sábado, 31 de octubre de 2015

El Empleado del Ferrocarril


Era el ultimo tren de la noche, serían las doce de media noche, justo a esa hora salía el ultimo tren con destino hacia... El pito de la locomotora silbó fuertemente y los durmientes junto al roce de las metálicas ruedas emitieron el clásico sonido de los trenes de finales de siglo, del siglo antepasado.
Por las ventanas del tren se veían pasar a gran velocidad imágenes que para cualquier infante serían dignas de la peor de sus pesadillas, pero para quien iba recostada sobre una de las ventanas, esas imágenes no representaban absolutamente nada, ella se movía al ritmo del vagón en donde se encontraba, en un vagón más atrás la acompañaba el cuerpo de quien en vida fue el gran amor de su vida, éste viajaba en un ataúd de gente acomodada del lugar, se dirigían justo a... 
_¿Buenas noches señora, desea algo de beber?
Se trataba de su mayordomo personal, junto a él, el encargado de la cocina del tren de pasajeros.
_¡Un café esta bien Jaime!
_¡Ya escuchó a la señora! le ordenó el mayordomo al encargado de la cocina de aquel tren, el cual viajaba a una gran velocidad para la fecha.
_¿Algo más señora?
_¡Solamente Jaime, puede retirarse gracias!
_¡Cómo ordene la señora!
Y Jaime se retiró al vagón de la servidumbre con su caminar espigado, digno de un gran mayordomo.
El tren seguía su camino sobre durmientes cuyo destino era uno en particular, uno al cual nadie más desearía asistir en los años venideros, pues las leyendas del difunto le precedían con una muy particular historia que nadie había podido corroborar, si era o no cierta, y ahora que él, el dueño de tantas leyendas e historias absurdas pero horribles había muerto, con él tambien sus horribles narrativas que por siglos mantuvieron a miles encerrados en sus hogares para evitar encontrarse con él o con alguien de sus ancestrales parientes, quienes le heredaron la gloria de su leyenda que ahora moría con él.

Después de varias horas de camino, 12 para ser más exacto, subiendo enormes y empinadas colinas, descendiendo prolongadas y aterrorizantes acantilados, tal cual sería hoy día una montaña Rusa, pero una jamas imaginada por ingeniero especialista en el tema.

_¡Señora, despierte, estamos por llegar a nuestro hogar!
_¿Si Jaime? ¡Tienes razón, es bellísimo, mira al fondo nuestro humilde hogar!
_¿Le apetece algo para el desayuno Madam?
_¡La verdad que si, estoy hambrienta, sorpréndeme como siempre Jaime! Dijo la señora de muy buen humor, uno excelente, al fondo su dulce hogar el cual se divisaba como a un par de millas antes de llegar!

El tren por fin hizo rechinar a sus ruedas metálicas sobre sus durmientes al momento de frenar y éste poco a poco se detuvo. Justo frente a un enorme castillo, el cual se observaba que había estado abandonado por años, del vehículo de acero, bajaron: La señora, el mayordomo, el equipaje y por supuesto el ataúd que contenía el cadáver del esposo de la misteriosa señora. 
Los empleados del ferrocarril hicieron su  trabajo, y se apresuraron para salir de ahí lo más pronto posible. 

_¡Coloque el equipaje en esta bodega! señaló el lugar Jaime y se llevaron como hora y media bajando el equipaje y demás cosas de la dama.
Mientras, luego, ella ordenó descendieran del tren el ataúd, para lo cual necesitaron una cantidad de hombres considerable, para poder bajarlo del carro funerario del ferrocarril.
_¿Qué diantres contiene este sarcófago qué como pesa? ¿Qué tipo de persona sería el difunto? dijo uno de los que lo cargaban, y al hacerlo éste sintió que el ataúd se agitó, provocando con ésto que casi se les cayera y después de que la señora les pidió tuvieran cuidado con él, éste, el ataúd, se puso más pesado, pero más nadie dijo nada, el ataúd fue colocado en una especie de urna, especial para ataúdes y luego salieron del lugar, el cual tras ellos se cerró, enorme fue la puerta que se cerró a sus espaldas.

_¡Bueno madam, está servida! dijo el jefe del tren y se atrevió a preguntarle.
_¿Está segura que no desea volver con nosotros a la civilización, ya le dió cristiana sepultura a su esposo en este enorme y viejísimo castillo?
_¡No jefe, aprecio su preocupación, pero éste es mi hogar, Jaime y yo, y algunos aldeanos le volveremos la vida que un día tuvo, gracias y que su regreso sea de lo mejor! 
Luego de decir ésto, ella sonrió de una manera un tanto inquietante, pues desde que abordó el tren en ningún momento ella había sonreído.

El tren empezó su baile erótico, entre durmientes y ruedas metálicas que dejó escapar un suspiro agitado por su chimenea, acompañado del pito del mismo y empezaron su retorno a la ciudad, dejando atrás el castillo que se encontraba en el lugar de nombre: Transilvania, y el castillo que por siglos pertenecieron a: los Drácula.  

Cuando el tren subía y bajaba la montaña rusa natural, les entró la noche, pero su locomotora seguía proporcionando la fuerza necesaria para abandonar los limites de Transilvania. 
En el pueblo, a las orillas del enorme castillo, cuando supieron que los propietarios habían regresado, temprano aun cuando el sol empezaba a morir en el horizonte se encerraron en sus humildes chozas, no sin antes colocar en cada puerta y ventana un crucifijo y una bolsa llena de ajos, por si acaso.
El tren, del cual solo se veía un hilo de humo perdido en el aire, el cual se degradaba entre las montañas oscuras pero que esa noche eran iluminadas por una enorme, bella y brillante luna, como nunca antes nadie la había visto.
_¡Maquinista! ¿qué sucede porque baja la velocidad? preguntó el jefe, pero el maquinista y ayudante se encontraban tirados uno sobre otro, con el rostro pálido, blanco como papel, como si les hubieran extraído toda la sangre del cuerpo. 
_¡Dios mio! Gritó el jefe al sentir algo en su espalda, pero que podría ser, cuando volteó solo logró ver unos colmillos enormes que se le dejaron ir sobre él y ahí murió, su cuerpo cayó sin vida por el acantilado, como lo haría más adelante el tren. Así fueron muriendo uno a uno, en el tren, quedando al ultimo como por deseo del que los asesinaba y se alimentaba de ellos.
_¿Quien es usted? ¿Qué quiere de mi? ¿Qué les hizo a mis compañeros?
_¡Soy quien vino a responder tu pregunta, la que formulaste cuando cargabas el ataúd, eso me hizo visitarlos y al verlos se me despertó el apetito, si no hubieras abierto tu boca y hubieras respetado el cortejo fúnebre nada de ésto habría sucedido!...  _¡¡Tú!! ¡Eres el responsable mortal abusivo e irrespetuoso, el mundo deberá agradecerte que yo el conde Drácula regresara de mi descanso eterno! ¡pero no morirás, a partir de hoy seras mi sirviente, como agradecimiento, antes de que te convierta en uno de mis esclavos, di tu nombre!
El empelado del ferrocarril, con su cuerpo temblando y sus pantalones mojados, muy nerviosamente dijo.
_¡Mi no-mbre se-ñor es: Igooooor! Y Drácula le mordió el cuello, dejándolo mal figurado al extraerle toda su sangre y contaminarlo con algo de su cuerpo, por lo que Igor encogió y de su espalda le salió una joroba, castigo por su insolencia y a la vez agradecimiento por despertarlo del descanso eterno que por fin y por siglos fue deseado.


                                      FIN

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