lunes, 30 de enero de 2017

Soledad y Melancolía


Abro mi cuaderno de poesías, sobre mi escritorio una fotografía, tú sonríes recostada sobre mi espalda, por detrás las olas del mar que se golpean contra una dura roca.

En mi habitación, solo tengo de compañía a la soledad y una gran melancolía.

Escribo en él, los versos que me inspiran la imagen en la fotografía, me distraigo viendo tu pelo agitado por el aire de esas olas. (tu cabello agitándose, provocado por esa olas). Y a mi lado, sigue la soledad y mi hipocondría.

Mi pluma tiembla en mi mano, será nerviosismo o solo un presagio.

También en la fotografía se logra ver, la brillante luz de tu alegría, mi sonrisa y la tuya no me permiten ver al sol en el final, muriendo sobre aguas saladas, al igual que muero hoy yo, con cada lagrima que llega a mis labios, saladas como las olas del amar que se agitan sobre esa roca, cómo lo hace mi corazón con cada latido.

Presiento que nuestro gran amor ha llegado a su final.

Mi mano escribe sin que mi cerebro le dicte nada. Me pregunto; quién le ordena hacer esta prosa, estos versos, ya escribí un par de estrofas, las que no me atrevo a leer, solo quiero mi licor beber, cómo cada día, emborracharme y caer en un profundo sueño que me transporte a ese lugar. 

Acariciar tu piel mientras le colocó bronceador, lindo color que hoy otro disfrutará.

Mientras yo aquí, sufro sin ti, conmigo quienes aun no se van, la soledad y la melancolía, son mi única compañía, me repiten al oído, tú y yo, un gran amor de aquí hasta la eternidad.

Cierro el cuaderno sin leer lo que en él escribo, así sucedió ayer y anteayer.

Espero con mi celular en la mano, recibir una llamada o un mensaje, que me diga hoy regreso mi amor.

Me pregunto, habrás recibido mi perdón, en voz o escrito, el texto me indica que sí.

Con una barba de días, algo que nunca te gustó por lastimar lo terso de tu piel, nunca antes la deje crecer un solo día, pero hoy, a quien le haría daño, no tengo una piel que lastimar.

A donde camino, veo que me persiguen tus ojos y esa bella sonrisa.

Tengo sed y quiero beber agua de ese manantial que se ha secado con tu adiós, agua que abundante un día fue, hoy solo brota agua salada de mis ojos, que lloran por alguien que ya no está, por un gran amor que tal vez ya murió, me lo gritan al oído, la soledad y la melancolía.

Tú y yo, seguimos sonriendo en esta fotografía, una gaviota por atrás se colocó y sobre tu larga cabellera ella también posó, sus alas agitó, para mantener el balance, en sus ojos se ve la luz del flash.

Y yo, aun lejos de mi gran amor, cómo labrador lejos de su siembras y de su tierra, cómo navegante alejado de su barcaza y su mar, cómo perro perdido con su soledad y su melancolía en una lejana y solitaria carretera.

A mi lado siguen mi soledad y mi hipocondría, miedos infundados o bien fundamentados, eso la verdad yo no lo sé, lo sabré, cuando me entere de ti, de tu amor, lo que aun sientes o no sientes por mí.

En mis manos, ese cuaderno con mil versos haciendo una poesía, sobre mi escritorio siguen dos que se amaron tanto un día, sonriendo, indicando a la posteridad una gran felicidad y un enorme amor.

Amor que creí no tendría un final, cómo las aguas del océano que se perdían en el horizonte, lugar a dónde se hundiría, se ahogaría y moriría el sol aquella tarde.

A donde está esa playa que nos albergó cuando me entregaste todo tu amor, la arena blanca nuestra cómplice, al igual que el sudor sobre nuestra piel y en tu mirada, esa que me gritó en silencio; un te amo. 

Yo los cerré a cada uno con un beso, para luego seguir amándote y lo hicimos hasta que nos llegó el frío, la oscuridad y el sonido de las olas del mar.

Recuerdo que esa tarde me dijiste que sí, amor mío esta vez es un sí, mi corazón apagó el sonido del mar, aquellas olas, que entre ellas contra la roca se rompían, yo solo escuchaba cada latido de mi corazón, lo que tanto esperé e imaginé, por fin sería una realidad.

Abro mi cuaderno de poesías, sin dejar de ver a la fotografía, a mi lado siguen aun la soledad y la melancolía; por primera vez leeré lo que ahí escribí, sin saber que dice, porque lo escribía mi corazón.

"Yo, muy lejos de quien amo, cómo aquel labrador alejado de sus tierras, deseo beber agua de un manantial seco con tú adiós, porque tú ya no estás aquí. 
Tú, lejos de mí, me has recomendado con la soledad y la melancolía, siempre están junto a mí, cada noche y todo el día. 
Tú y yo, un gran amor que creí sería para la eternidad. En dónde esta la arena, que esa tarde de sábana blanca nos sirvió para entregarme tu amor. 
Tú y yo, haciendo el amor, gaviota que agita sus alas para observar cada detalle. 
Tú y yo, sonrisas que deslumbran y humillan al sol. 
Tú y yo, la soledad y la melancolía, hoy son mi única compañía, pues así lo decidiste un día..." 

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