martes, 31 de mayo de 2016

La Silla vacía (las canciones de mi vida)


_Ya se durmieron. 

Dijo la madre susurrando con lagrimas en sus ojos, los arropó y al darse vuelta para salir del cuarto de sus hijos, se encontró con la mirada enojada de su hijo mayor, Pedrito, un jovencito de 10 años.

_Me asustaste hijo, ¿por qué no te has dormido? 

Esto lo dijo ella, mientras limpiaba sus lagrimas. El niño seguía parado ahí en el umbral de la puerta sin emitir una sola palabra, pero su semblante era de enojo.

_Ven, te llevo a tu cuarto. 

Dijo la madre abrazando a su hijo, el mayor de 4, mientras lo acompañaba por el corredor, este no dijo nada, como siempre, pues desde que su padre ya no esta en casa, él se volvió un niño muy callado y apartado, así se condujo hasta que su madre lo arropó tambien como lo hizo con los más pequeños.

_Buenas noches hijo, Dios te bendiga. 

Y un beso en la frene le dió. Cuando la madre llegó hasta la puerta del pequeño cuarto y apagó la luz, mientras cerraba la puerta, escuchó cuando su hijo le recriminó.

_¿Por qué no les dices la verdad? ¿por qué no les dices, que nos abandonó por otra vieja? 

Pero ella hizo como si no escuchó y se fue a su cuarto a llorara sangre del alma, esto era de todos los días.

Al día siguiente, un domingo, la madre a la una de la tarde a sus hijos gritó.

_¡El almuerzo esta listo! ¡vengan a comer! 

Se escuchó que los niños corrieron al lavamanos y luego de lavarse sus manos uno a uno fue tomando su lugar en la mesa, todos ya ahí sentados menos el niño de 10 años, quien estaba como siempre encerrado en su cuarto, sufriendo al igual que su madre. 
Pedro, el padre de Pedrito, el que un día fuera su ejemplo y su adoración, el mismo que los abandonará un día por otra mujer, con la cual vivía feliz, rodeado de tres hijos. 

_¡Pedrito! ¿ya vienes a la mesa? 

Dijo la madre desde el comedor.

_Mamí ¿por qué Pedrito siempre se esta metido en su cuarto y no juega con nosotros? Dijo la niña de en medio. Esther. La madre le respondió.

_Déjalo, él ya es un hombrecito, no lo molestes.
_Nadie lo molesta madre. 

Dijo el niño que le seguía en edad a Pedrito, Juanito.

_Bueno, vamos a hacer nuestra oración. 

Dijo la madre, pues Pedrito ya había llegado al comedor y se quiso sentar en la silla vacía, la de su padre, pero la niña más pequeña, Lolita, gritó.

_¡No! ¡en esa silla no!... ¡Es la silla de mi papito! 

Y luego de decirlo, se santiguó. Pedrito quien sabia de tu infamia, solamente bajo la vista muy molesto, dejó la silla vacía, la que fuere del padre de los niños cuando vivió con ellos y se cambio a la que le correspondía; la madre sintió un nudo en su garganta y luego de aclarar su voz, inició la oración, la cual la siguieron sus hijos, al finalizar la oración mientras todos se santiguaban; Lolita la más pequeña, agregó como siempre a la oración...

_...Y buen provecho para mi papito que esta en el cielo con Diosito... Amén; ahora sí comamos.

La madre de nuevo sintió que su corazón se le hizo un nudo y se cruzaron las miradas de Pedrito con la de su madre como preguntándole, ¿por qué no decirles la verdad a sus hermanos? contarles que su padre era un desgraciado y que los abandonó, que no estaba en el cielo como su madre les dijo.
Ella, la madre le tocó de nuevo que llorar sangre de su alma como siempre y con la mirada fija de Pedrito; ella pensó: 

"No puedo decirles que fuiste capaz de abandonar por otra tu hogar y tus hijos. Y cuando me preguntan si estas en el cielo, me muerdo los labios por decirles que si; por Dios que hay momentos que hasta he sentido celos de tí, al ver que te quieren más, mucho más que a mi y al toparme con los ojos de mi Pedrito, que ya entiende tu infamia y al verme sufriendo, mejor baja la vista para no mortificarme más. Pedrito, desde que te fuiste nunca más entró de nuevo a tu cuarto, ni repite tu nombre, se mantiene aislado, lejos muy lejos de la gente. Y ahora que veo a Lolita correr por la casa, jugando con sus muñecas y con su sonrisa infantil en sus labios y su inocente alegría y al toparse con el comedor se detiene y le repite a su muñeca: - Papito esta en el cielo, como hablando con esa muñeca, la que le compraste la cual no deja nunca y después, te abraza y te acaricia, aunque solo acaricia y abraza una silla vacía, la que fue tuya mientras viviste con nosotros.
Les tuve que mentir, por no verlos sufrir y me tocó llorar sangre del alma mía, no pude ni he podido decirles que fuiste capaz de abandonar por otra tu hogar y tus hijos".

Luego de que todos almorzaron y dieron gracias a Dios; antes de levantarse vemos con tristeza a la silla vacía y les vuelvo a decir: - Que estas en el cielo y que desde allá nos verás, que nos quisiste mucho y que fuiste un santo.

Mientras, tú, ahora eres un hombre respetado y muy feliz con tu nueva familia.
A mi me a tocado trabajar muy duro, lavar y planchar ajeno para darles lo que puedo, pues los amo tanto y ellos no tienen la culpa de tu traición y me prometí no traer otro hombre a nuestro hogar para que me los maltrate, solo Pedrito sufre conmigo, pues él ya tenía edad como para darse cuenta de lo canalla que un día fuiste y, echándome la culpa a mi, te largaste, dejándonos abandonados a mi y a tus hijos por otra mucho más joven que yo y que seguramente un día, ella, será mi cobrador y te pase la factura, es lo que menos te mereces.

Algún día tomaré valor y le haré caso a Pedrito, los reuniré aquí, rodeados en la mesa, y les diré tu infamia y tú abandono, sé que me entenderán y me amarán mucho más y esas silla vacía que hoy tanto veneran la tomaremos entre todos; la sacaremos al patio y después de hacerla pedazos la quemaremos, haremos una fogata con ella en la noche, sé que nos unirá más como familia y entonces, solo entonces, seremos felices mis hijos y yo.






Inspirada en la canción: la silla vacía de Chayito Valdez.
Historia de: C. Valdez y S. Raga.

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