viernes, 5 de febrero de 2016

Las compuertas no pueden contener a un mar embravecido


La noticia estaba lanzada, el pueblo estaba alterado, los empresarios emocionados, no les preocupo lo que podría pasar. A orillas del pequeño pueblo porteño, el majestuoso mar, con la tranquilidad que le da un verano cálido.

_Bueno, ¡todo esta listo!

 Se expresó uno de los empresarios dirigiéndose al alcalde del lugar, quien ya recibió su tajada para autorizar que se abrieran las compuertas del enorme dique o represa, los cuales ya no soportaban la presión ejercida por la cantidad de agua salada que se aprestaba a llenar el lugar elegido para esa noche, que según ellos sería un evento inolvidable, aunque los empresarios y los dueños del lugar que recibiría toda esa cantidad de agua salada dijeron que sería a las diez de la noche, desde medio día se veía que las aguas se acercaban impacientes por entrar y se agolpaban contra las compuertas que soportarían toda la presión, pues las vías por donde llegarían las aguas estaban debidamente entubadas para no tener una sola gota de fuga, pues con ello, sabían que perderían algunos dolares, pero cuando eran las ocho de esa noche, la presión ejercida por las aguas que se veían desesperadas y agitadas por entrar a la represa, dijeron los ingenieros encargados de la seguridad del lugar 

_Señores, si no abrimos las compuertas, no soportaran tanta presión, sugerimos que permitamos ingresen al recinto por lo menos poco a poco, para quitarle un poco de presión a dichas compuertas, de no ser así, puede suceder una catástrofe de altas dimensiones. 

Eso indicaron los ingenieros encargados de la seguridad del lugar, asi que, tanto empresarios como autoridades estuvieron de acuerdo y permitieron que los ingenieros abrieran no a cabalidad la represa y permitieran el ingreso de un porcentaje de agua al lugar que la esperaba y así lo hicieron; el agua burbujeo mientras entraba por las compuertas a medio abrir, así entraron varios miles de litros de agua. 

Pero cuando vieron que eran ya las nueve y treinta, decidieron abrir por completo las compuertas y el agua entró embravecida, agitándose contra las paredes de los canales que los conducían; aquello era algo que daba terror, el ver como lo que horas antes eran aguas pacificas, ahora eran aguas turbulentas bajo tempestad. 
Mientras entraban se acomodaban cada gota del salado liquido hasta en los más recónditos lugares, sin dejar un solo espacio libre. Lo que si era evidente, es que toda el agua, la más turbulenta, se agolpaba contra el ultimo contenedor o dique, el principal, el que los detendría y los ingenieros construyeron para ello; mientras se llenaba a su máxima capacidad; y, si que había agua para llenar todo el lugar, hasta a un estadio completo que había sido preparado para la ocasión.  

Desde helicópteros y lugares estratégicos, los ingenieros observaban que el lugar no sufriera ningún daño, que no se agrietara las paredes de hormigón, pero gracias a Dios, todo en orden y bajo control. Por fin llegó la hora pautada para el gran evento y se sintió como el viento se hizo presente y al hacerlo las mansas aguas, las pacientes aguas del lugar y de otros riachuelos que desembocaron esa noche ahí, debido a las tuberías, empezaron a responder al clima tenso y airoso y las aguas se elevaban como olas a muchos metros de la superficie, aquello era como el inicio del diluvio, mareas altas y oleaje altos y feroces, nada podría calmar dicha tempestad que se llevaba a cabo tanto adentro del recinto como afuera de él. 

_¡Me copian! 

Dijo uno de los ingenieros. 

_Doy parte de que las tuberías aquí a fuera han cedido y esto es un caos, será mejor que comencemos sino queremos que se nos salga de control todo.  ¡cambio y fuera! 

Los empresarios y autoridades estuvieron de acuerdo y dieron la orden de iniciar con lo que tenían planeado...

Se encendieron los reflectores y se iluminó el escenario, los acordes se escucharon en los altavoces, las pantallas enfocaron al publico, ésto hizo que el agua salada del mar ahí adentro aprisionado se enloqueciera y las olas superaron los indices permitidos, los retumbos se escuchaban por los lugares aledaños, algo que asustaba a los residentes que se opusieron a que se realizara ese concierto en el pueblo porteño.
Y,  cuando salió la estrella del concierto, fue aun peor, pues del enorme océano de aguas saladas saltaron hasta la superficie, en donde se encontraba la estrella, pero los que cuidaban ese lugar al cual nada ni nadie podría subir, tomaban a los peces de aletas y cola y los lanzaban de regreso al mar, que mientras duró el concierto nunca estuvo tranquilo ni apaciguado, por el contrario, se agitó mucho más y se escuchó como rugió durante todas las melodías, éxitos del artista, las que el artista cantaba y eran amplificadas por los altavoces. 
Así fue hasta que todo terminó, fueron cuatro horas de musica y bailes. Y de nuevo se abrieron las compuertas y dejaron salir aquel mar de personas que llegaron con boleto en mano a disfrutar del concierto de la estrella del momento. 
La calma regresó en el pueblito porteño y el mar siguió tranquilo, pues a él no le afectó en nada aquel concierto.





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