martes, 14 de julio de 2015

Una trágica aventura



Salieron en un bus alquilado con rumbo al puerto, para muchos era su primera vez, por primera vez, conocerían al coloso de agua salada- Mientras realizaban el viaje, uno de mas de seis horas de camino, iban entonando canciones del momento, y una que otra ranchera, éstas las entonaban los que en el bus ya iban etílicos, pues por el calor del viaje se apresuraron a beberse las cervezas, con la consigna de que en el puerto comprarían más para refrescarse del calor típico de las playas y que mejor que a la orilla del mar, recibiendo en sus pies el agua tibia, calentada por los rayos del Astro Rey. 
Salieron del pueblo en oriente, como a eso de las tres de la madrugada, así que, como a eso de las nueve de la mañana se hicieron al pueblo en el sur de nuestro país, El Puerto de San José. 

-  ¡Llegamos señores! les gritó el chofer y todos gritaron al unisono muy emocionados, otros venían bien fondeados, debido a la borrachera y a la madrugada, los niños que viajaron en las piernas de sus madres, por fin con cara de cansancio se incorporaron y a su madre preguntaron.
-  ¿Es cierto mami, ya llegamos al mar? las madres, quienes parecían gallinas en corral dejaron de cacarear y atendieron a sus retoños.
-  ¡Sí mi´jo, llegamos al mar

Mientras el jolgorio seguía adentro del bus, el chofer buscaba lugar para su bus parquear, uno que no quedará muy lejos de la playa, pues, él tambien aprovecharía la visita al mar y hasta a su familia en este viaje habia llevado, con ello, se ahorraba algo y por fin sacaba a su familia a pasear pues, por los viajes alquilados, era raro que él pudiera darle a sus familiares este estilo de vida, eso que dicen: "Viajar es vivir".

Cuando se apearon del bus, se escucho una tronadera de huesos, ésto debido a la estiradera que todos los pasajeros al bajar del bus aprovecharon; a más de alguno al hacer sus ejercicios de estiramiento, hasta un aire soltó.
-  ¡Compadre no sea cerdo! ¡qué asco! y nuevamente empezó la chingadera. Mientras que algunos bolos bajan del bus a gatas; pero esa chingadera enmudeció cuando el majestuoso rey de las playas rugió, indicando a los turistas que ahí estaba presente por quien habían madrugado tanto. 
-  ¿Qué es eso gritó una vieja asustada?
-  ¡Cálmate mamacita eso, es el mar! 
-  ¡Si doña Chupina, son las olas de la reventazón! dijo don Cipriano, quien era el sabelotodo.

Y por unos segundos todos quedaron privados, en rotundo silencio, escuchando el estruendo sonido marítimo, los niños se escondieron en las enaguas de sus madres, uno de los bolos dijo
-  ¡A la mierda el mar, mejor busquemos el bar más cercano!
-  ¡Si compadre! dijo el otro bien a pichinga y abrazados se metieron en el bar que más cerca del bus encontraron pues, no creían poder seguir erectos por un largo trecho.

Cogieron todos sus tilinches y se hicieron a la playa, mientras, el mar seguía con sus retumbos pero para ahora, todos eran expertos en sonidos marítimos y le empezaron a perder el respeto a tremenda porción de agua salada. 
Mientras caminaban, en sus cuerpos sentían como las gotas de sudor les corrían por sus cuerpos y lo pegajoso de la sal que penetraba sus poros, sus pies que se hundían en la arena negra de la playa, se dieron cuenta que no debían de caminar con calzado y se sentaron en la playa, pero algunos no aguantaron al sentir que se quemaron las nalgas (iba a decir el culo pero por respeto no lo diré) y de un brinco se pusieron de pie y trastrabillando como pudieron se sacaron los zapatos y calcetines, lo digo por los varones, pero cuando sus pies sintieron la arena caliente, unos prefirieron arruinar su calzado, mientras que otros dando brincos lograron llegar descalzos hasta donde la arena ya estaba mojada.

Cuando todo se normalizo y levantaron, algunos unas champas improvisadas pues de bloqueador y bronceador nadie ni siquiera sabia que ya se había inventado y empezaron a quedar como quemaditos en horno, por las altas temperaturas, pero eso carecía de importancia. Los pobres, ignoraban que algunos al día siguiente tendrían fiebres debido a la insolación y que otros pelarían como si fueran plumas de gallinas en agua hirviendo.

