viernes, 26 de febrero de 2016

NIKITA 2


Un lugar muy frió, lugar en donde naciste; te vi y dije: 
Así debe ser tu corazón, yo en el lado oeste te vi desde mi balcón y no pude evitar emocionar a mi corazón.

Cuando me viste con tus ojos tan azules, tremendo frió en mis huesos sentí,
mi padre se asomó y dijo: Olvídate de ella.

Mi corazón palpito y se negó seguir la orden de mi padre, 
me dijo: Un día los muros caerán y su corazón podrás conocer.

El tiempo transcurrió y ella al igual que yo, creció, en hermosa mujer se convirtió,
era ahora mi vecina, pero sus ojos azules me daban escalofríos.

Yo seguía en el lado oeste viendo desde mi balcón, en todo este tiempo 
nunca me viste con cariño y menos con amor.

Fría como el hielo de tu patio, ahora nunca llega el sol, de niño te conocí 
y mi atención robaste.

De adolescente me enamoraste, pero el muro seguía ahí como impidiendo 
que nuestro amor, uno frió y otro cálido se conocieran y se encontrarán. Y, 
asi lograr fundir esa frialdad que existía en ti.

Una mañana cuando apareció el sol por mi balcón, de tu lado 
aun de noche y frió congelante, tu dormías y yo en mi pecho con gran emoción
no pude más y grite: ¡Nikita te amo!

Pero no recibi respuesta alguna, solo el viento sopló de este a oeste
y a mi nariz congeló, regrese a mi cama y me abrigue para asi, a mi nariz
descongelar.

El tiempo sin detenerse pasó y mi padre murió, al igual que él 
yo tambien crecí y en mi cuarto de adolescente siendo todo un hombre ahí seguí.

Tú seguías de tu lado y te veía siempre bella, con ojos de mi corazón,
pero aun sentía esa frialdad que congelaba toda mi ilusión.

Pues el sol nunca daba por allá, siempre invierno blanco y cruel y de mi lado 
bella y cálida primavera y en mi corazón una quimera que nació hace mucho tiempo ya.

Cuando me vi en el espejo, vi que envejecí y yo esperando aun por ti, sin conocer nada más
que tu nombre, también sabía de la frialdad de tus ojos bellos, grandes y azules.

De ti, nunca una sonrisa y tambien envejeciste y nunca sonreíste.
Me di cuenta que te necesitaba tanto o más que el primer día que te vi.

Por fin el muro cayó y el sol a ti llegó, a tu hielo derritió, juntos, 
tú en tu lado y yo en el mio vimos como caía cada piedra del enorme muro.

Cuando se llevaron los escombros, parados frene a frente, dos viejos con diferentes 
lenguas, no sabían que hacer, pero tú al fin me sonreíste y de tus ojos ya no sentí el frió que congelaba a mi corazón.

Yo reí y en tus brazos me fundí, algo que extrañaste por nunca haber recibido de nadie esa caricia, pero poco a poco, tus brazos ascendieron y de ti el abrazo añorado sentí.

Reímos como nunca jamás imagine, te dije: Tu no conoces mi hogar, ¿quieres entrar?
ella me siguió y asombrada al entrar quedó.

Me dijo con señales: Esa soy yo de joven, enfermos has de estar. Pero, yo le dije: 
Si estoy enfermo, pero de tanto amor que ya no aguanta mi corazón.

Y tanta fue la emoción que muerto ahí quedé de un infarto fulminante.

Nikita por mi lloró y me enterró y a su lado nunca regresó, en mi casa 
sus últimos días ella vivió.

Y una tarde durmiendo sobre mi silla mecedora ya de vieja tambien murió. 

De la mecedora se levantó y un camino caminó, el que su corazón le señaló.

Y ahí me encontró, me desconoció, pues joven me halló, yo le dije no temas y al espejo la enfrente.

Y ahí estaba, Nikita, la bella chica de la que siempre enamorado estuve, ahora
hablábamos el mismo idioma.  Idioma del amor y este era muy fuerte. 

Ella me confesó que siempre a su jardín salió para ser abordada por mi,
pero el sol era tan fuerte que no le permitían ver bien y su rostro siempre frunció.

Yo le confesé que pensé que no le caía bien y que me odiaba, no me dijo, siempre 
te he amado, desde niña cuando apareciste por aquel balcón.

Y, cuando me gritaste que me amabas yo bien te escuché y toda la noche de emoción lloré.

Le cerré sus lindos labios y la besé, me di cuenta que era cálida y no fría como toda la vida imaginé. (lo pensé).

La providencia que supo nuestra trágica equivocación, en conferencia decidió
darnos otra oportunidad y al mundo nos regresó. 

Y, desde entonces cada día y noche yo amo como loco a mi Nikita y ella me ama a mi,
me da su calor y yo le doy todo mi amor.

Y cuando puedo grito al cielo: ¡Nikita te amo!

Unimos nuestros patios y en él, corren felices nuestros hijos. Algo raro, es que en su patio 
que tiene forma de corazón, ahí en invierno nunca nieva y en mi lado, siempre es primavera.

Seguro es fruto de nuestro amor, por años separados por enorme muro; erguido por personas que piensan son dueños del mundo y con ello, separan a verdaderos amores. Insulsos e ignorantes que no saben que el amor no conoce de fronteras ni falsos ideales, él solo sabe: Amar y amar.








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