miércoles, 27 de enero de 2016

Brick house (Casa de Ladrillo)


Siempre existió, quedaba a la vuelta de mi casa, justo enfrente de la alcantarilla donde aquellos jóvenes sacaban un balón de fútbol y uno de ellos se voló los dedos (ver: El coyote y el corre-caminos). Para mi, siempre fue una casa más del vecindario, pero si recuerdo que era muy mencionada esa casa de ladrillos, pues que yo recuerde nunca la pintaron o la repellaron, siempre se quedo así, de ladrillos de color rojo, a mi que me importaba, lo que me interesaba en la época era la casa de doña Senovia, la dueña de la tienda, o mejor abarrotaría, lugar en donde había de todo. Un enorme mostrador el cual nunca logré recorrerlo por completo debido a que siempre había algo que llamaba mi atención y ahí me quedaba pegado al vidrio y cuando por fin reiniciaba mi caminata hacia otro punto del enorme mostrador, mi madre daba las gracias y me decía.
_¿Nos vamos mi amor? 
Con su mano esperando por la mía y de regreso a mi casa. El tiempo pasó y nos cambiamos de casa, pues allí alquilábamos y nos trasladamos a la nueva casa, la propia, claro después de pagarla durante 20 años. En aquel entonces, yo era un niño de apenas seis años. 
Ya instalados en nuestro nuevo y propio hogar, el tiempo siguió su inexorable caminar y me crecí, hasta llegar a convertirme en un adolescente, uno con algún barro mal ubicado, miles de espinillas, pelo largo y grasoso, pues era la moda, bueno lo largo, lo grasoso era por falta de higiene (que hueva).
Una tarde, uno de los de mi tribu, otro huevón igual a mi, llegó todo entusiasmado con un notición, éste juntó a la palomilla para darnos a todos la noticia, pero nadie sabía que a mi ya me había contado el secreto (jejeje)

Esa noche nos juntamos frente al árbol de don Mario y colocados como zanates, cada quien en su rama, esperando a que llegara Fredy con la tremenda noticia; por fin, dejaron salir a Fredy y éste apareció entre la bruma, como lo haría Drácula, que hasta vi como todos agitaron sus alas del susto.
_¿Qué onda mis chavos?
Dijo Fredy y les dio la mano a cada quien, ese saludo fue algo largo, pues era un saludo sacado de una película de tipos de color y todos sabemos como se saludan estas tribus. Por fin, luego de varios minutos me saludó a mi y todos se apearon de sus ramas y nos encaminamos hasta unas gradas que estaban como a un para de metros del árbol de don Mario y ahí nos acomodamos como si estuviéramos en galería de cine, dispuestos a ver una película para adultos (lo digo por lo que nos contarían)
_Bueno, ya tanta mierda, deci lo que nos venís a contar.
Dijo Mario algo maleado, mientras el resto al unisono lo callamos.
_¡Shhhhhhhhh!
_¡Su madre! 
Dijo un Mario con la cara toda colorada.
_Ok, les informó algo que les va a gustar mucho.
Dijo un misterioso de Fredy y prosiguió con su cuento.
_¿Alguno de ustedes conoce: La Casa de Ladrillos?
_¡Yo! 
Dijo un emocionado de Willy, cosa que nos extrañó, pues nadie había escuchado de esa casa misteriosa.
_¡Ajá! 
Le dijimos a Willy, para que soltara la sopa y él inició con la canción de los Commodores: "Its a brick... House..."
_¡Ya shooo cerote, vos y tus muladas! 
Le gritamos en coro. Y regresamos al rostro misterioso de Fredy, quien se veía como la gran puta.
_¿Me dejaran terminar?... ¡Gracias!
Dijo molesto y continuo. 
_Mi primo, el Fito, me contó que recien fue a la Casa de Ladrillos y ¿qué creen?
_¡¿Quéeee?!
_¡Es una casa de nenas! ¡Jajajaja!

Rió todo emocionado, mientras nosotros nos quedamos con los ojos abiertos, muy bien abiertos, por la admiración de saber de que alguien, aunque no era de la tribu, pero sí primo de uno de los miembros, había ya visitado uno de esos lugares, de los cuales, sí sabíamos que existían, pero donde se encontraba uno, nadie sabía, nadie había podido dar con uno de ellos y si que nos urgía, pues nuestra única revista de la Play Boy, la cual se la había robado Rolmy de una barbería, ya nos tenía aburridos, a pesar de que las señoritas de la revista eran unas diosas.
_¿Y, dónde queda? 
Preguntamos con la ansiedad en nuestra cara.
_Calmados chicos... ¡Tengo la dirección!
_¡Eeeeeeeh! 

Gritamos como salvajes, que hasta don Mario encendió las luces de su hogar, pues quedaba a un lado del árbol, al ver las luces encendidas salimos huyendo, como recinto de cucarachas allanado.
Cuando don Mario apago las luces, no regresamos de inmediato, pues, ya conocíamos sus mañas, seguramente estaba detrás de sus cortinas, vigiando para cacharnos e ir con el chisme a nuestras madres y con seguridad le aumentaría a la historia y nuestras madres descolgarían la reata que colgaba de la pared y por varios días no podríamos sentarnos. 
Esperamos el tiempo necesario y regresamos a las gradas que quedaban al lado del bello árbol. Nos sentamos esperando escuchar de Fredy más detalles.
_Bueno... 
Dijo y nosotros lo escuchamos, tal cual lo hacíamos en la clase de Filosofía.
_Además de la dirección, tengo los detalles más importantes, los cuales son: La cerveza cuesta el triple de lo que cuesta en la tienda, las aguas igual, no dan boquitas, el lugar está rodeado de espejos, y con luces de colores rojo, azules, violetas, las mesas están pegadas a la pared de ladrillos, tienen un bar con licores de todas las marcas y precios y una pista de baile para bailar con las chicas que elijas, claro, luego de introducir una moneda a la rockola y...
_¡Ya, ya, ya!
Lo interrumpimos, pues nunca hablaba de lo que nos interesaba. Así que le preguntamos directamente
_¿Y, las chicas?
_¡Las más bellas jamás vistas por nuestros ojos, salvo en la revista, que por cierto hoy me toca a mi!
_¡Aaaah! ¡Cállate cerote!
Dijo Mario, pero ya con sus mejías normales, sí, lo apoyamos y casi al unisono preguntamos.
_¿Cuanto cobran las chicas?
Cuando Fredy nos dijo el precio por estar con una de esas diosas del sexo, se nos cayó el cielo estrellado de aquella noche encima, Rolmy dijo.
_¿Y cómo putas vamos a reunir esa fortuna? ¡El hueco de tu primo porque es rico el cerote!
Y todos los zanates quedamos meditabundos y en total silencio.

