martes, 9 de junio de 2015

La Sombra


Corriendo por las vías del ferrocarril, huyendo de una maldad contra un pobre transeúnte, ahí fué cuando te conocí en las mismas que yo, ambos huyendo de nuestras maldades contra inocentes victimas.

- ¿Oye qué haces aquí? me dijo molesta.
- ¿Tú qué haces aquí? le respondí.
- ¡Éste es mi hogar! dijo indignada.
- ¡Éste es mi lugar! le dije retador. 

Cuando escuchamos que por la perspectiva de las lineas férreas un uniformado con gorgorito en boca silbaba y para que nos detuviéramos éso ordenaba. 
Ambos corrimos, cada quien por su lado sin dejar huella nos escondimos, yo vi cuando corriendo por ahí él policía pasó, yo reí pues una vez mas lo había burlado

- ¡jaja! ¡nunca me atraparán, soy el mejor! eso me decía. Pero algo llamó mi atención.
- ¿Pensaste qué escaparías esta vez? ¿no? decía un orgulloso representante de la ley mientras la tomada del brazo. 

A mi recien enemiga llevaba con él, forcejeando con el fuerte oficial; _ ¡te lo mereces por usar de escondite, mi lugar! dije muy molesto y a la vez feliz de quitarme de encima a un contrincante en el que para mi era mi segundo hogar. En eso recordé las palabras de la sucia chica. "Éste es mi hogar"

- ¿Su hogar? me cuestioné, mientras que para mi ese lugar era un escondite ideal cuando no deseaba ir a estudiar y del policía escapar luego de alguna maldad, pero, 
_¡éste no era mi hogar!
- ¡Suéltame imbécil! gritaba la mugrienta joven, con las greñas alborotadas y sus ropas desharrapadas.

El uniformado la rebotaba como trapo, se la traía contra ella, seguramente le iba a adjudicar mis travesuras tambien pues, a mi nunca ni el polvo me vió.

- ¡Debo de ayudarla! pensé y luego algo me detuvo; pero con ello _ ¡me haré visible y el policía sabrá de mi existencia ya no seré, solo una sombra! 

La niña lloraba y al policía mordisqueaba para que la soltara. De pronto vi algo que me hizo tomar una decisión, el policía al verse mordido por la chica andrajosa y en la soledad de aquel lugar; cementerio de durmientes y de locomotoras que un día llevaron consigo a gente adinerada de la alta sociedad hoy, abandonadas; ahí como chatarras inservibles,como fierros oxidados; como aquellos difuntos desterrados de sus sepulcros por falta de pago, ese era mi segundo hogar, mi escondite, en donde nadie me había jamás encontrado. 
La chica gritaba y forcejeaba tratando de escaparse de su apresador y los brazos le mordía, entonces el policía en la desesperación y seguramente mucho dolor de la dóberman que se había adueñado de su brazo, tomo su garrote y lo levantó para propinarle seguramente en la cabeza desgreñada de la chica desafortunada, eso no lo permití y sobre el tipo caí, dando tumbos sobre los durmientes él y yo; entonces a la chica soltó, ella corrió como liebre que de su zorro se escapó, dejándome ahí junto a quien por un largo tiempo, una sombra fuí, el oficial al verme me reconoció.

- ¡¿tú?! eso dijo y sobre mi cayó, y debajo de él atrapado quedé, yo no tuve la suerte de que la harapienta y sucia chica me auxiliara que ahí abandonado a mi suerte me dejó. Mientras ella por los cadáveres ferroviarios corría sin voltear a ver quien de su destino cruel la había salvado.

Luego, después de varias semanas ausente pues, ya no era divertido hacer más travesuras si ya conocían tu rostro y tu nombre y claro esas semanas fueron consecuencia de un merecido castigo el cual, se prolongo más por no delatar a quien de bruto salvé. 
Pero el tiempo pasó y mi libertad de nuevo recobré y a las clases de nuevo continúe; en el colegio mis amigos más cercanos se deleitaban con mis narrativas de las aventuras de lo que antes fuí, que hasta un apodo me gané: 
"La sombra" ese fue el nombre que me gané.

