miércoles, 3 de mayo de 2017

Amnesia (las canciones de mi vida)


_Señora, el caballero de aquella mesa le invita a una bebida.
_¿Quién?
_El caballero de allá.

Era alguien que se encontraba sentado en la mesa del otro lado de aquel prestigioso lugar, él le hizo un gesto amistoso, para que ella supiera que él le enviaba la bebida. Lo extraño era que, esa bebida era de las preferidas por ella, una que le gustaba tanto. 
Ella lo vio, y sin devolver un gesto de educación, luego de verlo por breves segundos, le dice a quien le llevó la deliciosa y cara bebida.

_No la puedo aceptar, pues, no recibo ninguna clase de obsequios de desconocidos.
_Perdón madam, pero por cortesía debería de aceptarla, es una bebida muy costosa y el caballero solo desea hacerle una cortesía. Quien sabe y a lo mejor, es alguien a quien usted hoy no recuerda. Algún conocido, amigo o enamorado de juventud.
_No me escuchó, llévesela por favor. Yo no le he pedido su opinión.
_Perdón madám, con su permiso le retiro la bebida.

El mesonero, hizo lo que la dama le ordenó, mientras regresaba con la cara bebida observó a quien la solicitó, este le hizo una señal de que no tiene importancia. 
La dama siguió sentada, leyendo un libro, observando su reloj, cómo quien espera a alguien. 
No sin antes dar un último y disimulado vistazo a quien amablemente le sonreía cuando le llegó su obsequio, ella regresó a su lectura. 
Pasaron un par de minutos, cuando el caballero se hizo presente ante ella.

_Perdón por interrumpir tu lectura, creo que no me has recordado o aun sigues molesta conmigo por nuestro pasado.

Ella lo vio por sobre el libro sin emitir palabra alguna, en su rostro, la expresión de aquella que realmente no conoce a quien tiene enfrente; caballero muy fino, educado, con presencia, con abolengo y además, con la misma amigable sonrisa en sus labios.

_Disculpe caballero, pero yo a usted no lo conozco.
_¿Me permites sentarme?... Patricia ¿verdad?


Ella, asombrada al escuchar su nombre de labios de un perfecto desconocido; esto la intrigó, que pensó, que nada perdía con permitirle acompañarla, con un gesto poco cortés, ella le indicó que se podía sentar. 
Este muy educadamente se sentó, y de nuevo llamó al mesonero, este, quien llegó de inmediato, pues, las propinas del caballero eran muy onerosas, al hacerse presente, el caballero le indicó que de nuevo trajera la bebida a la señora. El mesonero luego de un saludo, casi corrió por la bebida.

_Es la bebida que tanto te gusta, eso lo recuerdo muy bien, o acaso ¿ya no te vuelve loca?
_Tanto como volverme loca no, que sí es mi bebida preferida, en eso usted tiene razón.

El mesonero llegó con la copa y la colocó sobre la mesa, enfrente de la dama. Ella sonrió al mesonero y se lo agradeció.

_Muy amable caballero, se lo agradezco, aunque aun sigo intrigada por saber cómo es qué, usted conoce de mis gustos en cuanto a esta bebida.
_Ya deja la formalidad y llámame por mi nombre, lo que nos sucedió fue hace mucho tiempo. Te pedí que me perdonarás y me negaste tu perdón, hoy que pasó el tiempo, te suplico de nuevo me perdones. ¿Me puedes perdonar?
_En verdad; yo a usted no lo recuerdo. Me temo que tendré que pedirle que se retire, pues, espero a alguien.
_No me iré hasta escuchar de ti que me perdonas, aunque ya no te vuelva a ver, pero necesito que me perdones.
_Es que usted debe estar confundiéndome con otra, yo no tengo nada que perdonarle, pues yo ha usted no lo recuerdo. Por favor retírese, quien me citó no tarda en llegar, le pido cordialmente que por favor me deje sola.
_Paola no vendrá, ella me hizo el favor de hacer esta cita para que pudiéramos hablar.
_¿Cómo? ¿También conoce a Paola? Y, ¿ella está de acuerdo con usted? Ahora entiendo porque sabe que me fascina esta bebida. 

Ella, muy molesta, se puso de pie, con la intención de dejar el lujoso lugar, pero él se lo impidió, la sujetó muy suavemente del brazo, para impedirle que se retirará y con enorme tristeza en el rostro, le pidió que por favor que se sentara. Ella al ver tanto dolor en su rostro, se sintió mal y se sentó, y con una voz muy suave y dulce le dijo.

_Disculpe, pero en verdad yo a usted no lo conozco y si así fuere, no lo recuerdo.

Él pensó; realmente ella no está mintiendo, ella no me recuerda; por un rato él se contrario, al pensar que Patricia no lo recordaba. Ambos se observaron minuciosamente. Ella, tratando de recordar quien era aquel hombre en su vida o lo había sido, quizá fue alguien importante, pero por más que buscaba entre sus recuerdos no lograba recordarlo. Mientras él pensaba. Aun sigue linda, fui un estúpido, tanto daño que le provoque, que tal vez por eso su dolor le obligó a olvidarme, he escuchado de casos cómo este.

_Bueno Patricia, permítame por favor presentarme, yo soy, Ricardo Martínez.
_Mucho gusto señor Martínez, pero me disculpará, pero su nombre no me dice aun nada.
_Entiendo, no se preocupe, si me lo permite, yo le contaré de donde y cómo es que nos conocemos, tal vez al escucharme usted me recuerde. ¿Me lo permite?
_Por favor, pues ya me tiene intrigada.

Ricardo le recitó con lujo de detalles, su historia, no dejó uno solo sin repetirlo, Ricardo se convirtió en el más grande narrador que jamás existió, que hasta pudo ganar un premio literario por la manera que le narró su historia. 

Ella, luego de que él terminó de narrar aquella historia con matices de felicidad y de angustia, con momentos sublimes y otros tan negros, tan tristes, ella sintió un nudo en su garganta y casi llora, al ver al desconocido ser tan sincero, honesto con su narración, pues, a Ricardo hasta se le rodaron las lagrimas cuando avanzaba con su historia. Pero ella, por más que hizo, nada recordó. 

Y luego de que Ricardo terminó con su relato, ambos quedaron en silencio. Uno, recuperando el aliento. La otra, observando a quien le contó algo importante de su vida, juramentos que ella no recordaba. 
Mientras que el silencio se apoderó de aquella mesa, el mesonero llegó, retiró las copas y las cambió por otras con la misma bebida, ella se la bebió de golpe y con una seña, le pidió otro, pero doble. A lo que el mesonero de inmediato lo hizo. El mesonero tampoco dijo nada, pues, se dio cuenta de la tensión que había en esa mesa, más bien, se retiró luego de colocar lo solicitado sobre la mesa. 

Entonces fue ella quien rompió el silencio. Esto dijo.

_Haber si entendí...   Usted me cuanta, que nosotros dos fuimos amantes, y que llegamos juntos a vivir algo importante. Me temo que lo suyo es un error, yo estoy desde hace tiempo sin amor y el último que tuve fue un borrón en mi cuaderno. Usted me cuenta, que hasta le rogué, pidiendo que no se fuera, y que su adiós me dejó a mi corazón sin primaveras. Y qué anduve por ahí de bar en bar, llorando sin podérmelo olvidar, gastándome la piel en recordar su juramento. Perdón, no lo quisiera lastimar, no lo quisiera contrariar, tal vez lo que me cuanta sea verdad. Lamento contrariarlo, pero yo no lo recuerdo.

Él quedó sin más nada que decir, se bebió su tragó, mientras que ambos seguían mudos, era evidente que Patricia no lo recordaba, pues, ella era sincera, era cómo si fuera otra persona; el dolor le inundó su pecho, le destrozó su corazón. Se dijo, que quiza era lo justo, pues aunque fueron tan felices mientras estuvieron juntos, también era verdad, que tiempo más tarde, él la hizo sufrir y mucho. 
Que era posible, que por eso ella hoy no recordaba nada de aquel pasaje en sus vidas, que posiblemente hoy, ella para olvidar todo el dolor que le causó, ella sufrió de amnesia. 

Ricardo pagó la cuenta, se puso de pie sin decir más nada, pero su expresión valía más que mil palabras. 
Ricardo se retiró, salió del lujoso restaurante, se dirigió hasta su vehículo, el cual, lo llevaba un empleado de aquel lugar, quien lo traía del parqueadero; cuando Ricardo se subía a su auto...

_¡Ricardo!

Era Patricia, quien le gritaba por detrás de él, Ricardo volteó y disimuló una mueca en su boca, la esperó, hasta que ella llegó junto a él, Patricia le dijo al estar a su lado.

_Te perdono... 

Le tomó su mano y en ella le dejó una tarjeta, se acercó hasta él y le besó con mucho cariño la mejía. -Demasiado diría yo-. 
Le sonrió, y se dirigió hasta su vehículo, el cual, lo esperaba por detrás del auto de Ricardo. 
Él sonrió, sintió que el alma le retornó al cuerpo. En la tarjeta; el celular de Patricia y a mano ella escribió: ¡Llámame!


                                   El fin




Inspirado en la canción del mismo nombre, compositores: Chico Navarro y Dino Ramos
Historia de: C. Navarro, D. Ramos y S. Raga.





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