miércoles, 15 de abril de 2015

Mi Padre y la Caja de Cartón


Cuando era un niño a casa llegó papá
con una caja de cartón entre sus manos.
Yo le dije: ¿Qué traes ahí papá?
Mi corazón se aceleró pensando, en que por fin 
lo deseado por largo tiempo, había llegado a casa.
Mi padre me sonrió dulcemente y con mucho cuidado
sobre el suelo colocó a la pequeña caja de cartón de color café. 
Yo vi que la caja se movió o, al menos eso pensé;
tal vez mi imaginación me jugo una mala pasada    
y me hizo ver algo que no era.
¿Qué hay en esa caja papi? pregunté una vez más.
Papá, sonriendo me dijo: ¡Es una caja de dulces, solo para tí!
La desilusión me invadió y no pude disimularlo ante mi padre,
él seguía sonriendo. ¿No los quieres? Me preguntó.
Yo sonreí y por pena con mi padre, dije: 
¡Pero papi, si quiero dulces en la tienda hay!
Y, ¡muchos! ¡de todos los sabores!
Le recriminé, pero él seguía con aquella sonrisa en sus labios.
Entonces me dijo: ¡Ábrela hijo, es para ti! ¡Es tuya!
Con mi corazón roto hasta la caja me acerqué,
deseando con todas mis fuerzas que esa caja de cartón 
no fuera una con muchos dulces.
A ella me acerqué y a mi lado mi padre se colocó. 
¡Ábrela con mucho cuidado, solo para que no se desparramen 
en el suelo! ¿ya sabes como se pone mamá con el desorden?
¡Sí papi, no te preocupes! le dije. 
Ya me encontraba junto a la caja de cartón y mi padre
con esa sonrisa en sus labios; al fondo, mi madre tomándose el rostro 
con sus manos, como fiel testiga.
Algo llamó mi atención y fué una lagrima que corría por su mejía.
En eso recordé lo mucho que a ella le gustaban los dulces; 
me dije: ¡Seguro los quiere para ella! ¡Se los comerá todos!
¡Ábrela caja de cartón hijo, hazlo ya! me insistió mi papá;
entonces me acurruqué y procedí a obedecer la orden de mi padre.
Cuando la caja de cartón terminé de abrir... 
Lo que vi allí, casi me provoca caer al suelo de emoción, 
sentí como si el suelo se movió pero pensé
debe ser uno de peluche, ¡si eso es!
Mi padre me dijo:  ¿lo sacas tú o lo saco yo?
Pero padre, ¡acá no hay dulces, lo que hay es...!
¡Si hijo... un amiguito para tí! me interrumpió papá.
Mi padre lo sacó de la caja de cartón, que hasta hace unos minutos 
estaba llena de dulces; mi madre ahora tenía su rostro bien mojado,
sollozaba; pero me dije: ¡Seguro mi madre llora por los dulces, 
que ella pensó que en la caja de cartón venían!
Cuando mi padre de la caja lo sacó; grité: ¡Está vivo!
De brincos dí, con mi corazón rebozando de alegría,
el perrito le movía la cola a mi padre.
Él me lo dió y me dijo: ¡Es tuyo, tú amigo! ¡cuídalo bien!
¡Agárralo con mucho cuidado, no se te caiga!
Lo recibí y lo estreché contra mi pecho, él sintió como mi corazón
latía junto al de él, el mío de alegría, el de él posiblemente de miedo;
su cola no dejaba de mover, luego de un breve instante y que le dije
al oído: ¡Te amo, te esperaba, bien venido mi hermano!
Él me comió la cara con su lengua, como si mi cara 
fuera de caramelos, sus ojos se fijaron con los míos 
y fuimos muy felices. Mi madre, entonces se acercó
yo le dije: ¡Mamí en la caja no hay un solo dulce! 
¡Pero no te preocupes, yo te los compraré con mi mesada! 
pues, ella seguía llorando y mucho.
Mi madre me envolvió junto a él, mi perro, contra su pecho 
y a los dos nos beso, ella le dijo a quien no dejaba de su cola mover
¡Bienvenido a casa...!  ¿...?   ¿Pero cómo se llamará?
Los tres vimos a papá, él seguía con su sonrisa de oreja a oreja, satisfecho supongo.
Me vió a los ojos y luego me dijo: ¡Es tuyo, bautízalo tú!
El perrito era hermoso, era un pequeño orejón, de color blanco con manchas 
de color café, tiempo después supe que era de la raza Cocker 
Lo separé de mí y lo levante en el aire, como la película: "El Rey León" de Disney
Y lo bauticé; el nombre que le puse fué con el que siempre 
soñé que seria su nombre cuando a casa llegara.
El nombre que le puse, era el de mis sueños y a todos les gustó,
a mi perrito que parecía una vaquita lechera, yo lo llame:
¡Waldo! 
Ahora Waldo y yo somos inseparables, me come los calcetines
me muerde los pies, dormimos juntos, nos divertimos juntos
siempre juntos. Mis padres nos observan felices desde la puerta 
cuando en el patio en un día soleado lo baño, 
ellos se abrazan, creo que tambien nos aman.
¡Ah, aún no he podido comprarle sus dulces a mi madre! 
Pero, ¿creo que a ella, eso no le importa?

...Realmente es bello ser un niño, con sueños y, con padres que te hagan realidad tus sueños.
Sueños, que algún día yo les haré realidad a ellos. Gracias Papi y Mami, gracias Diosito, por mi nuevo amiguito: ¡Waldo!

Éste cuento, que en realidad no lo es, se lo dedico con todo mi corazón a toda la niñez, esa que tiene derecho a soñar, a ilusionarse, a jugar, a ser amados por sus padres, protegidos por la sociedad, por los gobiernos, que tienen derechos constitucionales, que tienen el privilegio de ser lo mejor en la vida del hombre: ¡Niños! Para ellos, es esta historia. En especial, para esos niños que lamentablemente no tienen la dicha y la virtud de ser, lo que son: ¡Niños! Ésos explotados y maltratados, muchas veces por sus propios padres, por sus propias familias, por el mismo estado y, ¡el colmo de los colmos! hasta por la misma iglesia... También para aquellos olvidados, por los niños inmerecidamente enfermos, algo que no logro entender, por qué enfermarse siendo niños. Ellos deberían de estar sanos, disfrutando de una etapa que nunca volverá.  Para ellos, tambien es ésta historia.
S. Raga





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