viernes, 24 de febrero de 2017

La Flor de Azalea (las canciones de mi vida)


La flor se descolgó y sobre caudaloso río ella cayó. La flor, mientras caía mecida por el viento que se elevaba por el  movimiento de las turbulentas aguas que viajaban con fuerza, con rumbo al océano. Ella gritaba: ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto? 
Sus hermanas, el resto de azaleas veían, como su hermana, por fín sobre las aguas llenas de espuma, debido a la fuerza de su viaje, sobre ella caía y al hacerlo, de inmediato este con fuerza la arrastró y con él se la llevó. 
La azalea, veía con tristeza y enorme amargura, como su hogar se quedaba atrás y su vida también, su familia la veía como era sin piedad arrastrada y la veían con desconsuelo a ella llorar, así iba la blanca flor, desconsolada y asustada, hasta que ya no pudo ver nada.
Muy desilusionada, desconsolada, sin saber cual sería su destino, ella por ratos le ausentaba su desgracias; pero observando el cielo, uno tan azul, sin una sola nube en un día soleado y despejado, ella se repitió: Que día tan hermoso y yo, en mi desgracia. 
Cuando repitió esto, regresó a su agónica realidad, a su presente, a su desgracia y la Azalea se asustaba de nuevo. 
Ella, daba de tumbos contra rocas que sobresalían a las caudalosas aguas que aun con mucha fuerza y furia, la arrastraban con él, ella veía a un costado y luego al otro y se encontraba con el verde de un bosque espeso, por otro lado, una espesa vegetación. 
Este marco tan verde y fresco a su corazón lo tranquilizaba, pues le distraía de sus horrorosos pensamientos. Ella con la mirada perdida en el majestuoso verde, sentía paz, una enorme paz, se daba cuenta de que habían lugares mucho más bellos que del lugar de donde ella, hace poco nació. 
Pero el rugido de una cascada al frente la regresó súbitamente a su nuevo lugar, en donde ella aun flotaba. 

_¿Qué es ese horrendo rugido? Dios mío, ¿por qué me has hecho estooooo? 
Y por el acantilado cayó, formado por aguas turbulentas y frías; al final de esa caída libre de millones de gotas y entre ellas, una hermosa Flor de Azalea; se veía que le esperaba una enorme espuma blanca. 
Mientras la Azalea caía, perdió el conocimiento, fue como si su espíritu -valga la expresión- la abandonara, todo se tornó negro y ya nada sintió; pasaron varios minutos sin que ella supiera que sucedía, hasta que lentamente sus ojos ella iba abriendo, al hacerlo, el horrendo rugido había sido cambiado por una enorme paz, un silencio total. 
El ancho y caudaloso río, ahora era una enorme poza, tal cual una laguneta, una redonda, con aguas translucidas, a su rededor, una hermosa vegetación, vegetación ya no tan espesa como la que antes vio y tanta frescura y paz le dio, este lugar era diferente. 
El cielo, seguía hermosamente azul, una que otra solitaria nube muy blanca y entre ellas, un brillante sol, uno que nunca ella antes vio, por la espesura del bosque donde nació y otras tantas especies que vivían donde quedó su hogar y sus hermanas.
Ella se maravilló, al verse simplemente flotar en círculos, muy tranquilamente, esa sensación era increíble que por un instante hasta se sintió muy cómoda, aprovechó el momento para revisar su vestimenta y contó uno a uno cada pétalo y todo el órgano que conforma a una tímida flor de color blanco con un centro de color lila, lugar de sus pistilos. 
Todo estaba en orden, ni uno solo de sus pétalos le hacía falta, estaba intacta, ella al ver que no tenía un solo rasguño, de nuevo vio al cielo y agradeció por estar viva y con salud, sin un solo rasguño, además agradeció por tan bello lugar, no terminaba de agradecer cuando algo llamó su atención, 
Ella vió, hacia donde se escuchó un extraño y nuevo sonido, en el lugar, una especie de playa muy pequeña y en ella, una joven mujer, que se desvestía, dejaba toda su humilde vestimenta bien doblada sobre una de las rocas que de alguna manera a través de los años se instalaron ahí. La chica ya completamente desnuda caminó hasta un punto adentro de la laguneta, pues no podría decir que era una laguna, cuando la chica encontró el lugar más hondo, se lanzó e inició su nado, lo hacía con gracia, braceaba, luego se colocaba boca arriba y flotaba tal cual lo hacía la Azalea, dejando al descubierto un par de pechos, vírgenes, redondos y morenos, con unos pezones erguidos, sobre su piel, un rocío hecho con las gotas de la misma laguneta, las mismas gotas que sobre los pétalos de la Azalea ahora estaban posados, creando un prisma para la flor, la que se maravillaba al ver a través de ellas, todo se convertía en otra manera de ver la vida. En una de esas, entre flote y flote de ambas flores, se encontraron, la Azalea quiso, pero no pudo, hacerse a un lado, para no ser atropellada por un cuerpo que casi levitaba sobre las aguas; la chica cuando sintió que le acarició un delicado pétalo blanco, ella se sobresaltó. 
Quien sabe y que pensó era aquella delicada caricia, de inmediato se dió vuelta y quedó ella flotando moviendo sus piernas para permanecer a flote, al ver a la Azalea. Ella dijo. 

_¡Qué linda flor! Nunca antes vi una igual. 
Y agregó. 
_¿Cómo has llegado aquí hermosa? 
La flor simplemente movió sus pistilos, como respondiendo su estadía allí. La chica nadó hasta la orilla llevándose con ella a tan delicada y bella flor, una nueva para ella, pues jamás hubo una Azalea en ese lugar.
Salió del agua con ella entre sus manos, la condujo hasta el lugar en donde estaban sus ropas y sobre una piedra y con mucho cuidado ella sobre la piedra la colocó, sin dejar de verse, ambas, las dos, asombradas, pues para la Azalea, ella era un nuevo ser, uno que jamás antes se vio por el lugar en donde ella había nacido, por ser un lugar aun virgen, sin la contaminación humana. Misma contaminación que volvió violento y caudaloso a quien un día, tan pacifico río que en el pasado fue, justo para evitar tener contacto con irritante ser. 
Cuando estuvo la chica vestida, tomó a la flor y la acercó hasta su rostro y al estar frente a frente, ambas inhalaron fuertemente y ellas, sin querer se entregaron su mejor fragancia...

_¡Qué rico aroma! 
Dijeron al unisono.  La chica se dijo en sus adentros. 
_Aquí te verás mejor. 
Y la colocó entre un mechón de su húmeda, larga y negra cabellera y su oreja izquierda, e inició su caminar de regreso a su casa, el contoneo de sus caderas era imponente y no podía pasar desapercibido ante los ojos de quienes las veían transita por aquel lugar; por el lado derecho soportando sobre su cadera un cántaro de barro lleno de agua potable, el cual tomó antes de bañarse justo de un manantial que de unas piedras brotaba, sin bacteria alguna, muy bien filtrada. 
A su paso, quienes la veían le gritaban: 
_¡Que bellas flores! ¡Adiós Carmencita, qué rara flor llevas en tu linda cabellera, te hace ver mucho mas hermosa. 
La flor escuchaba cada piropo, muchos como estos, pero otros un poco subidos de tono, los cuales le encendían su color lila a la Azalea, pues no es que ella entendiera, pero en ella y la chica ya había una conexión y sus reacciones en ella repercutían. 
Despues de veinte minutos de caminata y ya con el cabello casi seco, llegó a su hogar, en él entró, buscó el lugar del cántaro de barro y lo colocó sobre su banco, el cántaro de barro con el agua fresca y muy fría. 
De inmediato, Carmencita corrió hacia su espejo, lugar en donde observó como lucía su nueva amiga. 

_En verdad que eras linda, bella flor. Pero, ¿cómo te llamarás, de qué especie serás que nunca antes vi una igual a ti por estos lugares, cómo llegaste al río? 
_Es una Azalea, una linda flor silvestre que no se da por estos lugares, seguramente se desprendió y al río cayó, este la trajo hasta donde la encontraste.
_Ernesto ¿eres tú mi amor?, me asustaste. Pero, ¿cómo sabes tanto de ella?
_Se te olvida que soy botánico, que he estudiado a las flores y a las plantas. La azalea es una linda flor, pero en tu cabellera se ve mucho más bella, no sé quien me gusta más.

La Azalea observó admirada hacia el espejo y por fin ella se vio, se dijo.
_En verdad que soy bella y más, sobre esta otra hermosa flor, la cual tambien desconozco y este otro, ¿por qué sabe tanto de mí?, yo no sabía nada de lo que de mí dijo. 

Para ahora, la Azalea había olvidado lo que fue su desgracia de hace horas, se sentía como en su hogar, amada y respetada, además admirada.

_Quiero que para mañana la uses -Dijo Ernesto a Carmencita, esa morena de ojos azules-.
_¿En nuestra boda?
_Sí, en nuestra boda, es que se ve tan bien en ti, las veo como si fueran una sola.
_¿Una boda? -dijo Azalea- ¿Qué es una boda? ¿Será algo bueno Bueno? Creo que sí.

Para ahora, los novios estaban besándose apasionadamente.

_ ¡Cof cof cof! Bueno, ya solo faltan unas horas, guarden un poco de miel para su noche de bodas. Jejeje.

Dijo un viejo, el padre de Carmencita, quien regresaba de sus tareas del campo.

_¡Qué linda flor! ¿Dónde la conseguiste? Jamas antes vi una así.
_Ernesto dice que es una Azalea, ¿sabes papá? Ernesto quiere que la use mañana en nuestra boda. ¿Qué piensas tú?
Esto dijo Carmencita mientras se veía en el espejo.

