miércoles, 6 de enero de 2016

¡¡Alto el Fuego Erasmo!!


Corría el último año de los setentas, cuando me encontraba aburrido sin nada que poder hacer, así que decidí ir al centro (centro histórico hoy día). Me baje del bus, y caminé por las hermosas calles comerciales solamente viendo vitrinas e ilusionándome con algún día poder comprarme algo de lo que ahora solo podía desear, pues aún era un estudiante y dependía de lo que mis padres me daban, que no era otra cosa más que para los buses, para dirigirme a mi lugar de estudios y si tenía suerte o ahorrando centavos en varios días me daba el lujo de comprar algo en la cafetería de mi lugar de estudios, de lo contrario, no había más que los ricos panes con frijoles de mi madre, hechos con su ingrediente secreto, su amor. Pues, ahí estaba, soñando como me vería con esa hermosa camisa y unos jeans marca Buffalo, los que le hacían competencia a los leevais (levi´s), pues por aquellas fechas todo era original e importado de los USA, no había nada chafa (copias baratas y de contrabando, algo común hoy día).
Cuando escuché a otro par de cuates que seguramente estaban en las mismas que yo, le dijo uno al otro.
_¡Oye, se me olvidaba!
_¿Qué?
_¡Que en el periódico anunciaron que hoy es el ultimo día de la exposición de armas, las que uso el General Justo Rufino Barrios en su conquista a Centro América!
_¡Ah! ¡El general que se lo tronaron en El Salvador!
_¡Ese mero, vamos!
_¡Orales pues!
Bueno, me dije, no tengo otra cosa buena que hacer, así que me fuí detrás de los amigos, quienes caminaban unos metros adelante de mi; llegamos al Parque Central y frente a mi, el imponente Palacio Nacional, mi pecho se sintió orgulloso de ver a tremenda obra hecha por otro militar y presidente de la república, camine por los limpios y cuidados carriles entre los jardines del parque, en las bancas, señores de la tercera edad platicando y comentando sus historias de tiempos mejores, tal cual lo hacemos nosotros hoy día, pues siempre los tiempos pasados serán los mejores, me detuve por un rato frente a la fuente que quedaba en el centro del parque, al fondo la Catedral con sus fieles palomas alimentadas por niños y ancianos. Cuando vine a darme cuenta, los cuates ya no estaban, seguramente se encontraban ya en la exposición, entonces caminé y llegué a la puerta del Salón de Exposiciones del Palacio Nacional, a su entrada, dos soldados, apostados y firmes, como si fueran los que se encuentran en Londres, claro, una copia chafa, pues éstos, si pasa frente a ellos una chavona eran capaces de voltearse a verla junto a mi. 
Entré y aquello estaba concurrido y efectivamente, mucho armamento de los años de 1880 hasta principios del siglo XX, caminé por el orden y cada que me encontraba frente a una hermosa reliquia (suspiro y me pregunto: ¿dónde estarán hoy?, seguramente adornando alguna sala de un militar retirado o en los jardines de sus lujosas casas), de pronto vi que un grupo rodeaba a un señor entrado en años, quien les contaba sobre las armas bélicas, me acerqué pensando: Éste viejito debe de ser el guía y seguramente conoce bien la historia de la exposición; me acerqué muy sigilosamente para no interrumpir al elocuente disertador y guía, él, comentaba al respecto de las armas y las batallas libradas con ellas, tambien les indicaba de una manera rustica, por decirlo así, el funcionamiento del armamento allí expuesto, cosa que llamó poderosamente mi atención, pero conforme hablaba del tema las personas iban perdiendo interés y se alejaban, que cuando me di cuenta estaba al lado del disertador, él sintió mi presencia y me vió y yo lo vi.
_¡Hola hijo! me dijo el anciano, al que le respondí con toda mi educación aprendida en casa a puro riéndaso limpio.
_¡Hola tío! ¿No sabía que usted supiera tanto de ésto y que trabajará acá?
_¡Hay hijo, claro que sé mucho de estas armas y no trabajo aquí, solamente que alguien me preguntó al respecto y le conté lo poco que yo entiendo de esto! ¡modestamente, hijo sé bastante! Me susurró con el orgullo en su pecho y un brillo especial en sus ancianos ojos.
_¿En serio tío? ¡no sabía que supiera tanto, mi papá nunca nos lo contó!
_¡Ah, tu padre era un niño aún y estas cosas son de hombres! ¡Deja que te cuente! 
Me dijo mi tío con el brillo aumentado en sus pupilas con cataratas y cheles, se acomodo sus lentes que mas parecían, el fondo (Iba decir culo, peo mejor no) de botellas de vino blanco y entonces empezó su historia...

