martes, 23 de agosto de 2016

¡Vete ya!


Todos en la playa se retiraban con sus cosas para sus hogares, los turistas regresaban a la gran ciudad, pues los cielos se cerraban con tremenda oscuridad. Sobre el horizonte que esta sobre el enorme océano, se veía la playa ya desierta en su totalidad, solo quedaban ahí; las rocas del acantilado, lugar donde se erguía la torre hecha de piedras y hormigón, hasta arriba de ella, la luz del faro que por tanta oscuridad iniciaba su labor de salvación, esto era justo al este, pero más al oeste, una playa que soportaba los embates de las olas y un poco más adentro en una densa vegetación de la cual, tal cual la torre del faro y a lo mejor un poco más alto, un enorme roble que por algún motivo ahí nació y con el tiempo creció y fuertemente ahí sus raíces echó; era un árbol enorme, el cual entre la penumbra daba hasta un poco de miedo pues, nunca antes se vio cosa igual, por momentos se iluminaba parte de su copa, una tupida en la cual no había nada, más que algunos insectos que lo acompañaban en su soledad, esa era la vida del viejo roble, casi a media playa, acostumbrado a recibir el aire salado y en tardes como estas, hasta se bañaba con el agua salada que los viento hasta él llevaban. 
El roble, veía como los cielos cambiaron rápidamente de azul a cuasi negro total, aun a una hora diurna, la brisa en su rostro sentía y con él, su fiel amigo a su lado, tambien en su rostro recibía los fuertes aires; se trataba de un grillo que desde que al árbol llegó su amigo se volvió.

- ¡Vaya tormenta! la que se avecina ¿no amigo?, suerte que somos fuertes si no estaríamos en problemas ¿no crees?
- Désen prisa muchá pues, la tormenta esta muy cerca ya.

Esto les gritaba a los insectos que en fila y como les era posibles retornaban a diferentes partes del enorme roble, el cual era tambien su hogar, en silencio cada quien caminaba eso sí, de prisa pues sentían que la ventisca se los llevaba con ella. 
Las gotas dulces del cielo cayeron, empezaron suaves pues, sobre la linea que dibujaba el enorme mar, sobre ella, una feroz cortina de agua y centellas; se veía cómo embestida de bestias perseguidas por su depredador y de él huían hasta la playa o, como cuando los indios huían de la caballería, haciendo sonidos salvajes. Así, el roble veía desde las alturas que la tormenta con rabia se acercaba, era enorme aquella cortina de lluvia, pues cubría todo el horizonte que desde la altura del roble se veía.

- ¿Escuchaste amigo?

Preguntó el roble a su inseparable amigo el grillo. Este dejó de sobar sus patas y en silencio completo él quedó, para así poder escuchar lo que su amigo había escuchado.

- No, no escucho nada amigo, debe ser el viento feroz, que viene con rabia hasta nosotros, ¿estas preparado para su embestida? pues yo, ya lo estoy.
- ¡¡Shhhhhh!! has silencio por favor que se escucha algo, pero no logro definir que es lo que oigo.

El grillo permaneció en silencio y además, esta vez tambien el roble, los dos con los ojos muy bien abiertos observando el horizonte, pero en él solo la negrura y la tormenta cada vez más cerca. Abajo las olas se revolcaban en la arena, dejando en su revolcón a miles de cangrejos y otras especies marinas dando de golpes sobre la arena por unos segundos y en la siguiente ola se los tragaba de nuevo, así jugaba el mar con sus criaturas a consecuencia de la tormenta, una muy fuerte, que parecía sería tormenta de toda la noche.

- ¿Escuchaste? ahora sí entendí, mira bien que alguien pide auxilio y se le oye desesperada.
- Sí, escuché, pero se le oye muy quedo, como si ya no tuviera aliento para gritar.

- ¡Auxilio! ¡alguien que me ayude!

Así gritaba quien huía de la tormenta pues, sabía que si aquella cortina furiosa de aguas y rayos le daba alcance seguro moriría. Justo cinco segundos antes de que la tormenta hiciera contacto con el fuerte roble, sobre una de sus ramas muy agotada se posó, una ave con sus alas empapadas, ella traía en su cuerpo su propia tormenta de tanta agua que de ella sobre la rama caía.

- Tranquila señorita, ya usted esta a salvo. 

Y se escuchó el sonido ensordecedor cuando al árbol llegó, sobre él, un enorme paraguas natural y a sus lados, al pasar la tormenta era un sonido ensordecedor que a todos en el roble alarmó y aterró; en las aldeas aledañas tambien sintieron la fuerza de la naturaleza y el miedo los invadió. 
Pero los que habitaban en el roble seguros se sentían, al igual que, la que recién llegó pidiendo ayuda por su vida, el roble a ella protegió de la tormenta, lo mismo que a su amigo el grillo y el resto de los insectos; al ave la invitó a un lugar especial, lugar donde del enorme árbol salía una brisa con una temperatura que a sus plumas de inmediato secó y el ave exhausta por el vuelo que hizo para evitar a la tormenta ya seca en su totalidad dormida quedó. El grillo tambien se durmió, esa noche no cantó, ¿para qué? si nadie lo podría oír.

A la mañana siguiente, todo en calma, pero en los alrededores se lograba ver los escombros y barbaridades que la tormenta dejó en todo aquel lugar, el único que amaneció intacto y como si nada, fue el enorme roble; el grillo se despertó y a su amigo le dio los buenos días.

