jueves, 9 de junio de 2016

Casa Blanca


Sentado frente a mi casa, la que siempre quise y por la cual tanto trabajé y que ahora era una realidad; sentado sobre una banca, esa noche fresca de luna llena y un cielo despejado lleno de luminosas estrellas; los reflectores que insidian en mi hogar, mi bella casa blanca, casa de dos plantas, con columnas largas que descendían desde el segundo nivel hasta el suelo y al centro en lo alto, una terraza con caída de dos aguas formando un triangulo equilátero y de cuyos vértices hacia el suelo, dos columnas de estilo griego, en el centro y abajo de ese triangulo entre las columnas griegas, una enorme puerta que daba ingreso a la casa blanca y a sus costados como fieles marcos de perfecto cuadro que enmarca una obra de arte, dos enormes árboles de frondosas copas, hogar de varias especies de aves que ahora dormían bajo el plata de la enorme luna que con pena aparecía por el lado trasero de mi bella casa blanca, permitiéndole iluminar mi jardín, el que rodeaba a toda la casa, en él, unas bancas en lugares estratégicos como si se tratara de un bello parque, frente a la entrada principal un redondel donde parqueaban los carros de mis invitados y en dicho redondel una bella fuente con una figura femenina de largas cabelleras, con su espalda desnuda y los tirantes de sus ropas cayendo muy sexys a sus costados y cubriendo sus bellos senos, una jarra, de la cual salía reciclada fresca y cristalina agua. 
Ella, ahora desde donde me encontraba contemplando a mi hogar y disfrutando de la fresca noche, la dama sexy de la fuente que me daba la espalda desnuda hasta donde empezaban sus redondas y no tan grandes nalgas, la dama de mármol descalza, pues con zapatillas, estas se dañarían por estar adentro del agua, eso le dije al arquitecto. 

La modelo de dicha escultural belleza femenina se encontraba duchándose en una de las habitaciones de la casa blanca, era mi amada esposa. Y yo, sentado ahí de lo más relajado observando por lo que tanto trabajé, mis ojos no se cansaban de ver tanta belleza y tanta quietud y además de tanta belleza natural; a varios metros y atrás de mi casa de aquel enorme jardín en el cual libremente se pavoneaban algunas aves junto a mi perro, quienes ahora dormían en sus respectivos lugares, pues justo por ahí descendía una colina, lugar en donde construí mi hogar y sobre las copas de un bosque que era reserva natural se observaba una iluminada ciudad, una vista espectacular.
Con mis brazos extendidos por el respaldo de mi banca preferida y la no tan grande casa blanca e iluminada como dije, por una luz artificial y ahora también por una luna en plenilunio, la vista era exquisita, el viento que llegaba a mi era refrescante pues, era una noche de verano y ese fresco era digno de los mismos dioses griegos. 
Los enormes ventanales de mi bella arquitectura blanca permitían ver los amueblados finos y costosos de todas las habitaciones las cuales estaban todas iluminadas, pues así era mejor para apreciar la belleza de mi hogar. 

