martes, 6 de septiembre de 2016

La Casa Grande. La promesa de Lalito


Era una hermosa tarde, mi madre y yo viajábamos en un Fiat último modelo, carro de una tía que siempre nos visitaba y a mi madre le pedía de favor que la acompañara a sus compras para su negocio, que era un salón de belleza, mientras ella, mi tía, conducía su Fiat, yo al lado en las piernas de mi madre a veces me paraba y observaba como el auto avanzaba sobre la calzada Roosevelt. Lalito imaginaba que él era quien conducía, en su mente de cinco años, aquello era algo sencillo, solo era de mover esa enorme rueda que llamaban timón y eso era todo, para Lalito, su tía era una tonta para conducir, pues en tiempos de invierno ella evadía los charcos, ¡qué tonta! si eso era divertido, pasar sobre uno de ellos y salpicar el agua sucia a los que estaban sobre las banquetas. (Pero esa es otra historia).
Luego de todos los mandados y las tertulias de ellas dos ya terminando la tarde, regresábamos a la Casa Grande, ellas se despedían y mi tía de mí.

_ Adiós Lalito.
_ Adiós tía.

Entrábamos a la casa y mi madre corría a la cocina a preparar la cena para esa noche, mientras ella lo hacía, Lalito tambien corría, pero al jardín y lugar de juegos, pues seguro había dejado una aventura a medias, pero esta vez no importaba, pues en su cabecita traía fresca las imágenes de él, conduciendo el carro de su tía. 
Lalito sacaba una silla de palo blanco y la acostaba sobre el piso, colocaba el respaldo de la silla sobre la tierra y las patas eran la cabina, también conseguía una llave, pues Lalito tenía una que un día encontró en el suelo camino al mercado junto a su madre, la introducía en un agujero que encontró en la silla y con su boca  producía el sonido de un motor arrancando y luego, ya este encendido, la arrastraba por el enorme patio, haciendo paradas por los semáforos y porque se bajaba a realizar sus mandados, luego regresaba conduciendo por la enorme y eterna calzada; así le caía la noche a Lalito, que al ver que se oscurecía el patio, encendía las luces para ver mejor, cosa que lograba encontrando una linterna, la de su padre, la que empleaba por las noches para orinar en su bacinica o para encontrar a la cucaracha que volaba de pared a pared o para tratar de matar al zancudo que con su extinto zumbido no dejaba dormir, la linterna la amarraba al medio de la silla y la encendía y ya tenía las luces el auto encendidas, el juego se prolongaba hasta que la madre de Lalito le gritaba desde adentro de la Casa Grande.

_ ¡Lalito, la cena esta servida, te entras y te  lavas las manos!
_ ¡Ya voy mami, solo parqueo el auto!

Lalito orillaba la silla y de retroceso la parqueaba, luego apagaba la linterna y novia la llave para apagar el motor, luego la extraía y la guardaba en su pantalón, después entraba corriendo a la Casa Grande, directo al lavamanos a cumplir con la orden de su madre y a la mesa a cenar unos deliciosos frijolitos con huevo, cuando llegaba el padre de Lalito, este preguntaba a la madre de Lalito.

_ Oye tú, ¿y mi silla? 
_ Esta parqueada a fuera, al lado de la puerta de la entrada, ahora te la traigo.

Y mientras se dirigía por la silla del padre de Lalito, le pasaba dando un cosco en su cabecita, pero sin causarle daño.
Una vez todos cenando, el padre de Lalito preguntaba, qué había sucedido en la tarde y la madre de Lalito le contaba lo sucedido pero, de inmediato Lalito entraba en la conversación.

_ Cuando sea grande, compraré un carro como el de mi tía y los llevaré a pasear por la enorme calzada.
_ ¿Así hijito? Pero, ¿tu auto tendrá lugar para mí?

Preguntaba capciosamente la madre de Lalito, para ver cual era su respuesta.

_ Claro mami, tú iras al lado mío y mi papito irá en el sillón de atrás con mis hermanos si es que están, pero lo que te digo, es que tú, irás siempre a mi lado.

La madre reía complacida y veía a su esposos quien no dejaba de comer, él estaba atrasado y con mucha hambre.

_ Pero mi´jo, al lado tuyo seguro irá tu novia, o ¿no tendrás una novia?
_ Claro que sí mami, pero ella irá atrás con mi papito y tú, a mi lado.
_ ¡Ah! ¿será?, cuando seas grande y tengas tu novia a mi me tirarás para atrás, en el sillón de atrás con el resto de la familia, ya verás.
_ No mami, tú irás a mi lado, ¡eso te lo prometo!
_ Bueno jovencito, eso ya lo veremos, ¿si ya terminó de cenar? de las gracias y se lava sus dientes, luego se pone su pijama y a la cama.

Lalito obedecía y luego ya en la cama, mientras sus padres llegaban con él, este seguía con sus sueños de conducir su auto, esta vez, sacaba una cajita de fósforos y en ella metía un su muñequito, que era un bebe sentado y lo metía en la cajita de fósforos y por toda la cama ese muñeco hacía su travesía en su auto y junto a él, su madre. Hasta que le llegaba el sueño y quedaba dormido con su cajita de fósforos en sus brazos. Su madre llegaba y le quitaba su auto ultimo modelo, lo colocaba sobre una mecita y lo acomodaba. Así terminaba el día de Lalito.

¡Ah! he de contarles que Lalito cumplió con aquella promesa, su madre a su lado y la novia de Lalito atrás. Eso, porque su madre era ya una anciana y su carro era de dos puertas. Pero, a su novia, quien conocía de la promesa de su novio a su madre, para ella viajar atrás, eso no le importaba, para que ella, la madre de Lalito, viajara cómoda.

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