Pasaron los días y el clan se encontraba con un bajón enorme; por fin conocíamos la ubicación de uno de esos palacios del placer y no podíamos ir por falta de recursos, ¡maldita suerte la nuestra!, sin embargo, nuestras mentes seguían en la búsqueda de la respuesta; tal cual hoy día los laboratorios y científicos buscan la cura al Sida o al Cáncer. 
En una de tantas noches, dijo Julio.
_¿Qué les parece ésto?
_¡¿Qué?!
_Y, si vamos solo a ver; digo, para un litro de cerveza si juntamos nos alcanza y una gaseosa para el Chejo.
Luego de un meditabundo silencio, todos brincamos y gritamos
_¡¡Síiiiii!!
Las luces de don Mario se encendieron de nuevo y todos salimos corriendo de nuevo, ésta vez como reducto de ratas allanado.

Al día siguiente, nuestras madres en una tertulia con don Mario, nos veían con ojos de malicia, sabían que algo tramábamos, pero ellas tampoco lograban resolver con don Mario el problema, ellos eran otros científicos en la carrera por encontrar la cura a dichas enfermedades, solo que las bacterias a destruir eramos nosotros.

Acordamos ir el próximo sábado y la emoción se sentía en nuestras barrigas, cada día que pasaba y el sábado se acercaba, el viernes casi sentimos vahídos de la emoción y en la casa de don Mario, las cortinas de todas las ventanas se movían misteriosamente, claro, era don Mario y nuestras abnegadas madres que estaban en plena investigación.
_¿Ya se dieron cuentas?
Les dije a los chicos.
_¡Sí! Dijo Mario, _Creo haber visto a mi mamá! ¡Qué putas les pasa!

El ansiado sábado llegó y ese día nos tardamos más que de costumbre en el baño, dándonos el sagrado baño del sábado, luego, al salir y ya en nuestros cuartos, buscando nuestros mejores trapos, los de fiesta. Alguien tocó a mi puerta y dije: 
_¡Pase! 
Era mi madre quien entró, se me quedó viendo a la cara, mientras yo la escondía y alejaba su mirada de la mía; cuando ya no aguanté, le dije un poco molesto.
_¿Qué? ¿Necesitas algo de mi?
Sin mediar ningún preámbulo, me soltó la bomba.
_Van a ir a donde las putas, ¿verdad?

Mi rostro se encendió en mil colores, pero los que más alumbraron fueron los de tono rojizo.
_¡Madre, qué cosas dices, claro que no; iremos a un repaso!
_¿Si? ¿dónde quién?
Me había atrapado, pero en eso entró mi padre y le ordenó a mi madre que me dejara tranquilo, que ya su niño era todo un hombre y que no me metiera en sus asuntos. Mi madre salió de mi cuarto bien molesta.
_¡Alcahueta, pero si le pegan una enfermedad vos verás que haces con el niño! 

Y, somató la puerta, mi padre me sonrió y me guinó el ojo, luego preguntó
_¿Necesitas dinero, esos lugares dicen que son muy caros?
_¡Papá! ¿No sé de qué me hablas?
_¡Si, claro! 
Dijo con una sonrisa sarcástica y abandonó mi cuarto.

Nos dirigimos con rumbo a la dirección de la Casa de Ladrillos. Nos bajamos del bus, y caminamos con rumbo ya previsto, nuestros jóvenes corazones latían a mil.
_¿Creo que es por acá?
Dijo Fredy, quien llevaba las indicaciones de su primo. Mientras caminábamos, yo me di cuenta que era el lugar en donde había vivido mis primeros años de vida y recordé cuando escuché a mis hermanos y sus amigos hablar de la famosa, Casa de Ladrillos. Entonces con orgullo les dije.
_¡Síganme; es por aquí!
Y, ahí estaba, imponente y moderna, la Casa de Ladrillos, de adentro se escuchaban salir las notas de canciones provenientes de la rockola y el bullicio de la perdición. Tomamos aire y nos encaminamos con rumbo a nuestra primera aventura en uno de esos palacios de lujuria, vicios y sexo, un lugar prohibido, pero anhelado por adolescentes calientes. 

Yo, con la confianza de haber vivido en el barrio, toqué la puerta y de ésta se abrió una puertita o ventanita y en ella, un tipo, nos vio y  la cerró, luego abrió la puerta grande y al hacerlo para adentro no se veía nada, pues había una lujosa cortina de terciopelo, de color rojo. 
Entramos y la puerta de, "La Casa de Ladrillos" se cerró con nosotros adentro.




Historia inspirada en la canción: Brick House de: The Commodores.


Tomado del libro: Historias de un Adolescente Tímido 2. De S. Raga.








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