jueves, 9 de marzo de 2017

The tennis party


Hubo una vez en el tiempo, que existieron unas fiestas, las llamadas y conocidas en aquellos tiempos como: The Tennis Party. Era una manera de diferenciar a los colegios de prestigio del resto, pues a estos últimos se les conocían como: Kermés o Mañana Deportiva. 

Bueno, durante la semana me la pasaba pendiente de las emisoras de moda, esperando escuchar en que colegio habría una Tennis Party. 
Por fin, el ansiado anuncio, esa vez era en: El Sagrado Corazón, la semana anterior fue: En el Francés, y la anterior en El Alemán. Bien, mi historia se centra en el primero.

_Mario, esta semana es en El Sagrado Corazón.
_¿En serio? Y, ¿ya conseguiste tenis?
_No, ¿y vos?
_Si vos, mi primo me regaló unos, están casi nuevos, ya sabes, se compró otros y seguro se compadeció de mí, que en lugar de tirarlos a la basura me los obsequió, no sin antes hacerle unos favores.
_Le limpiaste su asqueroso cuarto, le hiciste la tarea y que más, lo besaste, jajaja.
_Tu madre, pero ya tengo tenis, mientras que vos no. Jajajaja.

Me dejó mudo, que podía decir, si deseaba los míos, pero eran tan caros, que cómo podría comprar un par. 
Estuvimos escuchando la radio para ver si conseguíamos pases gratuitos para ingresar a tan esperada mañana de sábado. 
Mientras hacia mis deberes, escuchaba la pregunta del locutor y salía como desequilibrado mental corriendo para el teléfono público más cercano.

_¡Mierda, esta ocupado!

Regresaba decepcionado a mi casa, solo para escuchar que ya alguien era dueño de aquella entrada. Bueno, como siempre tocará aguantar hambre para lograr conseguir juntar dinero para la entrada, total, tengo una semana para hacerlo. 
Con eso me consolé. Pues, que recuerde nunca pude responder una pregunta del locutor, cómo lo haría, si para cuando llegaba al teléfono público, este, o estaba ocupado o ya alguien había respondido a la pregunta, pues habían privilegiados que tenían a su lado un teléfono propio, mientras que el mío me quedaba como a cien metros de mi casa. Esto era algo que envidiaban muchos de mis amigos. 

La semana se hacía larga, pero como a todo coche (cerdo) se le llega su día, a mí y Mario se nos llegó.

_Hola, buen día.

Dijo Mario cuando llegó a mi casa, luciendo un par de bellos tenis, de color azules, con el cheque de Nike verde fluorescente, mi corazón palpitó al verlos. Si que eran de envidiarlos.

_Puta mano, están bien nais, que envidia, pero de la buena.
_Verdad que estén del nabo. Valió la pena la chingada que me dio el condenado riquillo de mi primo.
_¿Nos vamos?
_Si, a penas logré conseguir para la entrada y los pasajes, así que me invitas aunque sea a una tostada de frijóles.
_Tu madre, ahí no venden esas porquerías.
_Jajajaja.


Reímos los dos de nuestra decadencia económica y es que en verdad, qué hacen un par de pelados (sin dinero) en un lugar de ricos. Pero bueno, eso nos resbalaba como las gotas de agua sobre un cristal, con tal de ver a tan especiales y lindas chicas, entre los quince y diecisiete años, eso era más que suficiente, pues hasta hoy, no habíamos conseguido ni una mala mirada de ellas, creo que hoy Mario llevaba una gran oportunidad, mala suerte la mía, pero no importa, valía la pena, ver a chicas que jamás vería en otras circunstancias.

_¡Periférico, zona uno! ¡Llegan! ¡Suben!

Gritó el ayudante del Ruletero (Ya escribí una historia de esto).
Nos subimos y henos allí, con rumbo a nuestra aventura semanal. En cuestión de media hora, por ser un día con mucho transito, escuchamos cuando el ayudante gritó.

_¡Servidos señores! Que le vaya bien chula.

Aprovechó el ayudante para gritarle una flor a una señorita. Iniciamos ahora nuestra caminata de varias cuadras, tomamos la Sexta Avenida, esta, estaba como siempre, llena y bella, en sus calles, gentes de todos los estratos sociales, aprovechamos para vitrinear, yo me detuve en una zapatería, lugar donde vendían tenis de marca, importados, si que estaban caros los condenados tenis, que pensé, creo no lograré tener unos nunca.

Luego de algunos quince o veinte minutos, nos encontrábamos enfrente del prestigioso colegio, en sus afueras ya se veía lo buena que estaría esa Tennis Party, pues las chicas eran bellas, no había una que para mí fuera fea, será que no las habían o ese día no llegaron, bueno que importa, de cualquier manera, solo llegábamos a ver, no podíamos lograr algo más que eso. 
Y no es que nos menospreciemos, eramos realistas, que podríamos ofrecer a una de ellas, eran inalcanzables para dos pelados (sin fondos económicos) como éramos, Mario y yo. 

