viernes, 5 de junio de 2015

¡Sé qué volverás amor!


Era una noche de un día de esos en el que no has hecho nada, solo te las pasado huevoneando con la mente en blanco, por ratos ves el techo y piensas que le vendría bien una mano de pintura pero, luego te fastidia ese pensamiento y sigues divagando, sigues rascándote cada centímetro de tu cuerpo, cuando pasas las manos por tu rostro y ésta te raspa, te preguntas:  _ ¡cuantos días sin rasurarme? pero, ¡será mañana hoy no tengo tiempo y de pronto como ahora me siento podría lastimar mi cuello con la navaja y eso no sería agradable! 
Un día así, que ya llevaba día tras día; de su trabajo le llamaban pero la contestadora automática respondía, él había grabado que estaba enfermo y no podía contestar ni el teléfono y a su celular se le agotó la carga y no quería desperdiciar un segundo de hueva para enchufarlo. 
Por fin llegaba la noche, como cada noche, del sofá se levantaba y a la cama se dirigió aun con el mismo calzoncillo amarillento y hediondo cosa que no le importaba pues vivía con su soledad.
Ya en la cama, colocado boca arriba al igual que en el sofá. Su techo en una enorme pantalla se convertía por donde sus recuerdos se reflejaban. Como si de sus ojos salieran rayos de luz proyectando en ella esas imágenes que tanto le gustaban y le daban esperanzas, le daban la confianza. Esos recuerdos eran hermosos.  _ ¡Cuando pienso en ti me embarga la soledad; esperando que un día volverás amor! Se repetía e insistía con lo mismo:  _ ¡Se que volverás amor, lo sé, te quiero junto a mi!
- ¡Cuando pienso en ti, me siento triste y más en esta soledad no quiero! ¡ahora que paso otro día pensando en ti y tú no estas! ¡me acostumbre a tus risas, a tus juegos, a tu amor! ¡por ello me siento triste, solo con mis pensamientos! ¡aunque sé que volverás, te esperaré aquí en el mismo lugar de donde un día saliste! ¡te quiero junto a mi, un amor así como el nuestro no debió nunca acabar y no puede ser olvidado! ¡por eso pienso mucho en ti, para mantener la llama encendida!, porque ¡sé qué volverás un día amor!

En el techo se reflejaban sus pensamientos o al menos eso creía él y la mente le enseñaba en esa enorme pantalla improvisada las imágenes de ellos. Imágenes, como cuando hacían el amor en esa misma cama, él se veía sobre ella con movimientos serpenteantes y en sus oídos escuchaba lo bien que eso a su amada le hacía. Luego en un descanso por tanto amor, él divagaba con otro recuerdo como: "Cuando corrían por un parque, como par de niños, una dejándose alcanzar y el otro sin esfuerzo alguno atrapándola, cayendo ambos sobre la suave grama... Posteriormente a ello, niños enojados esperando a que la chica se bajara del único columpio, mientras ésta era empujada por él haciéndola tocar el cielo; ella elevaba sus piernas y de su garganta risas como de una niña se dejaban escuchar por todo el parque, hasta que algún niño comenzaba a llorar y a él se acercaba la madre con el ceño fruncido, él detenía el columpio y como adolescentes corrían de saber que alguna travesura habían cometido, luego caían al suelo y enganchados el uno al otro se besaban sin importarles que hubiera alguien al lado. Por otros instantes las imágenes cambiaban y se veían bajo un paraguas, en alguna tormenta mojándose y con la luvia jugueteando y otras veces un poco más adelante simplemente abrazados protegidos con su paraguas y con la vista enclavada uno en el otro, en ese instante, solo era un dialogo entre dos almas enamoradas que por las calles se perdían; como cada noche de luna llena o de tormenta". 
Era un amor que te da confianza, que da esperanza, era un amor al que no le puedes pedir nada más. Imágenes bellas, como diapositivas se reflejaban en el cielo de su dormitorio él reía por ratos y por otros, lagrimas le corrían por sus mejías, como niño que perdió su mejor juguete o que fue enviado a su cuarto esa noche sin cenar por que no hizo las tareas, regañado y golpeado; así lloraba. 
Luego de que su corazón se desahogaba, otras imágenes regresaban y al cuarto de nuevo con la vista iluminaba, llenándolo de esperanzas. 
"Esta vez, ambos sentados en una banca frente al mar, las olas rugiendo dejando dibujos sobre la arena que solo ellos lograban descifrar, pero serios, uno en una esquina y el otro en la esquina contraria, entre ellos el silencio, la soledad provocada por algún enojo, esos que te hacen odiar al ser amado por alguna tontería, los dos en silencio hasta que el mar ya cansado de verlos así y de saber que entre ellos había un gran amor, un amor así de esos que no pueden ya darte más porque han dado todo, les lanzaba un caracol, el cual a los pies de ella cayó y en ese instante una sonrisa picara iluminaba su cara y con mucha fineza entre sus manos lo cogía y cuando él se descuidaba en su cara con el caracol lo golpeaba, éste más enojado y el mar viendo le enviaba a él la venganza oportuna, unas algas marinas muy verdes las cuales él en sus manos tomaba; ella gritaba _ ¡No te atrevas! pero al darse cuenta de que el otro deseaba su hombría defender a cualquier costa, ella se levantaba y hacia el mar ella corría gritando con muchos nervios y una risa nerviosa _ ¡No te atrevas! ¡no te atrevas! el movimiento del agua cómplice del mar la hacía sobre la arena caer y allí tirada y mojada envuelta en arena blanca, viendo como su ejecutor aparecería, ella simplemente aun sonriente le repetía _ ¡te amo! ¡te amo amor! y éste en ese instante soltaba al alga marina y verde y sobre ella su cuerpo con cariño depositaba y la besaba, el cómplice del mar con sus aguas saladas los cubría para que nadie fuera testigo del amor que iniciaba ahí. Y así terminaba aquel enojo que ninguno recordaba quien lo inició.

Las horas transcurrían y el veía su película particular, por ratos, éste se dormía y cuando lo hacía seguía con ella soñando, luego se despertaba y a su mente ella retornaba y él, en ella de nuevo pensaba y de sus ojos las luces de colores alumbraban el techo. 
Llegada la madrugada por fin dormido quedaba, rendido con el cansancio del día de no hacer nada, la debilidad en él por  no comer ni hacer ningún ejercicio más que el mental, pensando en ella, con la esperanza de que un día volverá, siempre se repitió: _ ¡Se que volverás amor, pues te quiero de nuevo junto a mi!, ésto lo hacia con la confianza y esperanza de quien ama y ha amado tanto que ya no se puede más.

Sumido en un profundo sueño de esos hermosos que de pronto se te convierten en pesadilla, en su mente se materializaba un día, uno lluvioso en el cual aparecía en un extraño lugar bajo una fina llovizna y al final del camino cientos de paraguas negros y personas que no conocía vestidas de negro, rodeando a un féretro colmado de rosas blancas y rojas; y, el sacerdote arrojándole agua bendita al igual que el mismo cielo y él se habría camino entre los dolientes hasta llegar al lugar en donde se encontraba él; sentado frente a ella con su cuerpo frió, encerrada en aquella urna. Él despertaba bañado en sudor y con su cara mojada no del sudor sino que de lagrimas y en ese instante él con su pecho agitado se tomaba la cabeza con las manos y casi gritando repetía:  _ ¡Sé que volverás, amor! ¡sé que volverás a mi, un amor así me da la esperanzas!, ¡sé que volverás amor, te quiero junto a mi! y con esa frase cansado y herido en el corazón se quedaba otra vez dormido. 

Cuando los primeros rayos del sol alumbraban a su rostro pálido y descuidado, él entendía que otro día le venía y se levantaba con el mismo pensamiento: _ ¡Sé que volverás amor, se que volverás a mi amor! ¡sé que volverás! a rescatarme de tanta soledad, porque un amor así me da esperanzas, me da la confianza y es que, ¡como yo te amó, ya no más! 

Ahora que pienso en ti me siento solo, nada es igual, cuando pienso en ti y tú no estas.
Ese día algo lo hizo volver a su realidad; mientras en su mente seguía pensando ¡sé que volverás amor!.... ¡Un amor así no puede darme ya más!... Esos pensamientos fueron irrumpidos por unos golpes en su puerta. Él pensó: _ ¡Sé que eres tú amor, has vuelto, por fin la espera terminó, he vivido de tu amor que me da confianza, que me da esperanza! 
Eso pensaba camino a la puerta...   _ ¡Sé que volverás amor! fue lo ultimo que dijo cuando su mano temblorosa giró el picaporte y la puerta por completo él abrió... 
Y, del otro lado una luz fuerte él sintió que a sus ojos encandilo.......

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