lunes, 19 de septiembre de 2016

Píntame angelitos negros (las canciones de mi vida)


Eran tiempos difíciles, tiempos en donde se cuestionaba de manera hipócrita los designios de Dios, pues hasta el más idiota, sabe que lo que Dios hace esta bien hecho, muy bien planeado y que los designios del Señor, eran y son perfectos. Creó a los negros, con un color especial y particular, pues el lugar donde los colocó, uno de piel como la nieve no sobreviviría, por ello a los blancos los colocó en lugares gélidos y a los que vivimos en lugares tropicales o lugares bendecidos con una eterna primavera nos mezcló y nos hizo cobrizos o sea, ni blancos, ni negros, rara mezcla que da esta raza. -Pero esta es otra historia-.
Los blancos, la mayoría del planeta y colocados en lugares privilegiados se sintieron dioses y con su poderío sacaron de aquellas áridas y salvajes tierras a los menos privilegiados y los hizo esclavos, pues los catalogó fuera de la especie humana y los consideró peor que animales, hombres sin alma o sea, sin sentimientos, como animales y peor que a ellos los trato. 
Hubo que pasar varios siglos para que una parte entendiera que tambien son hijos de Dios, a pesar de que hoy día siguen en su error muchos idiotas que ven de reojo, con desprecio, asco y odio a ellos, nuestros hermanos de color moreno...


Llegó a la iglesia un hombre que de su caballo se apeó y a la sacristía se dirigió, en un arbusto ató a su caballo y a su mula en la cual traía toda su herramienta de trabajo.

- Buenos días, el padre me espera, soy Cipriano el pintor.
- Ah! el padrecito lo esperaba hace días, ahora lo llamo, siéntese por favor.

El sacristán corrió hasta la habitación del sacerdote quien aun no se levantaba.

- Padre, padrecito Juan.
- Por qué osáis despertarme a estas horas condenado muchacho.
- Es que, en la sacristía esta el artista don Cipriano.
- Haberlo dicho antes, ayúdame a levantarme y a vestirme, pero apúrate muchacho haragán.
- Si padrecito ya voy, es que usted pesa mucho mi señor.

Luego de varios intentos por levantar al sacerdote y de colocarle sus vestimentas, al fin, este estuvo listo y se dirigió a la sacristía, lugar en donde esperaba Cipriano curioseando entre las obras de arte que habían en la sacristía de la iglesia.

- Buenos días hijo, te esperaba hace días, ¿cómo estáis?
- Buenos días padre. 
Dijo Cipriano besando la mano del sacerdote y ahí quedaron en la sacristía hablando de lo que el sacerdote necesitaba de él y hablaron mucho hasta ponerse de acuerdo y cuando esto sucedió, Cipriano se alojó en un lugar que el padre eligió para su invitado. 
Despues de este estar acomodado, al día siguiente inició el encargo del padre. 

Cipriano llevó hasta el lugar en donde el sacerdote deseaba estuviera la nueva obra que Cipriano debería de pintar para muy pronto, pues se acercaba una ocasión muy especial en aquel pueblo olvidado de Dios, lugar de hacendados y otros no muy privilegiados, los cuales eran explotados por los hacendados y en el cual habían esclavos negros, los cuales sufrían de los peores abusos impensables por ser humano.

Cuando Cipriano llevaba avanzada su obra, la cual la veían solo el sacerdote y Cipriano, pues para que los feligreses no vieran lo que el artista pintaba habían colocado un enorme cancel, el cual le daba privacidad al pintor, quien pintaba de memoria lo que el sacerdote le hubo pedido. 

Una tarde, mientras Cipriano estaba muy concentrado con su pintura, una tan espectacular, para una iglesia de pueblo olvidado por el mismo Dios (en sentido figurado, claro está), algo trajo de nuevo a Cipriano al momento actual al escuchar una voz inocente que le preguntaba.

- ¡Oiga señor! ¿por qué en su pintura no hay un angelito negro?
- ¡Ah!, ¿qué haces aquí, no sabes que se te tienen prohibido ver lo que hago?
- No lo sé señor, pero diga¿por qué todos esos bellos angelitos son de color blanco?, dí ¿por qué no hay morenos? ¿acaso no te gustan los angelitos negros?

