo su trabajo a mil por hora, de inmediato llevó el liquido blancuzco hasta mi cerebro. Yo sentí cuando éste llegó; llegó como si fuera una ola violenta pegando contra las rocas en despeñadero. No pude evitar que mi cabeza se hiciera hacia atrás pegándose con fuerza contra el sillón y un mareo extraño sentí en mi cerebro, en pocos segundos, todo volvía a la tranquilidad: Mis pupilas se cerraban evitando que la molesta luz llegar a mi cerebro y permitiéndome ver mejor, mi garganta se relajaba y el sonido se calmaba, mis glándulas salivales emitían el ansiado liquido, la saliva; mis atrofiados y adoloridos músculos se relajaban en mis brazos y mis piernas, el incomodo calambre de mis piernas le permitían a mis pies regresar a su estado natural, de mis manos con los dedos acalambrados dejaban de gotear sudor pues, éste ya no estaba presente, mi corazón regresaba a su velocidad normal, mis pulmones los cuales hace unos minutos estaban llenos de aire pero aun así, pedían más y más aire, se relajaban y por mis vías respiratorias sentía como la cañería estaba sin obstrucción y como el fresco aire llegaba a ellos, trasladándose a mis venas la oxigenación requerida para evitar el mareo que ya sentía y mis pensamientos volvían a ser los de una persona normal, el dolor abdominal debido a los movimientos involuntarios le permitían a mi estomago o a mi abdomen descansar, llegaba a mi rescate un delicioso sueño, mis parpados, hacía un buen rato que ya no me brincaban estaban tranquilos, pero un peso delicioso los cerraba pues, deseaba dormir, el cansancio en todo mi cuerpo me lo provocaba había sido un ataque de ansiedad muy fuerte y eso me tenía agotado. 
Ahora podía hablar, pero quedé dormido, lo ultimo que escuché fue cuando el boticario le decía  a mi madre. _ ¡Dejémoslo descansar! ¿quiere un vaso con agua o un té?
Mi madre le dió miles de bendiciones al señor y le agradeció miles de veces también. 
Por fin desperté, ellos a la par mía cuidando mi sueño. _ ¿Cómo te sientes? preguntaron los dos, yo les dije: _ ¡Me siento bien!
El farmacéutico preguntó que me había causado el ataque de ansiedad yo les conté lo sucedido en la clínica del Dr. a él y a mi madre, quien aún ignoraba lo sucedido adentro de la clínica.
- ¡Viejo maldito! Dijo mi madre y ya no pudo más y echó a llorar, estaba desahogándose de la tensión que le había tocado vivir por mi culpa, el señor le trajo una vez más un vaso con agua y le permitimos llorar. Por un largo rato estuvimos en silencio, respetando el dolor de mi madre. 
Cuando todo estuvo bien, mi madre le dijo al señor: _ ¿cuánto le debíamos por su ayuda, las medicinas y la inyectada? el Señor dijo, solo le cobrare la ampollita que le inyecté.
- ¿Pero y la pastilla, y la puesta de la inyección y además su tiempo? El señor dijo de nuevo.
- ¡Solo la ampolla señora, no se preocupe! Además quiero ofrecerle mi ayuda.
- ¿A qué se refiere? preguntó mi madre. El señor dijo
_ ¡Yo puedo darle la terapia a Juan, verá yo soy psicólogo, pero no me pude graduar solo cerré el pénsum de la carrera y, será un placer para mi atenderlo!
- ¿En serio y cuanto seria por sesión? el señor sonrió y dijo.
- ¡Nada mi señora yo, solo quiero ayudar a Juan!

A la semana siguiente llegamos mi madre y yo a la consulta, él señor farmacéutico me recomendó tomar unas pastillas que me ayudarían mientras la terapia empezaba a hacer su efecto en mi. Las dos primeras sesiones mi madre me acompaño como siempre, está vez el Señor le dijo que ya no llegara más, que yo debería llegar solo. A la tercera sesión llegué solo a la farmacia pero mi madre me esperó afuera a una cuadra para no ser vista por el señor boticario. 
En esa sesión le pedí a mi madre que no me acompañara más, que yo estaba bien y debíamos hacer las cosas como él las ordenaba; mi madre me daba la bendición. La paz había regresado a mi hogar, yo estaba bien....

Luego de un silencio y con una sonrisa en nuestras bocas, Pedro me dijo.
- Y, ¿qué pasó con el psiquiatra que no te quiso ayudar?
- ¡Ese... Ese algún día la pagará, nada le costaba estabilizarme tal como lo hizo el señor de la farmacia! Y agregué _ ¡Se que hay terapias como esa, pero cuando el paciente ya esta descontrolado hay que estabilizarlo, no ser un desgraciado como lo fué ese!

Pedro llegó con su jefe y su reportaje para ser publicado. Se trataba de una revista medica y psiquiátrica semanal, pero su jefe a quien tanto admiraba, se negó a publicar el articulo aduciendo que si lo hacía el colegio de médicos y psiquiatras podrían molestarse y que eso le traería problemas con su revista. Pedro se retiró a su escritorio decepcionado, pensando que esa historia debía de salir a la luz pública. Pedro tomó su maquina de escribir y por un rato escribió, luego al terminar tomó la hoja y regresó a la oficina de su jefe.
- ¡Si usted no publica mi reportaje para que todos sepan que hay médicos desgraciados! ¡entonces tome!
- ¿Qué es ésto?... ¡Tú renuncia!
- ¡Si! 
Pedro renunció y meses después él sentía que le debía algo a Juan y al resto de enfermos con Ansiedad. Se dirigió a un periódico publico, quien publico el articulo, en una esquinita de la sección de salud, ésta recibió muchos comentarios vía carta, que Pedro debido a ello se incorporó a trabajar en dicho periódico. 
Su articulo, tiempo después fue premiado no con un Pulitzer, pero si con un premio muy importante. Él ahora es editor de la revista médica de aquel periódico.


Ésta historia, es en honor a todos los que sufrieron, sufren y sufrirán esta horrible enfermedad una   que por mucho tiempo fue vista sin importancia. Los mismos familiares se expresaban despectivamente de sus familiares enfermos, otros los etiquetaban de locos.
Hoy día se le ha dado un lugar importante en la salud publica de muchos países pero, aún falta mucho por hacer.
También me llama la atención que Hollywood no ha tratado éste tema, ojalá y algún día le den la importancia que tiene, para que los cinéfilos y publico en general que siguen pensando que esta enfermedad es una tontería, vean una historia interpretada por una gran estrella y sepan realmente lo que es: "Un Ataque de Ansiedad".

La historia que les conté, en un 90% fué tomada de un relato real, el 10% restante, sirvió para darle sentido a la historia, es decir, un marco y cuerpo, para que tú la entiendas a cabalidad.
Gracias por entender ésta enfermedad, una de la cual nadie está exento pues, en cualquier momento y por cualquier motivo puedes caer en un  ataque de pánico, de ansiedad y vivirla si tienes suerte una vez, pero hay quienes la viven y vivirán toda su vida.
Habrá quienes sepan convivir con ella, otros vivirán drogados o alcoholizados para evitarla y lo peor será, aquellos que no la soporten y decidan quitarse la vida.
Para todos ellos, es esta historia.












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