martes, 29 de marzo de 2016

Downtown


Recuerdo con nostalgia cuando en los tiempos viejos te sentías aburrido y salías a la esquina de tu casa, al alado del árbol de don Mario y esperabas a un bus del servicio colectivo y te subías a él y empezaba el viaje con rumbo al centro de la ciudad, allí se concentraban todas las clases sociales, pobres, clase media y ricos de tu ciudad, te conformabas simplemente con ver en las vitrinas las ultima moda de las grandes ciudades de paises vecinos a precios increibles para hoy día, pues nuestra moneda si tenía valor adquisitivo, al llegar al centro del ahora llamada centro histórico, que en su momento era lo mejor de nuestra ciudad, algo como un Wall Street o la calle 54 de NY pues en ese lugar se intercambiaban por objetos, alimentos y todo lo necesario para vestir y consumo, para la diversión y el entretenimiento; se movía el dinero y los mejores y más caros lugares estaban ahí, todos caminábamos en sus amplias aceras sin discriminación, ni temor de encontrarte con algún tatuado ladrón que ahora además de robar tambien son asesinos y sicarios, todas las lineas del transporte urbano convergían en un enorme portal frente al parque central, lugar en donde había lugares para sentarte y apreciar un lindo atardecer. Así eran mis tardes aburridas, salir de mi barrio, subir a un seguro bus colectivo con rumbo a la enrome ciudad, el centro de la ciudad.

También recuerdo con nostalgia que si un fin de semana te sentías aburrido, sin nada que hacer en tu barrio, llegabas a la esquina y ahí venía el colectivo, lo subías y en cuestión de 30 minutos pues carecíamos de atracones y congestionamiento, estabas en el centro de la ciudad y a pesar de ser un domingo o sábado por la tarde el centro de la ciudad era tu salvación para dejar el aburrimiento de lado, me dirigía hacia las varias salas de cine y buscaba la película que me gustara, estrenos recientes en los USA y en Europa e incluso México y pagabas unos centavos y entrabas a la sala, la cual era enorme, parecían teatros y veías las películas, primero una que no era la importante, luego esta terminaba y las luces se encendían y de las cortinas rojas del fondo, salían los vendedores de enormes conos de helado y aguas frías, poporopos, papalinas y cada chuchería a la cual todos teníamos acceso; mientras que otros se dirigían a los sanitarios y no se preocupaban que al regresar su lugar ya estaba ocupado, no, pues la sala del cine era enorme y si tus centavos no te alcanzaban para disfrutar de la película en delicado sillón de terciopelo, pues no había problema, pagabas menos y te ibas a la galería, perdías comodidad pero podías ver el estreno. Ahí, al apagarse las luces indicando que llegaba la segunda película y el estreno esperado, todos silbaban y gritaban; era gente de escasos recursos en todos los sentidos. 
¡Ah! ¿que? ¡Sí! ¡eran dos películas por el precio de una y las producciones buenísimas!

Otras veces, tambien recordada con nostalgia, cualquier día que no había más nada que hacer porque carecías de algún romance, porque no tenías una chica que te acompañara e hiciera de tus días, días felices, pues de nuevo salias a la esquina y otra vez, el autobús puntual, con chóferes educados y bien vestidos, paraban justo donde era la parada y en treinta minutos tal cual la pizza, estabas bajando en el centro de la ciudad y si en el autobús no te habia gustado alguna chica, al llegar al centro de la ciudad en donde convergíamos todos, ahí estaba el secreto de Fonsi (el de Happy days) para él su lugar de conquista ultra secreto era el supermercado; para nosotros lo era el centro de la ciudad y si tenías una estrella o mejor dicho una buena pinta o aun mejor, una buena casaca, con suerte la chica que elegías te resultaba hija de algún embajador o algo así, a ella ni a nadie le importaba de donde habías llegado al centro de la ciudad, lo importante era que, se encontraron en el centro de la ciudad y ahí iniciaron unos romances, que aun perduran hasta hoy día y todo en Downtown. Eso era increíble, no crees? 
Hoy día te ven como si fueras plasta de perro olvidada en alguna esquina (perdón por la analogía, pero es la verdad).

Si te encontrabas en tu guardarropa buscando tu mejor traje, el de las reuniones y fiestas importantes, el cual tu madre tenía mucho cuidado a la hora de lavar, pues no se podía arruinar, pero claro, como todo tiene su tiempo y al buscar y buscar no encontrabas la ropa adecuada para asistir a la fiesta de la embajada; pues nada, de nuevo a la esquina y el bus ahí fiel esperando por ti y en un cerrar y abrir de ojos, pues te podías dormir sin pena de despertar desnudo y aislado, con la mirada de todos en al autobús, llegabas a tu destino el centro de la ciudad, elegías la parada más cercana para llegar al almacén que deseabas y caminabas hasta él, ahí te recibían como rey y te asesoraban sin dar una mala mirada, como cuando te ven llegar y dudan que tengas con que pagar, en esa época del Downtown, no era eso posible, encontrabas lo que buscabas aunque sea en el departamento de niños, recuerda que todo era importado, ropa americana y esos gringos si que se alimentaban bien, pero a quien le importaba si tu pinta era de caballeros o de niños, lo que importaba era que te veías bien, respetable y te sentías cómodo y entonces, salias del almacén con vuelto en los bolsillos y bolsas de papel para no dañar al planeta y caminabas por las calles como si fueras Tony Manero y en tus oídos, la melodía de Stayin´ Alive de los Bee Gees y en lugar de las bolsas, los botes de pintura y tu andar el de la estrella John Travolta, hasta la zapatera de tu predilección, entrabas y lo mismo la atención era excelente, pedías ver lo que te gustaba, te los probabas y nada de que el segundo a mitad de precio; pues de ser asi, hubiera sido casi que mejor te los regalaban y como no eran Chinos, eran zapatos eternos, salías del lugar con otra bolsa más, de papel claro y te metías la mano a la bolsa y te revisabas y veías que increíblemente los cien dolares te habían alcanzado para zapatos y un traje con camisa formal; con sonrisa en labios luego de revisar la hora, te dirigías a comer una rica hamburguesa e increíblemente aun te abundaba el dinero para volver a tu casa luego de visitar el centro de la ciudad, para bañarte y cambiarte, aunque tenías para tu viaje en bus colectivo o para pagar un taxi, que la diferencia no era exorbitante, si habia diferencia pero no como ahora, tu señor padre quien leía su periódico o veía la telenovela Mexicana o Venezolana, te preguntaba. 
_¡Tienes dinero suficiente hijo? 
Y tú muy honesto le respondías. 
_¡Si, claro padre no te preocupes! 
Pero tu honestidad te premiaba, pues tu padre te decía. 
_Llévate este otro poco por cualquier emergencia. 
Y, en treinta minutos o menos, por ser de noche, te encontrabas en al embajada bailando con tu nueva novia, la cual conociste en el centro de la ciudad.

Mi nostalgia no me permite seguir contando cuanta belleza de aquella época, en Downtown que me quedaré por hoy hasta aquí, pero prometo traerte otras historias que jamás olvidare de mi lindo: Centro de la Ciudad (Downtown). 

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