Cipriano no sabía que responder, así que siguió pintando, ignorando a su inesperada visita, quien veía con atención y decepción al darse cuenta de que entre los hermosos ángeles que estaban plasmados en la pintura de Cipriano no había uno que tuviera su color, mucho menos sus facciones. El sacerdote entró para ver como iba su obra y al entrar y percatarse de la presencia del niño de color de tez oscura, con cólera le gritó.

- ¡Oye tú, negro condenado! ¿qué haces aquí?, ¿acaso tus padres no te han dicho que esta prohibida la permanencia de ustedes en la casa de Dios?, ¡lárgate de aquí antes que te mande a azotar! El niño en su inocencia al cura le preguntó.

- Padrecito, ¿por qué el artista no ha pintado un angelito de mi color?
El padre sintió mucha cólera y con un golpe en su carita le dijo.

- ¡Blasfemo! ¡fuera de la casa de Dios!, ¡eres basura, un engendro que has profanado el sagrado templo de Dios! 
El negrito con abdomen abultado se levantó del suelo con piso de mármol y con el dolor en sus labios cortados del cual sangraba, se levantó asustado y llorando, y corriendo salió de la casa de Dios.
El sacerdote gritó al sacristán.

- ¡Francisco! ven inmediatamente y trae los utensilios de limpieza y un buen desinfectante para retirar la sangre que dejó en el suelo ese condenado negro.
Francisco entró sin levantar la vista, pues tenía prohibido ver lo que Cipriano pintaba y con mucho esfuerzo limpió y limpió la porquería de sangre y sudor que el niño dejó en el suelo de la casa de Dios.
Cipriano no dijo nada, simplemente siguió con su trabajo, él no emitió ninguna opinión, se dedicó a seguir las instrucciones que el sacerdote le dió, este se retiro a su habitación y al llegar, con desesperación buscó un frasco con alcohol y sus manos desinfectó, con el temor de que el negro le hubiera contagiado algo infeccioso.
Mientras Francisco limpiaba y tallaba el piso muy molesto, él decía.

- Negro condenado por su culpa me tocó que trabajar más el día de hoy y de la madrina que me espera no me salvaré, pues el padre se desquitará conmigo por la presencia de la cosa esa en la casa de nuestro Señor, por qué no entienden esos negros bastardos, que ellos no pueden pisar suelo sagrado, que su lugar es con los animales y que el padrecito aceptaría la presencia de un perro o cualquier otro animal antes que un negro en su capilla. Y siguió, pero murmurando, que Cipriano ya no logró escuchar más de lo que Francisco habló.

Días después, de que el padre echó de su capilla al niño que se le filtró en ella, este cayó enfermo y la madre del niño corrió con sus amos, para que le ayudaran con asistencia médica para el negrito, pero el patrón indignado por la petición de la negra, le dijo con desprecio e indignación.

- ¿Qué llame al médico? pero estas loca negra, en primer lugar el médico no aceptará atender a uno de ustedes; ¡que asco! ¿te imaginas? perdería a todos sus pacientes. Regresa al trabajo y dejá al condenado de tu cría en tu jacal, ya se recuperará.
- Pero mi amo, mi niño esta muy malo, por caridad, por piedad, se lo suplicó, haga algo por él Dios se lo pagará.
- ¡Jajajaja! no blasfemes negra atrevida, ¿cómo crees que Dios perderá su tiempo con uno de ustedes?, es más seguro que se apiade de mi caballo o mi perro que de tu cosa esa que llamas hijo. Vete o te mando a azotar.
- ¿Qué sucede, por qué estos gritos? 
Entró en el cuarto la esposa del patrón, este respondió a su esposa.

- Nada mujer, no pierdas tu tiempo con esta negra, ¿imagínate?, qué llamemos al doctor porque su cría esta enferma, j¡ajajajaj!
- Ama se lo suplico a usted que es madre, seguro entenderá mi dolor, mi negrito se me muere, por favor se lo suplico, que alguien me lo atienda.
La ama al ver a la mujer sufriendo se apiado de ella y con señas le pidió que saliera de la casa grande y estando en el patio le dijo.

