lunes, 21 de marzo de 2016

Seguía lloviendo...


Fue una tarde lluviosa, cuando tocó reunirnos en mi apartamento, en una de tantas acostumbradas reuniones de compañeros de trabajo, esta vez se realizó en mi casa, pues allí tocó, y todo transcurría con normalidad, pero con forme avanzó la reunión, tanto compañeros como compañeras de la oficina se despedían y se fueron en parejas, unos eran casados, otros eran solteros, pero aprovechaban para no irse en bus y evitar la lluvia, no mojarse, pues seguía lloviendo y muy recio, cuando quedamos ya pocos; desde mi sofá platicando con mis compañeros más antiguos, me di cuenta de que ella se encontraba pegada a los cristales observando con cara de preocupación como llovía afuera, se trataba de la chica nueva, una compañera de trabajo que a penas llevaba un par de semanas trabajando en la oficina y por lo que escuché, era una persona muy reservada a mi me pareció una persona tímida y muy reservada, de esas que carecen de roce social, ¿por qué? que se yo, tantas circunstancias que te pueden aislar; problemas familiares, problemas de salud, maridos celosos, en fin, tantas cosas.
Ellos, mis compañeros de la oficina, viejos zorros, acostumbrados a las chicas fáciles y regaladas hacían comentarios de la desafortunada chica...
_¿Qué les parece la nueva?... _Pues, está bien buena, pero, es como rara ¿no?... A mi me cae mal, es como creída, ¿no creen?... Yo, hasta me asombré cuando la vi llegar, me gusta, pero no haría nada con alguien asi y, ¿ustedes? 
De mi, ningún comentario ni bueno ni malo yo simplemente la observaba, cómo ella no se alejaba de los cristales de los ventanales de mi apartamento, su rostro denotaba pena, se veía algo nerviosa e inquieta. Sin decir palabra alguna me puse de pie y pase en medio de mis compañeros, los últimos que quedaban de la reunión y me dirigí hasta donde se encontraba ella.
_¿Sigue la lluvia?, ¿no creo que deje de llover en toda la noche? 
_¡Si verdad! ¡que pena! 
_¿Pena?
_Si, molestarte y permanecer aun aquí.
_No te preocupes, puedes quedarte hasta que lo consideres.
_¡Gracias! 
Dijo tímidamente, mientras fuimos interrumpidos por mis compañeros, los rezagados, quienes para ahora estaban de pie al lado de la puerta de mi apartamento; desde ahí se despidieron y cuando nos dimos cuenta, estábamos solos; ella y yo en mi apartamento.
_¡Que vergüenza ya quedé sola acá contigo! ¿qué van a pensar nuestros compañeros?
Me dijo muy apenada, a mi me dió un poco de lastima, pues se veía nerviosa. 
_Nadie dirá nada, no te preocupes. 
La invité a seguirme hasta mi sofá y le pregunté. 
¿Quieres un café, parece que tienes frío?
_Si gracias y luego me iré.
_Pero sigue lloviendo afuera. 
por los vidrios las gotas resbalaban como si se tratara de caracoles en su lento andar y un poco más allá, en veces se iluminaba todo, dejando a vista de día la gran ciudad y a los segundos se escuchaba el sonido provocado por los rayos que morían en los para-rayos de los rascacielos.
_No creo que sea buena idea irte a tu casa con esta tormenta.
_Lo sé, pero tengo...
_Puedes quedarte hasta que lo desees, sin ninguna pena, podrías llamar a tu casa y explicar la situación que te detiene, creo que esta tormenta es general y te entenderán. 
_¿Será?
_Claro, relájate y mejor cuéntame ¿qué es de tu vida? pues hasta hoy que logramos hablar desde que llegaste a la oficina. 
Ella comenzó a hablar, mientras yo observaba con mucho interés, pero de lo que hablaba yo no escuché nada, simplemente me dedique a observarla bien y me di cuenta que era una hermosa mujer, con bellos y grandes ojos, cara de niña, esa de mujer latina y su ropa humilde pero bien combinada, se veía muy bien.
_Y, ya debo de estar aburriéndote con mi triste historia.
_¡No! para nada, por el contrario. Lo que no entendí, es, ¿si eres casada o soltera?
Ella se río con muchas ganas y me vió asombrada y con coquetería natural.
_¿Qué? ¿dije algo cómico?
_Pues si, porque nunca mencioné nadad de eso en lo que te acabo de contar.
_¡Ah! eso. ¡Jajaja! 
Reí tambien como loco, pero en mi rostro sentí un calor incomodo pues, quien sabe que fue lo que me contó; después, aclaré mi vos y le dije. 
_Pero, por favor sigue contándome.
Y, ella retomó el tema o a lo mejor inició uno nuevo, la verdad no lo sé, mas bien, seguí observando su  natural belleza, algo que nadie había observado en ella en la oficina, tal vez por ser una chica diferente a las que siempre han trabajado en ella, chicas que se gastan todo su sueldo en ellas, aparentando lo que nos son y lo que no tienen y de lo otro; ni se diga, creo lo han hecho en todos los rincones de la oficina, aquello en lugar de ser un espacio de trabajo, más bien parece un hotel de paso.
Pero mientras ella hablaba y hablaba, con ello se relajaba, mientras que de mis cinco sentidos yo solo utilizaba la vista y la recorría de pies a cabeza; bellos pies, inmejorables piernas, su figura natural que parecía premio del mejor y más caro gym, senos no chicos pero enormes tampoco, ella me sorprendió viéndolos, más bien deseándolos y con mucho cuidado y disimulo, ella abotonó su blusa y me privó de hermosa vista, algo que hizo que le viera su rostro, el cual al hacerlo, ella tímidamente me regalo una sonrisa y sus enormes ojos brillaron cuando se dieron cuenta que se encontraron con los míos,
_Eres hermosa. 
Le dije sin darme cuenta y ella se sonrojó y luego me dijo. 
_Gracias. 
Y agregó que yo era muy amable y además me dijo: Ahora cuéntame algo de ti, pues has estado muy callado y educadamente escuchándome, gracias, nadie me había entendido tanto como tú.
_Para nada, no te preocupes y de mi, que te digo, mi vida es muy aburrida, mejor sigamos con lo tuyo. 
_Pero, ahora cuéntame de ti algo más personal. 
Y, aproveché, me acerqué más a ella, ahora dos sentidos eran los que entraron en acción, mi vista que no dejaba de observarla y mi tacto, pues al acercarme, ahora nuestras pieles se rosaban, algo que a nadie incomodo y ella de nuevo empezó a hablar y yo de nuevo me desconecté y me concentré en observarla y al rato de sentir su tibia piel, inicie a imaginar ya saben que, mi mente me llevó por lugares secretos del hermoso cuerpo de mi compañera de oficina, yo le ofrecí otra copa, mientras ella seguía hablando y cuando le coloque la copa en su mano las mías se quedaron tomado las de ella y ella no dijo nada, solo siguió hablando y yo, ya no la solté. Mientras, la tormenta seguía afuera, el cielo rasgaba su manto negro y se iluminaba por completo, como si por unos segundos amaneciera para luego el negro de la noche regresaba a su lugar y con eso, el sonido del trueno, como si con eso regañara a quien levantó la falda nocturna para iluminar todo el lugar y yo tomando sus manos con las mías y ella, ya no hablaba, simplemente se encontraba esperando que yo dejara de dibujarla en mi mente para nunca más olvidarla, así permaneció durante varios segundos o quiza el minuto, ahora ella tambien me observaba de la misma manera que lo hacía yo y cuando nuestros ojos coincidieron de nuevo; ahí, esos dos luceros que iluminaban mi oscuridad y además una leve y hermosa sonrisa, entonces aproveché y la besé; para esto yo ignoraba si era soltera, casada, con novio o comprometida, pero no me importó, luego de un beso cálido e inocente, me acerqué más a ella y esta vez nuestros besos tomaron calor y la abracé, ella respondió con ansias como si hacía mucho tiempo que necesitara de esta caricia y yo tambien de recibir un beso diferente, pues eran besos sin malicia, sin erotismo, simplemente eran caricias del alma, entre dos personas necesitadas; ella de besos honestos y con cálido calor muy parecido al amor y yo, de besos virginales, como de dos adolescentes de épocas antiguas que se estrenan en el arte del beso y sin danos cuenta, ahí abrazados en mi sofá nos amaneció besándonos y aun a esa hora no habíamos quedado aun satisfechos y queríamos muchos más.

Esta historia, es la historia de amor de su madre y de su padre, asi nos conocimos y nos enamoramos y desde entonces, somos felices junto a dos pequeños ángeles que ya deben ir a dormir, a soñar con los angelitos y su madre les dijo. 
_Vamos, les daré la bendición en su habitación.
Ellos, mis hijos, me besaron y yo los bendije; la niña, la mas pequeña al abrazarme me dijo.
_Linda historia papi, ojala la mía sea igual. 
Yo la besé y le dije: ¡Así será, hijita! feliz noche.

A los pocos minutos, ella, mi esposa, regresó y se sentó conmigo, en el mismo sofá donde todo inició y como aquella noche lluviosa empezamos a besarnos y sus besos seguían siendo los mismos y los míos tambien. Como cosa rara empezó a llover, nos acomodamos en el sofá, vimos como el cielo se iluminaba y nos mostraba a la gran ciudad y luego el sonido de un trueno, algo que para nosotros era musica celestial y en los ventanales, seguían caminando hacia el piso de abajo, los caracoles pero lo hacían como siempre, lentamente y desde su perspectiva, dos novios amándose simplemente a besos, besos de adolescentes de antaño y así de nuevo nos amaneció, pues los besos nos hacían aun falta. 
Y en la claridad del amanecer, ellos seguían besándose; mientras, afuera seguía lloviendo... 





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