miércoles, 16 de marzo de 2016

Juventud vieja.


El auto se detuvo frente a un terreno baldío, adentro del auto, una pareja que aprovechaban y a besos se demostraban el amor que los unía ya por varios meses, ahí estuvieron por un tiempo largo y los besos cada vez eran más ardientes, los labios de la chica se veían un poco inflamados al igual que los del chico, pero eso no les detenía y después de verse por unos minutos más, sin hablar absolutamente nada, siguieron comiéndose con esos besos. Luego de sentir un profundo calor en sus cuerpos se dieron cuenta de que la tarde agonizaba, de esto se percataron cuando bajaron los vidrios para poder ver lo que sucedía afuera del auto, pues los vidrios aunque aun no estaban polarizados, no por falta de recursos, sino por que aun no estaba disponible esa tecnología automotriz en aquellas fechas. Los vidrios del auto se veían blancos, debido a la temperatura que se acumulo adentro de él y el aire fresco del atardecer de color naranja llegando a rojo, pues hasta el fondo del lugar en donde estaban parqueados apenas la corona del astro rey se lograba ver, quien fallecía como cada tarde. Ella resoplo y con su mano se abanicó para recibir un poco del fresco de la tarde, el chico abrió la portezuela y del auto descendió, camino hasta donde iniciaba el cercado de púas, su andar era un poco extraño y lo hacía con mucha pena, tratando de miles de maneras de acomodarse su pantalón o más bien lo que éste no dejaba a la vista, pero sin que la chica se diera cuenta de su estado, cuando logró disimular en algo su vergonzoso y natural estado, regresó por la chica y aunque él hizo lo que pudo, ella con la curiosidad en su mente se dio cuenta de lo que él trató de evitar, pero se hizo la desentendida pues, ella también estaba incomoda por la misma situación, aunque en otras circunstancias, para evitar caer en tan bochornoso momento ella le dijo a su novio: Lindo lugar. Él respondió dándole la espalda y tomando un respiro profundo: Muy lindo y mira la belleza del color en el cielo, espérame aquí. Le pidió y caminó hasta el maletero del auto y de ahí extrajo una colcha y la llevó con él, se acercó a la cerca y colocando un pie en el alambrado más bajo lo aprisionó, mientras con su brazo levantaba el alambrado que le seguía por la parte de arriba e invitó a la chica a entrar en el terreno y así lo hicieron, en sus pies sintieron como sus zapatos se hundían en la alfombra natural, una grama verde muy espesa y unos metros más adentro, un enorme y viejo árbol, con tronco muy grueso, en donde un aviso pintado sobre madera, la cual estaba clavada en el enorme tronco: advertía: Propiedad privada no entrar. Ellos, ni leyeron el aviso pues, la soledad era la única que estaba presente para hacer respetar a dicho letrero, él se adelantó y como todo un caballero sobre unas raíces que salían de la tierra colocó la colcha y después tomando de la mano a la dama, la acomodó sobre la protectora colcha y ella se sentó y se acomodó; luego a su lado él se sentó, como dispuestos a ver la función que la naturaleza les estaba pronta a presentar. Al nomas estar él acomodado ella colocó su cabeza sobre su hombro y luego termino por acomodarse sobre el regazo de su pareja, quien la recibió con mucho amor y sin decir absolutamente nada quedaron como hipnotizados observando la muerte del sol en el horizonte, entre ellos y la fatídica suerte del sol, solo uno par de caballos y una vaca lechera que pastaban, los cuales dejaron de comer el pasto cuando estos se acomodaron para observar con indiferencia a quienes osaban irrumpir en la propiedad de su amo, de los animales unas largas sombras que morían junto al sol y cada vez se alargaban más y más hasta casi tocar sus pies y ellos, simplemente observaban como moría el día tomados de la mano, acariciándolas, sin verse y sin duda de que entre ellos había amor del uno para el otro. Luego de varios minutos simplemente relajándose de la faena de besos en el auto el cielo comenzó a oscurecer, primero se torno de color gris, para entonces la vaca ya estaba echada y los caballos caminaban con un rumbo desconocido, pareciera que la hembra contagiada por la pareja, le colocaba su cabeza en el lomo a su macho, o sea, la versión de la cabeza sobre el hombro sobre la del chico, ella ya que se había quedado por un rato dormida, pues ya hace unos minutos él se extrajo su suéter y se lo coloco a la chica, pues el aire llegaba helado pero la relajación y lo que une el amor era más fuerte que el clima frío y esperaron hasta que el cielo se ennegreció y sobre él se encendió la serie de foquitos navideños, luces titilántes que iluminan ese manto negro de la noche. Sobre el enorme y viejo árbol, una luna redonda y brillante que iluminaba perfectamente todo el campo prohibido a extraños. 
La pareja seguía ahí embobada, viendo el maravilloso espectáculo de la naturaleza y por fin, ella los premio con el paso veloz de una enorme estrella fugaz, ellos se emocionaron y la señalaron y al tiempo se dijeron uno al otro con mucho amor: ¡Pide un deseo!, se quedaron viendo sus rostros medio iluminados por la enorme luna y cerraron sus ojos, no para pedir un deseo ya por meses concedido, sino para entregarse el más dulce beso de la jornada; así estuvieron casi cerca del minuto y al terminar dulce caricia y separarse se escuchó el cálido sonido de la succión de labios húmedos y enamorados y él se puso de pie y con su mano ayudó a la joven a ponerse de pie.
Regresaron con mucho cuidado hacia el auto que los llevó hasta ahí, mientras lo hacían solo se lograban escuchar los sonidos del bosque nocturno y a lo lejos el aullido de algún coyote, quien lloraba su soledad. Ya en el auto, se escuchó el ruido del motor, prendieron las luces y regresaron a la ciudad; pues la chica debería de estar en casa, no más tarde de las ocho de la noche. 
Así terminó un domingo de una pareja de novios, de por lo menos hace más de 30 o 40 años atrás en el tiempo; algo ya no muy común hoy día.


Por esos viejos e inmejorables años viejos, sin malicia, con respeto, con amor verdadero, sin intereses. Y todos esos ingredientes que terminaron con el romanticismo y además, asesinaron al verdadero amor, esos que duraban hasta que la muerte los separaba. Algo pasado de moda y que para nuestras juventudes, es algo aburrido y ridículo.

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