- Mira negra, no molestes a tu amo con tonterías.
- No son tonterías mi ama, mi hijo esta muy grave, ayúdeme por favor, usted tambien es madre, se lo suplico amita, ayúdeme.
Esta bien negra, vete para tu jacal ahora te envió a alguien para que vea a tu negro, pero no sigas molestando y luego te regresas a tus quehaceres acá en la casa grande que tienes mucho por limpiar.
}
- Si amita, muchas gracias. 
La negra intentó besar la mano de su ama, pero esta se la escondió, pues de hacerlo ella tendría que lavarse y desinfectarse.

La negra con su negrito en su jacal esperando por la ayuda prometida pero pasaron dos horas hasta que por fin llegó Pancracio, el veterinario de la hacienda.

- Hola negra, ¿donde esta el enfermo?
- Está aquí mi negrito, sálvelo don Pancracio. 
Don pancracio lo atendió y le dejó una medicina que era para el ganado.

- Vine hasta ahora negra, pues tuve que atender al caballo del patrón y desparasitar al perro que ama tanto el patrón. Mira negra solo puedo darte este medicamento que me funciona con mis animales, no más. Si Dios quiere lo sanará y sino, pues... Lo siento mucho mujer. 
Pancracio se retiró con un vacío en su estómago, pues por un rato él sintió la agonía de la madre,  la del niño no porque estaba demasiado débil ya. Pancracio se imaginó a su hijo de la misma edad que la del desdichado negrito y sufrió pensando en lo que pudo ser si su piel fuera más oscura de lo que el sol se la tenía.

Pasaron dos semanas más y la pintura estaba terminada, el sacerdote se sentía complacido con el trabajo de Cipriano.

- Eres un gran artista Cipriano, estoy satisfecho, el cuadro quedó precioso. ¿Te quedarás para la inauguración? es mañana después de la misa de medio día, estarán aquí todos los hacendados y las personas importantes del pueblo.
- No padre, tengo que hacer otras pinturas en la ciudad, me habría gustado mucho, pero será en otra ocasión. 
El sacerdote le pagó al pintor, quien luego de ello montó a su caballo y haló a la mula, la cual cargaba con sus herramientas de pintor y se dirigió con rumbo a la gran ciudad y después de varios minutos; Cipriano desapareció por el camino de tierra.

El gran día llegó y la misa dió inicio, el padre antes dio el aviso de lo importante que sería hoy la misa, pues estrenarían un cuadro bellísimo de Jesús, rodeado de angelitos y al fondo, atrás de Jesús estaría su madre, La Virgen María acariciando la cabeza de su amado hijo Jesús y entre los brazos, nuestro amado Jesús, tendría al más hermoso angelito jamás pintado por artista en todo el continente. Los ahí presentes, emocionados aplaudieron con gozo y entonces dio inicio la santa misa. 

Cuando la santa misa iba a medias, justo cuando el sacerdote habia terminado su sermón y se disponía a entregar la hostia a sus feligreses, algo irrumpió en la casa de Dios. 
Eran los gritos de una madre que recien en sus brazos su hijo había muerto y en la iglesia entró para que Dios le recibiera a su hijo en los reinos de los cielos, se trataba de la negra quien llevaba entre sus brazos al negrito que días antes, el padre echó con su labio partido y sangrando, todos en la iglesia quedaron asombrados al ver a la sinvergüenza de la negra por entrar a la casa de Dios y profanarla con su muerto en brazos, todos se alejaban de la negra como si esta tuviera lepra, el sacerdote y los hacendados exigieron a las autoridades para que sacaran del lugar sagrado a la atrevida negra y su condenado muerto en brazos. La negra fue expulsada a golpes del templo y luego de que le arrebataran a su hijo, la condujeron a un árbol en donde en presencia del pueblo fue azotada, mientras que el niño, quien yacía en el suelo fue recogido por otros negros quienes lo llevaron a las orillas de un barranco y ahí lo enterraron. 