- Busca algo para que nuestra bella invitada coma algo; hazlo pronto, antes de que se despierte.
- Esta bien amigo, ahora vuelvo. 

Se llevó unas hormigas coloradas para el encargo del roble, quien veía como dormía la hermosa ave, pues ahora se podían apreciar sus bellos colores. Para cuando ella por fin despertó, a su lado un suculento y delicioso desayuno servido solo para ella encontró.

- Coma señorita, buen provecho. 
- Gracias señor roble, es usted muy amable, por haberme acogido esta horrible noche, no lo olvidaré.
- No es nada, cualquiera habría hecho lo mismo, coma usted y descanse, para que sane de sus heridas.

Los días pasaron y aquel lugar con sabor a mar, regresó a la normalidad, un lugar bello y paradisíaco, la ave y el roble ahora unos buenos amigos, al menos asi lo veía la pajarita de lindos colores, no así el roble, quien en él siempre tuvo solo insectos y a su amigo el grillo, pues por el salitre nunca un nido, ni nada con vida aparte de los bichos.  El roble estaba enamorado de ella y ella de él muy agradecida, pero solamente eso. 

El tiempo transcurrió, llegaron inviernos, primaveras, veranos y él de ella cada estación mucho más enamorado de quien volaba a su alrededor cantando lindas melodías y que siempre regresaba al lugar tan especial donde aquella noche secó sus bellas plumas, el grillo se sentía desplazado y un tanto molesto al observar que de aquel amor tan inusual solo uno lo estaba sintiendo, mientras que la contra parte, solo le daba agradecimiento nada más. 
Despues de aquella tormenta, la pajarita quien llegó al lugar exhausta y algo herida, sus heridas habían sanado bien, por ello volaba al rededor del roble, como terapia para darse cuenta de que todo estaba ya sanado en su frágil cuerpo. 

Una de tantas mañanas, luego de desayunar, la pajarilla se acercó al roble y con pena al roble se dirigió.

- Mi amado roble, creo que ha llegado el momento... 
- El momento ¿para qué hermosa ave?
- Ya he sanado y es tiempo de mi camino continuar.
- ¡Ah! es eso, lo entiendo, pero...
- ¿Pero qué?
- No te podrías quedar aquí, junto a mí, a mi amigo el grillo y a todos los que te hemos tomado cariño.
- No Roble, debo mi vida seguir, encontrar un amor, formar un hogar. ¿Tú me entiendes verdad?

Esto fue como un puñal que entró e hirió su enamorado corazón, los insectos cabizbajos se alejaron y el grillo pidió permiso y tambien se retiró.

- ¿Qué pasa? ¿a caso dije algo malo, fuera de lo normal?, ¿qué les molestó?
- Nada mi hermosa, tienes razón, aquí no hay nada ni nadie que te detenga ya.
- Así que...  Vete ya, pequeña ave que del mar asustada y herida una noche a mí llegó... Ahora que has aprendido sola de nuevo a volar... Vete ya... Eres camino de otra libertad... Vete ya y déjame de nuevo en silencio con mi soledad... Vete ya, pues nada te tengo que reprochar, llévate contigo aquella horrible noche, que para mí, fue maravillosa, no tengas pena por mí que ya te sabre olvidar...

El ave abrazó al enorme roble y con lagrimas en sus ojos al roble en su mejía lo besó y su vuelo levantó, alejándose con rumbo al sol, uno que ese día brillaba como nunca, ella volaba sin mirar atrás, tambien el roble la veía sin parpadear, solamente sintiendo como la sabía de su cuerpo se detenía por momentos cuando su corazón se hacía un nudo, se le hacía chiquito. 
¿Quien borrará los recuerdos de tu lindo trinar?, ¿quién te gozará?, sintiendo la belleza en sus ramas de un nido lleno de pequeñas aves con plumaje de lindos colores como el tuyo y, ¿quién a tu trinar acompañará?

Así pensaba el roble, quien ya no volvió a ser nunca más el mismo, pues por dentro, el enorme árbol moría en soledad, como todos los arboles, él tambien moría de pie. Sus hojas ya no tenían el bello verde que nunca el salitre le afectó y el color café de su enorme tronco, en grisáceo se volvió. 
Los aldeanos, al ver como había desmejorado el enorme roble dieron parte a las autoridades, el señor alcalde dijo.

- Hasta mucho vivió ese feo árbol, ahora que esta muriendo o que a lo mejor ya murió, lo cortaré y en su lugar un hotel edificaré, eso traerá mucho más divisas para nuestro bello lugar.

El pueblo nunca estuvo de acuerdo pues, al pueblo siempre lo defendía de tormentas como la de aquella noche en que la vida vio de otro color el enamorado roble quien ahora sin darse cuenta, ni quererlo, lentamente moría.  


Este Fábula, nos deja como reflexión una gran verdad que a muchos en algún momento habríamos vivido. El desencanto que bella mujer o encantador hombre que a nosotros un día herido llegó y que permitió que nosotros lo cuidáramos para que un día al sentirse muy bien, simplemente nos dijera:
- Me siento bien, por ello me voy a buscar mi destino, una vida. Dejando a un corazón ilusionado y enamorado, desilusionado y destrozado, un cuerpo sin alma que muere de desamor, que necesitará de mucho, mucho tiempo para lograrlo un día olvidar, algo que sabemos muy bien, que no sucederá.

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