lunes, 9 de noviembre de 2015

Las apariencias no importan. ¡¡Claro que sí!! (La historia de Jacinto 1)


Hoy, recordando un frase de una amiga, quien me la dijo, luego de que la aborde por la calle y que después de unas horas, luego de conocernos. Le digo.
_¡Si no te hubiera gustado no me habrías hablado! ¿o, me equivoco? Ella muy segura de sí me respondió.
_¡Claro que te habría respondido, sin importar quien fueres! yo reí y.... 

Bueno ésta historia se las contaré otro día. El punto es que, siempre dicen que las apariencias no importan, pero claro que sí, es un vil mentira que mas de alguna vez todos hemos dicho. 
Ésta es la historia de Jacinto, un amigo de calidad, pero tuvo la mala fortuna de ser un personaje no muy agraciado, no es que yo lo haya sido, pero que bueno que estaba Jacinto pues, me hacía ver como galán de cine. Ésta es su historia.

_¡Hola!, ¿qué honda? Me abordó Jacinto mientras me dirigía a mi sacro santo hogar luego de una excelente tarde.
_¿Te acompaño? ¡estoy aburrido acá solo! Lo vi y ciertamente tenía una cara que ya de por sí no era muy agraciada y con el aburrimiento, aquello era algo desagradable para la vista de cualquiera.
_¡Claro amigo, vamos! Se unió a mi y caminamos con destino mi hogar.

¿Cómo conocí a Jacinto?, fue por que me lo presentó otro amigo en común, alguien quien tenía una cualidad que más tarde le robé, y es que para mi apreciado hermano, nadie era mejor que nadie y al decir ésto, me refiero a ambos sexos, aquel lo veíamos con cualquier tipo de gente, jóvenes y chicas, que cuando vagábamos por las calles, avenidas y callejones, no pasaba ni un minuto sin que alguien lo saludara y con un cariño que daba envidia. 
Fue así como Jacinto llegó a mi vida y a la de mis amigos, quienes al verlo me recriminaron; ellos dijeron.
_¡Oye! ¿Acaso te volviste loco? ¿Cómo andas con éste en las calles? ¡Ese nos va a quitar popularidad! La que habíamos logrado con mi discoteca móvil y con otras maniobras más.
Por fin, llegamos a nuestro lugar y entramos a nuestra cuadra, mientras caminábamos con rumbo a casa, por la calle vecinos y demás me saludaban y luego veían a Jacinto con una cara de ¡Guacala! o ¡Qué huevos los de éste! ¡Qué barbaridad! ¡Éste se volvió loco! ¿Cómo anda con ese marero* (*eso o algo peor sería hoy día, pues por aquellos hermosos tiempos éstos insociables ni en pesadillas).
_¡Entra Jacinto, estas en tu casa mi brother, siéntate ya vengo! Lo deje un rato en la sala de mi casa. 
Cuando, de pronto, mientras salía del baño mi madre con el rostro de angustia, me dijo.
_¡Hijo, no salgas se nos metió un indigente o ladrón que se yo, esperemos a que lleguen tu padre y tu hermano para que lo saquen de aquí! 
La vi con una mirada, justo con mis ojos trabados en el cielo y expresión de chica fresa... 
¡Hello, es mi amigo!
_¡Tranquila madre, es un amigo, ven te lo presento!
_¡No! ¡Seguramente tú amigo se puso a resguardo, debe estar escondido por ahí! ¡Ven! 
Me quiso detener pero yo seguí mi camino y cuando estuve con Jacinto en la sala.
_¿Jacinto quieres un refresco?
_¡Buena honda brother, con hielo por favor! Me dirigí al comedor y cuando pasé por ahí mi madre escondida en el pasillo, entonces reí con malicia, mientras mi madre me hacía señas de ¡Nooo! y yo con mi cabeza dije ¡Siiii!
_¡Jacinto, mira aquí esta mi bella madre ven te la presento! 
Jacinto como todo un caballero se puso de pie y acomodo sus greñas y desalineada moda exclusiva de él.
_¡Jejeje! 
Salió mi madre de su protegido escondite.
_¡Mucho gusto joven esta en su casa! ¿Ya le ofreciste algo a tu amigo hijo?
_¡El placer es mio señora y sí, no se preocupe ya me ofrecieron algo de beber! ¡Con su permiso! y se sentó. 
Yo le guiñé el ojo a mi madre y ella me sonrió avergonzada y salió de la casa con la cola entre las patas.
_¡Bueno mi  brother ya conocí tu choza, cualquier día te caigo! ¿está bien?
_¡Claro mi amigo, cuando lo quieras, éste es tú humilde hogar!
_¡¿Humilde?! ¡Por eso me caes bien! ¡te ves! y se fue.

Los días posteriores, Jacinto se hizo asiduo de mi hogar, por lo de la disco, pero cuando él se hacia presente en la cuadra todos salían corriendo, las señoras cogían a sus hijos y se acuartelaban en sus hogares, aquello parecía una calle del viejo oeste y luego, después de que todos corrieron a sus casas, pasaba la bola conocidas como: "Nubes del desierto o norias" yo les digo: bolas de estambre, arrastrada por el viento, Jacinto venía a ser el malvado asesino que llegó al pueblo a destrozar la cantina.
Jacinto ya estaba acostumbrado a éste trato que para él era normal, tan normal que ni se fijaba en esos estúpidos comportamientos de gente de bien y civilizada. Mi madre se percató de ello y ella sentía que le debía una disculpa a Jacinto. 

Un día, sin yo darme cuenta entramos a nuestra cuadra con mi inseparable amigo Jacinto, y nadie se movió de su lugar por el contrario, mientras pasábamos entre los vecinos.
_¡Hola jacinto!... ¡Bienvenido Jacinto!... ¡Que bueno verte Jacinto! y cosas como estas.
Ah y es que no les he dicho que Jacinto era un chico nada modesto, Jacinto era caquero y no le hablaba a cualquiera, para él, él era un chico increíble, un adonis, se tenía una autoestima increíble.

Bueno, cuando entramos a la casa mi madre lo saludó amablemente y le ofreció algo de beber. Para cuando Jacinto se fue, algunas viejas de la cuadra hasta lo pararon y platicaron con él, Jacinto estaba en su salsa. Mientras mi madre y yo lo veíamos por  la ventana, como si fuéramos un par de viejas chismosas.
_¿Qué diantres pasaría madre?
_¡Los milagros existen hijo! 
Dijo mi viejita con una sonrisa picara en su cara, esa sonrisa ya la conocía y sabía que detrás de ésto estaba la mano de mi madre...







No hay comentarios.:

Publicar un comentario