Luego de que el sacerdote pidiera perdón a sus feligreses y que todos pidieran perdón a Dios, por la abominación de hace unos minutos, todos oraron para que Dios les perdonara y ellos, recibieron respuesta a la oración que dirigía el sacerdote, pues como algo Divino, de uno de los bellos vitrales contrarios al lugar de la pintura, entró un rayo de luz solar que incidió con el trapo que tapaba al cuadro pintado por Cipriano, aquello fue tomado como respuesta de Dios a sus oraciones y que con ello, sus disculpas fueron aceptadas. Que empezaron a entonar cánticos eclesiásticos y mientras eran entonados por todos, el padre se encaminó a develar dicha pintura, detrás de él, el sacristán, agitando un artefacto en el cual llevaba incienso, por fin, el padre estuvo frente al cuadro y dijo a sus feligreses.

- Hemos sido perdonados por Dios y que mejor momento para develar esta obra de arte que les he contado al inicio de la santa misa, como muestra de nuestro agradecimiento a nuestro Señor. Así que, sin más, les presento nuestro nuevo cuadro a quien podrán pedir sus milagros. 
El cuadro fue develado por el sacerdote y la luz de los rayos solares incidían justo en el lugar donde Jesús tenía en sus brazos al más bello angelito, pero este no se veía por lo fuerte de aquella luz Divina, pero lo que los presentes veían, era de su agrado y todos aplaudieron para luego colocarse de rodillas y ofrecer la primera oración para tan magno cuadro, este realmente era belicismo, el sacerdote si que había elegido una bella estampa y Cipriano la había plasmado tal cual la había pedido el sacerdote. 

Mientras oraban, la luz se fue difuminando ante los ojos de los ahí presentes y todos se admiraron al ver al angelito que Jesús tenía entre sus brazos, si que era bello, el angelito más bello y jamas pintado por nadie en la época, todos estaban satisfechos por la obra maestra que pertenecía a la capilla de su pueblo y por la cual, hablarían por mucho tiempo de su pueblo y su gente. Afuera los negros con curiosidad deseaban ver el cuadro que seguro sería milagroso, pero solo lograban escuchar la algarabía que se oía adentro del templo, pues ellos tenían prohibido la entrada por el solo echo de ser negros. 
Pero de pronto, la algarabía de adentro empezó a quedar en silencio y de la iglesia algunas personas salían con el rostro horrorizado y avergonzado por el milagro que sus ojos recien habían presenciado.

Lo que aconteció en el templo, fue que mientras la luz divina que entró por el vitral, una muy fuerte, la cual se fue difuminando, dejó ante la vista de todos el más bello de los ángeles jamas pintado, un angelito con la piel mas blanca que la misma luz que incidía en él, pero mientras esta se difuminaba y perdía la fuerza con la que llegó; ante los ojos de todos en la iglesia y en presencia de quien estaba justo enfrente de la bella pintura, el sacerdote de la capilla; la luz perdía fuerza, hasta que desapareció, tal cual llegó y cuando esto sucedió, ante la vista atónita de todos, el angelito bello y el más blanco de todos, empezó a cambiar su color y se fue oscureciendo hasta que en brazos de Jesús quedó un angelito negro, pero, esto que a todos asustó, no fue lo que los hizo salir del templo huyendo horrorizados, atemorizados y asombrados. Los primeros en salir, fueron: El sacerdote, el sacristán, la ama de la negra que era azotada amarrada en un palo de los alrededores de la iglesia, tambien venía con el Dios mio en los labios, el veterinario de la hacienda de los amos de los desgraciados negros y detrás de ellos, los que vieron entrar a la negra con el cadáver de su hijo en brazos a la iglesia. 

Cuando la iglesia quedó completamente vacía, los negros y el resto de pobres del pueblo entraron por la curiosidad a la iglesia y lo que vieron los hizo colocarse de rodillas y alabar a Dios por el milagro que sus ojos presenciaban; mientras esto pasaba, uno de los que presenció el milagro, corrió por la madre del negrito muerto y casi arrastradas la entraron a la iglesia, todos se abrieron y le permitieron llegar hasta el cuadro recien develado y la madre del finado negrito cuando vio al cuadro, calló de rodillas y gritó con la vista puesta en el cielo...

- ¡Milagro!... ¡Gracias mi Dios!... ¡Gracias mi Dios!... ¡Milagro!...



Inspirado en la canción: Angelitos negros, de: M. Álvarez Renteía.
Del poema: Píntame Angelitos Negros. Del poeta Venezolano: Andrés Eloy Blanco.
Historia de: S. Raga.

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