viernes, 12 de agosto de 2016

La Casa de las Muñecas


Me encontraba en una de tantas celebraciones familiares, era común que yo estuviera en ellas a mis 17, algo que mis amigos no lo hacian frecuentemente o casi nunca lo hacían, desde que sobre pasaron los 13, para ellos era algo vergonzoso estar en una reunión familiar y mucho más si la reunión era una piñata de una sobrinita que cumplía un año de vida. 

A la reunión llegó mi entrañable amigo Jacobo, otro muchacho de mi edad a quien le gustaba compartir con nosotros aquellas inolvidables fiestas familiares. De algo estoy seguro, y es que, muchos de mis amigos de adolescencia hoy desearían haber convivido más tiempo con sus ahora extintos padres y hermanos, pero nosotros: ¡NO!

- Hola, ¿ya repartieron el pastel?
- No, si ni la piñata hemos apaleado.
- Que bueno, pues no me lo hubiera perdonado si no como pastel.
- Oye, veo que has traído contigo el carro, ¿acaso hay algo especial hoy que yo no sepa?

Jacobo, cada vez que tenía un evento especial, con tiempo solicitaba el auto, una cucarachita del año 66, y como eran varios los hermanos tenían que solicitarlo con tiempo, pues su papá les compró el auto para que ya no lo chingaran -eso dijo-, pues, él tenía un auto del año, de agencia. Bueno, en aquellos dorados años no venían chatarras gringas al país, todo era comprado de agencia y como nuestra moneda valía mucho más que los verdes dólares, ¿para que importar nada?, pero esta es otra historia.

- No, no sabía que lo necesitaría hoy, pues hoy me invitaron a una fiesta. ¿Quieres venir?, solo que yo llevo pareja y vos tendrás que arreglártelas para conseguir una, ¡ya! o la encontrás en la fiesta.
- ¿En serio?, claro, eso no importa, la consigo ahí. Pero y el carro, ¿cómo le hiciste? ¿a quién le tocaba hoy?
- A Milo.
- ¿A Milo? Y, ¿cómo lo convenciste? pues, aquel no suelta ese bendito carro.
- Le sabía un secreto oscuro, uno muy negro y me lo estaba reservando para un día como hoy, asi que no fue problema. 
- ¡Wao! ¿si que debió de ser uno muy negro?
- Tan negro, que supera al continente negro amigo, pero vamos ya colocaron la piñata y quiero dulces.
- Ok, vamos.

Luego comimos pastel y solo lamimos los platos y nos despedimos, pues había que colocarse catrines para la fiesta.
Cómo a eso de las siete Jacobo bocinaba insistentemente para que saliera, yo salí corriendo colocándome el saco mientras llegaba a la cucarachita amarilla.

- ¿Cual es la prisa? ¿no es muy temprano?
- Vos callate cabrón, tenemos que pasar por alguien, mi pareja y quien me invitó, vos venís de colado, ¡jajajaja!... Son bromas, aquella ya sabe que irás y no le puso problema. ¡Pero cuidado!, pues ya te conozco.
- ¡Jajaja!, tranquilo amigo, yo respeto lo que es tuyo, ¿por qué ya es tuyo verdad?, pues de no ser así, no respondo compañero.
- ¡Jajajaja! Reímos muy contentos los dos.

Más tarde, nos encontrábamos en la fiesta, la chica que acompañaba a Jacobo era una diosa,una chica hermosa, de ¿dónde la sacó? quien sabe. Pero los detalles pronto los conoceré, ahora veré con quien bailo, pues sino ya me chupo la bruja. Hay buenas chicas por aquí, (iba a poner: Buenas nalgas, pero suena muy vulgar, asi que por ello lo omitiré).

Al finalizar la fiesta, la cucarachita que llegó con tres y regresó con cuatro; ¡jejeje! (Esto se los contaré en otro capitulo).

A la mañana siguiente, un domingo, el cual lo tengo tan presente y eso que hace ya algunos años de eso.

- ¿Qué putas? esa es la bocina de la cucarachita del Jacobo, pero, ¿qué onda con aquel? 

Me metí un pants y con el dorso desnudo salí a la calle, efectivamente, ahí estaba mi amigo Jacobo con una cara que mejor se la imaginan.