... Recuerdo cuando fue esta batalla. Ah, es que no te conté, que yo estuve en ella, en ese entonces yo era un soldado raso, pero uno muy valiente y se me dió a mi cargo un fusil como aquel. Señaló hacía una pared en donde se encontraba protegido adentro de un vidrio una escopeta militar, yo pensé; de la segunda guerra mundial, a todo ésto mi tío y yo estábamos rodeados de toda la concurrencia en el salón de exposiciones hasta los soldados se sintieron seducidos por la historia que se hicieron presentes, tambien estaban ahí las personas del aseo, pero mi tío solamente se dirigía a mi, yo me sentí orgulloso de él y me imagino que a él le ganó la emoción de verse rodeado por una cantidad considerable de personas (su minuto de gloria) las cuales escuchaban atentamente su historia.
... La batalla entró en su auge hijo -continúo con su relato- y yo disparando mi escopeta, los soldados enemigos caían a diestra y siniestra, yo me encontraba apostado a unos metros atrás de mi comandante y jefe; El General, junto a él unos capitanes que resguardaban su integridad. Y es que antes hijo, los generales iban al frente, no como ahora que se quedan acuartelados, dando ordenes sin poner en peligro sus traseros. Pero bueno, de pronto mi arma quedó sin balas yo me arrojé pecho a tierra, pues escuchaba como las balas zumbaban como abejas asesinas cuando pasaban a mis costados; lo que sucedía, era que al enemigo le llegaron refuerzos y eso nos mermó a nuestra tropa, entonces mientras me encontraba pecho a tierra vi como valientemente cayo el primero de los capitanes que resguardaban a mi General y luego cayó el otro; fue entonces, cuando le dieron en el brazo a mi General, cosa que me hizo levantarme y caminé entre los cadáveres, hasta que me aposté a la par de mi General, el me vió con mucho orgullo, de ver como había llegado hasta donde él se encontraba herido, lo quise auxiliar pero el valiente militar me dijo: _¡Olvídese de mi soldado y dele su merecido al enemigo, que nos están ganando la batalla! Le respondí: _¡A su orden mi general! vi a cual de los cadáveres le despojaba de su arma con balas, pero en eso mi vista se topó con una de éstas precisamente. Se trataba de una metralleta, la cual contaba con arios cañones como de rifles unidos y dos ruedas de madera a los lados y en medio de ella la atravesaba una especie de cincho con cientos de balas. Esas armas solamente las había visto en películas y el lugar quedó en un silencio sepulcral, no se escuchaba ni el zumbido de una mosca, todos, atentos, escuchando a mi anciano tío. 
Entonces hijo, yo no había nunca usado una de estas modernas armas mortales, pero quiza la adrenalina del momento me hicieron tomarla y comencé a dispararla y mientras lo hacía, yo gritaba: ¡¡Mueraaaaan Bastardoooos!! y la ametralladora escupía balas y los soldados enemigos caían y caían, yo los rociaba con esta maravillosa arma. Para esto, mi tío había violado la cinta que aleja al publico para que no toquen lo que se exhibe y él se encontraba maniobrando el artefacto militar (Gracias a Dios que no funcionaba, sino seguro nos habría matado a todos; su publico). Los que velaban por la seguridad de lo expuesto no dijeron nada, quiza por la emoción que mi tío le daba a la historia, estábamos ante un verdadero héroe y veterano de guerra, quien sabía perfectamente que hacer. Mi tío siguió con su historia. 
Caían a mi derecha, al frente y a mi izquierda, nada me detenía yo veía como volaban por el aire los cartuchos vacíos; cuando sentí una mano fuerte y firme sobre mi hombro que me trajo a la realidad, ¡hijo mio!, se trataba de mi General, quien me ordenó con vos firme y fuerte y llena de un orgullo que aun recuerdo como si fuera ayer, el me dijo: 

_¡¡ALTO EL FUEGO ERASMO!! 

Yo obedecí y entonces mi General Justo Rufino Barrios, el Señor Presidente y Reformador de nuestro país y yo, nos fundimos en un fuerte abrazo.

Yo pensé: 
_¡Un momento, el General Barrios, murió en la batalla de Chalchuapa. el Salvador, hace casi doscientos años! 
Entonces me empecé a hacer para atrás antes de que el resto de la concurrencia, quienes le aplaudían a mi tío, se dieran cuenta de lo que yo me había dado cuenta y sin que él se percatará, pues simplemente daba las gracias por los aplausos, me retiré de ahí, salí del Palacio y me fuí para mi casa; mientras viajaba en el bus, recordaba la historia de mi tío y me reía, a la vez me pregunté: ¿Será qué nadie se dió cuenta de la historia senil de mi tío. 

Hasta el día de hoy, la frase: "Alto el fuego Erasmo" nos causa gracia a quienes todavía sobreviven a la historia y se enteraron de lo que hoy les cuento.


A la memoria de mi anciano y hermoso tío, quien siempre soñó despierto y contaba maravillosas historias, las cuales se le confundían con la realidad, mezclando fechas actuales y de la historia de nuestro bello país. Para mi Tío Erasmo, ésta es una de sus miles de historias que nunca olvidaré, Descanse en paz... 
Mi tío murió un par de años después de aquel pasaje. De una caída, mientras se bañaba. Triste perdida. 
Cómo lamento haberle conocido tan tarde en su vida.






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