martes, 22 de septiembre de 2015

Los Trenes de media Noche


Recuerdo cuando ahí llegué, aparecí adentro de un espeso bosque, el cual emanaba una espesa niebla, la cual cubría todo, yo ni sabía porque me encontraba ahí, por un rato pensé; que se trataba de un sueño, por lo que me dejé llevar al lugar, miles de sombras, todos con trajes oscuros pero formales, me ví, pero yo vestía aun con ropa normal, sin temor alguno avance entre la neblina, mientras avanzaba junto a esos cientos de personajes a los cuales no les veía sus rostros debido a la niebla tan espesa, que cuando había dado unos cuantos pasos me tropecé con lo que parecía ser, una aguja de ferrocarril, el golpe fue duro pero sin embargo no sentí ningún dolor, avance más por curiosidad que por otra cosa, cuando más caminaba más me acercaba a algo que parecía ser una estación antigua de ferrocarril, lo que me hizo recordar con lo que me había tropezado. 
Aquella estación de trenes era muy vieja oscura, de adobe y de tejas, de madera, los andenes rechinaban al dar pasos sobre ellos, como si fuera madera a punto de desquebrajarse, me detuve y vi a los cuatro puntos cardinales, de todos ellos llegaban miles de personajes sin rostros y vestidos en trajes formales pero negros. De un rato para otro, no se cuanto tiempo llevaría en ese lugar, la verdad que ni siquiera me importaba, pues aquello era como la entrada de un estadio en un clásico de fútbol; miles de personas esperando por algo, lo cual tambien ignoraba, otra cosa rara era que no se escuchaba nada, absolutamente nada, lo que si es cierto, es que cada vez llegaban más y muchos más, por fin se escuchó sonar el silbato de varios trenes, no sabría decir cuantos, pero si habrán sido muchos, pues el sonido era ensordecedor, pero pareciera que solo a mi me afectaba no así a los demás, luego de los silbatos sonaron las locomotoras y de sus chimeneas empezó a salir humo, parecían volcanes en erupción, solo que el humo era blanco, uno que imagino no contaminaba y ese humo se mezcló con la espesa neblina. 
Entonces sonaron unas campanas y se escuchó: ¡aborden! ¡solo los que llevan visa! ¡no así los que no la tengan! y ésto se escuchó como en eco y vaya que retumbó, pues cuando ésto se escuchó todos se abalanzaron a los vagones de aquellos trenes muy largos, pero lo hacían muy apresurados, yo no entendía como iban a caber en el tren todas esas miles de personas sin rostro y de negro, pasaban a mi lado enviándome de lado a lado, sin siquiera pedir disculpa alguna; mientras me aventaban por doquier, por la ansiedad de entrar en aquel inmenso tren, escuché que del bosque oscuro del cual emanaba aquella niebla espesa se escuchó un retumbo, algo como si una montaña hubiera hecho una explosión natural y que esa montaña ahora fuera un enorme volcán, algo así imaginé al escuchar ese horrible sonido y posterior a él la tierra se estremeció y comenzó a temblar, pero no era un terremoto, simplemente era un movimiento, el que seguramente sentían los indios norteamericanos cuando sentían llegar a la caballería, pero aquí eran miles de caballos los que cabalgaban de ese inmenso y negro bosque; ésto alarmó a los ahí presentes, que los hizo desesperar aun mucho más y entonces, como ya no podían entrar por las puertas de aquel tren, vi como se subían sobre otros trajes negros para luego lanzarse a las ventanas y por ellas se introducían, pero tambien vi como el tren los arrojaba por las mismas ventanas y salían despedidos a gran velocidad y caían a metros, pero de una se levantaban y corrían de nuevo hacia el tren, mientras tanto esos temblores se escuchaban más cerca y eran más horribles que hasta yo sentí mucho miedo y horror, que me dispuse a entrar en el tren, pero aquello era algo imposible, pareciera ser un éxodo, tal cual y nadie quería quedarse ahí a esperar a lo que pronto saldría de ese bosque y ahora los sonidos eran peores, aterradores horrorizantes como de ultratumba, junto a los retumbos y temblores se escuchaban resoplos y a seres con mucha sed y hambre, sonidos jamás antes por mi escuchados. Intenté de nuevo entrar en ese tren, pues no estaba dispuesto a esperar y ver que sería lo que se escuchaba que venían hacia nosotros a una gran velocidad, aventando todo lo que se les pusiera por enfrente, imagino que hasta aventaban muy lejos a los arboles de ese grandioso bosque negro, mis esfuerzos por entrar fueron infructuosos, mientras el tren se sacudía como perro pulguiento y por allá salían los cuerpos de trajes negros, los cuales se levantaban y regresaban, eran como una plaga.
