martes, 8 de septiembre de 2015

chicos Amorfos


Corrían los años 70´s, cabelleras afro, pelo largo hasta la espalda, lentes redondos o con aros en forma de estrellas, musica rock,  pantalones de polyester,  acampanados, zapatos de plataforma, marihuana era lo que se fumaba para drogarse, el pachuli era la loción de los moteros, el sexo era el pan de cada día, mujeres con vellos en todas partes de su cuerpo, paz y amor la consigna universal, películas de vaqueros en las marquesinas del cine, minifaldas, usadas por gorditas, flacas y las más deseadas, pareciera ser que era otro mundo, pero simplemente era otra época. Lo relevante de todo ésto, era que nadie le hacía daño a nadie, para ellos, todos eramos hermanos (¡paz y amor hermano!). Por aquella época, conocí a un joven muchacho quien se vestía diferente a mi con chancletas, el pelo largo, pantalones extraños, unos que jamás me pude haber puesto, camisas con telas típicas, su cabellera larga, de hablar lento, ojos colorados, olor repelente, toda una imagen abstracta, pero junto a él las mujeres más bellas que mis ojos de adolescente aun hoy día no pueden olvidar, él era Roy. Era algo absurdo, cómo era posible que esas mujeres tan bellas acompañaran a tipo tan especial y diferente; diferente a mi, no a lo que dictaba la moda. 
Yo por mi lado, muy formal, con el cabello a media oreja, pantalones de mezclilla, camisas bien planchadas, zapatos bien lustrados, con algún barro en el lugar menos deseado, con un léxico fluido, las mejores notas del colegio, amante de los deportes. Pero, sin una sola chica a mi lado y cuando la había, no era la más deseada por el resto de mis amigos y mucho menos por mi, la verdad, era que ella me había elegido y casi que su boca colocó en la mía y luego de meter su lengua en la mía; pues, peor era estar solo como otros lo estuvieron. 
Cada noche que de mi casa salía, lo hacía con la seguridad y confianza como si saliera al patio de mi casa y en las esquinas, grupos de tribus callejeras escuchando musica con sus grabadoras enormes con por lo menos siete bocinas, eso era un relajo, pero nadie decía nada a pesar de que la musica se escuchaba de cuadra a cuadra. Los cielos nocturnos eran bellos y el aire si no estabas cerca de esas tribus, era algo fresco y delicioso, (suspiro) como lo extraño al igual que extraño beber agua del grifo, sin temor a enfermarme. En cada esquina grupos de chavos y chavas, "quemándose" (esa era la expresión). De ellos salía ese característico olor de la mota, y la nube ascendía hasta el cielo sin causar daños a la capa de ozono, todas esas tribus tenían sintonizada la misma emisora, por lo que la calle era una fiesta al aire libre, las chicas y los chicos ya elevados besándose. 
Ellos, esos tipos como el que ya describí, amorfos, y ellas las mejores, las más bellas; mientras pasaba entre ellos o al lado de ellos mi envidia crecía y me preguntaba: _¿Para tener una chica de estas tendré que ser uno de ellos? esa era mi preocupación, ser uno de ellos, transformarme en un chico amorfo, con olor desagradable. 
Al llegar a donde me dirigía, en la esquina me esperaba un amigo, uno de las tribus minoritarias a petición de nuestros padres quienes siempre supieron persuadirnos de no ser uno de aquellos. Caminábamos por nuestro barrio y las imágenes eran las mismas, nos veíamos a la cara con mucha preocupación pues, nunca seríamos los felices chicos con chicas bellas como aquellas, mientras caminábamos sin destino, ni rumbo fijado, con un radio a transistores de AM, por fin mi amigo Calvin, rompió el silencio que nos acompañaba y me dijo.

- ¿Le conté que Rony ya la probó?

Rony era el primo de Calvin, un chico como nosotros, de nuestra tribu, hijo de una familia cristiana.

- ¿Quién? ¿Su primo? pregunté asombrado.

- ¡Sí! respondió escandalizado.

- ¡No se lo creo! le dije aun asombrado. Y le pregunté: _ ¿Y sus tíos que dicen?

- ¿Ellos? ¡los pobres no lo saben! ¡ésto solo lo sabemos él y yo, y ahora usted! me dijo mi amigo Calvin. El silencio regresó y se colocó entre nosotros y esa noche así terminó.

Mientras estaba en mi cama pensaba en las chicas de los moteros y en la decisión del primo de Calvin y el solo pensarlo se me estremecía mi cuerpo de miedo.

Una noche Rony resultó por nuestro barrio, justo cuando yo llegué a casa de Calvin. Se acercó a nosotros y nos saludo, yo lo vi de pies a cabeza y me dije: ¿Cómo es posible que sus padres no se hayan dado cuenta aún de lo que pasa con su hijo? 
Rony, llegó ya transformado, ya era un chico amorfo, pero eso no me asombró tanto pues, era lo que debía de ser, lo que me llamó poderosamente la atención fue la chica que le acompañaba, él la cogía de su mano, era una chica hermosa, con una minifalda que no dejaba nada a la imaginación, de ojos verdes, cabellera rubia, piernas de diosa, cintura de avispa y un redondo pero no tan grande trasero; algo perfecto y nos la presentó como su novia.

