viernes, 30 de junio de 2017

El Señor Pi


Lo vi caminar hacía mí, se trataba del señor Pi, mientras caminaba hacía mí se acomodaba su fino atuendo, además se arreglaba el cabello, se aplicaba un raro spray en su boca, los dientes le brillaron y yo me asusté, me dije; ¿qué me hará?, por fin llegó y atentamente se me acercó, se inclinó y con educación me invitó a bailar, fue tan educado y encantador que no pude negarme, a pesar de que era mayor que yo me encantó, de su boca sentí un fresco aliento, eso era lo que seguro se echó en ella con aquel spray y el brillo del diente no fue más que un reflejo de los reflectores, me puse de pie y me encaminé hasta el centro de la pista, esta estaba repleta de jóvenes expertos en el arte del baile, yo sentí un poco de pena, pues este apuesto y fino señor qué podría conocer de los modernos pasos de baile, pero vaya asombro que me llevé cuando el Señor Pi se desabotonó su fino atuendo y comenzó a mover su cuerpo, primero lo hizo suavemente, yo tambien moví mis curvas, pero sentí un poco de pena y vergüenza, pues los que bailaban a nuestro alrededor nos veían como burlándose de mí, pero el Señor Pi, seguía viéndome a mí y moviéndose coreográficamente, cada paso era estudiado. 

De pronto el Dj, cambió de disco y colocó un acetato, sonó en los parlantes una melodía, la cual no era la de costumbre para aquel lugar, los chicos que seguro se burlaban de mí no sabían que hacer, ni como el esqueleto mover, pero el Señor Pi, ahora era pez en el agua y yo quedé asombrada y sin saber que hacer, pues para mí era tambien algo nuevo aquel ritmo, pero me sentí segura y cuando sentí estaba en ambiente volando por los aires, en los brazos del maravilloso Señor Pi, este sonreía, agitaba su mano como pidiendo ride y levantaba una pierna la cual, la agitaba como batidora yo me sentí la reina del lugar e imité como pude su coreografía y en un santiamén estaba bailando tan bien junto a él.

Todos en el salón deslumbrados al ver nuestros movimientos se abrieron y nos hicieron una rueda, ellos simplemente movían sus caderas y aplaudían al ritmo de aquella vieja melodía, yo aun no entendía como era que podía bailar esa melodía que era tan pegajosa y contagiosa, yo era tan menuda para él, no para otros que para ellos era una escultura, pero él hacía conmigo lo que quería y yo me sentía tan cómoda y no sentía cansancio y no deseaba que la canción finalizara, pues en ese momento como nunca antes era la reina danzante del lugar. 

Veía como las chicas me miraban con envidia y los chicos lo hacían con lujuria, pues mi pequeña falda se elevaba hasta permitir que los curiosos me vieran mis redondas y firmes nalgas, esa noche se me ocurrió como todas las otras, llegar con un hilo dental, algo que no dejaba nada a la imaginación, pero a mí no me importo y el Señor Pi era un maravilloso bailarín, entonces me fije bien en él y era un galán de cine que me llamó mucho la atención, lo mismo le sucedía al resto de féminas que por momentos alejaban a su pareja para insinuar que estaban solas.

Esto a los chicos los enfureció y ellos trataron de sabotear al Señor Pi, pero este les hizo unos movimientos al ritmo de los tambores de la batería que los dejó a ellos sin batería, parecían muñecos con las pilas descargadas o agotadas, las chicas intentaron entrar en el ruedo pero él las ignoró a todas, solo tenía ojos para mí, eso me llenó de energía y mientras todas se morían de cansancio yo estaba fresca como una lechuga, eso me excitó y me gustó, cómo era posible que yo pudriera bailar esa melodía tan vieja, pero pegajosa y que ahora el Señor Pi me pareciera tan hermoso.

Él seguía con su mano al aíre, ahora moviendo su dedo indice y con el otro brazo me sostenía, me hacía dar vuelta tras vuelta, como si se tratara de un trompo dormilón, de pronto me haló y me encerró entre sus fuertes brazos, sus rostro se acercó tanto al mío, yo de nuevo sentí aquel delicioso aliento y no pude evitar propinarle tremendo beso, las chicas gritaron de emoción en el salón y dijeron; otra, bailen otra, pero el acetato llegaba al final y por mi piel morena, gotas de sudor me recorrían, mientras que por la de él ni una sola.