- ¿Qué onda bro?

- Báñate, ya regreso por vos.
- Y, ¿para qué?
- ¡Báñate cabrón! y no preguntes, te quiero nice.

Y se fue echando humo en toda la calle, yo me dirigí al baño y obedecí a mi hermano de batallas, pues seguramente algo bueno estaba por acontecer.

A los cuarenta y cinco minutos Jacobo y la cucarachita frente a mi hogar prendido de la bocina.

- ¡Ya voy! pero, ¿cuál es la prisa?
- ¡Subite cabrón! que sino llegamos tarde.
- Pero, ¿para donde vamos? y te vaciaste el frasco de loción que casi vomito, debe de ser algo bueno ¿no?
- Te llevo a la Casa de las Muñecas.
- ¿A la casa de las muñecas?  ¿te has vuelto un afeminado o qué?
- ¡No seas mula, a la casa de Laura!

Lo que Jacobo me comentó en el camino con rumbo a casa de Laura, la chica de la fiesta, era que ella lo había invitado para algo que no viene al caso y en la invitación le dijo me llevara, pues resulta que le había caído muy bien y quería que su familia nos conociera. 

- ¡Ah! por eso vas echado a morir, para caerles bien a los suegros y a mí me llevan para que no te ahueves seguramente, ¡vaya le haré de pajecito, te lo agradezco!
- ¡Jajajaja!, mula sino no venís, ¡jajajaja!

Luego de quince minutos, pues las calles en ese tiempo carecían de trafico, es más esa palabra ni se conocía en esa época y no se diga de la hora pico, hubiera pensado que era una hora con un enorme cuerno, ¡jajajaja! 
Jacobo parqueo el auto amarillo y nos bajamos de él y nos hicimos a buscar la dirección, resultó que era un apartamento, por ello nos costó encontrar la bendita casa de habitación, pero preguntando se nos indicó donde quedaba y estaba frente a nosotros; babosos seríamos, jajaja.

Llamamos a la puerta por el intercomunicador y a través de él se escuchó la linda voz de Laura; quien nos dijo.

- Entren, es el 204 y sonó la chicharra que habría la puerta y a buscar el 204, ese no nos costó nada, al llegar, la puerta estaba abierta, Jacobo tocó y dijo tímidamente.

- ¿Laura? somos nosotros. 

Pero solo el silencio respondió, yo muy intrépido, entré.

- ¡Hola! ¡buenos días, con permiso! 

Y Laura salió de un cuarto con una faldita que por un momento casi me desmayo; ¡qué mujer tan bella y sexy!

- ¡Hola! pasen, los presento. 

Jacobo y yo nos vimos a la cara, pues Laura gritó. 

- ¡Chicas ya llegaron!

Y, del mismo lugar de donde salió Laura, una a una, iban saliendo las primas de Laura, una belleza y detrás de esa belleza, otra mucho más hermosa, en total, con Laura eran cinco chicas, y todas, casi que en paños menores, con tops y sin brasier, y unos shorts, que se les hundían en sus benditas partes, como comprenderán, asi se vive entre chicas con edades  comprendidas entre los 17 y 20 añitos. Ellas vivían ahí, solas, pues eran del oriente del país y todas estudiaban en la capital, en colegios y universidades.

Lo único que pude decir luego de aquel increíble desfile de chicas: Rubias y trigueñas, de ojos azules y verdes, y medidas para concurso de Mis Universo o desfile de: Victoria´s  Secret ... Fue.

- ¡Gracias hermano! ¡que Dios te lo pague! 

Esa mañana de aquel domingo y otros días después, puedo asegurar que fue uno de los mejores en toda mi existencia, pues la pasamos fenomenal, nosotros dos con esos cinco ángeles que vivían en: La Casa de Muñequitas.


Tomado del libro: Historias de un adolescente tímido 2 de Sergio Raga.


La fotografía que les subo con esta historia, no es la de la Casa de las Muñecas. Esta foto es de otra historia; pero como no tengo evidencia de la anterior, les dejo esta, para que vean como era yo a esa edad y conozcan a mi hermano Jacobo y, la chica, pues ni recuerdo su nombre; pues... Bueno esa será otra historia.




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