Una tarde de sábado al que fué mi lugar regresé y en uno de los vagones de los trenes abandonados en el me subí, durante horas ahí sentado reviví todas las hazañas y aventuras ahí por meses vividas; por la legendaria: Sombra. 
Heme ahí, sobre madera podrida detenida por fierros oxidados, arrojando piedras a la nada con mi vista perdida y adentrada en mis recuerdos, algo me hizo a la realidad de golpe regresar.

- ¡Hay! ¡Idiota! ¿qué no ves? alguien se quejo pues, una de mis piedras sobre su cabeza cayó.
- ¿Adivinen quién?, ¡si la desharrapada y desgreñada y además mal agradecida fugitiva de la ley, quien por ahí en la sala de su hogar paseaba! 
Una de mis desafortunadas rocas en su cabeza fue a dar.
- ¿Ah eres tú? le dije, sin darle importancia a sus improperios que seguía gritándome al ver que la ignoraba por completo, se paró retadora frente a mi, ella en el suelo y yo sobre un vagón hace tiempo ahí abandonado; como la seguí ignorando tomo la piedra con la que en su cabeza golpee y de una sin pensarlo me la lanzó y en el pecho me dió.

- ¡Oye bruta, ten cuidado! molesto le dije al escuchar mi voz se alejo el cabello desgreñado de su cara sucia y con atención me vió, luego dijo.
- ¿Tú? ¡qué haces aquí, te dije que éste es mi hogar! mientras refunfuñaba como mi abuelo enojado, se trepaba al vagón que era mi fortaleza.
- ¡Hola! amablemente le dije y ella bajo la guardia y a mi lado se sentó tomo de mis piedras y junto a mi empezó a lanzar piedras a la nada, durante un buen tiempo nadie dijo nada, simplemente arrojábamos piedras, como dije a la nada. Cuando éstas se terminaron ella se volteó hacia mi y con mucha humildad me dijo.
- ¡La otra vez no pude darte las gracias, en verdad eres un valiente y mereces mi amistad!
- ¡Ja! dije como respuesta; _ ¡valiosa amistad! refunfuñe a lo que ella un golpe en mi pecho me propinó.
- ¡Esta bien, perdón! le dije con tremendo dolor en el pecho, vaya que tenía fuerza la desharrapada, ahora entiendo porque el oficial la quiso con el garrote golpear pues, si como pega, muerde, el pobre policía seguro que le dolió el mordisco. Ese recuerdo y esa reflexión no evito que una carcajada de mi se escapará.

- ¡¡Jajajajaja!! ella su seño frunció y de inmediato reaccionó
- ¿De qué te ríes bobo?  
- ¡Del mordisco que le diste al oficial? entonces ella tambien rió
- ¡Jajaja! ¡se lo merecía el desgraciado!
- ¿Sabes que le inyectaron la antirrábica? ¡jajaja! ella de nuevo me golpeo y al ver mi cara de dolor ambos como nunca reímos.
- ¡Jajajajajaja! 

Ella, entonces escupió su sucia mano y luego la extendió acompañando su movimiento con estas palabras.
- ¡¡Amigos!! yo pensé en estrechar esa mano asquerosa y con la escupida brillando por el sol en ella, pero al ver su cara de emoción esperando por mi mano no quedo de otra, más que: _¡¡ahggg!! su mano estrechar. 
Ella la apretó con más fuerzas que mis amigos varones y la sarandio como queriendo arrancarme el brazo.
_  ¡Me dicen La Turka! me dijo, yo, sabiendo que ese no era su nombre sino su apodo le respondí orgullosamente con el mio.
- ¡Mucho gusto yo me llamo La Sombra! 

Y esa tarde una gran amistad nació...




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