Que extraño, para ser mayor que yo, su constitución era de lo mejor, no se le veía ni agitado mucho menos cansado, las chicas alocadas le cayeron encima gritando; ahora me toca a mí, no a mí, los chicos lo veían desilusionados, imagina ser derrotados por el Señor Pi, un hombre de edad, pero no viejo, solo era un señor interesante, mucho más que todos aquellos que a penas hace unos minutos me encendían la piel con una mala mirada, ahora quien me tenía excitada era el Señor Pi.

Este separó al resto de locas atrevidas y regaladas, me tomó de la mano y me condujo hasta su mesa, ahí me pidió una bebida, la cual me bebí con desesperación, deseaba hidratarme por si se daba la ocasión de bailar otra canción con este maravilloso Señor, a él le sirvieron una copa con vino rojo, muy rojo, el cual tambien bebió de un solo, yo vi que se le encendieron los ojos, pero pensé; es otra de mis alucinaciones, luego pensé en mis calzones, la tanga la tenía hundida, no era nada nuevo, lo que quiero decir, era que estaba encendida. 

Despues de un breve descanso, el Señor Pi me invitó a salir, yo dije que sí, la envidia de la chicas fui, nos dirigimos hasta su lemosina, este ordenó a su chofer; a casa Ruperto. Ruperto condujo por las avenidas y calles de la gran ciudad hasta que de ella salió y se dirigió por la colina que conduce, quien sabe a donde, eso a mí no me interesó, yo seguía observando al Señor Pi, además movía mis piernas para conseguir que mi diminuta falda se subiera lo más posible, esto surtió efecto y en el acto estaba enseñando mi diminuta tanga de color negro, de encaje transparente.

Que bueno que me depilé, pues hace días que lo necesitaba ya raspaba, por fin Ruperto se detuvo, abrió la puerta de la negra lemosina, primero salio el Señor Pi y una vez afuera me extendió la mano, yo se la entregué y mientras salía yo sentía como si flotaba, su casa era enorme y me deslumbraba, caminamos de prisa, bueno quien llevaba prisa era yo, pues sentía que la noche se nos terminaba y yo deseaba gozarme al Señor Pi. 

Al entrar en la enorme casa me tomó entre sus brazos y a mis labios los mordió, eso me estremeció, me cogió entre sus fuertes brazos y cargada me condujo hasta su recamara, mientras caminaba, solo me veía a mis ojos, yo escuchaba que él me decía eres la mujer más bella que en todas mis vidas he visto, yo dije o mejor dicho pensé; debo estar borracha que no se ni lo que oigo, pero eso no me importa yo solo quiero sucumbir entre sus brazos y en su cuarto sobre su cama.

No sé como no se tropezó pues, nunca más que a mí miró, bueno tambien veía mi tanguita la que ya iba mojadita, llegamos a un enorme cuarto y en medio del mismo, una enorme cama, yo dije; donde la compraría, jamás pensé que las harían tan grandes, eso me calentó mucho más pues, pensé; en ella haremos lo inimaginable.

Él me depositó con mucho cuidado sobre la enorme o gigantesca cama, alargó sus brazos como si lo fueran a crucificar y haciéndolos hacía atrás con fuerza, en el acto quedo desnudo, wao Señor Pi que enorme pi, digo que enorme es usted Señor Pi, él sonrió y se encuclilló y de mi ropa me despojó, jamás nadie me amó como lo hizo el Señor Pi, no descanso ni para beber una viagra, que fuerte es Mister Pi, me dije. 

Yo ya no aguantaba, pero al recordar el último orgasmo, eso me daba más ganas y el próximo era mucho mejor, así nos amaneció, no sabíamos que aquello sucedía hasta que por detrás de la enorme puerta se escuchó a Ruperto que dijo; Señor Pi el sol ya nace. 

Entonces el Señor Pi me besó apasionadamente hasta que me quede dormida, me desperté como a medio día, para cuando lo hice Ruperto me dejó una charola con alimentos y muchos líquidos para reponer los perdidos, después tome un baño y cuando salí mi ropa limpia y planchada y mi tanga como nueva bien lavada. 

Me vestí y Ruperto se asomó, me dijo galantemente y tambien educadamente; señorita tengo orden del Señor Pi de llevarla a su casa, me acompaña por favor, yo le dije; y el Señor Pi, no se va a despedir, Ruperto dijo que no, que eso era imposible, pero que seguro sabría otra noche de él, que él me buscaría por la discoteca de la noche anterior. 

Desde entonces no fallo una sola noche, esperando al Señor Pi, siempre tengo cuidado de depilarme bien, quien sabe y hoy sea la noche esperada y ansiada por mí y por mi encantador y misterioso Señor Pi.




Continuará...

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