lunes, 11 de mayo de 2015

Los Bichos de Mayo


Recuerdo muy bien cuando el camión de mudanza llegó a mi antigua casa, un caserón que mis padres rentaban y lugar de mis primeras aventuras y travesuras, yo ignoraba el relajo y movimientos en mi casa, pues, mientras mis hermanos y empleados de la mudanza hacían la tarea de llenar el camión con nuestras cosas yo, me encontraba despabilado con mis juegos y mis amiguitos que nunca más volvería a ver en mi vida.
Luego de ese día nos encontrábamos instalados en nuestra nueva casa, nuestro nuevo hogar, algo dificil para mi, pues, no conocía a nadie. Esa tarde, mi madre me arregló y me dijo: _¡Bueno jovencito vamos a conocer tu nueva escuela!                   Yo todo emocionado, salimos de nuestra casa nueva, en ella, se quedaron mis hermanos haciendo el acomodo de todo, mientras tanto luego de media hora de caminata, mi madre y yo llegábamos a mi nueva escuela, si que era hermosa y muy grande. Nos dirigimos a la dirección, mi madre hacía el tramite del traslado, yo observaba el patio tan grande en donde jugaría en los recreos con mis futuros compañeros de grado. 
- ¡Lalito tu clase será segundo B! Dijo la directora. 
Mientras caminábamos por los largos pasillos, llegamos a un aula y la directora tocó a la puerta del segundo grado de primaria sección B. Entramos y ahí me quedé como pollito recien comprado. 
Ése día nos dejaron nuestros deberes y como era el mes de Mayo, cambio de estación; de verano caluroso a invierno frío, la seño nos dejó una tarea muy especial; la recopilación de insectos, los cuales serían colocados en un exhibidor con su respectivo nombre científico y el nombre "vulgar" entre otras características.
Al día siguiente, andábamos una cantidad de niños comprendidos entre los 8 y 10 años, buscando a nuestras especies para cumplir con nuestra tarea. Parecía que habían dado la orden: "Open Season"
La ventaja que teníamos era de que, como estrenábamos una colonia nueva, la cual estaba rodeada de barrancos con vegetación verde, muy verde y enormes bosques, el hábitat perfecto para una gran variedad de insectos, algo beneficioso para el estudiantado de las varias escuelas en la nueva colonia; no había por que pelear por alguna especie pues, abundaban ejemplares de la misma especie.
Con Mayo, llegaron las primeras lluvias pues, como no había nada de; calentamiento global, efecto invernadero, la capa de ozono aun estaba intacta, en fin, el hombre aún no había destruido parte del planeta, las estaciones eran muy puntuales al igual que lo entomológico del lugar. Y de la ahora lodosa tierra y del barro húmedo, salían a la luz algunos de los insectos tradicionales de la época: Zompopos de Mayo, ronrones, palomillas, hormigas aladas, etc.
Por las noches frías, en los focos del alumbrado público se hacían presentes una cantidad de centenares de ronrones, palomillas y otros insectos voladores atraídos por la luz, mientras ésto sucedía en la calle, yo los observaba desde mi ventana muy bien cerrada, en la cual se escuchaba cuando éstos pequeños pero muy molestos y ronroneadores insectos se agolpaban contra el vidrio de mi ventana, atraídos por la luz de mi casa, la que salia a través del vidrio muy bien cerrado. 
Yo veía a mis amiguitos disfrutando de jugar entre tantos insectos, agarrándolos con sus manos, otros atándolos a unos hilos y los cargaban como si anduvieras con un perro paseándolo por la noche; algunos me gritaban: ¡Lalito sal a jugar! pero mi nerviosismo y temor por esos insectos, los cuales se te podían meter entre la ropa y caminar en tu piel, eso era algo que me horrorizaba y salir a la calle en esas semanas de vida de esos insectos era algo impensable para mi. 
Mientras yo veía aterrado a través de mi vidrio protector, algo tenebroso e impensable sucedió y; se escucharon los violines de la obra maestra del señor Alfred Hitchcock: "Psycho" era mi madre quien gritaba mi nombre con desespero y mientras lo hacía los chirridos de los violines se volvían más agudos para mis oídos.
- ¡¡Lalito!!   ¡¡Lalito!!   ¡¡ven hijo!! Yo presentí que  algo terrorífico se acercaba.
- ¿Qué manda mami? Fueron mis inocentes palabras, las de un niño de solo 8 añitos.
- ¡Hijito hazme un favor, estoy cocinando tu cena preferida y se me termino!... era un ingrediente indispensable para aquel manjar... ¿Puedes ir a comprarlo a la tienda de doña Mery? La tienda de ésta señora quedaba exactamente a 200 metros de mi casa. Los violines chirriaron aun más fuerte y a una frecuencia que mi corazón se quiso detener.
- ¡¡Peero-o maaam-i loo-s ron-ro-nes esta-an ahí en too-d-a la ca-l-le!!
- ¿Les tienes miedo a esos animalitos de Dios? Preguntó mi madre restándole importancia a lo que me pedía, arriesgar mi integridad ante una multitud de insectos, supongo que en esos 200 metros habría un promedio de casi un millos de insectos ¿cómo haría para evadirlos un niño de apenas 8 años?
- ¿Peer-o maaa-mi por-qu-e no va mi her-ma.-na? Dije aterrado; a lo que mi hermana respondió de inmediato _ ¡Ni lo piensen, la novela esta de lo mejor!
- ¡Si hijo ve tú! dijo mi madre y yo, apelé _ ¡Per-o m-adr-e! Entonces la voz tierna de mi madre dejó de serlo y ya no suplicó; ahora ordenó.
- Ningún pero, ¡va y ya! Se escuchó como si adentro de la casa hubiera caído un trueno y cómo quien manda no suplica, no quedó de otra más que arriesgar el pellejo en la calle, atravesando la nube de insectos, tal cual sucedió hace miles de años en Egipto y sus plagas. 
Pensé: _¡Prefiero morir a manos de los minúsculos insectos y no en manos encolerizadas de mi madre!
Tomé el dinero del mandado, pero antes de salir vi por la ventana y ahí estaba mi némesis, esperando a que saliera, de mis amiguitos ya nadie la calle; ésta, estaba completamente vacía a excepción de los insectos voladores. Me dirigí al closet, saqué una gabardina larga a la cual le extraje un gorro incorporado y me metí en ella, até mis tobillos con las cintas de mis zapatos, abotone toda la gabardina, la cual era de mi madre, amarré una corbata de mi padre en mi cuello. Ya estaba listo para mi aventura, pero aún me quedaba un pequeño problema y era mi rostro. Pensé: _¿Y, si me trago alguno, y si se me meten por la nariz, o por un oído? Me dirigí a la cocina y extraje un colador de pastas, plástico, el cual até a mi cabeza para que me protegiera el rostro y a través de los minúsculos orificios del artilugio de la cocina, podría ver. Al llegar a la puerta que da para la calle, me detuve y antes de abrirla me santigüe; mientras, en mi casa todos se mataban de la risa por mi atuendo. 
Al abrir la puerta, salir y cerrarla, oí como mi hermana dió un escalofriante grito pues, no se pudo evitar que en ese momento se metieran a la casa algunos insectos. Mientras, yo corría como nunca por la oscura calle y por los orificios del colador los miraba y los oía cuando los insectos se agolpaban contra mi protector de plástico. A mi, nada ni nadie me detenía en mi carrera por mi vida; por fin llegué a la tienda de doña Mery, esperé a que ésta se vaciara y antes de entrar extraje mi casco protector para evita un mal chascarrillo, lo que no pasó inadvertido fue mi atuendo pues, noté como doña Mery me vió con cara de asombro y no pudo evitar reírse de mí, mientras ella me daba el encargo de mi madre yo me espantaba a los insectos que convivían con doña Mery, adentro de su tienda. 
Cuando recibí la mercancía, salí al umbral de la puerta de la tienda y afuera llovían insectos, coloqué de nuevo mi careta y la carrera dió inicio nuevamente, con rumbo a mi casa.
Cuando llegué, toqué como si una enorme fiera me acechara en la oscuridad; fué mi hermana quien abrió la puerta y a mi hogar entré, ahí me sentí a salvo, pero justo cuando mi madre recibió el mandado; los gritos iniciaron de nuevo ahí adentro de mi casa; mi hermana, mi prima y mi madre, deban de gritos y pataleaban pues, algo nadie tomó en cuenta y fué, que mi traje contra guerras químicas no había sido desinfectado y con él, casi cincuenta insectos adentro de la sala de mi casa, las tenía locas a las féminas de la casa yo, me senté en el sofá y disfruté viéndolas correr como locas por toda la sala, matando hasta el último de los insectos que se colaron en mi traje contaminado. 
Reí como nunca y espero que con esa lección ahora entiendan por que no quería salir esa noche y las noches que duraran, hasta que los insectos regresen a colocar sus huevos bajo tierra y supongo que ahí, ellos morirían quedando como alimento para las futuras generaciones de insectos voladores del mes de Mayo en los próximos años.
Hoy que escribo esta historia, mi anécdota, recuerdo con nostalgia a esos insectos, los cuales ya no se ven; creo que tambien se extinguieron, ¡qué lástima, otra aventura que mis hijos no disfrutaron! Por más espeluznante y nerviosa que ella sea, pero fue una grandiosa e inolvidable experiencia. 
Que tiempos esos y que triste saber como hemos terminado con lo bello de nuestro planeta.












 

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