martes, 28 de junio de 2016

Caballo viejo (Las canciones de mi vida)


Me encontraba en mi tienda de electrónicos, cuando Erick me llama. - ¡Ingeniero quieren consultarlo!
Salí de mi laboratorio técnico y efectivamente un hombre maduro se encontraba en la puerta de mi negocio como esperando a alguien, que me tocó llegar hasta donde él se encontraba esperando por mi.

_ ¡Buenas! diga: ¿En qué le puedo servir señor? 

El hombre maduro me vio y me dijo con la extrañeza dibujada en su rostro.

_ ¿Es usted el Ingeniero?
_ Para servirlo amigo.

Entonces ya aclarada su duda me indicó sus dudas referentes a un aparato que le daba ciertas molestias en su casa, mientras él me informaba del problema yo iba respondiéndole sus dudas, hasta que por fin le convencí que sí era el ingeniero en electrónica que el necesitaba.


_ ¡Sí sabe amigo!, ¿entonces es cierto que es ingeniero en electrónica?
_ Pues, eso dice en mi titulo universitario. Le respondí un poco molesto, pero luego mejor nos reímos.
Entonces se acercó al señor una ancianita quien le dijo al verlo frente a mi tienda de electrónicos.

_ ¿Aquí estas?, ¿me esperas?, voy para allá, pues olvide comprar algo, ya vuelvo, no te muevas de aquí. Eso dijo la anciana mujer y con caminar lerdo siguió su andar en busca de lo que había olvidado. 

_ Dale viejita, aquí te espero, sigo hablando con el ingeniero. Dijo ya convencido, yo sonreí y pensé. 
_ ¡Vaya! ¡al fin! Ni que fuera un anciano, pues ellos si que son desconfiados hasta no más. 

Entonces para retomar la platica, cometí la peor de las indiscreciones que habré cometido con un cliente.

_ ¡Su madrecita?
_ ¡No! ¡Mi esposa! Dijo el señor y al decirlo hasta se irguió aun más y si que era alto el señor, luego de acomodar sus bigotes muy bien recortados y encanados. Dijo.

_ ¿Cuántos años me calcula ingeniero? Me dejo ir la pregunta, a estas alturas un poco dificil de responder, pues el señor no se veía tan viejo como la que era su amada esposa. Pero me arriesgué y le dije.

_ Pues... ¿65? El señor respiro profundo y se subió sus bermudas y con orgullo me corrigió.
_ Tengo 85, Ingeniero. Admirado dije en mis adentros una expresión mexicana: ¡No mames!
_ ¿85 dijo? ¡Oiga! ¡diga la formula! pues de verdad que no parece tener esa edad amigo, lo felicito, si que se ha conservado muy bien.

Don Julián se veía como de 65 años en realidad; Don Julián tenía su cabellera sedosa y larga como adolescente que se la cuida más que una mujer, en su rostro no encontré una sola arruga, sí le brillaba, pues la llevaba con algún tipo de crema o filtro solar, de él, se sentía el olor de una loción muy cara, cómo llevaba pantalones cortos vi sus piernas, muy bien trabajadas con unos camotes que me dio envidia y sus bíceps eran enormes que yo mejor baje las mangas de mi camisa que las llevaba arremangadas... La tradicional barriga de hombre viejo, flácida y enorme, nada, aquello era un lavadero y lo cubría una camiseta juvenil y fina y sobre sus cabelleras largas una fina gorra de los Yanquis que la compró allá en uno de sus viajes. Debajo de sus lentes Ray Ban con cola de ratón, indicador de que usaba bicicleta o motocicleta, unos ojos azules que me encantaron, sin cataratas; más yo, un pterigión tan rojo como mi sangre. Ese era el anciano de 85 años, a quien me costo convencer de que yo era un titulado universitario en Ingeniería electrónica.

_ Bueno Don Julián, ¿me dirá cual es su secreto o no? Le insistí, pues sentía que volvía la anciana y se llevaba el secreto de la juventud que estaba frente a mi.

_ ¿Mi secreto ingeniero? -y suspiro- se cayó por unos segundos como pensando si me confesaba o no su secreto, me vio a los ojos luego de extraer sus lentes y me confió su secreto...
_ ¡El sexo ingeniero!
_ ¿El sexo?... ¿Con la ancianita? Sin querer se me escapó, pero me disculpe de inmediato. 
_ ¡Perdón Don Julian por mi exaltación! pero no puedo imaginar a su esposa con usted en eso. 

Don Julian río y aceptó mis disculpas y extrajo de su bolsa su billetera y de ella una fotografía 

_ ¿Su hija? ¡muy bella!  -le dije- esta vez con respeto para no meter las patas otra vez, pero las volví a meter.
_ ¡Ella no es mi hija! mis hijas ya son abuelas... Esta chica es mi secreto ingeniero... El sexo con esta chica es lo que me tiene así, ella me compra mis cremas, mis lociones y me viste; además me da una experiencia sexual y de convivencia que nunca la vida me dio. Pero me la vino a dar ya en el ocaso de mi vida. Ya puedo morir ingeniero que moriré feliz, y ¿sabe algo? es la única vez que le soy infiel a mi viejita desde que nos conocimos. Pero ¿diga usted ingeniero? 
_ ¿Qué haría usted si le ponen a una potra alazana así en bandeja? ¿dígame si no se vuelve en un caballo que le dan sabana y su corazón amarrado suelta la rienda y se desboca detrás de esa potra alazana? Cómo dice esa canción o algo así. Me dijo Don Julián.

_ Y, ¿qué edad tiene su benefactora Don Julian?
_ ¿Mi Potra Alazana? ¡tiene 30 años ingeniero! Y me devolvió la vida, ¡ese es mi secreto amigo! _ ¡Mire! ahí viene mi esposa, lo dejo. 

Se dirigió al encuentro de su amada y anciana esposa y se fue con ella. Ya no supe más de aquel Caballo Viejo que llevaba una vida más excitante que la mía con menos de la mitad de su edad.
Corrí a mi auto y saque un Cd, lo introduje en el equipo de sonido que recien reparaba y le di play a la canción: "Caballo Viejo" compuesta por quien en vida fuera el Venezolano: Don Simón Díaz. Y al lado del cantante, la cante con sentimiento y motivación.

"Quererse no tiene horario ni fecha en el calendario cuando las ganas se juntan... Caballo viejo te dan sabana y si una potra alazana porque estas viejo y cansado... y si una potra alazana se encuentra, el pecho se le desgrana y no obedece a un freno y nada lo detiene..." 


Basada en una historia real. Inspirada en la canción: Caballo viejo, de: Don Simón Díaz.







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