viernes, 16 de diciembre de 2016

La Serenata


Cantaba al pie de tu ventana pero nunca salías, te hacías la de rogar, yo impaciente ya iba por la tercera de mis canciones y de mi repertorio no sabía más de seis, las otras seis, de ellas solo me sabía un poco, los Mariachis se veían entre ellos y se hacían ojitos de burla para quien cantaba enamorado e ilusionado, pero en la ventana solo un viejo grillo que al escuchar mis notas me hizo la segunda, parecía otro violinista del Mariachis o igual al del tejado. 
La luna ahora brillaba como nunca, así que la cara todos me la vieron, pero tu lindo rostro yo no pude nunca verlo, seguro estarías con otro, eso decían los malintencionados, algo que me cayó como balde de agua frío u otro liquido menos transparente pero si bastante viscoso. 
Ya empezaba la sexta y con esa me llevaba la tristeza, pues otra ya no podría cantarle a la que aun no salía, fue cuando del cielo escucharon mi suplicas y al iniciar la última de mi repertorio de sus labios escuché un buenas noches. 
Los Mariachis, todos al unisono respondieron, yo voltee algo aturdido al escuchar ese saludo en coro y lo que vi, hizo me olvidara de la que no aparecía en escena. 
Cuando los Mariachis iniciaron sus notas, con los ojos vieron a la que educada nos dio las buenas noches, era bella la criatura y con su andar me invitaba a que la siguiera, entonces a los Mariachis les dije, vamos con ella muchachos, ellos los sombreros se quitaron y un Ujá dijeron. Fue cuando salió a la ventana con lagañas en los ojos y un traslucido camison de seda, ella como reina de Miss Universo con enorme sonrisa y caminar de pasarela, pero ahí ya ni el grillo quedó, solo se escucharon las trompetas cuando doblábamos la esquina más próxima a su casa, la que da al sur de su calle. 
La que se burló de la haragana con sueño pesado, esa fue la luna, quien también se largó conmigo, pues como reflector de teatro me alumbraba el paso, la chica que nos salvó la noche entró a su cantón, una casa muy humilde, no tenía segundo piso para aparecer sobre su balcón. Lugar en donde seguía la de los ojos lagañosos y dormilones, pues escuchando las trompetas se quedó de nuevo dormida sobre su balcón; su madre malhumorada salió y como pudo la entró para depositarla sobre su fina cama. 
Mientras los Mariachis y el grillo detrás mío, muy entusiasmados esperando saliera la bella y educada dama, la que nos rescató del mal rato y de los malos tratos que en sus mentes de mi los Mariachis decían. 
Por fin rechinó la puerta y en ella apareció la educada y hermosa dama, quien se recostó sobre el marco de su puerta con enorme, bella y honesta sonrisa, yo sentí que bajó del cielo, era como un  ángel en cuerpo de mujer, sus humildes ropas no la desmerecían, por el contrario, le daban un belleza mucho mejor que la que seguía metida en sus sueños. 
Ella ahora soñaba que alguien le llevaba un gallo y era ella la que recibía tremenda serenata, pero seguirá engañada, pues después del desplante ya nunca me acercaré a ella, la chica al terminar mi última canción de mi repertorio me dijo: Gracias caballero, ¿pero no estaba usted en el balcón de mi vecina? Yo le dije: Sí, pero fue mi equivocación, le pido perdón, pero me equivoqué. 
Los Mariachis gritaron Ujá y al grillo escuchamos al lado del bandolón, el Mariachis tenía nuevo miembro, el cantante al ver su entusiasmo, pues no había cantado una sola copla en toda la noche lo levantó del suelo y lo colocó en su solapa, lugar donde desde esa noche sería su lugar como nuevo ranchero. 
Yo, al escuchar a la bonita señorita dar las gracias y lo hizo con mucha gracia, pues, mientras acariciaba su pelo, me dije, me aviento la próxima aunque no tengo más dinero, los Mariachis dijeron de nuevo Uja, eso me dio la pauta de que podría cantar la del estribo y me animé con la siguiente rola, una que solo me conocía dos o tres coplas, pero vaya sorpresa, me la eché completa y eso que mi reflector, la luna, me iluminaba. 
Quizá fue quien me dio la inspiración, pero yo creo que fue cuando la señorita bonita me guiñó unos de sus castaños ojos, los Mariachis al verlo repitieron y gritaron otro Ujá. 
Le dije, va la otra aunque sea de fiado, los mariachis ya estaban entusiasmados y dijeron dale compañero, esta corre por nuestra cuenta, la canción inició con un solo del nuevo miembro del Mariachi este frotó sus patas y los mariachis al escucharlo tan afinado gritaron otra Ujá. 
Yo seguí con la segunda y luego la tercera, par entonces ya estaba cerca de la morena, quien su rostro cubría con la mitad de su pelo, mientras cantaba la tercera rola, en una que dio un solo mi amigo el grillo a la morena me acerqué y le dije al oído.
Oye morena, creo que ya te quiero. Ella me dijo. 
Vaya al fin te diste cuenta. Pues yo por ti me muero y al verte frente al pie balcón de la desabrida y peliteñido de tu novia me moría de celos.  
Ahora quien dijo Ujá, ese fui yo, le cante aquella que dice algo de bajarle las estrellas y la luna, la que me seguía alumbrando como reflector de teatro, ella retiro su cabellera, me dejo ver todo su lindo rostro y si que era bello, con disimulo me acerqué y a sus labios me pegue, cuando el beso nos dimos, los Mariachis sonaron las trompetas para terminar la rola y siguieron su camino. 
Ahí nos quedamos solos la educada morena y yo, quien hace un rato sentía la muerte al ver que no salia la que antes fue mi dueña, vi al cielo y de un guiño apague la luz de la luna, entré en el humilde cantón de la morena y ahí me quedé hasta que apareció el sol, este lo hizo poquito a poco.
Yo amanecí entre sus brazos, ella me quiso decir algo, pero mis besos no se lo permitieron, luego de aquel beso le dije sonriendo, si nos dejan te amaré por el resto de nuestras vidas, ella se metió entre mis brazos y nos dieron las diez, las once y las doce y así hasta que llegó la noche. 
Y afuera se escuchó un Ujá, los Mariachis habían regresado y ahora ambos recibíamos la serenata, de la mano salimos los dos a recibirlos y ahí  se armó la  fiesta, esa noche fue inolvidable, todos los vecinos nos acompañaron, menos la que seguía en su cuarto conmigo soñando y que era para ella la serenata  y en ella me besaba y me amaba. Que siga con lo que le gusta, soñar y soñar. 
Yo ahora soy feliz con mi morena, mis amigos los Mariachis, el grillo violinista y la bella luna que sigue alumbrando hasta que le guiño el ojo y nos deja a oscuras para amarnos con la misma ternura de la primera noche cuando muy educada ella me dijo. 
Buenas noches caballero.





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