jueves, 28 de mayo de 2015

TANGO


Como cada noche de viernes, él entraba en el salón de baile se dirigía hasta la barra y pedía lo de siempre, más bien, el bartender ya conocía lo que él bebía, que al verle entrar de una con bebida en la barra lo esperaba; él se sentaba, veía a las parejas sobre la pista extasiándose de placer bailando un hermoso tango, después de varios minutos observando y bebiendo seleccionaba a la chica que sería su compañera de baile esa noche, por norma casi nunca repetía a pesar de que muchas volvían al salón-bar solo para poder bailar con él una vez más y se escuchaban los rumores de que algunas vivían enamoradas del chico bailarín. 
Éste era un Travolta, pero en la versión de Tango en esa pista y es que él dejaba el corazón; claro si lo tuviera; en esa pista, disfrutando a la chica que elegía, luego, muchas veces con algunas se largaba del lugar, entrando ya la parte de la madrugada de una noche fría. Quizá para compañía o simplemente sexo, ¿quién sabe? pues, el chico era un poco extraño, nadie sabía nada de él. 
Hasta esa noche, que junto a él entró en el lugar uno que rara vez se hacía presente y en el lugar contrario de la barra se sentó y lo mismo que él pidió. _ ¿Yo creo haberlo visto antes?, pensó el bartender cuando lo atendió. 
ÉL chico se hizo a la pista pues, de los altavoces salían las melodías del tango: "Si yo tuviera el corazón" ("Uno") y a la chica por la cintura él cogió, ella sintió que su entre pierna vibró y algo se le escapó. Clavándole los ojos a los suyos, él la vió directamente a esos ojos, como a todas, unos ojos bellos y expresivos que le gritaban sin palabras el amor que por él sentían, pero los ojos del chico no podían recibir tal atención, pues como dije: El chico no tenía corazón.
- ¡Es bueno! Exclamo el bartender con mucha admiración, y agregó
- ¡Si yo bailara como él, tendría una fila de chicas como la que hoy tiene en sus brazos!... ¡Qué envidia!  
- ¡Yo tambien lo envidio! Dijo otro, un poco más allá. El que con él entró y que del otro lado se sentó, bebió de un sorbo su trago y al cantinero otro le exigió, mientras éste le servía. 
El extraño dijo.
- ¡Yo lo conozco! ¡Y no lo envidio para nada! Los otros, bartender y bohemio, lo vieron con asombro, pero éste seguía firme en su afirmación. Y agregó.
- ¡Míralo! ¿parece feliz? 
Efectivamente su rostro no disimulaba en nada algún tipo de dolor. Aquellos lo vieron detenidamente mientras bailaba con la hermosa mujer, quien no le quitaba los ojos de los suyos y dijeron volteándose al desconocido.
- ¿Si en verdad lo conoces cuenta que sabes de él? 
El desconocido se había ganado la atención de aquellos, quienes admiraban y envidiaban al extraordinario bailarín de tangos. Y especialmente de esos tangos que tienen un dejo de desgarre y desamor, esos tangos los bailaba con sentimiento y con tanta pasión que cuando se colocaba en medio de la pista, el Dj colocaba sobre la tornamesa solo tangos especiales para hacer llorar a cualquiera o para enamorar al más reacio hacia ese sentimiento.
- ¡Bueno! ¿cuentas o no charlatán? 
Éste pidió otro trago pues, su semblante palideció cuando éstos le exigieron que contara algo del chico que siempre llegaba y que nadie sabia nada de él.
.... - Hace un tiempo.... - empezó la historia el desconocido - Él, era un chico como tú o como tú; con ilusión, sentimientos por compartir, amor por entregar. Cómo le enseñó su madre cuando una vez, éste, mientras ella lo secaba luego de un baño por la noche a su madre le dijo... 
- ¡Madre quiero  pronto crecer y amar a una mujer como tú, bella y amorosa! 
La madre del chico sonrió y le dijo muy tiernamente _ ¡Hijo, yo desearía ser la chica afortunada de poder robar a tú corazón! _ Pero para eso falta mucho, ¡así que mientras eso pasa éste hermoso chico se va a dormir! Eso dijo la madre y lo arrulló hasta que el niño se durmió. Él, soñó toda la noche con ese amor, con mucho afán por entregar su amor a la indicada y así fué que él creció... Hizo una pausa pues, un nudo en su garganta no le permitió seguir con su relato, por lo cual el tragó puro se paso por la garganta quemándole el sentimiento que en ese momento sintió. Y con su relato prosiguió.
- Él chico creció y por su vida se cruzó una hermosura de mujer, una con cuerpo de pecado, cara de ángel y espíritu de demonio. Cuando al chico ella miró con esos ojos grandes, expresivos, sexys, de color negro, tan negro como su alma. Éste viajó por el tiempo hasta aquella noche cuando con su madre de amor habló y en su pecho él sintió que su corazón palpitó, como dándole la señal que ella era la indicada. 
Para ésto el relator sin darse cuenta por su mejía una lagrima le rodó, mientras aquellos con nudo en la garganta un trago puro por la garganta les pasó, luego de aclarar la vos pidieron casi simultáneamente que siguiera con la historia.
- Él chico todo su amor a esa mujer le entregó, y el error más grande, cuando en ella vió esos ojos llenos de ilusión y a su corazón él sacrificó y a ella se lo entregó, enamorándose como loco de la  bella dama, una sin alma. 
Con el paso del tiempo, él se dió cuenta que esos ojos que le transmitieron la pasión, la ilusión y en quien creyó haber encontrado al verdadero amor y con toda ilusión le entregó completamente su corazón, pues, como cualquiera, uno va arrastrándose en medio de espinas en su afán de dar su amor, sufre y se destroza hasta que un día logra entender que te has quedado sin corazón; que a la mujer se lo has dado, ese es el precio como castigo, por un beso que nunca llega o de un amor que lo engañó y el pecho le queda vacío de llorar tanta traición. 
- ¡Ahí! él se quedó con su pecho vació, sin corazón. 
El silencio les llegó a los tres en la barra; mientras éstos se reponían de la triste historia. En medio de la pista seguían el chico y la hermosa chica viéndose a los ojos sin decir una sola palabra; ella le pedía a gritos que él la amara, mientras que él le decía con su mirada, si yo tuviera mi corazón, uno que ya perdí y pudiera olvidar a la que sin él me dejó yo pudiera amarte; me abrazaría al amor que hoy me ofreces pero, me he quedado sin corazón y tus ojos son tan iguales a los de ella, los que una vez me traicionó y a mi corazón robó, destrozándolo y pisoteándolo con tanta saña. 
Ésta era la temática entre mirada y mirada de los bailarines en la pista; uno deseando tener su corazón para poder amar sin tener que presentir algo malo y encontrarse a otros ojos tan perversos y ella lo veía con tanto amor, amor que le salía del mismo corazón, pero no podía obtener respuesta pues, el otro no tenía corazón que entendiera que ella era la que de niño una noche él deseó.
Mientras que, en la barra ya algo repuestos, el que rara vez llegaba con el bailarín de tangos continuaba con su relato.
- Por esa razón el chico no puede amar a nadie pues, como dije antes, él no tiene corazón, ese que una vez él dió y que al verse engañado y desquebrajado del pecho el cobarde huyó, dejando ese pecho vacío; un corazón perdido, un vació que ahora a él y a ella hoy mata.
Por fín, la madrugada anunciaba que pronto llegaría, para ésto uno de aquellos dormía borracho sobre la barra y en el salón solo quedaba una pareja bailando el mismo tango con el que habían iniciado. 
Luego, juntos se dirigieron a donde la chica había dejado su abrigo, él sobre ella lo colocó y del brazo de él salieron del salón-bar de tangos. 
El relator salió casi corriendo atrás de la pareja y del brazo quiso tomar al chico, pero como siempre no lo logró, no pudo o no tuvo el valor para a él retenerlo y contarle lo que de él sabía. Junto a él, el bartender.
- ¿Qué pasó amigo? Le consoló el bartender, posando su brazo sobre la espalda del desconocido. Ambos parados en la puerta, vieron como la pareja se alejaba por la calle mojada por una llovizna que la madrugada brinda cada noche; por la calle se veían ambos caminando, de ella; el abrigo largo y de él su abrigo largo y sobre su cabeza un sombrero con una coqueta pluma de colores, lo único que le daba color y alegría a su lúgubre atuendo.
- ¡Amigo! y ¿tú como sabes tanto de él? _ ¡Yo que llevó ya como un año de conocerle y no sé nada de él, hasta hoy que me has contado su historia! Dijo el bartender al chico desconocido, ya cuando las siluetas  de la pareja se difuminaron en el horizonte.
- ¿En verdad no has entendido? Le dijo el chico al bartender quien lo veía con asombro por la pregunta que el narrador de esa historia le preguntaba.
- ¿No te comprendo? ¿Por qué me haces esa pregunta? ¿Acaso con la historia que tú conoces tan bien... tan bien como si fueras él yo debería de saber quien eres tú? El chico relator de la triste historia tomó su abrigo y se lo colocó en frente de un extrañado y asustado bartender quien aún no lograba descifrar el enigma de esa noche. 
El chico se colocaba su ropa tambien lúgubre y del salón-bar se retiró. Mientras caminaba por la mojada calle, colocaba sobre su cabeza un sombrero negro con una pluma coqueta de colores, la única que le daba color y alegría a su negro y lúgubre atuendo y sobre la misma calle mojada se perdió, parecía que se dirigía al mismo lugar a donde el chico sin corazón se habia dirigido; hasta que en el horizonte su silueta tambien se difuminó.
El bartender aún en la puerta, se rascaba la cabeza con una cara de ingenuidad y entonces se dijo.
- ¡Qué chico más loco! ¿por qué sabía tanto de el bailarín de tangos? ¿por qué sabía algo tan privado como lo fué el dialogo con su madre, cuando era aun un niño? 
En eso sintió como el borracho lo abrazó para evitar caer y por la calle trastrabillando se marchó, quedando el bartender solo en el salón-bar. Y, en eso una ráfaga de iluminación le llegó  y entonces se dijo.
- ¿Será qué él .... y el otro...?  ¡No!...   Y las puertas del salón cerró.




Inspirado en el tango: "Si yo tuviera el corazón" ("Uno") de E. Santos Dicépolo




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