Pagamos la entrada, con emoción y tickets en mano, entramos, aquello era enorme, mil parejas, otras solas esperando por su novio o por alguien que se les acercara para conectarlas, ventas, adornos, y hasta el fondo el gimnasio, con su duela, por lo cual, eran llamadas: Tennis Party pues, si no contabas con un par de tenis, no podrías entrar y bailar. Con Mario nos dedicamos a quemar físico, casi nos incendiamos y nada que recibíamos una pizca de brisa para apaciguar esa quemadera de físico; nos parábamos de lado, de frente, sonreíamos, nos peinábamos, hacíamos y deshacíamos y nada, bueno, ya estábamos acostumbrados a eso, pero nos resbalaba, nosotros estábamos allí, y eso nadie nos lo quitaba y aun siguen en mi mente esos bellos momentos de adolescencia. 
El tiempo transcurrió, como siempre, cuando estás muy bien, cuando nos percatamos se escucharon los instrumentos del grupo o la disco que había para el momento cumbre de la Tennis Party, en esa oportunidad llegó: El Grupo Café. Y se dejaron escuchar, el gimnasio se convirtió en un manicomio, gritos y aplausos. Mario me dijo.

_¿En serio, no hay clavo si te dejo?
_No, no hay problema, dale. aprovecha, hoy es tu día mi hermano.
_Gracias mi hermano, esta va por los dos.

Nos dimos la mano y este ingresó al lugar vedado aún para mí, yo me quedé solo en aquel enorme lugar, lugar en donde habían alguna que otra pareja por ahí. Por fin, vi que había un lugar que llevaba a unas aulas a un segundo o tercer piso, me dije. Iré a curiosear. E inicié mi ascenso, mientras ascendía. la musica se escuchaba con mayor fuerza, con mayor potencia, con más volumen, seguí hasta donde se escuchaba más fuerte, por fin llegué a un lugar, el cual era un corredor en donde al final se encontraba la parte superior del gimnasio, me dije; que suerte, por lo menos podré ver como es una fiesta de estas y con paso rápido me apresuré para llegar al lugar y no ser descubierto por alguien que me impidiera estar en ese lugar, cuando llegué, había una especie de L, lo hacía el ancho del aula, y ahí, estaba ella...
Una chica quien hasta ahora me daba la espalda, me olvide de ver el gimnasio y me concentré en ella antes de que se diera cuenta de que alguien la observaba con admiración. Inicié mi viaje desde un par de tenis, marca Adidas, un par de calcetas que apenas sobresalían de los tenis de color rosa, luego seguí con un par de piernas, las mejores hasta entonces vistas por estos ojos llenos de tristeza, seguí y me encontré con unos pantaloncillos, que más tarde fueron un hotpants (conjunto de una pieza de blusa y pantalón) Corto, de color azul marino, con los brazos descubiertos, del cual se veía sobresalir un top, una cabellera a media espalda lacia de color miel. Mi corazón latía tan aprisa que creo ella lo escuchó y me regaló una mirada de reojo, yo le sonreí, pero no recibí respuesta de ella, me acerqué a la barandilla donde ella se encontraba recostada y a casi un metro de ella, me coloqué para observar hacia abajo. 
El gimnasio está repleto y entre ese mar de juventud, un Mario que me gritaba y agitaba su mano, como diciendo, amigo lo logramos, claro, lo lograste amigo, se encontraba con una linda colegiala quien me vio sin interés alguno y siguieron bailando, yo me alegré mucho por Mario, por fin uno de los dos hacía su sueño realidad. 
La chica seguía a mi lado, haciendo señas a unas compañeras de ella, quienes junto a sus chicos le pedían que bajara y se uniera al grupo, pero ella les indicaba con señas de que no. 
Yo la veía desconcertado, pues era un ángel, su piel blanca y rosada, labios deseosos por ser besados, ojos enormes con pestañas naturales, las que parecieran estar alargadas por el más caro rimel hoy día, bueno, en resumen, una chica al natural, pero como si la naturaleza la hubiera maquillado, así de bella, natural y sencilla, era quien me acompañaba en aquella baranda. 
Me cuestioné, qué hace esta bella niña sola en este lugar, si por ella, mil chicos estarían suspirando y babeando como lo estoy yo ahora. Ella me ignoraba por completo, no me permitía tener contacto visual con ella, pero tampoco se movía del lugar, eso era extraño y a la vez emocionante, yo que nunca tuve problemas para hablar a una chica, pues, casaca me sobraba, es más, creo que me brotaba por los poros, pero claro, yo estaba fuera de mi ambiente, estaba fuera mis aguas, no sabía como respondería a mi léxico una chica de la alta sociedad en esa época. Por fin, se me salio el Raga y me dije, lo peor que puede pasar es que tambien hoy sea mi sábado. 

_¿Por qué estás aquí?, ¿por qué no estas con tus compañeras bailando? La música esta buenísima. Y además, traes unos lindos tenis.

Ella, por fin me regaló una mirada y luego de un incomodo y breve silencio, me dijo.

_Me han dejado plantada.
_¡No! Eso no puede ser posible, seguro tu novio se enfermó o está por llegar, pues nadie sería capaz de dejar plantado a alguien tan lindo, yo al menos, solo dejaría plantada a alguien más bello que tú, si esta fuera una exótica flor.

Ella me sonrió y se sonrojó y me dijo tímidamente.

_¡Graciaaas! ¡Qué lindo!
_Nada que no le inspires a un chico, solamente digo la verdad.
_Ya no sigas, que me estas chiveando. Y tú, ¿por qué no estas bailando, tu amigo te ha llamado qué haces aquí?

No respondí, solo levanté mi pierna, indicándole el por qué estaba allí.

_Claro, los tenis. Pero a quien se le ocurre venir sin tenis a una Tennis Party. ¿De qué colegio eres?

Sentí que el suelo me tragaba, que podía decir, que no tenía dinero para comprar un par de tenis, que era un marginado, que era de otra clase social, ¿por qué no? Se encendió la luz roja, indicándome, cuidado con lo que dices. Salte por la tangente.

_La verdad, no venía para acá, me encontré con mi amigo y como no había otra cosa mejor que hacer lo acompañé. Estaba por irme, pero algo me dijo, sube hasta aquí. ¿Sabes algo? ¿Crees en el destino?
_Bueno, nunca lo he pensado, pero...
_Pues mira lo que ha hecho el destino con nosotros -le interrumpí, no había que permitirle que me enviara otro strike- El destino detuvo con algo a tu chico y a mí, que no venía para acá, me trajo hasta este lugar, solo para qué, para conocerte, no es bello el destino.
_¡Wao! Pensándolo como me lo dices, pues tiene lógica, -se quedó pensativa por un  par de segundos, tiempo que yo use para respirar y recuperar el aliento- Que bueno que no vino mi cita. ¿no crees?

Ahora yo estaba a unos centímetros de ella, olía delicioso y su sonrisa era bellísima.

_Pues, no lo he dicho yo, lo has dicho tú y lo ha decidido el destino.

Nos volteamos para la fiesta, esta estaba prendida y en un movimiento involuntario, mi mano rosó la suya y en ese roce de pieles, ambos sentimos como entró en nuestros cuerpos una energía, una magia, una sensación inolvidable. Ambos solamente sonreímos, el amor o la atracción estaba entrando en nuestra piel.

_¿Crees que volveremos a vernos? -le dije-.
_¿Tienes lapicero o algo?
_No.
_Bueno, entonces acompáñame.

Me tomó de la mano y descendimos del mismo cielo, llegamos a un lugar en donde una maestra estaba, ella le pidió prestado un lapicero y me apuntó su número de teléfono. Le dije, nervioso.

_Espero no perderlo.
_Entonces, para evitar que eso suceda. ¿Qué dices si me acompañas hasta mi casa? Y así la conoces, ya no tendrás excusa para no vernos. Además, ¿puedes venir el lunes por mí?, pediré permiso a la monja para no irme en el bus. ¿Qué me dices?
_Que tenemos una cita.
_¡Nos vamos!
_Y, tú cita.
_¿Cuál cita?

Dijo y ambos reímos. Salimos del colegio tomados de la mano, lugar en donde sentíamos una serie de emociones nerviosas, el amor estaba haciendo su efecto. Y así nos perdimos por la Sexta Avenida, lugar en donde estuvimos un rato antes de acompañarla a su casa. Vaya casa. 
¡Wao por mí, pues no me intimidé!

Ah, y confirmé que mi casaca surtía efecto en cualquier estrato social, el secreto es hablarle al alma de quien te escucha, lo demás llega por añadidura.

Ah, más tarde me compré un par de tenis, unos hechos localmente, eran una porquería a la par de aquellos importados que ellos usaban y tan caros. Pero esta es otra historia.

Ah, Mario y yo acudimos el día lunes a la hora de salida y ambos hicimos realidad un sueño que creímos jamás alcanzaríamos. 
Bueno, todo es cuestión de actitud.





Tomado del libro: "Historias de un adolescente tímido 2" De Sergio Raga.



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