De pronto, alguien a quien no pude ver me tomó de un brazo y me llevó adentro del tren, el cual se escuchaba que se empezaría a mover, pues el sonido era el típico: ¡Chuchuchuchúuuuu! Ya sabes, el sonido de los trenes antiguos y lentamente éste se empezó a mover con un rumbo ignorado por mi, a mi alrededor miles de trajes negros sin rostro. 
Mientras éste avanzaba muy lentamente, iba arrojando cuerpos a la nada, supongo que eran los que no llevaban la visa que escuché que alguien lo advirtió, pensé, ¡pero yo no traigo ningún papel que me avale mi visa! ¿o si?, pero no me importó, era peor quedarse a la espera de aquello que producía horribles y aterradores sonidos, unos que al escucharlos me dolía hasta el corazón y el miedo me invadía hasta el tuétano de mis huesos, imagino que esos trajes negros, tambien lo sentían y sabían que era, pues seguían intentando subirse al tren, algunos iban como indocumentados sobre él, pero de alguna manera que ignoro eran sacudidos y volaban por los aires, cuando el tren había tomado algo de velocidad y la niebla empezaba a disiparse, me agache para ver por las ventanas y mi asombro fue mayor, pues a unos metros de nosotros, otros trenes idénticos y más allá otros y otros y veía que abandonábamos una especie de isla, pero ésto me aterró mucho más, se trataba de que los trenes iban sobre el aire, pues debajo de ellos ningún durmiente y mucho menos puentes de madera, ellos salían de aquella isla muy negra, pero iban en el aire y al frente se veía nuevamente tierra firme, me reincorporé aterrado pues aquello era imposible. 
Pero fueron los lamentos y gritos de los que se quedaron en aquella isla de espeso y negro bosque que me hizo agacharme de nuevo y vi hacia atrás y lo que vi, fue al mismo infierno, que sentí en mi rostro la presencia del mismo demonio que hasta me quemó mis retinas, pero en mi cerebro la horrible imagen de algo espantoso y horrendo, como eran devorados, por seres inimaginables con fuego en sus fauces y ojos, eso me lanzo hacia atrás cayendo sobre algunos trajes negros aun sin rostro. Fue allí cuando alguien me tomo del brazo y me dijo: ¡Acompáñame a tu vagón, pues éste no es el tuyo! y así lo hizo, me condujo a un vagón del tren y en el me dejó, a pesar de que no pude ver a quien me llevó hasta ahí, sentí un alivio de ya no estar entre aquellos vagones sinónimo de vagones nazis con sus pobres e inocentes victimas. Me sentí privilegiado, después de echarle un vistazo, me dí cuenta que en el lugar había una chica, al verla le hablé y ella hizo lo mismo, pero ni ella ni yo escuchábamos lo que decíamos, simplemente veíamos que hablábamos, pero no escuchábamos nada, en los ojos de ella vi el horror de la misma muerte, imagino que ella vio lo mismo en mi rostro, al darnos cuenta que era perdida de tiempo el tratar de entendernos, nos sentamos; yo aproveché para ver por las ventanas y ya nos encontrábamos en tierra firme y recordé que mientras volábamos, los miles de trenes se dirigían en diferentes direcciones. 
Mientras aun recorríamos ese basto lugar, logré ver que a nuestra diestra, miles de trenes, los cuales echaban un humo muy blanco, pero no iban sobre durmientes, levitaban a unos centímetros del suelo a pesar de ser trenes muy antiguos, pero viajaban a una velocidad de super trenes Japoneses; luego vi a la siniestra y efectivamente lo mismo. 