Pero la mejor vista que ahora aparecía ante mi se daba en el cuarto del ala izquierda; frente a la ventana apareció la modelo de mi escultura completamente desnuda, secándose su piel color de miel, mi vista se concentró en ella, quien ignoraba que estaba siendo observada por la mirada de un lujurioso y enamorado caballero que disfrutaba de una fresca noche; todo lo antes descrito paso a segundo plano, pues ver en movimiento a la mujer más bella que mis ojos hubieran visto hasta la fecha, sobando su cuerpo con una toalla tambien de color blanco a su piel platinada y con cada rose de la envidiada toalla por mi y que ahora acariciaba su espalda, descansaba en un par de nalgas delicadamente redondeadas a mano alzada, no tan voluptuosas, pero si se apreciaba lo cóncavo y convexo de sus perfectas lineas femeninas, sus senos que se elevaban apuntando hacia el mismo cielo, ahora repleto de estrellas tambien doradas y su cabellera que no sobre pasaba a su espalda media le acariciaba el inicio de su perfecta feminidad de su trasero, cada que echaba su cabeza hacia atrás y cuando se agachaba para limpiar los mas bellos pies, cuando hubo secado toda esa belleza natural; se asomó a la ventana a tomar el fresco, su caminar era felino y con la gracia de la mejor de las modelos sobre la pasarela, luciendo el mejor de los trajes, hecho a la medida exacta tanto de ella como de la mía, ella lucía el traje con el cual vino del cielo a este mundo, su desnudez el mejor diseño realizado por el mejor, de los mejores diseñadores, que no existen sobre esta bendita tierra. 
Ella, aun completamente desnuda abrió las ventanas de par en par y dio otros pasos para asomarse hasta una especie de balcón y sobre ella descansó. 
Me dio sin darse cuenta la espalda y elevo su mirada hacia el cielo, tal vez para dar gracias a Dios o simplemente para observar su perfecta creación, colocó sus delicadas manos en la baranda y también apoyó a sus perfectas nalgas, mi vista no podía ver a ningún otro lado y a pesar de verla tantas veces desnuda y mucho más cerca, pero ver su color de miel entre lo blanco de nuestra casa y tambien bañada con la plata de la luz de la luna, la vista era majestuosos y lujuriosos; la escultura en el piso de abajo seguramente envidiaba su perfección, por alguna razón, ella echó su cabellera para atrás y la escena fue de un Oscar, se trataba de una estrella fugaz que tambien quiso observar a su tersa piel y hermosa figura. 
Luego de pocos minutos en aquella posición se volteo y me vio, sentado, inmóvil, tal cual su inmortal copia hecha del mejor mármol y al verme me sonrió y tambien me saludo, de mi no recibió respuesta, pues nada podría distraer lo que mis ojos con admiración y mucho amor veían, ella entró en nuestra alcoba y después de un par de minutos apareció por la enorme puerta, encima de su belleza natural una prenda que transparentaba todo lo que ya me conocía de memoria y que con mi piel, manos y labios no habría espacio que hubiera olvidado acariciar alguna de tantas noches y amaneceres. 
Ella, descalza entró al jardín y sobre la alfombra natural de color verde sin detenerse  avanzaba hasta donde me encontraba aun sentado, me habia olvidado de la frescura de aquella noche, mis sentidos estaban suspendidos, solamente estaba encendido mi sentido de la vista y mi sexto sentido empezaba a arrancar, tambien mi corazón latía a cien; mientras más cerca de mi ella se hacia, sus cabellera alborotadas por la frescura de la noche y a su espalda mi bella casa blanca, quien ahora estaba opacada. Cuando sentí, estaba frente a mi, su olor a frescura penetró en cada poro de mi piel, sus manos acariciaron mis rodillas mientras ella ya estaba en cuclillas y cuando me habló sentí su aliento fresco entrar por mi boca entreabierta, eso me hizo salivar de deseo. En la posición que se encontraba me permitía ver el cuerpo que más amaba, ella sonriendo me dijo.

_¡Qué haces aquí solo mi amor?
 
Palabras que penetraron hasta mi corazón el cual ahora estaba a mil, yo no respondí, solamente sonreí, ella se puso ahora de pie y se inclino hacia mi, dejando caer sobre mi rostro bella cascada fresca con olor a frutas el de su shampoo y su cabellera castaña nos cubrió la cara a los dos para evitar ser vistos por insectos maliciosos que nos rondaban la piel y sus húmedos labios se unieron a los míos despertando en mi al resto de mis sentidos, luego de ese delicioso y húmedo beso ella se irguió  y su mano me extendió, diciendo muy sensual y cariñosamente. 

_¿Vienes, o nos quedamos otro rato aquí? 

Yo no podía aun emitir sonido alguno  y sin dejar de verla ahora a sus ojos, me puse de pie y la abracé y luego la coloqué sobre mis brazos y con ella en mi regazo me encaminé hacia nuestra casa blanca. 
Mientras caminé, ella colocó su rostro sobre mi hombro suspirando de amor por mi y yo escuchando a los grillos entonar las mas románticas melodías con sus viejos violines espinados de sus patas traseras. 
La banca, que sola quedo atrás, pudo ver como caminé por todo el hermoso y verde jardín, pasé al lado de la fuente, la que nos brindó una pizca de brisa mucho más fresca, luego subí unas cuantas gradas y la puerta al frente como con los brazos abiertos nos esperaba; entré en nuestra casa, entre con ella en mis brazos y tras nosotros las puertas se cerraron y mientas avanzábamos hacia nuestra alcoba las luces se iban apagando como preparando la oscuridad que dos amantes necesitan para entregarse todo su amor; las luces que de ultimo se apagaron, fueron las del cuarto del ala izquierda. 

Solo quedaron encendidos los reflectores que hacían ver majestuosa a nuestra Casa Blanca.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario