martes, 21 de marzo de 2017

Gotas de lluvia (las canciones de mi vida)


Cuando él se fue, se llevó su corazón con él, quedó muerta en vida, con tremendo dolor en su pecho, no sabía que hacer, como podría regresar a casa y pasar desapercibida, que nadie logrará ver el dolor en su mirada, ojos rojos, llenos de agua salada, una que ella solo había conocido en el mar, cuando las olas les bañaba sus pies mientras se besaban apasionadamente, esos recuerdos le llegaban mientras rogaba porque parara de llover en su ojos azules, los que los rodeaba algo colorado por tanto llorar. 
En eso, ella escuchó como del cielo se oyó un estruendo, un relámpago, que anunciaba que una tormenta se acercaba, los cielos se cerraron con nubes grises, luego estas se colocaron negras, y de ellas, relámpagos que iluminaban el oscuro cielo. 
Qué casualidad, ahora en ella había una tormenta y otra le llegaba, solo que esta era a consecuencia de sus ruegos, alguien de ellas se compadeció y tambien la entendió y que para lograr disimular su enorme penar, le envió una tormenta. 
Ella al ver los cielos de hace un instante fueron despejados y celestes, con un brillante sol, cambiar en un instante por una tarde gris y lluviosa, algo que adentro de ella tambien sucedía, tormenta que de sus ojos azules salían en señal de la tormenta que en su corazón se llevaba a cabo justo ahora, por aquel adiós de un gran amor. 
En su corazón se escuchaban rayos y truenos retumbar, a sus ilusiones, les tapo un brillante sol que un día fue todo su amor, el que ahora de ella se alejó y en medio de tremenda tormenta la dejó. El clima y ella uno solo. 
Cuando ella sintió que le llegaron las primeras gotas de agua y sobre su cabeza cayeron, ella dijo: 

_¡Gracias!

Alguien le respondió con un relámpago que solo iluminó al cielo, pero no se escuchó ningún trueno. La lluvia arreció y las gotas de lluvia se confundieron con sus lágrimas. 
Ella inició su retorno a su casa, por las calles vacías, como lo estaba su corazón, ella caminó y de sus ojos la tormenta no se detenía, pero ella tranquila caminaba, pues quien la veía se decía. 

_Esa chica no puede ir llorando, debe de ser la lluvia, gotas de lluvia que le enrojecen sus bellos ojos, sí eso debe ser. 

La chica disimulaba su tremendo dolor, saludando con una hipócrita sonrisa a quienes la veían transitar por esas frías y vacías calles. 
Siguió su caminar con seguridad para disimular, pues quienes la veían lo hacían desde sus ventanas, nadie se explicaba, cómo había llegado esa tormenta, si el día era el mejor, uno jamás por mucho tiempo visto y disfrutado y que en un santiamén se había convertido en torrencial lluvia, nadie sabía que la chica la había pedido para poder disimular su dolor y que alguien, quiza algún dios perdido y quien supo alguna vez de ese dolor, que mortal le heredó, la escuchó y la comprendió y por ello, le regaló esas gotas de lluvia para que se confundieran con sus lágrimas. 
Hasta aquel dios le llegó el sabor salado de las lágrimas de bella mortal, quien bien la observó y de ella se enamoró; ya habían transcurrido varios siglos desde que él había sentido lo que la chica hoy sentía, él había escuchado su ruego y al hacerlo, se lo concedió, pero hoy que la veía por debajo de la tormenta caminar con el desconsuelo en su andar y un leve palpitar en su despechado corazón, él con atención la observó y sintió que podría más por ella hacer. 
Así que se arregló y como rayo, o mejor, sobre uno de ellos, del Olimpo descendió, a la siguiente esquina con los brazos cruzados y recostado sobre un poste la esperó, al verla acercarse, sintió que su corazón se agitó y en su estómago, las muertas mariposas cobraron vida y le dieron su danza de amor. 
La chica quien caminaba como zoombie, no se percataba que alguien por ella esperaba, pues cómo imaginar que alguien estaría en la calle, bajo tremenda tormenta esperando por ella. Cuando ella estuvo muy cerca del dios, ella se sobresaltó, al ver a alguien parado frente a ella.