Doña Cipriana con doña Chonita le gritaban a su compadre don Chonchito
-  ¡Compadre quítese la ropa, aunque quede en calzones y métase al mar; sino a que putas vino! 
Don Chonchito solo reía y las ignoraba, lo que si era cierto, es que él era el único que seguía ahí bajo el sol con tacuche y sombrero, en plena playa, con tremendo calor y algo peor era que ni siquiera una cerveza podía beber pues, don Chonchito no tenia vicio alguno, pero si había tenido la ilusión de conocer el mar y él pensaba:  _ ¡Gracias mi Dios por permitirme conocer tus grandezas!

-  ¡Compadre no sea pura  mierda y meta aunque sea las patas al agua! le gritó su compadre Chito ya medio totoreto. Pero don Chonchito le indicaba que él respetaba al que enfrente seguía rugiendo, como diciéndoles:  _ ¡Témanme por qué con ustedes puedo acabar cuando se me plazca!
-  ¡No sea hueco y venga hombre! Le gritó don Chito.

Al ver la negativa de don Chonchito, llegaron las dos viejas que empezaron con la chingadera de que se metiera al mar a jalonearlo y desnudarlo; lonja por un lado, lonja por el otro, de cada fodonga comadre; mientras el pobre de don Chonchito, quien era flaquito, les gritaba 
-  ¡No comadres, no ven que no puedo nadar y el mar es traicionero y en cualquier momento más de uno podría ahogarse! 

Pero las dos comadres, que parecían toros en ruedo con bañador metido entre el culo y la otra con las chiches al aire, una con la camisa y tacuche, mientras que la otra con pantalon y corbata, pues los zapatos él los tenía al lado con sus calcetines muy bien guardados en ellos. Después de tanto jalonéo, el flaquito de don Chonchito quedó en calzoncillo, con su cosita bien enjutadita, no de frío, sino por el temor de las dos comadre endiabladas quienes lo llevaban jalón una, jalón la otra, una de un brazo y la otra del otro brazo hacia la playa.

-  ¡Comadres por favor, con cuidado y precaución, pues les recuerdo que no se nadar!
-  ¡No sea chingón compadre, si aquí no hay necesidad de nadar, solo es de meternos hasta que el agua nos lave los huevos! dijo su compadre don Chito, quien reviraba de un lado a otro, por la fuerza del mar y otras veces como león marino, el mar lo revolcaba haciéndole comer arena y él risa y risa, pero luego de enseriaba porque el era muy macho.

Despues de una buena revolcada que hizo que las viejas fodongas quedaran una casi medio desnuda por un lado y la otra con la cabeza refundida en la arena con la frente raspada y el macho del compadre en plena reventazón pidiendo ayuda. El único salvavidas que en la playa descansaba como garrobo en ceiba pentandra, al sentir como le sascudían su torre se despertó dando de gritos.
-  ¡Qué, qué! 
-  ¡Que se ahoga mi marido, ayúdele huevón!

El rescatista voló por los aires y de panza cayó, pero con dignidad luego se levantó, corrió y varios minutos después, de que el mar le permitiera entrar hasta la reventazón logró agarrar al panzon machista de don Chito, quien temblaba del miedo y como pudo hasta la playa lo extrajo.
-  ¡Dele respiracion de boca a boca! le exigía la vieja de doña Cipriana. pero el rescatista al verle la jeta la vejete, quien habia perdido la placa en la reventazón pensó:  _¡Su madre vieja cerota! y a su lugar regresó.

Cuando por fin el viejo barrigón estaba listo y dispuesto para regresar a la playa y en el lugar todo regresó a la normalidad, apareció el chofer con los dos bolos de la cantina, gritando que ya era hora de regresar.
La alegría y energía con la que llegron ya se les había escapado del cuerpo y con la hueva repectiva tomaron tilinches y volvieron al bus; ya ahí adentro, unos de los patojos chispudos gritó. 
-  ¡Mami falta don Chonchito!
-  ¿Y don Chonchito? gritaron todos y del bus se apearon de nuevo a buscar a don Chonchito
-  ¡Don Chonchito! gritaban todos en la playa y de don Chonchito ni señales... 

Él, se había ahogado, a pesar de que fue el único que respetaba a majestuosa fuerza de la naturaleza creada por Dios, éste, a él no lo perdonó y al fondo se lo llevó. 

Debo decir, que nunca debemos insistirle a quien no quiere participar de algo, pues es su subconsciente quien le advierte que algo malo puede pasar. Y, eso  fue lo que le sucedió al pobre de don Chonchito, quien fué el único respetó a quien lo mató y con él se lo llevó. 
El salvavidas lo buscó y lo buscó, pero nunca su cuerpo encontró.

-  ¡Lo siento señores, ni señas del cuerpo, seguro el mar se lo tragó, deberán dar parte a las autoridades!

Así lo hicieron y luego todos volvieron a su pueblo, con pensamientos, de nunca más volver a visitar al maldito mar. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario