viernes, 28 de abril de 2017

El amar y las aves


Cuando las aves levantan el vuelo,
y vuelan al cielo, 
extienden sus alas
viajan con rumbo hacia el sol, 
al azul de un profundo e inmenso cielo,
no miran atrás, 
no les importa lo que dejan en el nido.

Simplemente vuelan, 
lo hacen con ilusión y enorme emoción, 
agitan fuertemente sus alas
pues desean ser los primeros en conquistar
el azule del cielo y a las blancas nubes.

Al llegar ahí, se regocijan y trinan,
sienten en sus picos y sus plumas
esa rica sensación de libertad, 
que extienden sus alas para planear o levitar.

Así permanecen suspendidas ahí,
disfrutando de la mejor vista, 
sintiendo las más deliciosa sensación 
que otro ser jamás podrá disfrutar.

Desde el nido 
esperan los que aún no pueden volar,
desean que sus alas maduren ya 
para lograr elevarse,
para poder sentir la deliciosa sensación, 
la maravillosa emoción.

Parecen barriletes,
pero sin nadie que los controle,
nadie que les diga basta ya.

Sí, tienen un problema, 
y es que podrían ser heridos
por alguien que les tiene envidia... 
El hombre.

Sin embargo, eso no les quita el sueño, 
ni les da miedo, lo disfrutan, 
solamente eso, lo disfrutan, 
porque saben 
que nadie puede hacerlo, solo ellos.

Enorme privilegio que Dios les dió, 
poder tocar el cielo y permanecer allí 
mientras lo deseen.

Ese es un privilegio
que hoy podemos sentir tú y yo. 

Te invito a volar 
por los cielos oscuros, pero estrellados,
hoy seremos dos aves suspendidas en el cielo,
nuestra cómplice 
será una bella luna.

Lo que hoy sentiremos, 
supera al privilegio de las aves,
ya no hay nada que envidiarles, 
por el contrario, en esta cita, 
ellas nos verán y nos envidiaran.

Pues, no hay ave 
que pueda por la noche volar,
para ellas el cielo se marchó, 
desapareció.

Pero, para ti y para mí, 
a penas nos llegó.

Ven y acompáñame, 
pues te voy a amar.
Vamos a volar y a tocar al cielo.






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