_¿Quien eres y qué haces aquí bajo esta tormenta?
_Hago lo mismo que tú, sufrir por un amor y para que nadie me vea llorar, pues un dio.. digo un hombre no puede llorar, lo que ves en mis ojos no pueden ser lagrimas, son gotas de lluvia saliendo de mis ojos.

La chica se sonrió por las ocurrencias de quien estaba parado frente a ella.

_¿Por qué no me crees, acaso no fue eso lo que pediste al cielo y este te lo concedió?

La chica se inquietó y preguntó.

_¿Cómo puedes saber que eso al cielo pedí?
_Tal vez, porque fui yo quien te lo concedió.

La chica ahora si que rió.

_Eso me gusta, un sonrisa, hacía mucho que no veía una tan linda en una mortal.
_¿Una mortal? Qué raro hablas, ¿no eres peligroso verdad?

Ahora quien rió y mucho fue él. 

_El único peligro que podrías correr, si sigues conmigo, es que te llegues a enamora de mí ¿Sabes algo? Yo ya me enamoré de ti y por eso estoy aquí.

La chica de nuevo sonrió, sus ojos comenzaron a tomar su color natural y mientra su corazón se calmaba, mientras en su corazón se apaciguaba la tormenta que ella traía por dentro; tambien el clima iba mejorando.

_¿Ya te has dado cuenta, de que mientras dejas de llorar, también deja de llover?
_No, no me había dado cuenta.
_Sigue sonriendo, sigue así y verás al sol de nuevo salir y brillar, verás al cielo despejarse y a las nubes grises y tormentosas alejarse de aquí.

La chica de nuevo rió, pero tambien observó que mientras ella más reía y olvidaba a quien le acaba de heredar tremenda tormenta en su corazón, el clima también cambiaba y lo que aquel extraño le decía; era cierto.
Por fin, la chica se tranquilizó por completo y cuando lo hizo, el clima cambió completamente, radicalmente. El día hermoso, regresó, ella se asombró y al dios le preguntó.

_¿Quién o qué eres tú?
_Soy el dios de la lluvia, quien vino para rescatarte y alejar de tu corazón esa horrible tormenta que te atormenta. Mira tus ojos, son bellos, igual al cielo, ojos azules rodeados de un blanco inmaculado. ¡Qué belleza! Si los pudieras ver. Pero qué digo, claro que puedes. Mira al cielo, es idéntico a tus ojos.

La chica, ahora estaba ilusionada con tantas bellas frases que salían del loco chico. 
Sus ropas se secaron inmediatamente, tanto de ella como de él.

_Nuestras ropas están completamente secas, no comprendo.
_Nada que comprender, solo deja que sanen tus heridas, deja que te ame como mortal nunca lo haría.
_Y sigues con eso de qué eres un dios, ya párale, pues no es graciosos.
_¿Quieres conocer mi hogar? Solamente cierra esos bellos ojos y dejate llevar.

Ella sin querer hizo lo que este le pidió y cuando sintió, se vio volando por los aires, por los cielos bellos de esa tarde increíble.

_¡Dios mío! estamos volando.
_Acostúmbrate, pues desde hoy, este será tu transporte, pues yo no pienso dejarte, solo quiero saber si tú tambien lo quieres. 

Ella dijo que sí.  Y se fundieron en un largo beso.

Llegaron al Olimpo y desde ahí, ella vio lo terrenal, ella quedó sorprendida, pues quien su suplica escuchó, si era un dios y con ella deseaba estar hasta el último día terrenal de la chica.

Una tarde se casaron y ella se fue con él, a vivir una vida llena de felicidad y cada que alguien hacía a otro llorar a costa de un rompimiento, ellos hacían al cielo llover, para que quien lloraba por la perdida de un amor, pudiera con valentía y honor, poder a su casa regresar y para cuando alguien le preguntara.

_¿Estas llorando? 

Esta respondía 

_No, debe ser lluvia. Gotas de lluvia. Se siente como lluvia saliendo de mis ojos. Eso es lo que ves.


                                 El Fin



Inspirada en la canción: Gotas de Lluvia. Enrique Guzmán.
Compositor: Dee Clark 
Historia de: D. Clark y S. Raga.






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