La chica se puso de pie y me señaló al frente muy asustada, yo vi para donde ella señalaba, saque mi cara por una ventanilla y al frente una enorme montaña de pura roca solida, enorme, de altura que se perdía entre las nubes muy blancas, y para ella íbamos a esa gran velocidad y eso alteró a la chica, pues el impacto era inminente, pero mientras más nos acercábamos logramos ver unos túneles que se iban abriendo y tambien vi, que a la para de los trenes viejos, muchos trajes grises caminaban con aquel mismo rumbo, quiza para entrar en esos túneles que se abrían al escuchar que se acercaban los trenes y así lograr colarse en ellos. Mientras los trenes avanzaban y se acercaban mucho más a la enorme pared los túneles se hacían más visibles, eran largos, muy largos, pero al fondo se divisaba una cegadora luz blanca, por fin, entramos en los túneles y aquella brillante luz se hacía cada vez más intensa y grande, con mi cabeza aun afuera de la ventana vi que en el vagón de adelante los trajes negros, con esa luz se cambiaban a blanco y las caras sin rostro empezaban a tomar rostro y cuando vi a un sin rostro como le cambiaba a un rostro, al que a mis ojos veían, éste me vió y me dió una sonrisa con tal paz, que me dio consuelo, pues él ya no podría salir de ese atascado lugar lleno por personas.
Un grito me hizo regresar hacia adentro del vagón, se trataba de la chica quien gritó mientras saltaba del tren... ¡Salta o muere! quise detenerla pero la luz ya era casi inminente, que sin pensarlo tambien salté del tren y cuando lo hice éste entro y la luz muy blanca y cegadora se lo tragó por completo, al pasar ésto me encontré cayendo por un vacío, al cual no se le veía fin, a la par mía, unos pocos metros  más abajo de mi, la chica que me había hecho salir del vagón del tren justo antes de entrar en el lugar de aquella luz. 
Caíamos y caíamos por mucho tiempo y seguimos cayendo, hasta que al fin abajo de nosotros logramos ver muchas luces de colores rojas, azules, amarillas y blancas. 
Cuando sentí, por mi cuerpo circulaba una corriente que me hizo respirar y sentí cuando una cantidad de aire fresco y deliciosos llenó mis pulmones y sentía a mi corazón latir por cada centímetro de mi cuerpo y muy a lo lejos escuché.
¡Los tenemos, llevémoslos al hospital! después de eso no recuerdo nada, hasta el día en que abrí mis ojos y frente a mi, un doctor, se trataba del Dr. Diaz Lara quien me dijo.
¡Por fin se despierta, bienvenido a la vida de nuevo! me sonrió, tomó mis signos vitales, me reviso los ojos con ese su foquito y me dijo: ¡Siga la luz por favor!, luego de ello me dijo.
¡Tienes siete vidas amigo, aun no me explico como salio con vida de ese tremendo accidente, allá en la cuesta de las Cañas! Algo quise recordar pero en eso entro la enfermera Lilly, quien le dijo al Dr.
¡Maco la otra señorita del accidente de las Cañas acaba de despertar tambien!, el Dr. dijo, ¡con permiso voy a ver a la otra sobreviviente! y se retiraron.
Despues de dos meses más en el hospital, por fin saldré de mi cuarto a las terapias, debido a las quebraduras de mis huesos de las piernas, gracias a Dios podre de nuevo caminar. Y mientras me llevaban en silla de ruedas al lugar para mis ejercicios, al llegar a ese lugar, ya ahí estaba el técnico especialista en estas terapias y junto a él la señorita que dicen fue con quien choque. 
Ella tambien venía esa noche en las Cañas, ebria, y yo, recuerdo que venia hablando por celular.
¡Hola! me dijo ella y me sonrió; ¡quiero que me disculpes, pues casi te mato! 
Al verla la recordé y le dije.
¡Por el contrario, me salvaste la vida, pues de no ser por tu grito a tiempo habría muerto! 
Ella me vio extrañada junto a los técnicos y enfermeros y el Dr. Diaz Lara, quien dijo 
¡No le haga caso, aun esta anestesiado! y todos rieron.
También recordé que esa noche del accidente iba conmigo mi mejor amigo, pero sin preguntar nada de él, sé que aquel no tuvo la suerte de ambos, pues mi amigo fue quien me sonrió vestido en la transición de negro a blanco, justo cuando entraba al túnel de la enorme pared.








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