Calvin y yo nos vimos la cara y al mismo tiempo dijimos.

- ¡Hola! ella solo nos vió como cosas raras. Seguramente ella nos vió como chicos amorfos, como nosotros los veíamos a ellos. Luego de eso ella le pidió que se fueran y así lo hicieron, nosotros seguimos ahí sentados sobre la acera sin emitir palabra alguna, pensativos, yo pensaba: _ ¿qué está pasando? 
Me levanté y me dirigí a mi casa, mientras caminaba, a mis costados las tribus en lo mismo de todas las noches.

Ya en mi cuarto, sobre mi cómoda cama, me dije: _¡Deberé transformarme! y con esa idea y la imagen de la hermosa chica de Rony me dormí.

Despues de varios meses de aquel encuentro, una noche llegó a mi casa Calvin, al salir me llevó a un lugar privado y me dijo. _ ¡Venga! ¡Rony nos espera en la esquina! Yo pensé, ¿a saber que chava trae ahora? Pero no, lo que había llevado era mucho mejor que una bella chica. 
Despues de meses de no saber nada de Rony, supe que sus padres lo habían rehabilitado y al salir de su rehabilitación le habían dado de premio un carro... ¡Si un carro! aquello era una locura. Nos subimos a su carro y esa noche estuvimos viajando por la ciudad hasta altas horas de la noche. 

Pero no duró mucho, Rony les devolvió el carro a sus padres,  regresó a la mota y de nuevo era un chico amorfo, pero a su lado otra chica mucho más bella que la de la otra noche; la que no dejaba dormir. 

Mientras todo ésto pasaba nosotros seguíamos en las mismas.

Por fin, después de que el único camino para poder estar con una chica igual a las de las paginas centrales de las revistas Play Boy pero adolescentes, parecía ser, convertirse en un chico amorfo. La metamorfosis empezó, mi cabellera ahora me llegaba a los hombros, mis ropas eran típicas y a mis pies los protegían unas chanclas y además olía a porquería y sobre ella el famoso pachuli, lo único que me faltaba era la mota. Vaya dilema, no tenía dinero para comprarla. 
Me dije, ¿y si me acerco a una de éstas tribus? a lo mejor me dan y al estar con ellos, seguro llegará a mi la chica por tanto tiempo deseada, así que me dirigí a la tribu más cercana y cuando me iba a mezclar con ellos, una mano se poso en mi hombro y me detuvo; se trataba de Roy mi amigo con el que empece esta historia. Cuando éste me detuvo, mi reacción fue voltear asustado pues, creí que se trataba de mi padre quien me había cachado en la movida, pero al volverme, se trataba de un chico al cual creí no conocer, éste al ver mi rostro de asombro me dijo.

- ¡Hola! ¡soy yo, Roy! con una vos a una velocidad más normal y en sus labios una sonrisa.

- ¿Roy? Le dije incrédulo, pues el largo de su cabello lo tenía a media oreja, sus ropas normales, zapatos tenis de marca, lentes de carey negro cuadrados. Roy, era hijo de una familia acomodada, y la verdad, que se veía muy bien con todo su atuendo de marca.

- ¿Qué haces adónde vas? Me preguntó mi amigo Roy.

- ¿Pues no ves?, ¡quiero ser uno de ustedes, bueno de ellos!

- ¿Estás loco? Me dijo. Y agregó. _¿Porqué quieres entrar a ese mundo del cual me a costado tanto salir?  Y continuo. ¡Ven acompáñame! me llevo abrazado hasta un vehículo, era un hermoso carro que su papá le había prestado para salir esa noche, adentro de aquel coche yo le conté mi dilema, él me escuchó atentamente sin interrumpirme y cuando terminé; Roy me dijo.

- ¡Vengo mañana por ti, pero quiero que te cortes ese pelo y te vistas como siempre, aunque tu topa sea humilde no importa!, ¡ah y dile a Calvin que tambien está invitado, paso a las ocho! ¿Ok?

A la noche siguiente estábamos en mi casa Calvin y yo, esperando a nuestro amigo Roy, quien puntualmente llegó a las ocho de la noche. Salimos de mi casa, afuera nos esperaba el coche de su padre y adentro de él, tres chicas como siempre las había soñado, solo que estas, ademas de ser bellas y con su minifaldas de marca, olían rico, Roy nos presentó como sus mejores amigos; arrancó el coche y nos perdimos por las calles de aquella noche en que mis sueños de adolescente y de toda mi vida se hicieron realidad y sin tener que transformarme en un chico amorfo.

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