sábado, 27 de junio de 2015

Carta al Señor Presidente


Eran los años cincuenta, cuando mi hermano mayor, para ser más exacto el de en medio, le pedía con mucha ilusión una bicicleta a mis señores padres, los cuales no podían costear; los no sé, se me ocurren: 15 dolares norteamericanos, pues, nuestra moneda estaba a la par de la moneda gringa; después de una baja, porque he de contarles que hubo un tiempo en que nuestra moneda valía más que esos tan deseados billetes verdes hoy día. 
Mi padre, recordarán que era empleado del gobierno, un secretario municipal en el interior de mi país y mi señora madre en esas instancias, solo era una ama de casa más, como muchas en esa década, cuando el machismo era quien reinaba en muchos lugares del mundo y mi país no era la excepción. 
Me cuenta mi hermano a quien llamare Juanito, que se soñaba por las noches en su vehículo de dos ruedas y su decepción era tal al despertarse y darse cuenta que todo había sido un sueño y que su realidad era la pesadilla que él vivía en esa edad.
_ ¡Mamá! ¿Puedes decirle a mi papá que me compre una bicicleta? Poniendo la cara del "Gato con Botas" cosa que le partía el corazón a mi madre, quien para quitarle su carita de chantaje, le prometía que cuando mi padre volviera del Palacio Municipal, hablaría con él al respecto. 
_ ¡Hablaré con tú padre Juanito, no te preocupes! ¡vete a jugar!
Al darse cuenta que el tiempo pasaba y de su bicicleta nada, Juanito empezaba a desesperar y a sentir que a su pequeña existencia le recorría una sensación de fracaso, su primer fracaso en la deseada empresa que se le había metido entre ceja y ceja.
Entonces, Juanito tomó valor y decidió tomar en sus manos el asunto de la bicicleta, así que una tarde al salir de la escuela, se dirigió muy decidido con rumbo al Palacio Municipal, lugar de trabajo de mi señor padre; quien al verlo llegar, se puso contento, el imaginarse que uno de sus cinco hijos se interesaba en su trabajo.
_ ¡Entra Juanito, que agradable sorpresa hijo! _Dime, ¿qué te trae por aquí?   Dijo mi padre muy orgulloso de su hijo, al verlo en su oficina. Juanito luego de llenar sus pulmones de aire y a su pecho de valor, le soltó de golpe a mi padre su reclamo, ésta vez lo hizo algo molesto, quiza cansado de tanto esperar por el juguete prometido alguna vez y el cual, ya nunca había llegado y que cada vez que salia el tema a colación, le regalaban una cantidad de excusas, pero Juanito ya se las sabía todas.
_ ¿Papá me vas a comprar la bicicleta, si o no? Mi señor padre se acercó a él lentamente, como tratando de encontrar una excusa nueva para no decepcionar una vez más a su hijo Juanito. 
Cuando mi padre se aprestaba a decir otra mentira más, entró en su oficina, precisamente uno de los oficinistas subalternos de mi padre.
_ ¡Disculpe Jefe, pero no pude evitar escuchar la charla entre usted y Juanito! Y, agregó, _¡Yo creo tener la solución a sus problemas! Dijo el subalterno de mi padre, mientras que él, se sentaba en el sillón de su escritorio sorbiendo una bocanada de aire para luego dejarlo escapar en señal de alivio. 
Juanito vió con cara de extrañeza al que ahora se metía entre su padre y su bicicleta, esperando con ansiedad escuchar la propuesta salvadora para terminar su calvario de meses, peleando por su añorada bicicleta. Mi padre, con cara de agradecimiento y conociendo que el oficinista no tendría ninguna propuesta o solución al problema le dijo. 
_ ¿A ver Rufino? ¿cuál es esa bendita solución para que Juanito obtenga su bicicleta? ¡Por favor, venga y siéntese! ¡Lo escuchamos! Juanito se dirigió a la par de mi padre, justo al lado de su brazo derecho y vió al oficinista, esperando escuchar lo que él tenía que decirles a ambos.
_ Pues, ¡verá jefe, tengo entendido que un hijo de otro empleado municipal, tenía un problema parecido al suyo, y lo que hizo solucionó el problema en esa familia! Tanto mi padre como Juanito, veían a Rufino con la misma ansiedad, la cual, era escuchar el final a la dicha solución.
_ ¿Y? Dijo mi padre, mientras Juanito le cogía del brazo a mi padre.
_ ¿Y? respondió tambien Rufino, luego quedó callado.
_ ¡Qué continúe! ¡Qué nos diga! ¿qué hizo el hijo de ese otro empleado municipal? ¡Rufino por Dios hable yá! Le terminó ordenando mi padre a Rufino.
_ ¡Ah! ¿Se refiere a eso? ¡Bueno deje que terminé de contarle entonces! Mi padre y Juanito se vieron a los ojos y luego lo vieron a él, diciéndole en silencio que hablará. 
_ ¡Lo que éste muchacho hizo, fue mandarle una carta al Señor Presidente y dicen que él el mando lo que se le pidió! ¡No se que le pidieron pero si lo recibieron!
_ ¿Al Señor Presidente de la República? Dijo mi padre con tono de interrogación y admiración. A lo que Rufino confirmó con un gesto en su cara y tambien con su voz, una llena de orgullo.
_ ¡Si jefe! Se levantó y se retiró a sus labores, mientras se retiraba repetía: _¡Sip! ¡Así fue! 
Juanito vió a mi padre con esa mirada chantajeadora, como preguntándole a mi padre ¿será eso verdad' ¿será eso posible? Mi padre quien vió una salida momentánea a la insistencia de Juanito, lo exhortó a que le escribiera al Señor Presidente y que él mismo le enviaría la carta a su excelencia.
_ ¡Bueno hijo, no hay que creer, pero tan poco hay que dejar de creer y además no hay peor lucha que la que no se hace! Replicó exactamente las palabras que usaba mi madre.

Esa noche Juanito con papel y lápiz sobre la mesa de palo, del comedor, le escribía su carta al Señor Presidente de la República. En el fondo, justo en la cocina, mis padres veían a un habido de Juanito escribiendo su carta y con una nueva esperanza en su corazón, por ratos se detenía y al techo veía, repitiéndose: _ ¡Seguramente me va enviar mi bicicleta, pues es el hombre más rico del país! ¿Qué es para él una bicicleta? ¡nada! se respondía el mismo.
Al día siguiente a primera hora, mi padre le enviaba la carta por correo certificado y con dirección; Palacio Nacional de la república de Guatemala, al Señor Presidente Constitucional de la República de Guatemala, Centro América; la carta de Juanito.
Pasaron los días y Juanito todas las noches y otras en las tardes en la oficina de mi padre, él llegaba con la ilusión de recibir respuesta del Señor Presidente, o en el mejor de los casos que una comitiva del ejercito llegara con su bicicleta nueva en uno de sus camiones. Pero nada.
Despues de varias semanas, por fin la carta ansiada, llegó a casa.
_ ¡Carta para Juanito! Gritó el cartero. Mi madre la recibió y hasta tuvo que firmar debido a la importancia de la carta, pues, el sobre traía el membrete del Escudo Nacional. pero Juanito estaba en la escuela. 
Esa tarde a mi madre le picaban las manos por abrir la correspondencia de Juanito, pero ella sabía que no era correcto y que Juanito quedaría desilusionado. Mi padre regresó antes que Juanito pues, regresaba de una comisión y se fué directo a la casa.
_ ¡Mira lo que llegó! le enseñó mi madre a mi padre, quien se asombró de ver la carta y respuesta del Señor Presidente.
_ ¡Pues si, es de él, porque son idénticas a las que nos llegan a nosotros! Dijo mi padre.
_ ¡Qué emoción! Dijo mi madre, con una enorme sonrisa en sus labios.
Cuando por fin regresó Juanito de la escuela, luego de saludar, preguntó lo que venía preguntando por semanas.
_ ¡Me llegó algo del Presidente! Mi madre no pudo contenerse.
_ ¡Si Juanito, el Señor Presidente te escribió, debe de ser algo de tu bicicleta! Juanito tomó entre sus pequeñas manos la importante carta, con la ilusión en su rostro y la esperanza en su corazón, de que por fin la deseada y ansiada bicicleta sería una realidad.
_ ¡Ábrela hijo! Gritó mi madre casi histérica.
Juanito abrió la carta y con sus ojos clavados en ella empezó a leer la carta en voz alta: 
"¡Bla, bla!....
... ¡Me da pena decirte Juanito, que por este momento me es imposible poder ayudarte con tu bicicleta, debido a que el Gobierno de la República está pasando por un momento dificil en las arcas de la nación lo cual, no me permite hacer gastos que no sean muy necesarios y de interés nacional. Los problemas financieros del país son críticos en éstos momentos históricos de la nación.... Eso no significa que cuando la situación se normalice y logremos encausar de nuevo el curso económico, normal que nos saque del hoyo en el que actualmente el gobierno se encuentra y que nuestro presupuesto se normalice. Con el mayor de los gustos te estaré enviando tu bicicleta mi querido Juanito.
Sin otro particular, me despido de ti, muy atentamente,

 El Señor Presidente Constitucional de la república de Guatemala.

Mi madre se limpiaba las lagrimas de sus ojos, mientras que mi padre le sacaba mentalmente la madre a su jefe y superior: El Señor Presidente, y pensaba que otra escusa nueva le inventaría a Juanito para mantenerle viva la esperanza de que algún día, él podría comprarle la bicicleta a su hijo amado. 
Pero Juanito reaccionó, trayéndonos a todos los ahí presentes a la realidad...

_ ¡¡Siiiiiiiiii!!! Dijo Juanito muy feliz y con la carta en mano, corrió por toda la habitación ante la mirada atónita de los ahí presentes. Luego dijo.
_ ¡El Presidente me enviará algún día mi bicicleta!...  _ ¡¡Siiiiiiiiiiiii!!!...

Pero he de contarles, que casi cuarenta y tantos años después más o menos, pues no saqué las cuentas cabales, mi hermano Juanito sigue esperando la bicicleta ofrecida por el Señor Presidente en turno de mi país.

                                     FIN

Dedicada a los niños que desearon algo que nunca les llegó, pero que su inocencia les hizo más leve pasar ese trago amargo. También, a los padres que con el dolor de su corazón, quisieran darle todo a sus hijos, pero lamentablemente los sueldos de hambre no alcanzan más que para sobrevivir.
Para ellos y Juanito es ésta historia.

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