_Pues, que Ernesto si que tiene buen gusto, primero se fijo en la flor más hermosa del pueblo, tú mi amor, y ahora en esta otra, que es hermosa, además, nadie la conoce, eso le dará un toque especial a tu boda hija. Estoy de acuerdo con Ernesto, debes usarla  mañana.

Y así fue, la marcha nupcial se escuchó y Carmencita entró del brazo de su señor padre, en el altar, esperaba un maravillado de Ernesto, a su paso, los invitados y familiares murmuraban.

_Se ve linda la Carmencita y esa extraña flor en su diadema de novia la hace verse espectacular.

Azalea no sabía que era aquel ritual, pero se sentía muy bien, cómoda sobre la cabeza de su amiga, quien la rescató de una muerte segura en aquel solitario río.

Carmencita y Ernesto se fueron a su luna de miel, pero no dejaron a la Azalea, ella fue la única testigo del amor que se entregaron cada noche en su luna de miel, ella sabía que era algo hermoso, pues los olores que le llegaban eran de amor.

Azalea estuvo con ellos por muchos años, Ernesto nunca se explicó por qué la flor nunca se marchitó, seguía tan lozana, fresca y bella como cuando la conoció. 

Ernesto y Carmencita tuvieron su familia y la flor siempre estuvo en su cabeza y sobre un objeto especial que ella consiguió para que nunca se lastimara. 
El tiempo siguió su andar sin detenerse un solo instante y Azalea ya no se recordaba de su pasado, de todo lo que le tocó vivir, de sus reclamos, de cómo conoció a Carmencita, de cómo esta la cuidó y la amó. 

Un día, ya viejo, Murió Ernesto, esto devasto a Carmencita, quien se abocó a su amiga, la que inexplicablemente nunca se marchitó, ella, ya era una anciana, pero para Azalea, seguía siendo la misma bella y joven mujer, sería porque la flor no veía su piel, sino su lama y esta, seguía intacta, como ese día en que se encontraron. 

Pero el día tambien le llegó a Carmencita y esta tambien falleció, Azalea la vio cuando su cuerpo abandonó y como Carmencita, antes de irse de ella se despidió, Azalea le dijo.

-¿Me dejarás? ¿No me llevarás contigo en este nuevo viaje que hoy inicias? No me abandones, por favor llévame contigo. 

Carmencita le sonrió a su amiga, a quien ahora si la comprendía bien, a quien la escuchaba perfectamente, lo que antes solo por su instinto su alma le indicó.

_Mi linda flor Azalea, si quieres ven conmigo a mi nuevo hogar.
_Si quiero, no podría quedarme sola aquí, sin ti mi vida no tendría ya sentido, no quiero separarme jamás de ti.

Carmencita la tomó y en su larga y negra cabellera se la colocó, lugar que era de ella, por siempre, desde aquel instante que, del río la rescató, sortilegios únicos del amor... 
Y juntas se marcharon.

Sus familiares las encontraron, a la viejita sobre su cama y en su cabellera ahora blanca por sus canas, una Azalea marchita, sin color, ni olor. También sin vida. 

Ambas se habían ido de esta vida juntas, a seguir su historia de amor y amistad, a un lugar, al cual, solo se entra si en ti llevas amor y ellas dos, llevaban mucho amor entre las dos.

Carmencita fue enterrada y con ella la hermosa flor que un día llegó al pueblo arrastrada por un inclemente y caudaloso río. 

Pero, ¿quién soltó a Azalea de su hogar y la entregó al caudaloso y bravo río? 
Y este, cómo espuma que inerte lleve el caudaloso río la condujo hasta aquel lindo lugar, donde Carmencita se bañaba cada día que por el agua potable llegaba. Lugar donde nació el sortilegio entre dos bellas flores de diferentes especies. 

La Azalea, ese día de su desgracia, se preguntaba: ¿Por qué ella, por qué de su maldición, por qué de su destierro? Pero de no haber sido así, ella no habría vivido por tanto tiempo, no habría conocido al verdadero amor, uno que se la llevo con ella a un lugar a donde no pudo llegar ella como flor. 
Cuantas veces no nos preguntamos: ¿Por qué nosotros? ¿Por qué tanta desgracia? ¿Por qué tanta maldición? 
Pero el tiempo y nada más que él, nos dará las respuestas que aparentemente ahora no tiene respuesta, que aparentemente no tienen sentido. Solo es de esperar con paciencia y fe, algo mejor a lo que ahora creemos que es lo mejor para nosotros y que en ese instante está sucediendo lo peor. Pero que definitivamente solo un Ser Supremo sabe con certeza que es lo mejor para cada quien, no digas: ¿Por qué? di: ¿Para qué? No eches de menos lo que hasta ahora tuviste, mejor espera con ilusión lo que espera por ti, que seguro será mejor.    


Inspirado en el bello bolero. Flor de Azalea. Del Señor: Manuel Esperón. (1949)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario